CEPRID

Los Inciertos caminos de la integración africana (I)

Viernes 11 de marzo de 2011 por CEPRID

Silvio Baró

CEAMO

Mientras que en 2010 América Latina se aprestaba a conmemorar el bicentenario del comienzo de sus independencias políticas, ese mismo año era tan solo el del cincuentenario del denominado Año de África, momento en que, en rigor, empezó el proceso de independencias políticas de los países africanos al obtenerla un total de 17 países. Desde los primeros años de sus independencias, los más preclaros dirigentes políticos africanos –Kwame Nkrumah, Sekou Touré y Modibo Keita, por solo señalar a estos tres—se preocuparon por emprender simultáneamente los caminos del progreso socioeconómico de sus países, al tiempo que se trataban de impulsar las ideas de la unidad entre las naciones africanas.

La idea planteada en los últimos años acerca de la creación de unos Estados Unidos de Africa, no constituye otra cosa que revitalización de los planteamientos formulados por Kwame Nrumah hace más de 40 años y recogidas en su clásica obra Africa must unite (Africa debe unirse). (1)

Las ideas de unidad tuvieron inicialmente un doble desarrollo en África: las ideas en torno a una política y las ideas en torno a la integración económica.

Por una parte, los dirigentes políticos que habían luchado, de una u otra forma, por lograr la independencia política de sus países, se percataban de su debilidad relativa frente a las antiguas potencias colonialistas y abogaban por una unidad política que les diera una mayor capacidad de negociación frente a aquellas.

Sin embargo, los caminos de la unidad política estuvieron sembrados de obstáculos externos e internos que no contribuyeron al logro de los objetivos esperados. Entre los primeros estuvieron los pasos emprendidos por las ex potencias colonialistas para mantener su control sobre los recursos naturales y actividades económicas de importancia en sus antiguos territorios coloniales, los cuales enmascararon tras diversas formas de relaciones de cooperación como fueron las Convenciones de Yaundé y Arusha.

Entre los obstáculos del segundo tipo estuvieron las contradicciones entre las propias naciones africanas, estimuladas por las potencias imperialistas, las cuales tuvieron su expresión en conflictos fronterizos, por la utilización de recursos naturales comunes y otras causas. Por estas razones, los ideales de unidad política continental fracasaron y en su lugar los imperativos por tratar de lograr superiores niveles de crecimiento económico con los cuales atender a las numerosas necesidades acumuladas en los países, llevaron a los dirigentes africanos a acogerse a las concepciones de integración económica en boga desde finales de los años 50 y comienzos de los 60. África comenzó a aproximarse a estas experiencias cerca de quince años más tarde y con condiciones económicas, comerciales y financieras más desfavorables.

Las experiencias integracionistas del continente africano se caracterizaron más por su carácter subregional. Así, la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO, ECOWAS por sus siglas inglesas) fue fundada en 1975, la Conferencia para la Coordinación del Desarrollo de África Austral (CCDAA, SADCC por sus siglas inglesas) fue creada en 1980 –—devenida Comunidad para el Desarrollo de África Austral (CDAA, SADC por sus siglas inglesas) en 1992—, y la Comunidad de África Oriental (CAO, EAC por sus siglas inglesas) resurgió en 1999, después de una fallida experiencia entre los años 1967 y 1977.

Los esquemas de integración en el continente africano pueden ser divididos en dos tipos: los de corte amplio y los de corte estrecho. Los primeros son aquellos que en sus documentos fundacionales se propusieron transitar desde estadios con tareas u objetivos simples a otros con una gama relativamente amplia de objetivos. Como ejemplos de ellos pueden señalar los indicados más arriba. Por su parte, los de corte estrecho son aquellos que persiguen la integración en un área o sector específico o constituyen subconjuntos de los anteriores. Tales son los casos de la Comunidad Económica y Monetaria de África Central (CEMAC), la Comunidad Económica de los Países de los Grandes Lagos (CEPGL) y la Unión Económica y Monetaria del Oeste de África (UEMOA). Esto ha determinado que el continente presente una intrincada madeja de organizaciones. Por ello, a diferencia de América Latina, muchos países africanos pertenecen a más de un esquema de integración. En este sentido, el informe Assesing regional integration in Africa, editado en 2004, señalaba que 26 países pertenecían a dos esquemas, 20 a tres y uno a cuatro. Solo 6 países africanos son miembros de un esquema.(2)

Al igual que los esquemas de integración en nuestra región, los africanos siguieron las pautas trazadas por el esquema europeoocidental, o sea, se encaminaron hacia la liberalización comercial y, por ello, sus resultados en la dimensión económica fueron pobres.

El ulterior desarrollo de los principales esquemas de integración del continente africano, ha determinado una heterogeneidad de evoluciones y de logros. No obstante, es posible apreciar la existencia de algunos rasgos comunes.

