DECLARACIÓN DE PRINCIPIOS

Aprobada en el 1º Congreso de AUCA (27 de Diciembre de 1998)

Anarquismo y organización especifica

Instrumentos libertarios para el proceso revolucionario

- Participación social y responsabilidad colectiva

- Organización como escuela de vida

- Ética solidaria Colectiva

- Clasismo

- Federalismo

- Internacionalismo

Herramientas políticas para la práctica política de inteción revolucionaria

- Inserción Social

- Acción directa

- Lógica política y lógica social

- Practica política

- Política de alianzas

- Política comunicacional de la organización

- Educación popular

Actuar en el presente

- Nuestros tiempos, crisis e incertidumbre

- Táctica y estrategia

- Intención revolucionaria

- Trabajo de base, lucha popular organizada

Por un poder político libertario


ANARQUISMO Y ORGANIZACIÓN ESPECÍFICA

Entendemos al anarquismo como una crítica, propuesta y acción. Crítica de las relaciones de dominio en el quehacer social (política, económica, jurídica, militar, educacional, cultural etc.), que se redefine permanentemente según la sociedad y el momento histórico concreto en el que tiene lugar. Por eso hoy en la Argentina de 1998 creemos en la vigencia de esta lucha por una sociedad basada en la igualdad como base económica política y social, la libertad como medio potenciador de las relaciones entre los individuos organizados y la solidaridad como fin único de toda aspiración humana.

El anarquismo, dijimos, niega las relaciones de dominio y por lo tanto el autoritarismo y la opresión. Consideramos no solo que es posible la organización social sin autoridad impuesta, con el principio de la ayuda mutua y la solidaridad entre las personas de un mismo medio social, a fin de desenvolverse mejor en las facultades individuales.

Esto no niega que entre los hombres no haya necesidades, gustos, intereses, aspiraciones, etc., que no son comunes al conjunto y hasta quizás resultan antagónicas, sino que afirma que la solidaridad social y la práctica del apoyo mutuo, son factores que siempre participan consciente o inconscientemente en las relaciones sociales.

Nosotros los anarquistas luchamos por una sociedad en la cual la solidaridad entre hombres logre el mayor bienestar, la mayor libertad, el mayor desarrollo físico e intelectual de todos.

En la búsqueda de nuestros fines los militantes anarquistas nos valemos de la organización como medio para luchar y concretar nuestro proyecto, y en ese sentido es que optamos por el planteo de la organización específica.

Sabemos que el anarquismo tuvo una gran influencia en el seno del movimiento obrero de este país, y que en el conjunto de ideas, principios, críticas y propuestas que comprenden al anarquismo, existen distintas corrientes que tienen particular forma de pensarlo, interpretarlo y llevarlo a la práctica.

Nosotros nos reconocemos dentro de la corriente organicista, especifista de nuestra ideología, que supone, en líneas generales, la unión de los militantes libertarios, sus fuerzas y capacidades, para actuar en los distintos campos en donde se expresa la lucha de clases. Por eso estamos en los barrios, sindicatos, centros de estudio, luchas reivindicativas de minorías, etc.

A través de una estrategia de ruptura revolucionaria a largo plazo, orientada por principios y conceptos que guían el accionar político de intención revolucionaria, es que los militantes anarco-especifistas encaramos el camino hacia el desarrollo de una capacidad política de nuestra clase, hacia la ruptura, la revolución social, y como fin último el socialismo y libertad.

Desde la organización específica anarquista y nuestra identificación con la clase oprimida, a la que pertenecemos, es que nos valemos de la inserción social para participar y dinamizar las luchas sociales de nuestro tiempo.

Pertenecemos a la clase oprimida todos los sectores que sufren las consecuencias del sistema capitalista. Nuestras luchas deben unirse para derrotar a nuestro enemigo en común. Esta es la tarea de la organización específica anarquista, impulsar y dinamizar todos los espacios donde nuestra clase comienza a organizarse por fuera de los marcos socio- políticos que establece la actual forma de dominación.

