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Antimilitarismo: curiosidades de un término

dimecres 10 de gener de 2007, per  atom

Por José Miguel Lorenzo Arribas

El antimilitarismo, más que una doctrina o una ideología en sí misma, es una tradición de pensamiento y de acción política, y como tal, subsumida en mayor o menor medida, con mayor o menor amplitud y oportunidad, por corrientes como el anarquismo, el cristianismo, el socialismo de principios del siglo XX...

Pero una cosa es indagar sobre el significado de un vocablo, y otra muy distinta es realizar la labor detectivesca para averiguar cuándo se emplea por primera vez, a qué momento corresponde su aparición como palabra. Tarea que va más allá de la anécdota, pues no se acuñan términos para realidades innecesarias.

Salvo mejor opinión, la primera vez que he conseguido documentar el vocablo en castellano es, significativamente, en 1903, es decir, cinco años después del Desastre, y después de un siglo de pronunciamientos y asonadas protagonizadas por militares de sable y espadón, lo que es lo mismo que decir que se acuña después de muchas décadas de regímenes fuertemente militarizados.

En dicho año, la labor pedagógica que Francesc Ferrer i Guardia acababa de comenzar con la creación de la Escuela Moderna, se engrosa con la publicación de un curioso libro, el Cuaderno manuscrito. Recapitulación de pensamientos antimilitaristas, una cartilla para que niñas y niños aprendieran en la escuela a leer las grafías con las que podían encontrarse en su vida adulta. El opúsculo recoge, en sus diversos capítulos, transcripciones de puño y letra debidas a distintas personas y estilos de pensamientos de autores, en su mayor parte franceses, ya que el Cuaderno es una traducción, arreglada, de un original francés, Guerre-militarisme, que un año antes publicó en París el anarquista del país vecino Jean Grave. La de este centón es la primera aparición que conozco del término, sin descartar que, ya antes, otras tuvieran lugar, y que habrá que descubrir.

Curiosamente, un tempranero libro publicado con este mismo término, Antimilitarismo, a cargo de Antonio Pacheco y Yanguas (Madrid, 1910), se trata de un furibundo panfleto militarista y patriotero redactado por este Teniente Coronel de Infantería, que arremete, precisamente, contra todo resabio antimilitarista. Tan certera como significativa es, no obstante, su primera frase: «Entiéndese por militarismo, el predominio del elemento militar en el gobierno del Estado ó la tendencia ó propensión á ese predominio, siendo el antimilitarismo, lo opuesto al espíritu militar, á las costumbres militares, á los ejércitos». Es decir, que para llegar a un conocimiento cabal de lo que significa antimilitarismo, debemos acudir a su referente, el militarismo, metodología que sigue este autor.

Sigámosle. Este término, que Corominas documenta por primera vez en 1884, tiene una curiosísima entrada en el voluminoso Diccionario militar etimológico, histórico, tecnológico: con dos vocabularios, francés y alemán que escribiera el Coronel de Ingenieros José Almirante en 1869. Allí, literalmente se expone (no puedo decir que se lee) lo siguiente:

Militarismo: ¡¡¿¿...........??!!

Efectivamente, las palabras sobran. El antimilitarismo, que el DRAE lo define en 1927 como «Oposición a la existencia de los ejércitos y a la guerra» y, desde 1970, más tautológicamente como «tendencia contraria al militarismo», sigue manteniendo su vigencia, y también su deslinde con otros términos fronteros como pacifismo o no violencia. Si las palabras responden a la realidad de las sociedades que las emplean, mucho me temo que la que nos ocupa hoy todavía tendrá larga vigencia: mientras haya guerras, mientras haya militarismo. Y los periódicos del día, buen barómetro, no permiten mucho optimismo.

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