Posibilitar la expresión de rechazo
Andrea Benites-Dumont y José Antonio Errejon

Enero 2002

1.- La caída del régimen talibán en Afganistán parece haber asentado la opinión del fin de la guerra o como mínimo, su entrada en una fase más "tranquila". Estaríamos así en presencia de una de las acciones de policía, periódicamente emprendida por Estados Unidos, para el "restablecimiento" del orden internacional en el ejercicio de sus funciones de gendarme mundial especialmente intensificada desde 1989. En efecto, en los últimos diez años Estados Unidos ha desatado, con la complicidad o la patética pasividad de las Naciones Unidas, tres acciones de castigo contra naciones soberanas que han visto seriamente limitadas sus derechos de soberanía. Bastaría con eso para justificar la continuidad de una acción de reflexión e intervención política en contra de tales acciones de policía y por el establecimiento de un orden internacional democrático.

2.- Pero desgraciadamente hay mucho más. Lo que con el pretexto del 11 de septiembre se ha puesto en marcha un auténtico salto cualitativo en la ofensiva reaccionaria desatada contra la conquista de los trabajadores y de los movimientos sociales en los primeros setenta, en aquella ocasión con la coartada de la crisis del petróleo. Una historia larga, dolorosa, en la que los ataques capitalistas han contribuido poderosamente a cierto tipo de respuesta que operan como auténticas perversiones regresivas en el seno de las clases dominadas; no solo porque comparten un esquema axiológico con los poderes del capital globalizado sino porque forman parte de su dispositivo de guerra permanente, porque fomentan la lógica y el discurso antiterrorista, la generalización de un discurso racista que habilita una monstruosa operación de apartheid y segregación a escala planetaria.

3.- En efecto el integrismo religioso es, de alguna manera, una creación de la barbarie y la opresión capitalista e imperialista. Pero es, así mismo, una de las expresiones que toma la resistencia y la lucha de los oprimidos por el orden imperial capitalista. No obstante sus orígenes y, desde luego, la naturaleza reaccionaria de sus concepciones, los movimientos islámicos radicales constituyen, en una parte importante del planeta que es el mundo árabe, una herramienta de enfrentamiento. No perdemos de vista esta dimensión tan capital y no colaboramos con los servicios policiales de los Estados ni con los linchamientos mediáticamente organizados.

4.- Unos y otros, policías e industria de la conciencia, han definido, sin embargo, un frente más amplio y un enemigo más diverso. Un enemigo que ya no parece será nunca más otro Estado; "el poder soberano así ya no confrontaría más a sus otros ¿…? sino que se expandiría para abarcar a la totalidad del planeta como su dominio. En este sentido la historia de las guerras imperialistas parece haber llegado a su fin. Cada guerra es una guerra civil una acción policial. Ya no hay un afuera que pueda demarcar el lugar de la soberanía".

5.- En este punto valdría la pena recordar que, según su propia lógica, no hay "afuera" para el mercado mundial: todo el mundo es su dominio. Así que no parece excesivamente forzado encontrar una correspondencia entre un mercado tendencialmente mundial, sin "exterior" y un poder político imperial, igualmente sin exterior.
El imperialismo, que sirvió a las necesidades del capital en su fase de conquista global, al reforzar las fronteras y con ellas las lógicas de interior y exterior, bloqueó el libre flujo del capital, el trabajo, las mercancías y con ello dificultó la plena realización del mercado mundial. La globalización, que es el nombre que damos hoy a ese proceso histórico (realización del mercado mundial pero también subsunción real de la sociedad en el capital), supone necesariamente la declinación del estado nación y de la dinámica imperialista. La acción en Afganistán, como las pasadas sobre Iraq, persiguen garantizar el dominio sobre una región rica en un recurso estratégico para la economía capitalista como es el petróleo. Es asimismo cierto el peso y la influencia del complejo militar industrial estadounidense en el desencadenamiento de la guerra.
Pero ninguno de los dos factores corresponden ya a una dinámica de conquista imperialista. Ni Afganistán ni Iraq estaban "fuera" del mercado mundial ni sus clases dirigentes practicaban o practican nada parecido a una política económica de independencia. El bloqueo y el genocidio que sus pueblos han sufrido y sufren pretende estrangular unos regímenes políticos que ya no resultan útiles a los designios imperiales con independencia de sus aspiraciones relativas de soberanía nacional.