Pretendemos que el anarquismo sea opción, plasmado en un proyecto revolucionario que sirva a los oprimidos como arma y guía para su liberación.

La organización política anarquista no es un fin en si mismo, inserta en la lucha de la clase oprimida, es un medio para generar un proceso de ruptura acorde a nuestra estrategia general. AUCA pretende ser una expresión política de los intereses de la clase oprimida. Sabemos que esto no se hace de un día para el otro, sino que es un largo camino en el cual la organización política, a partir del trabajo junto con la clase, aprendiendo, influenciándose mutuamente por sus expresiones de lucha y también participando, impulsando, y organizando estas, se ira constituyendo como referente político de lucha y de causa. Pretendemos ir desarrollando las fuerzas de nuestro pueblo, por eso creemos que las luchas populares se deben ir “autonomizando” de las fuerzas y expresiones que se insertan o reproducen al sistema, autonomía activa en el enfrentamiento con los de arriba, en la búsqueda de poder local y global, forjando nuestro propio destino. Esta autonomía se da a partir de un proceso de aprendizaje y confianza en las fuerzas propias del pueblo. Creemos que el socialismo se construye desde ahora; luchamos por una sociedad organizada desde abajo hacia arriba, desde los órganos e instituciones del poder popular.

Nuestro país sabe mucho de estructuras podridas y de supuestos “representantes” de nuestros intereses de clase. Nadie mejor que nosotros mismos, nadie mejor que nuestro vecino, compañero de laburo, de estudio, nadie mejor que un jubilado para decidir sobre sus intereses. Los anarquistas no negamos el poder, no queremos el caos, luchamos por una sociedad organizada, donde se socialice el poder político y económico. Queremos recuperar el poder que los opresores tienen para decidir sobre nuestra clase, no las instituciones por el cual lo ejercen. No son solo los ocupantes de las instituciones del estado los que nos oprimen sino las estructuras mismas.

INSTRUMENTOS LIBERTARIOS PARA EL PROCESO REVOLUCIONARIO

PARTICIPACIÓN SOCIAL Y RESPONSABILIDAD COLECTIVA

Desde nuestra organización vemos a la participación del conjunto de nuestra clase como algo indispensable para cualquier proceso de ruptura, más aun para cualquier cambio profundo. Estamos convencidos de que hacer división entre los “cuadros políticos” capaces de tomar decisión y “masas no preparadas” encargadas de la ejecución, es sin lugar a dudas reproducir los marcos con los modos de dominación del sistema imperante, donde se intenta internalizar en cada uno de nosotros la noción de que unos pocos “especializados” hacen la política, dejando al resto como espectadores sin capacidad de intervención y/o participación consciente y activa.

La organización pretende promover espacios participativos en las distintas instancias de base. Estos espacios sirven como “escuela de vida” en la defensa permanente de los embates del enemigo así como para la configuración de una nueva sociedad. Por lo tanto estos espacios deben gestarse a partir de ciertas herramientas que vemos como fundamentales para la materialización del proyecto político, tales como la acción directa, la horizontalidad, la democracia directa, la solidaridad, entendidas todas como base capilar del proyecto, sabiendo que la construcción en los distintos espacios en donde se desarrolla la lucha de clases deben contar con tales parámetros de acción, sin los cuales su accionar cotidiano quedaría relegado a la regeneración de la división entre la “dirección” y los sectores “no preparados”.

Es de esta manera como entendemos la edificación del Poder Popular, a partir de tales herramientas, ejerciendo en forma permanente la participación social y su respectiva responsabilidad en relación con la tarea que se emprende cotidianamente. Poder que se ejerce de forma permanente en la capacidad de respuesta y alcance de nuestra clase y no un “poder” pensado a partir de una relación de dominio de un elemento sobre otro. El Poder Popular es a la vez autonomía de clase y se concreta en el accionar y en la capacidad de establecer un enfrentamiento real, de clase, en pos del proceso de ruptura revolucionaria.

