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Tsunami en Japón: fallos humanos y no el poder de la naturaleza en los orígenes de la calamidad

Jueves 24 de marzo de 2011 por CEPRID

Shimatsu Yoichi

Japan Times

Traducido para el CEPRID (www.nodo50.org/ceprid) por María Valdés

La Ola, una reminiscencia del grabado en madera del magistral Hokusai, asoló las defensas de las costas de Japón y arrasó con rompeolas, gigantescos bloques de cemento de cuatro patas llamados tetrápodos, levantó buques y les trasladó hacia el centro. Volcó coches, destruyó casas y las arrastró al mar. Con olas de hasta 10 metros de altura no fue, sin embargo, inimaginable: tenga en cuenta el histórico Tsunami Sanriku que con olas de 15 metros mató a 27.000 personas en 1896.

El poder aterrador de la naturaleza es tan grande como la vulnerabilidad de nuestra civilización. Poco después de la navidad de 2004, me ofrecí para la operación de rescate el día después del tsunami del Océano Índico y, al mismo tiempo, hice un estudio de campo sobre las causas de las muertes en el sur de Tailandia. Editado por Thammasat y universidades de Hong Kong tenía como conclusión que el agua no fue la única causa de la muerte de 230.000 personas. Los edificios mal diseñados, las estructuras viejas y sin vías de escape, la construcción en cauces de ríos o lugares inadecuados fueron otras causas. En el Tsunami de Japón, en Tohoku, el ultramoderno aeropuerto de Sendai se inundó casi por las mismas causas. La explosión de los enormes tanques de almacenamiento de gas de Ichihara, en la prefectura de Chiba, no habría ocurrido si se hubiesen realizado correctamente las precauciones técnicas.

La mayoría de la gente asume que los japoneses son meticulosos y los ciudadanos más responsables del mundo. Como periodista de investigación que cubrió el terremoto de Hansin (Kobe) y el ataque al metro de Tokio con gas sarín en 1995, me permito disentir. Japón es mejor que otros en la organización oficial de un encubrimiento.

Ocultar la crisis nuclear

La tendencia recurrente a negar los errores sistémicos "con el fin de evitar el pánico público", se basa en la determinación de una burocracia atrincherada y de protegerse a sí misma más que en cualquier propósito declarado de servir a la nación o su pueblo. Esa es la regla tácita de oro en la mayoría de los gobiernos, y Japón no es una excepción brillante.

Así, ¿Qué es lo que se está silenciando tras el terremoto de 8,8 grados de magnitud? El lema oficial es que las cinco plantas de energía nuclear en el noreste están bloqueadas, seguras y sin fugas. La realidad es que al menos una de esas- la Planta de Energía Nuclear Fukushima Tepco -se encuentra bajo una alerta de emergencia en un nivel indicativo de un terremoto causado por la ruptura interna. Fukushima es una de las centrales atómicas más grandes del mundo, con seis reactores de agua en ebullición (1).

Durante décadas, el público japonés ha sido tranquilizado por la Tokyo Electric Power Company que sus reactores nucleares están preparados para cualquier eventualidad. Sin embargo, el misterio en Fukushima no es el primer problema no declarada con la energía nuclear, sólo el más reciente. Ya en 1996, en medio de un accidente del reactor en la provincia de Ibaraki, el gobierno nunca reconoció que la lluvia radiactiva se había desplazado hasta los suburbios del noreste de Tokio. Reporteros obtuvieron la confirmación de las estaciones de monitoreo, pero la prensa se encargó de correr una manta de silencio sobre noticia tan alarmante. Para una nación que ha vivido bajo la nube atómica de Hiroshima y Nagasaki, la negación total de algo parecido no debería permitirse.

Las personas son la mejor defensa

A pesar de la adicción nacional a la energía nuclear que mantiene las brillantes luces de neón sobre famosa esquina de Shibuya, Japón sigue siendo el país más preparado para terremotos, tsunamis, incendios y otros desastres. Cada unidad de trabajo, grande o pequeña, tiene un plan de respuesta de emergencia. En el sismo de Tohoku el personal en cada fábrica y oficina podría actuar como un equipo para sofocar incendios pequeños, cerrar las líneas de gas, prestar primeros auxilios y restaurar los sistemas de comunicación. Incluso en la mayoría de las casas, los residentes tienen una linterna recargable conectada a una toma de corriente y botellas de agua de emergencia.

El Noreste de Japón está mejor preparado que otras localidades ya que, a raíz del terremoto de Kobe, la regional Keidanren, o federación de las organizaciones industriales, patrocinó un exhaustivo estudio de gestión y respuesta a las crisis.  Keidanren, que había conocido de mi presentación de informes sobre los terremotos de Kobe y San Francisco, me pidió que escribiera un artículo.

Lo primero de mi lista era una red de comunicaciones basadas en las personas, como la radio de banda ciudadana que permitió a los californianos del norte auto-organizarse después del terremoto de 1989 a pesar de cortes de energía. Eso apuntaba directamente a la rápida concesión de licencias de telefonía móvil y nuevas torres equipadas con baterías de respaldo. Segundo fue la generación de energía independiente dentro de todas las fábricas principales para que estas grandes instalaciones pueden recargar las baterías, iluminación y la bomba de agua para sus barrios y, en caso necesario, refugios y ofertar servicios sanitarios y atención médica. Estos sistemas deben ser usados ​​rutinariamente, al menos los fines de semana, para que el equipo se revise regularmente y se mantenga el personal familiarizado con su funcionamiento. En tercer lugar, y más importante, ponía la capacidad de los individuos para auto-mantener las comunidades. En Kobe, la sociedad se derrumbó bajo un sentimiento de derrota personal. En San Francisco, por el contrario, los vecinos se acercaron como amigos y abrieron sus puertas, las reservas de alimentos y los corazones a las víctimas y sus familiares. Sin compasión, cada uno de nosotros está muy solo.

La prevención de un nuevo Chernobil o Three Mile Island comienza cuando dejamos de creer ingenuamente en la rentabilidad de uranio (y, de hecho, la limpieza y la salubridad del carbón "limpio").

Japón tiene grandes reservas sin explotar de la energía eólica marina, la única alternativa práctica a la energía nuclear y combustibles fósiles. Sin embargo, el lobby nuclear, las empresas del carbón y las grandes petroleras tienen fuertes anclajes en el gobierno y la industria y se niegan obstinadamente a invertir en la ingeniería de turbinas avanzadas y eficientes, incluyendo los rotores de levitación magnética que eliminan la necesidad de consumir mucha energía. En ciertas etapas de la evolución social, no llega un mensaje inequívoco de dejar atrás nuestra desgastada manta de seguridad y navegar por la ola del futuro. El tsunami es tan sólo una señal que surge de las profundidades del océano para despertar a Japón, como líder global de tecnología, para impulsar mucho más rápido un mundo más limpio, más verde y más seguro.

(1) Nota del CEPRID: Este artículo fue escrito un día después del terremoto.


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