Debido a la descentralización productiva y la consolidación del mercado mundial, los límites entre centro y periferia, norte y sur, van difuminándose. Eso no quiere decir que no existan diferencias entre ellos sino que son de grado más que de naturaleza; las diversas naciones y regiones contienen proporciones diferentes del 1º y 3º Mundo, del centro y la periferia; elementos que ya no definen un orden internacional sino que se han acercado entre sí; paralelizado todo esto con una extensísima zona del planeta que con su hambre, sequías, enfermedades, enfrenamientos, agonias... es un sostén indudable del sistema.

6.- El régimen jurídico político correspondiente a esta fase del capital globalizado se caracteriza sobre todo por la declinación del estado nación y su soberanía y su sustitución por un régimen jurídico y una soberanía, global, imperial a falta de otra denominación más precisa. El ejercicio del orden, el aseguramiento de la paz imperial en este nuevo régimen político mundial le corresponde, en primer lugar, a los aparatos de seguridad de los Estados Unidos, que actúan como directores de una compleja red de seguridad imperial de la que participa la práctica totalidad de los aparatos judiciales y policiales de los Estados junto con las instituciones regionales como la UE , como se ha constatado en el seguidismo y en la practica disolución de entidad europea en esta guerra, perdiendo la oportunidad histórica de configurar un polo, como mínimo de influencia, en el ámbito internacional en torno de los valores de paz, justicia global, del respeto a la soberanía y a la libre determinación de los pueblos y -desde luego y en un lugar muy destacado- la industria de creación de conciencia y subjetividad, las grandes corporaciones de la información y la comunicación.

7.- El ejercicio de esta vasta y compleja función de seguridad y control comporta actuaciones no solamente coercitivas sino también, y casi primordialmente, mediante la producción de las propias figuras históricas objeto de represión. El terrorismo es uno de los productos privilegiados de este proceso. En forma similar a como en la modernidad fue creada la figura del delincuente (o del desviado, del psquiatrizado, del descontrolado, etc.) por las técnicas disciplinarias del Estado, así asistimos a la producción por los dispositivos arriba señalados de figuras virtuales capaces de legitimar la incesante reproducción de los mecanismos de control global necesarios y característicos del actual capitalismo informacional.

La condición de desviado, objeto de disciplina y encierro, de la sociedad disciplinaria, es ahora sustituida por la de terrorista, según la definición al efecto por la CIA.

8.- En virtud de esta definición y de lo aprobado por el Consejo Europeo todo el movimiento antiglobalización pasará a engrosar la terrorífica lista. Porque, en efecto, todo el movimiento antiglobalización hemos "amenazado" las estructuras económicas y sociales del capitalismo global y tenemos la intención de seguirlo haciendo. Como pretendemos seguir, cuando lo consideremos preciso en nuestra oposición al capitalismo, "la ocupación de instalaciones públicas, de medios de transporte públicos, infraestructuras, lugares públicos". Los entrecomillados que corresponden a la dicción literal de los preceptos aprobados en la antecitada sesión, indican bien los medios de los que los gobiernos de la UE se dotan para criminalizar a los movimientos sociales`, dando así un contenido preciso a la Europa de Maastricht en construcción.
Una Europa de guerra contra los movimientos sociales, contra la posibilidad misma de configurar una ciudadanía universal de cuantos viven y trabajan en ello. Una Europa hecha a la medida de las grandes corporaciones, para garantizar la circulación de sus flujos de mercancías y comunicación mediatizada y la incorporación de una vasta población ávida de consumo, mendicante de empleos -aunque sean precarios- y desprovistos de derechos.
Una Europa que limita derechos cuando aún no los ha consagrado como tales, que decide acciones de guerra cuando no es capaz de definir los términos de su soberanía. Una Europa sin ciudadanos, de consumidores, de policía, de burócratas, de parad@s y de excluid@s.

9.- Las gentes de izquierda y los pueblos, desde la época de entreguerras, hemos visto con temor la posibilidad de regreso del fascismo. Con frecuencia, incluso, hemos sido paralizados en nuestras dinámicas con la invocación de ese peligro. No vale la pena perder un solo momento en discutir si la amenaza que se abate sobre nosotros tiene los rasgos clásicos del fascismo. Se llame como se llame, la amenaza que se cierne sobre nosotros es una forma de violencia sin precedentes para recomponer las sociedades humanas, desterrando definitivamente las esperanzas despertadas por las revoluciones y los movimientos emancipatorios.