Queremos entonces, destacar que sin responsabilidad colectiva no existen perspectivas de cambio, que la horizontalidad también requiere de responsabilidad sobre lo asumido, es algo que se practica todos los días, tanto en la relación con el par de clase más cercano como con el espacio en el cual se desarrolla la actuación.

El Poder Popular no es sólo una perspectiva de acumulación de espacios sociales sino que contiene en sí mismo la semilla que posibilitará la concreción de un proyecto de ruptura, es por lo tanto, una herramienta política, en el sentido de que es capaz de generar la transformación a partir de una tarea consecuente y planificada.

Con todo esto, no estamos desmereciendo el rol de la organización especifista, sino que queremos dejar bien planteado que la organización instrumenta, dinamiza y acompaña, siendo parte del mismo, todo el proceso de construcción social, pero estratégicamente el punto máximo de acumulación es el Poder Popular, sin éste, sin la consecuente organización del conjunto de la clase, no hay posibilidad de cambio revolucionario.

Entonces, tanto la participación social como la responsabilidad colectiva atraviesan de manera crucial nuestro proyecto, que como organización apuntamos a edificar a partir de nuestras herramientas, materializando tales intenciones y formas de construcción en victorias concretas, avances y acumulación de fuerzas. Tal plan de acción se encuentra motorizado de manera incondicional por la intención finalista, por la intención revolucionaria en el camino por el socialismo y la libertad.

ORGANIZACIÓN COMO ESCUELA DE VIDA

Esta concepción la entendemos y la aplicamos tanto en lo que respecta a nuestra organización especifista como al conjunto de nuestra clase y sus respectivos marcos de organización.

La organización, como herramienta de lucha, como elemento para la acción y creación destinados a propagar y edificar nuevas relaciones humanas, debe generar valores éticos acordes con nuestro proyecto de sociedad. En la organización, la humildad, dedicación, entrega, sensibilidad, solidaridad y responsabilidad deben ser esfuerzos constantes de los miembros que la componen ya que la conciencia colectiva es también una actitud de vida que lleva adelante cada individuo.

En lo que respecta a los militantes especifistas, lo dicho anteriormente no significa que vivamos sin contradicciones, ya que nuestros principios son contrarios a la realidad de nuestro medio social, pero nuestros militantes no deben caer en actitudes egoístas ni individualistas. Los revolucionarios no pueden ser hombres y mujeres que se sientan “puros”, sino personas comprometidas con un proceso de lucha. No creemos que tengamos la “verdad absoluta” que sepamos todo de todo, por el contrario sabemos que en este camino aprendemos todos los días a medida que transitamos por él. Reconociendo y aprendiendo de los errores y aciertos es como nos vamos perfeccionando cotidianamente. Por eso es que tenemos a la “autocrítica como guardián de la verdad”.

La organización no es más que la suma de las voluntades de distintos individuos, que en base a un acuerdo mutuo se proponen medios y fines, es por esto que la organización no es sinónimo de “burocracia” como se cree en algunos espacios dentro de la izquierda y particularmente algunos anarquistas, sino que es la única manera de evitar tanto la generación de “elites” como la de estructuras podridas en largas escaleras. Es la única manera de alcanzar los objetivos que nos proponemos.

Nuestras herramientas-guías que facilitan y nos dan el marco de la construcción de Poder Popular, de la construcción de la capacidad política de nuestra clase, nos permiten contar con la organización como una forma de ir generando en la actual sociedad las bases para la nueva. El pueblo organizado plasma en sus distintos ámbitos de actuación formas y valores que conllevan el fruto del cambio revolucionario. Cuando nos organizamos en cada barrio, en cada lugar de trabajo o cualquier otra instancia para defender nuestros derechos estamos a la vez generando instancias que posibilitan la generación de marcos de conducta junto con nuestros pares de clase, generan espacios colectivos en los cuales aprendemos a entendernos con el otro, a entender la situación de clase, y por sobre todas las cosas vamos aprendiendo como funcionaría una futura organización social, la vamos palpitando en forma práctica. Ya que, por más que sean simples esbozos, son pasitos que vamos llevando a cabo.

