Definiciones
de un compañero
Gerardo Gatti
Buenos Aires, junio/ julio de 1975
El poder de la burguesía se sintetiza y fusiona en el
Estado. No hay posibilidad de transformar la sociedad sin destruir ese Estado
burgués, y porque luchamos por una sociedad sin clases sociales queremos que se
elimine todo aparato burocrático del Estado, toda separación entre gobernantes
y gobernados. Los privilegiados de todos los tiempos y de todos los tipos,
horrorizados, ante la posibilidad de perder sus privilegios siempre han dicho
que esto es imposible. De la misma forma que antes se decía que el mundo era
chato o cuadrado.
Nosotros creemos que también en lo que se
refiere a la administración política de la sociedad se debe terminar con la
propiedad privada, terminar con este orden donde unos mandan y otros obedecen.
Consejos y federaciones de comités obreros, de vecinos de barrio; comunas o
consejos rurales de campesinos han sido distintas formas a través de las cuales
los trabajadores se han organizado para defender los procesos revolucionarios
contra la contrarrevolución interna o la agresión externa y para administrar,
ordenar y conducir el conjunto de la vida social. A partir de estas bases es
como entendemos se deben estructurar los organismos sociales. Efectivo poder de
los trabajadores, la mayor gestión directa, la menor representación indirecta,
ningún tipo de diferenciación salarial, ningún tipo de prebenda o privilegio.
Eso es lo que entendemos por poder popular.
Nada de esto es invento nuevo. Es por estos ideales que en varias partes del
mundo los trabajadores han hecho revoluciones, celebrado victorias y sufrido
derrotas. Y desde hace más de un siglo hombres provenientes de la clase obrera
y otros que sin provenir de ella se habían puesto realmente a su servicio,
organizaron conspiraciones, redactaron manifiestos, juntaron fondos para la
causa obrera, desarrollaron la solidaridad. Se fue sintetizando la experiencia y
los trabajadores fuimos encontrando explicaciones a nuestras desgracias.
Sin conocer esa historia, sin haber leído
esos libros, aún sin conocer esas explicaciones, en todo el mundo todos los
días millones y millones de seres humanos que sufren la prepotencia, quieren la
igualdad; quienes tienen hambre anhelan comer, quienes pasan frío y no tienen
techo, quisieran tener una casa y un abrigo, quienes sufren la humillación,
buscan fraternidad, quienes se saben ignorantes aspiran a una escuela, por lo
menos para sus hijos.
En forma muchas veces vaga, dándole a
veces denominaciones distintas, la mayoría de la gente que conoce
padecimientos, dictaduras, desdichas, despotismo, pobreza, aspira al bienestar,
a la solidaridad y al entendimiento entre los humanos.
No es ninguna razón de alta política de Estado, o de gobierno, de partido o de
organización, de grupo o de movimiento donde está el origen primero y la
razón de nuestra lucha. Ese origen está en el dolor y el anhelo de esa gran
humanidad de la que forma parte nuestro pueblo.
Porque sabemos que el hombre es un ser
social, queremos que desarrolle su capacidad y la ponga al servicio de la
sociedad, porque queremos que todas las decisiones que incumban a la sociedad se
asuman y resuelvan en forma social, porque queremos que la riqueza no sea
individual o de unos pocos sino social, de todos, por eso nos llamamos
Socialistas.
Porque confiamos más en el acuerdo que en
la imposición, en el conocimiento que en la coerción, en la libertad que en la
autoridad. Por eso somos libertarios.
Pero ya hemos ido aprendiendo que a veces
las denominaciones son engañosas. Por eso no nos dedicamos a pegarle etiquetas
a la lucha de los oprimidos. Puede haber gente que llamándose en forma parecida
no sepa bien lo que quiere, y hay también quienes con otro nombre, o a veces
hasta sin saber darle nombre, buscan lo mismo.
A todos los que sin mezquindades, a su
manera y en su medida luchan por estos ideales, los llamamos compañeros.