DECLARACIÓN DE COSLADA
Por una Globalización para la democracia política, económica y social para la solidaridad

La humanidad se enfrenta a los múltiples retos de la globalización, tendencia que actualmente extiende su poderosa influencia en todos los países del planeta.

Cuando hablamos de globalización, generalmente nos referimos a la globalización neoliberal que es la dominante en el mundo. En todas partes nos encontramos con unos u otros efectos de la globalización neoliberal:

· Aumentan descaradamente las desigualdades entre países ricos y países pobres, así como en el interior de unos y otros;
· El hambre, el analfabetismo, la carencia de cuidados sanitarios, la falta de una mínima habitación donde guarecerse azotan a millones y millones de personas en el Tercer Mundo;
· Se agrava la dependencia de los países;
· Las conquistas sociales, allí donde fueron logradas, son desmanteladas o corren serios peligros de serlo;
· El entorno que nos rodea se deteriora paso a paso ante la inexorable ley de la búsqueda de la máxima ganancia;
· Un pensamiento único intenta imponerse, eliminando la diversidad cultural y el pensamiento crítico que distingue a los seres humanos;
· La ola de privatizaciones se extiende por todos los continentes e islas;
· El Derecho Internacional se viola impunemente;
· Las Naciones Unidas pierden protagonismo en la arena internacional;
· Sus resoluciones tienen valor o carecen de él según quien las viole...

Este es el presente real del mundo. Podría decirse que asistimos a una especie de despotismo: el despotismo de la globalización neoliberal.

Las características de esta tendencia dominadora se basan en la exaltación del libre mercado, un mercado que naturalmente no es igual de libre para el poderoso que para el débil. Se proclama que el libre juego del mercado resolverá los grandes problemas de la humanidad y que los Estados no deben intervenir en la economía. Los efectos de esta deshumanizada política son conocidos. A ellos acabamos de referirnos. Incluso las mismas instituciones internacionales encargadas de imponer esta política empiezan a advertir de que se están forzando las cosas.

Por otra parte, quienes impulsan esta justificación ideológica del neoliberalismo: "el simple juego del mercado traerá la felicidad al mundo", emplean la fuerza -bien sea militar o bien a través de embargos que castigan a pueblos enteros- contra quienes no aceptan tal imposición. Incluso asistimos al muy posible relanzamiento de la carrera de armamentos como consecuencia de la decisión referente al llamado "Escudo antimisiles" o "Guerra de las Galaxias".

Frente a las consecuencias de esta política globalizadora neoliberal vemos cómo cada día se levantan más gentes en unos y otros lugares del mundo (Seattle, Praga, Porto Alegre, Niza, ...Barcelona).

Sin embargo, no puede negarse que existe una globalización objetiva: las trasformaciones operadas en informática, las comunicaciones y el transporte, los grandes cambios en la ciencia y la tecnología llamados a tener cada vez mayores repercusiones en la producción, la agricultura, la medicina, los nuevos materiales, etc., dotan al ser humano de poderes transformadores que jamás en la historia había soñado poseer.

Hoy es evidente que la creciente revolución de la ciencia y la tecnología a la que venimos asistiendo permitiría solucionar los más escandalosos problemas que sufre la humanidad. Hoy, el avance de la ciencia y la técnica, y la riqueza de la economía mundial, hacen posible acabar con las cuatro grandes plagas que azotan a la humanidad: el hambre, el analfabetismo, la falta de cuidados médicos mínimos y la falta de alojamiento digno.

En realidad es la política neoliberal de la globalización basada en la mercantilización del mundo (y de la democracia), la que pervierte las inmensas posibilidades de la globalización objetiva.

Nos encontramos pues ante un fenómeno, la globalización objetiva, fenómeno lleno de posibilidades para los pueblos, y una política muy concreta que responde a los intereses de una reducida minoría de la humanidad, la política neoliberal de la globalización. Esta política, que ahonda las desigualdades y la dependencia, no es en realidad sino una utilización perversa de aquella.

La globalización neoliberal se impone en un mundo basado en la monopolarización de EE UU y las grandes multinacionales, que niegan la igualdad en las relaciones internacionales, la soberanía de los países, el mismo derecho internacional. La actual monopolarización es contraria a la tendencia objetiva a la pluripolarización, basada en la regionalización del mundo. Regionalización que de protagonismo a los Estados libremente asociados y a aquellos Estados que por sí mismos son auténticas regiones en el mundo, basta citar a China, Rusia o la India. En este sentido marcha la historia, no en el de la monopolarización que es otro aspecto perverso de la globalización neoliberal.

Frente a esa globalización impuesta al sur por caminos de integración subordinada, como se pretende alcanzar con el ALCA, hay que impulsar la integración legítima, aquella que eleva la capacidad de negociación de los países del Sur frente al Norte. Los pueblos deben ser protagonistas conscientes y tienen derecho al plebiscito para decidir con quienes se integran.

Tampoco se deben olvidar las consecuencias nefastas de la globalización, principalmente la pobreza y la deuda externa, en regiones sensibles como África, Asia y América Latina.

Una verdadera regionalización del mundo, sin duda estará llamada a liberar grandes y nuevas fuerzas democráticas y progresistas que humanicen la política y la economía, que den un nuevo impulso a la razón y a la democracia, a la paz y la cooperación entre las naciones y las culturas, a la solidaridad.

En consecuencia, con todo ello, es cada vez más necesario generar nuevas alternativas en todos los ámbitos, que permitan llenar de contenido una globalización al servicio de toda la humanidad, y articular las propuestas que ya se están dando.

Estos son los retos que la globalización nos plantea a todos los hombres y mujeres del mundo. Los retos que no podemos eludir. En ellos está el futuro de la humanidad.

Coslada, 20 de mayo del 2001