10.- La lucha contra la guerra constituye, pues, el nivel más alto en el conflicto contra el capitalismo global. La plataforma contra la guerra de Madrid agrupa a las gentes que asuman este postulado y sus consecuencias.

Carece de sentido discutir sobre su fusión con el movimiento antiglobalización. La plataforma forma parte del movimiento antiglobalización. En tanto que tal, está obligada a tomar en consideración las distintas políticas de guerra del capital globalizado; y, muy en primer lugar, los que se han indicado anteriormente relativos a la construcción de la Europa del capital con un acontecimiento tan próximo como el periodo en el que le corresponde la presidencia al gobierno español.

Eso no tiene por qué significar que todo lo que se mueve contra la globalización y frente a la presidencia española tenga que estar en la plataforma. Lo que sí parece razonable es la posibilidad de coordinar actividades con otras plataformas en relación con acontecimientos significativos. Los consejos de Valencia y Zaragoza podrían ser una buena ocasión para emprender este tipo de actuaciones.

11.- Más allá de la presidencia de la UE, la continuidad de la plataforma merece un esfuerzo de reflexión y debate. El análisis que precede podría ser resumido en que la lucha contra la guerra modifica sustancialmente, objetivamente, la naturaleza y las perspectivas de la lucha anticapitalista y, por ende, la identidad de los sujetos y agrupaciones que en ella participan. Resultaría cuanto menos llamativo que quienes integramos la plataforma saliéramos de ella como si tal cosa para volver a nuestras actividades políticas ordinarias. En la lucha contra el capitalismo global lo extraordinario constituye, y la guerra es, sin duda, un acontecimiento extraordinario. Las condiciones de ejercicio de las libertades y los derechos ciudadanos en los que las personas y colectivos integrantes de la plataforma nos hemos constituido están siendo sustancialmente modificadas por efecto de los procesos que han sido descritos. La plataforma es un primer agrupamiento de urgencia construido con "materiales" que provenimos de otras circunstancias, de otros análisis, de otras necesidades. Las nuevas condiciones creadas por la guerra del capital exigen la aparición de un nuevo tipo de agrupamiento y de identidades colectivas; en la configuración de tales agrupamientos la Plataforma puede tener un papel muy útil. En primer lugar facilitando el conocimiento entre culturas de izquierda separadas por cuestiones políticamente carentes de actualidad. Cuando estas culturas nos hemos visto enfrentadas a los efectos de esta guerra, hemos comprobado coincidencias superiores a las previstas y, sobre todo, posibilidades de avance que podrían facilitar la superación de algunos límites tradicionales en el mundo de la izquierda anticapitalista. Es mucho lo que podemos avanzar en este camino posibilitando la incorporación de sensibilidades que por naturaleza se enfrentan a la guerra de los Estados y el capital.

12.- Precisamente a causa de su propia naturaleza tales sensibilidades no suelen integrarse en ámbitos unitarios con otras sensibilidades. Una tradición de desconfianza y recelo dificulta la fusión de las energías provenientes de algunos sectores autónomos y libertarios, por ejemplo, con los del resto de la izquierda anticapitalista. No existe fórmula organizativa alguna que garantice la superación de tal desconfianza. El origen de la desconfianza es político y es por tanto en el terreno de la intervención política donde cabe pensar en superarlo. Las razones ideológicas alegadas han sido, con frecuencia, explicaciones o coartadas construidas a posteriori para justificar las rupturas producidas en el terreno político. No se desdeñan con ello, ni mucho menos, este tipo de causas; la diversidad ideológica y cultural de la izquierda anticapitalista es un dato del que hay que partir. Pero es un dato positivo, un patrimonio de esa izquierda, y no puede convertirse en la fuente permanente de su debilidad e inoperancia política. La actuación de la izquierda "tradicional" ha engendrado sin duda alguna, no solo parte de la desconfianza, ha generado frustraciones que más tarde o temprano, con su concurso o sin él, estamos obligad@s a trazar y construir espacios superadores.
El debate de ideas no puede quedar reducido a un duelo teoricista por brillante que sea o, mucho menos, a una sucesión de reproches tomados del pasado.