En nuestra opinión, uno de los rasgos comunes se halla en la carencia de suficientes recursos financieros para llevar adelante proyectos que contribuyesen al desarrollo de los procesos integracionistas. Otro rasgo reside en el elevado nivel adquirido por la dimensión de lo político dentro de los esquemas debido a diversas situaciones regionales o subregionales como son, en el caso de la CEDEAO, el estallido de conflictos o crisis políticas en países miembro. En la subregión meridional del continente, la relevancia del factor político siempre ha estado presente en los esfuerzos integradores porque los países de la CDAA debieron adoptar medidas políticas para enfrentarse a la Sudáfrica del apartheid que tenía una enorme influencia económica y política en aquella región.

En el caso de la CAO, la dimensión política también ha estado presente debido a la incidencia que sobre el esquema han tenido las crisis políticas y conflictos internos en algunos países de África oriental. Adicionalmente, el esquema se ha propuesto objetivos políticos muy ambiciosos, que los gobernantes de los países miembros consideran que contribuirán a impulsar la integración económica, como los de la formación de estructuras supranacionales tales como la creación de un pasaporte y una moneda comunes, una Asamblea Legislativa y una Federación de Estados de África Oriental.

Haciendo un balance muy general de la integración africana, podría ser indicado que ésta ha avanzado en varias direcciones, entre las que se destacan el libre movimiento de personas y en los pasos dados para la creación de un clima de paz y seguridad que contribuya a la estabilidad política y económica en las distintas regiones.

Sin embargo, subsisten importantes deficiencias derivadas tanto de factores internos como externos al continente.

Entre los primeros se encuentran los conflictos, las situaciones de crisis políticas, los problemas con las obras de infraestructura, la competitividad de las estructuras económicas de los países miembros de un acuerdo frente a las complementariedades que pudieran identificarse, el protagonismo de algunos países y la desigual distribución de los beneficios, entre otros.

Los procesos de integración económica en el continente africano se han visto afectados en los años 80 y 90 como consecuencia del alto nivel de inestabilidad política existente y que tuvo su manifestación en el desarrollo de diferentes conflictos que afectaron las relaciones económico—comerciales. Así, asistimos a los que se produjeron en Liberia, Sierra Leona, Costa de Marfil en África occidental (con afectaciones para la CEDEAO), al que aún se desarrolla entre el gobierno y los rebeldes del denominado Ejército de Resistencia del Señor en el norte de Uganda (con afectaciones para la CAO), la lucha del FRELIMO contra la RENAMO y, por supuesto, la guerra de Angola (con afectaciones para la CDAA).

En términos de crisis políticas, el continente también presentó muy difíciles situaciones que afectaron el normal desenvolvimiento de las relaciones entre los países de las distintas regiones.

Más recientemente nos encontramos los casos de Costa de Marfil y los golpes de Estado en Guinea (Conakry) y Níger, en África occidental; la crisis política en Kenya posterior a los resultados de las últimas elecciones en África oriental, y la crisis política de Zimbabwe, que aún no está totalmente solucionada a pesar de la formación de un Gobierno de Unidad Nacional, en África meridional, son ejemplos de eventos que distraen la atención de los dirigentes políticos de la solución de problemas socioeconómicos más o menos graves y los alejan de los esfuerzos unitarios requeridos para llevar adelante los objetivos de la integración económica.

Si nos colocamos frente a un mapa de las carreteras o podemos trazar los orígenes y destinos de las líneas aéreas en el continente africano, aún podríamos apreciar el mantenimiento del legado de la dominación colonial en sus naciones, perceptible en la orientación hacia el exterior del continente y no hacia los países vecinos.

Los esfuerzos integracionistas en las distintas regiones del continente chocan muchas veces con el hecho de que las estructuras económicas de los países miembros de un acuerdo se caracterizan por producir bienes que son competitivos y no haberse identificado las complementariedades que pudieran ser aprovechadas en función del establecimiento de una economía más armónicamente integrada. Pero quizás uno de los aspectos internos más negativos que ha conspirado contra un adecuado desarrollo de los esquemas de integración africanos viene dado por el hecho de que, en cada uno de los esquemas que hemos tomado como ejemplo, se ha destacado un país que ejerce un especial papel protagónico relacionado con su dimensión, poderío económico, comercial y financiero y que, por tanto, provoca una distribución desigual de los beneficios derivados del esquema.

Nigeria en la CEDEAO, Kenya en la CAO y Sudáfrica en la CDAA son los ejemplos de esta situación, lo cual crea a veces reticencias y resquemores acerca de eventuales acciones dirigidas a profundizar los respectivos procesos integracionistas. Una aproximación un tanto superficial e idealista acerca de la integración no permitió ver la necesidad de evaluar los costos y beneficios de la integración económica debido a que ésta genera ganadores y perdedores. Los pobres resultados de los esquemas integracionistas en el continente tienen otra de sus causas en no concebirla como parte de una estrategia global de desarrollo.

Finalmente, otro factor interno explicativo de los magros resultados de la integración económica en África reside en que ha faltado una fuerte voluntad política para hacer avanzar la integración, cuando los gobernantes han firmado protocolos que más tarde no ratifican.

Referencias:

(1) Nkrumah, K.: África must unite, Mercucy Books, London, 1965.

(2) Assessing regional integration in Africa, Economic Commission for Africa, 2004.

Silvio Baró es co-director del Centro de Estudios sobre África y Medio Oriente de La Habana (Cuba)


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