La organización es una escuela de vida ahora y pensando en el mañana, ya que expresa en su seno otras relaciones sociales que se oponen a los marcos que nos propone cotidianamente la ideología dominante, caracterizado por distintas actitudes individualistas, sexistas, anti-ecológicas, discriminatorias, etc..

En la “escuela de vida”, aprendemos a convivir de otra manera, entendiendo que el nuevo mañana comienza hoy, comenzamos a creer en nuestras propias fuerzas, que como pueblo organizado poseemos. Es entonces, como la futura organización social comienza a darse desde ahora, una organización social caracterizada por el respeto tanto hacia las expresiones humanas como naturales, el acuerdo mutuo, la libertad, la igualdad de perspectivas, en fin de una organización opuesta a la que soportamos día tras día.

ETICA SOLIDARIA COLECTIVA

Entre las personas, grupos, clases, existen una serie de valores, normas y posturas que se acostumbra a llamar ética. No existe un sólo tipo de ética sino muchos, y varían según las épocas, condiciones económicas, grupos, personas, etc.. Nosotros pensamos que “los de arriba” con sus formas de dominación, sus leyes, sus privilegios, también su sistema de representación, intentan internalizar en el conjunto de la sociedad sus propios valores, intentan que nos apropiemos de algo que no es nuestro.

A partir de tal circunstancia es que pretendemos oponerle a la ética de los “políticos” y empresarios, jueces y militares, una ética nueva y colectiva, fundamentada por los lazos solidarios entre los oprimidos. Una ética que surja desde abajo, que dignifique y oriente todas nuestras luchas, que se oponga a los valores puestos en juego por la clase dominante, que levante el respeto mutuo entre los pares de clase y condene las prácticas individualistas tan propias de nuestro tiempo donde el “sálvese quien pueda” intenta exponerse como actitud “ética” única.

Así también la puesta en práctica de la memoria, su ejercicio reflexivo constituye otro pilar básico de nuestra ética. Nuestro pueblo ha pasado ya por varios golpes militares, siendo el más reciente la dictadura transcurrida entre 1976-83 que no sólo dejó 30000 desaparecidos sino que dejo también secuelas importantes tanto a nivel subjetivo como objetivo. Esta situación es indispensable a la hora de pensar la memoria como arma para el presente y como perspectiva para el futuro. Han dicho por allí que un pueblo sin memoria es un pueblo sin futuro.

La puesta en práctica de la ética colectiva es parte primordial en nuestro proyecto, ya que se expresa tanto en la tarea inmediata de recomposición de los distintos espacios en los que se expresa la lucha de clases, así como es condición determinante en la apuesta de una nueva organización social.

CLASISMO

Ser clasista implica entender el carácter de clase de esta sociedad, así como el compromiso militante de suprimir las clases sociales y construir nuevas relaciones sociales.

Como organización, tomamos nuestra postura clasista como un hecho primordial a la hora de describirnos, nuestra identidad clasista es tan necesaria como nuestra identidad anarquista, ya que entendemos que el anarquismo no es tal sino se plasma en un proyecto de liberación de la clase oprimida.

La clase oprimida la comprenden distintos sujetos sociales que devienen del desarrollo del capitalismo en cada sociedad específica, en nuestra caso, nuestro espacio de inserción es la sociedad argentina, que presenta la constitución de distintos sujetos. Comprenden entonces el conjunto de la clase oprimida, trabajadores con o sin capacitación determinada, sobreocupados, subocupados, desocupados, mujeres, sectores que reivindican su propia sexualidad, inmigrantes, sectores de estudiantes y sectores con reivindicaciones étnicas. Consideramos a los distintos sujetos como parte de un todo indivisible, ya que el conflicto principal es de clase, y no de raza, cultura o expresión religiosa. Así también un oprimido también es aquél que no puede expresar su subjetividad, su forma de ser, que se ve impedido a actuar tal cual es, por sometimiento y discriminación.

No creemos en ningún tipo de conciliación de clases, nuestro propósito finalista es la supresión de las mismas, algo que solo podrá producirse a partir de una ruptura revolucionaria realizada por el conjunto de los oprimidos, en su conflicto con la clase opresora.

