24 de marzo de 1976 24 de marzo de 2001

25 años.

Han pasado 25 años. En tiempos históricos no afectaría en nada, aún cuando en un segundo, o en 5 minutos, puede cambiar la historia totalmente, y, empezar otra era.

En estos 25 años, sin embargo hay cuestiones inalterables, y otras que se han tornado irreconocibles.

Por un lado, el plan económico impuesto entonces con balacera y muerte, es el mismo que se cobra la pobreza, el desempleo, la marginación, la muerte por enfermedades de la miseria, la represión a los piqueteros, los huelguistas, los estudiantes en lucha... con las mismas balas aquellas.
En el aspecto político, el terrorismo de estado ejercitado por los militares asesinos y amparado por políticos, jueces, fiscales, jerarquía eclesiástica, burócratas sindicales, periodistas... ha devenido en la impunidad cómplice de los gobiernos constitucionales.

Impunidad que continúa.
En el plano social, el boceto de entonces, es el cuadro de hoy: la riqueza asegurada en los bolsillos de los ricos, la riqueza apropiada y pertrechada por las multinacionales, por los bancos, por la especulación financiera; riqueza que extiende la pobreza como marea incontenible y engulle a cada vez más sectores sociales.
Hace 25 años, se denunciaba plan de dominio imperialista; hoy lo llaman globalización.

Pero esto es parte de lo (todavía) inalterable. Hace más de 25 años, en Argentina, organizaciones populares, sociales, estudiantiles, vecinales, junto a las organizaciones revolucionarias, protagonizaban día a día, un cambio social indispensable; conformándose en protagonistas de su presente para construir un "adelante".
Similares situaciones de lucha en toda Latinoamérica, daban el sentir continental de identidad. Esto cada tanto renace, y vuelve a ser inalterable.
Hace 25 años en Argentina, los militares discípulos de Hitler y Mussollini, criados en la Escuelas de las Américas de los EEUU, y siguiendo las indicaciones de sus jefes norteños, e igualmente que sus pares en otros países del "patio trasero", dieron el golpe de estado "para restablecer el orden, recuperar la patria, defender la familia, la disciplina y los valores cristianos".

No lo hicieron solos, ejercitaron su oficio criminal, con sus socios de siempre y tan asesinos como ellos.

Pero hasta entonces, y a pesar de transitar conocidos tiempos dictatoriales, en Argentina, comenzaba, hace 25 años, en marzo del 76, el horror inolvidable.

Los estadistas del crimen, construyeron un lenguaje de falsedades y mentiras, con las que permanentemente, y a través de los medios masivos de comunicación, bombardeaban las conciencias.

El periódico "Clarín", (siempre tan papista) inclusive se adelantó a la programación, y el día 25 de marzo de 1976, tituló su portada "Total normalidad. Las fuerzas armadas ejercen el gobierno". Y la manipulación de la realidad, de las palabras... ("somos derechos y humanos", "muerte en enfrentamiento", "no hay prisioneros políticos") calaron tan hondo en la conciencia colectiva, que ante los secuestros y desapariciones el"por algo será" con el que se justificaba a terribles delitos, obraba como protección y parecía que no salpicaría a quién pronunciara la frase encubridora.

25 años, cifra que no deja de repetirse en cuanto papel se escriba, o en cuanto papel se hable en estos días de este mes.
¡Es tanto lo acaecido en 25 años! Fogonazos de imágenes como de una película de terror se tratase, dejan algunas luces y profundizan las heridas.

Las organizaciones sociales, políticas, vecinales, estudiantiles, revolucionarias... fueron arrasadas.
El silencio, el temor, la desconfianza, el sálvese quién pueda, fueron los valores que impusieron a punta de metralla, y en los que la mayoría de la sociedad se parapetó.

En tanto, la comunidad internacional reaccionaba, en apoyo a los militares quienes tenían iguales objetivos e intereses, pero también esta reedición de holocausto con acento latinoamericano, revivía en muchas poblaciones, historias no muy lejanas ni olvidadas.
Esto si bien puede encuadrarse en ciclos históricos; el dolor y la solidaridad de los pueblos, son parte también de lo inalterable.

