EL NUEVO ORDEN DE GUANTANAMO
Eduardo Haro Tecglen

Estoy seguro de que la operación talibanes / Guantánamo es sobre todo un lenguaje. No la veo necesaria por ninguna parte, excepto por ésa: expresar que no hay límites en defensa de los valores teóricos de Estados Unidos, y que la brutalidad es necesaria; y es justa la denegación de todos los derechos.

Es un despojo de la condición humana de los enemigos: no son hombres, están fuera de todas las convenciones. Pueden ser encapuchados, drogados, vigilados cada uno por dos soldados, maniatados durante quince horas al final de las cuales quedan encerrados en jaulas en una base militar que ocupa parte de un país que la rechaza: un territorio ocupado. Sin previsión de juicio, sin acta de acusación.

No son ni prisioneros de guerra, que es palabra que se ha cubierto de ambigüedad. Lo que dice ese lenguaje es que el país se enfrenta a amenazas subhumanas, infernales, y tiene todos los derechos y es dueño de su definición; que éstos no son más que un ejemplo (se preparan jaulas para dos mil fieras) y que estos métodos, y otros peores -estos presos han sobrevivido ya a una matanza organizada en la cárcel-, se van a seguir utilizando: mientras la amenaza persista.

No es un lenguaje nuevo: es el que se utiliza siempre contra el enemigo; la Biblia sobre la que se organiza nuestra civilización está basada en ello, y las enmiendas aplicadas por el Nuevo Testamento no se pueden invocar. Estas enmiendas, y otras mucho más contundentes que partieron de los librepensadores y los ilustrados y se fueron haciendo carne de ley, descubrieron que el lenguaje entre dos enemigos es simétrico, y las acciones concordantes con ese lenguaje también, sin que supongan una razón de uno sobre otro, y que había que admitir unas nuevas leyes y una nueva ética para 'humanizar la guerra', frase asombrosa, porque la única humanianización de la guerra es que no haya.

Creo que se puede convenir que los progresos en estos derechos han crecido mucho, pero no se han cumplido nunca; como las negociaciones de desarme han progresado tanto en un siglo como el nuevo armamento; quizá no tanto. Lo importante no es que no se trate a los prisioneros de guerra con arreglo a las convenciones de Ginebra, sino que se exhiba: que se haga abiertamente, como un desafío, como el reconocimiento de lo que se anunció desde el principio: la entrada en una Nueva Era.
Un 'Nuevo Orden', decía Hitler.