Debe por el contrario comprometerse con los problemas actuales de la lucha anticapitalista, de la lucha contra la guerra en primer lugar. Sería extremadamente útil que hiciéramos todos el esfuerzo de escuchar con atención los análisis que de la misma se hacen por las diferentes sensibilidades; tal vez comprobaremos las escasas diferencias existentes y la irrelevancia práctica de las diferencias en el terreno de las propuestas.

13.- Pero no es el objeto de estos comentarios determinar las condiciones generales de superación de las diferencias de la izquierda anticapitalista sino aquellas otras, más inmediatas, que posibiliten ensanchar y fortalecer el campo de los que luchamos contra la guerra del capital.

Una guerra que busca "ensanchar el mundo", aflorar hasta el último resquicio en lo territorial y en lo social, de existencia no dominada por la lógica capitalista para verificar el pasaje de su inmediata conversión o colonización por las relaciones imperantes. Esa es la verdadera naturaleza del combate librado en nombre de la democracia y la civilización occidental contra el terrorismo y el integrismo. Una auténtica guerra de civilizaciones como dice el intelectual de derechas Hungttinton. Una guerra desigual, es verdad, entre una civilización hegemónica, la del capitalismo global, para aplastar las confusas expresiones de rebeldía de otras civilizaciones (no capitalistas) ante su inminente asfixia por la colonización capitalista.

14.- Pero una guerra también contra los restos de otra civilización la de los derechos, la democracia, la Ilustración; aun cuando sus postulados estuvieran circunscriptos al espacio geopolítico dominante de entonces, ya que en los espacios y regiones dominados, los conceptos "liberadores" se revertían en políticas colonialistas y anexionistas.

Concluyendo este punto, el capitalismo global al denunciar el "compromiso social fordista" desembarazándose del lastre de la democracia, los derechos y la ciudadanía, ha acometido una auténtica revolución epocal, un verdadero cambio civilizatorio. Y, como tantas veces en la historia, la "nueva época" viene alumbrada por el dolor y el sufrimiento de la guerra. Como en el nacimiento del Estado-nación la guerra, de nuevo, instituye, configura nuevas relaciones, nuevo esquema de valores, nuevas definiciones de justicia.

15.- Durante buena parte del pasado siglo el conjunto de l@s desposeid@s ha podido encontrar soportable la explotación o la pobreza por la esperanza que los regímenes democráticos despertaban de hacerles más llevadera. Una parte de la izquierda ha solicitado el apoyo de l@s desposeid@s para extender y consolidar el conjunto de las instituciones compensadoras del sufrimiento social impuesto por la dominación capitalista.

La cuestión, acuciante hoy para el conjunto del movimiento anticapitalista, es que el capital global (y los Estados que lo integran) parece estar cambiando su oferta de derechos por consumo limitado a algunos estratos y durante algunos momentos para otros estratos.
En la sociedad del capitalismo integral la categoría ciudadano, (pretendido) soporte de las sociedades democráticas, entra en un proceso de declinación irreversible a favor de la categoría histórica consumidor/a. A partir de ahora el consumo es el mecanismo de socialización por excelencia. Los sentimientos vendrán determinados, cada vez más en lo sucesivo, por la capacidad de consumo. Así pues el capitalismo global se dispone a operar en una doble vertiente:
1) El de la dominación de las sociedades atrasadas con presencia de culturas no capitalistas por la lógica de la acumulación y su inclusión en el mercado mundial.
2)El de la supresión de la sociedad de ciudadanos por la sociedad de consumidores, por una parte; y en otra, l@s marginad@s , l@s excluid@s . A falta de un análisis mas profundo, corresponde en este punto abordar el trabajo inmigrante, que no se sitúa ya en el centro del sistema productivo, sino en su periferia, por lo que la actividad económica inmigrante inicia un proceso de creciente marginalización, podemos incluso hablar de la economía inmigrante en un proceso de segregación de subsistemas paralelos, y, obviamente, el mismo campo de l@s expulsad@s del circuito de consumo.

16.- Este doble pasaje no se verifica sin resistencias, muy diferentes en su naturaleza, en la concepción del mundo que las alimenta, en sus perspectivas y en sus propuestas. El poder imperial, sin embargo, se afana en la homogeneización de sus adversarios a través del discurso del terrorismo y de la producción de una figura histórica adecuada a sus designios de normalización y disciplina sobre la totalidad del tejido social: el terrorista.