Como organización, pensamos cualquier conflicto desde la perspectiva antes mencionado, y la participación o no en cualquier tipo de acción está supeditado a si ésta favorece o no a los intereses de clase. Así también en las preguntas, los interrogantes sobre tales acciones, estará siempre presente la necesidad de ser parte de aquellos que favorezcan nuestros intereses estratégicos y faciliten por lo tanto, la profundización del camino de liberación planteada.

Cotidianamente a través de la maduración y el avance en las luchas, la clase construye su poder, su capacidad política. Esta construcción debe estar apartada de “medias tintas” o “principios reformistas” y en todo momento debe plantearse la intencionalidad revolucionaria como motor para la profundización de la lucha de clases, hacia una sociedad claramente socialista, donde los que por años han producido la riqueza puedan apropiarse de su gozo en forma colectiva.

 

FEDERALISMO

Concebimos al federalismo como un instrumento para la nueva organización social como para la etapa de construcción de la fuerza capaz de realizar el cambio. Esta concepción se define a partir de ciertos rasgos fundamentales que la separan de otras formas organizativas, como lo pueden ser la democrática representativa o la centralista.

Uno de tales rasgos es la estructuración de poder que existe en nuestra concepción. El poder, entendido como capacidad de actuación se constituye de abajo hacia arriba, a partir de pequeñas células básicas de un tejido, en el cual la decisión, la voz de mando, la tienen tales sectores que ejercen su representación de un modo directo a través de la elección de distintos delegados, los cuales poseen carácter sumamente revocable si es que no cumplen con el mandato, con las decisiones que emanan de las células básicas, tales como centros de producción, centros de administración regional, ligas de servicios, entidades culturales y deportivas, etc.

Existe entonces por parte de los reales interesados un control directo de las circunstancias de decisiones globales, ya que lo particular, lo micro, es en el federalismo, parte fundamental de lo general, de lo macro. Las células conforman a través de mandatos las distintas expresiones que constituyen la globalidad social.

El federalismo es entonces, hoy, un instrumento en la construcción de Poder Popular, de estructuras de poder, así como es mañana la forma en la cual se desarrollarán las distintas expresiones que atañen al cuerpo social. Entendemos a la nueva sociedad como un conjunto de innumerables acontecimientos, regulaciones y coordinaciones, para lo cual el federalismo es la manera más apropiado de lograr que las conquistas del pueblo organizado se sostengan evitando la generación de nuevas formas de dominación que pueden llegar a generarse a partir del centralismo burocrático, capaz de detener toda la potencialidad del desarrollo constante y voluntario de las distintas fuerzas que se encuentran el seno del pueblo.

Nuestra clase conoce a las claras lo que provocan estructuras donde una cúpula digita los distintos espacios sociales, buscamos a partir de nuestra práctica política la generación de formas organizativas que garanticen el mayor grado de participación, elaboración y decisión colectiva, donde el poder este abajo y no arriba, donde se puede sentir que se es parte de un todo sin perder la identidad propia, por eso somos federalistas en nuestro modo de construcción de Poder Popular y como además y sobre todo, consideramos que la nueva sociedad nace en la vieja, más precisamente en la lucha contra ella, es que tenemos al federalismo común instrumento hoy y mañana, un elemento para la destrucción de los privilegios de unos pocos y para la construcción de un mañana más digno y justo.

INTERNACIONALISMO

No creemos en el internacionalismo sólo desde los principios, desde lo ideológico, sino que creemos que es una necesidad inevitable a la hora de pensar un proceso revolucionario (y su respectiva acumulación de fuerzas), ya que hora tras hora el enemigo abarca más y más lugares del mundo, infectando cualquier lugar con sus formas de dominio, frente a esto solo una ofensiva tan abarcativa como la de ellos será suficiente como para pensar en otras relaciones de fuerza. Así también debemos tener en cuenta la experiencia fallida de lo que fue el intento de realizar el “socialismo en un sólo país”.