Ha cambiado un milenio, ha comenzado un siglo. La medición de los tiempos no cambia sin embargo uno que permanece suspendido: el tiempo de la injusticia.

Esto es lo que no debe ser inalterable.

La impunidad que los gobiernos civiles regalaron a los genocidas, fue la expresión de la complicidad, cuando no, identificación con los objetivos castrenses.
Las leyes de impunidad ampararon a los criminales, y miles de torturadores, violadores, asesinos, se pavonearon en las calles "democráticas" de sus hazañas bélicas; en tanto en el juicio a las juntas, la teoría de los dos demonios condenó implícitamente a las víctimas, y los comandantes, salieron en libertad -después de la parodia- gracias a los indultos.

Para algunos, tal vez bien intencionados, los genocidas ya no gocen de impunidad, porque están en sus casas sin poder salir, (teóricamente) sin autorización de un juzgado, como Massera, Videla... o porque una resolución judicial, (¡al fin!) inspirado en el principio de justicia universal, declara para UN caso particular, la nulidad de las leyes de la infamia.

El planteamiento "juridicista" en que todo puede y debe resolverse en los tribunales, por abogados, fiscales y jueces, es parte del absurdo que sustenta que los procesos sociales no son los que rompen los candados y abren las amplias alamedas...

25 años. Un cuarto de siglo en que algunos combatían el silencio y la pasividad; un cuarto de siglo debió transcurrir para que en algunas instancias judiciales, se canalizará tímidamente un reclamo de derecho.

La lejanía de la justicia de la realidad y del compromiso con las víctimas, (por ahora) es parte también de lo inalterable.

25 años. Un cuarto de siglo. Hay muchos que recién despiertan. Precisemos, hay muchos que recién ahora han querido despertar, y se atropellan por salir en los medios periodísticos abanderando su reciente descubrimiento de los derechos humanos; pero han estado todo este tiempo pasado mirando para otro lado, permisivos con su silencio y con su indiferencia. Partidos que apoyaron el golpe, que sostuvieron con cargos políticos la dictadura, ahora quieren ser los justicieros. Esto es parte de lo irreconocible.

25 años. Pero en este cuarto de siglo, a pesar de la ignominia de muchos, el espacio de lucha no sólo se mantuvo inalterable, también engendró nuevas dimensiones.

En una plaza argentina, el desgarro se volvió pañuelo blanco; y éste se hizo coraza y enfrentó las botas, las cargas, los palos, la cárcel... y también enfrentó la hipocresía, la mentira y cobijó en pelea el fruto de sus entrañas.

Por que de todo cuanto ha sucedido en este cuarto de siglo, lo más importante, lo más desgarradoramente determinante, son los 30.000 desaparecidos.

En aquel país austral hay un antes y un después. Todo cambió desde aquel 24 de marzo.
Los militares establecieron cientos de campos de concentración, para aniquilar a todos cuantos se oponían a los planes exterminadores.

25 años. Torturas, asesinatos, apropiación de niños, violaciones, leyes encubridoras, perdones espurios. Miles de represores y genocidas, asentados en la democracia. Esto es parte de lo insoportable.
En estos 25 años transcurridos, los 30.000 desaparecidos son las 30.000 sobradas y legítimas razones para exigir la cárcel a todos y cada uno de los responsables, ejecutores y cómplices.

A pesar de las muertes que los militares les depararon, los 30.000 desaparecidos permanecen poblando el compromiso y la esperanza.

30.000 desaparecidos que siguen aferrados en la gente que protesta, que se enfrenta, que desafía a un sistema aberrante de injusticia y perversión.

30.000 desaparecidos que reaparecen en cada fisura social, en cada marea que los trae, en las madres que los reclaman innegociablemente; en los H.I.J.O.S. que los nombran y los pelean.
30.000 desaparecidos que son parte indisoluble de todas y todos los que han seguido luchando sobrellevando sus ausencias.

30.000 desaparecidos que tomaron cuerpo y voz en otras latitudes en donde los reconocen como propios.

Los 30.000 desaparecidos son los principios inalterables de los sueños de futuro

Por cierto, por ellas y por ellos, nos llamamos "Indomable".

Casapueblos