Terrorista es todo aquel cuyas manifestaciones y pautas de conducta siquiera sean estrictamente individuales, evidencien o permitan suponer su disconformidad con el orden de la democracia imperial vigente.

17.- El régimen político de la democracia imperial admite expresiones diversas de pluralidad en el límite de seguridad determinado por las necesidades permanentes de expansión e intensificación del mercado mundial. Hay, en efecto, una "derecha" un "centro" y hasta una "izquierda imperial" (que, por cierto, ha sido extraordinariamente eficaz en la extensión imperial con el presidente Clinton). A esta última le corresponde la difícil tarea de articular los mecanismos e instituciones de compensación del ("inevitable") sufrimiento social producido por la irresistible marcha ascendente de la modernidad imperial. No en forma de instituciones y derechos similares a los consagrados en la época del llamado Estado del Bienestar, sino a través del ejercicio de una forma de solidaridad muy próxima a la beneficencia y directamente orientada a amortiguar los efectos negativos que, en forma de rabia y desesperación social, engendra la miseria y degradación social que se avecinan. En esta tarea cuentan la izquierda y el régimen imperial con la inestimable ayuda de las ONG´s pieza básica de la estrategia desde los años 70 del pasado siglo en la labor de desactivación y desorganización de todo tipo de fuerza antiimperialista y antagonística en los países de la periferia.

CONCLUSIÓN: Estamos pues en presencia de una guerra epocal, instituyente, destinada a acabar con las últimas resistencias que se oponen a la total y definitiva subsunción-absorción del conjunto de las sociedades humanas, del conjunto de la vida social y natural en el ciclo del capital.

Imperio es la denominación que algunos han dado a la forma política de este proceso. En el régimen político imperial las formas políticas de hacer política van a cambiar, lo están haciendo ya para adaptarse a las nuevas funciones y tareas que les corresponden en la "constitución" del imperio.

Las formas e instituciones políticas de la democracia de competencia en la época del Estado Nación, están sufriendo profundas modificaciones relacionadas con el cambio funcional antecitado. Su destino es adaptar a estas nuevas funciones o desaparecer víctimas de la pérdida de sentido en una sociedad de no-ciudadan@s La resistencia a la guerra forma parte fundamental del movimiento contra la globalización capitalista y la destrucción de la democracia y la ciudadanía. L@s resistentes a la guerra, tenemos la responsabilidad de contribuir con nuestro esfuerzo a quienes en el estado español contestan la presidencia española de la UE como un proyecto político de guerra contra los pueblos y contra l@s trabajador@s

Las formas de resistencia contra el imperio pueden ser muy diversas, conforme a la singularidad de los diversos sujetos sociales que se le enfrentan. No parece en todo caso, que los viejos partidos de izquierda procedentes del Estado nación vayan a ser capaces de adecuarse a estas nuevas tareas. Y no digamos los sindicatos. En realidad es la propia separación de unos y otros como expresión de la separación entre el momento político y el momento económico y social, lo que parece estar siendo superado por la naturaleza totalmente política de la colonización capitalista del conjunto de la vida social.

Somos conscientes del entorno del silencio, pasividad y, por que no decirlo, miedo, que nos rodea. Ninguna de las instituciones y fuerzas políticas democráticas de la izquierda tradicional, ha asumido la responsabilidad de trasladar a la sociedad civil, a la opinión publica, una visión distinta de lo que desarrolla desde los centros de mando del imperio, frenéticamente traslados por el gobierno Aznar en su cruzada contra el pueblo vasco y contra el movimiento antiglobalizacion.

Sin embargo, no nos sentimos sol@s . Sabemos que con nosotr@s están, en forma silenciosa, la gran mayoría de las gentes que detesta la guerra y al orden imperial que impone sus dictados a la totalidad de los pueblos del mundo. Es un rechazo que no se expresa en un primer lugar por el miedo que infunde el arsenal de castigo dispuesto por los Estados para toda esa variedad de conductas "antisociales" que criminalizan. Pero también, y en buena medida, por la ausencia de un referente político y social que canalice estos sentimientos de rechazo, tanto individuales como colectivos.

Esto es, a nuestro parecer, la responsabilidad de los que integramos la Plataforma "Paremos la Guerra" contribuir a posibilitar la expresión de este rechazo, la articulación de una voluntad colectiva de contestación, y de afirmación que, efectivamente otro mundo es posible si se afianzan con radicalidad democrática, valores antagónicos a la lógica de la guerra.