No negamos la existencia de identidades que tienen que ver con el amor al lugar de donde uno proviene, donde uno creció, algo totalmente natural. El hombre crea lazos de unión con su suelo con sus cosas, con sus vecinos, con su gente, en fin se genera ciertos rasgos de su personalidad, y en esto no vemos nada negativo al contrario, es algo que todos tenemos, que todos sentimos, y que nos hace fortalecer frente al atropello cotidiano y de siempre y luchar para alcanzar la liberación y dignificación de nuestro pueblo. Y para llegar a tal liberación es necesario conocer a fondo los rasgos de nuestro pueblo. Tal es nuestra concepción de patria.

Lo que sí entendemos como negativo y contraproducente para la causa de la liberación es la rivalidad, el odio, la discriminación entre los diferentes pueblos oprimidos. Esto nos lleva a las típicas peleas “entre pobres” donde los únicos beneficiados son los de arriba. El enemigo no tiene que ver con el que está del otro lado de la montaña, el lago o los hielos, sino que el enfrentamiento es uno sólo para todos los pueblos, y no es más que un sistema de relaciones, el sistema capitalista. Es la clase opresora, que hoy no es más que las grandes multinacionales que manejan el planeta y sus distintos aparatos de dominación represiva y reproducción ideológica.

A este internacionalismo que concebimos como instrumento, como parte de nosotros, tenemos en cuenta (al menos en un primera instancia) la unidad de los pueblos latinoamericanos, unidad necesaria, unidad que las cúpulas de decisión de los Estados Unidos intenta romper a través de la “fabricación” de conflictos bélicos de países vecinos de nuestro continente. Latinoamérica fue despojada hace más de 500 años, la mecha encendida de la memoria y la necesidad, nos debe alumbrar los pasos ha seguir, hacia la consolidación de la unidad de los pueblos latinoamericanos para transitar juntos el camino de la liberación de nuestro continente.

HERRAMIENTAS MILITANTES PARA LA PRÁCTICA POLÍTICA DE INTENCIÓN REVOLUCIONARIA

INSERCIÓN SOCIAL

Nuestra organización utiliza la inserción social como arma política, como forma de construcción de la capacidad política de nuestra clase. Creemos firmemente que valemos como militantes anarquistas organizados en AUCA solamente si practicamos la inserción en los distintos espacios en los cuales se desarrolla la lucha de clases.

En nuestro país, el movimiento anarquista tuvo en las primeras tres décadas del presente siglo una inserción muy importante lo que lo llevó a tener la capacidad de incidir sobre la vida social. En nuestros tiempos el anarquismo pasó a ser cosa de libros empolvados y discusiones estériles, abstractas, sin el menor contacto con nuestro pueblo. Hoy, queremos volver al barrio, volver al pueblo, volver al lugar que dio origen a nuestras ideas, lugar que les da sustento y vida. Creemos firmemente que sin inserción real lo nuestro es en vano, ya que nuestro proyecto se materializa solo si el conjunto de nuestra clase lo realiza y por lo tanto lo siente como propio.

Como organización el método de la inserción social nos permite, entonces, estar siempre vinculado con la problemática, con los deseos y sueños de nuestra gente.

Estos conceptos requieren despegarse de muchas posturas, que al no entender la esencia materialista, se despegan del pueblo, caen en un “purismo idealista”, llevando a nuestras ideas al cajón de los recuerdos del imaginario popular.

Como organización política entonces practicamos un anarquismo cuya base sustentadora es el contacto cotidiano, permanente, con los distintos sujetos que constituyen la clase oprimida. Construimos desde lo popular, desde la historia, usos, expresiones y “hábitos de clase” de nuestra gente. Para esto nos valemos de la inserción social, como método de trabajo permanente, trabajo que apunta a organizar, dinamizar, participar y posibilitar la victoria de las distintas luchas populares.

Nos identificamos, somos parte del conjunto de los oprimidos, nuestra inserción se realiza con un trabajo metódico, planificado y regular durante todos los días del año, perspectiva que nos posibilita generar mayores grados de organización, de lucha y por lo tanto de conciencia de clase. Creemos que sólo un trabajo con tales características nos da la posibilidad de promover con firmeza y coherencia la lucha popular.

Tal trabajo sólo es posible a partir de la existencia de una instancia en donde se elabore una teoría y práctica revolucionaria. Esta instancia, es para nosotros la organización especifista, con disciplina militante y visión estratégica. La organización posee dos niveles de militancia, los cuales nos están uno arriba del otro sino que se “contaminan”, se enriquecen mutuamente en forma permanente. Esta relación recíproca es determinante, un nivel no puede desarrollarse sin el otro y viceversa. Tales niveles son: por un lado los militantes de la organización son todos militantes participan en la construcción de base, en sus respectivos espacios de inserción, es lo que denominamos ámbito social y por el otro lado existe el ámbito político-ideológico, donde desarrollamos y acrecentamos nuestros conocimientos, analizamos las coyunturas y elaboramos una estrategia con su respectivo plan de trabajo.

ACCIÓN DIRECTA

El método de acción que concebimos es el de la acción directa. El término es relacionado habitualmente con el empleo de formas violentas de resistencia y lucha, sin embargo, nuestro método no se puede caracterizar de tal manera sino que abarca una forma de pensar la construcción de Poder Popular que es mucho más profunda y en esencia no se relaciona con acciones meramente violentas sino que va mucho más allá.

Básicamente se trata de hacer valer en todo momento el protagonismo de las distintas expresiones que resultan de la organización del conjunto de la clase, peleando por la resolución de conflictos con la menor mediación posible y asegurando que la necesaria mediación no implique el surgimiento de “centros de decisión” separados de los interesados. Hablamos entonces de la acción constante de los propios interesados, hablamos de una búsqueda de participación social de modo tal, que se pueda ejercer presión de un modo directo, entre las dos partes en conflicto, utilizando en el menor grado posible instancias intermedias.

Nuestro método nos permite ser protagonistas en la edificación de nuestro propio destino, hacer de nuestro camino como clase. Por esto creemos que los trabajadores y el conjunto de los oprimidos puedan mediante la acción directa asumir responsablemente la defensa de sus intereses, acrecentando las tomas de decisiones colectivas y evitando subordinarse a planteos externos que no son propios de los intereses de nuestra clase.

Esta forma de construcción debe englobar todos los ámbitos de la vida social, política, económica, cultural, que constituyen la capilaridad y el conjunto de todo cuerpo social. Asimismo, la acción directa se debe dar en acciones tanto “micro” como “macro”, en todas las instancias de lucha, generando una “cultura” en la cual el conjunto social decide en forma conjunta y actúa sobre la base de esa decisión. Esto se debe dar tanto en espacios barriales que requieren de la participación de un número no muy elevado de personas, como en tareas que le corresponden al movimiento social en su conjunto, ya que no es un impedimento el “número”, la cantidad ya que la concepción de la acción directa es una forma de trabajo que se pueda adaptar a las distintas necesidades o apremios coyunturales. Es decir, es una herramienta que se utiliza permanentemente, que posibilita que la máxima capacidad de decisión la tengan los propios oprimidos, facilitando la concreción de la victoria, al contar con tal capacidad y con la “subordinación” de delegados o instancias mediadoras en todo momento.

El método de la acción directa es coherente con nuestra objetivo finalista, con la nueva sociedad que queremos construir ya que posibilita distintos niveles de prácticas concretas en la cual nuestra clase se hace responsable y “toma la manija” de los asuntos y acontecimientos que le conciernen, generando formas de gestión que permitan la visualización en la práctica de formas de control de las distintas instancias que hacen al conjunto de la vida social.

Es importante destacar, algo que se desprende de la descripción de la acción directa y es que esta no encuentra su esencia en el grado de violencia con que se efectúe un determinado accionar, no es determinante el hecho si usa o no la violencia, la acción directa es tal, si tal acción es realizada de acuerdo a los intereses de los verdaderos protagonistas, sin importar si se emplea o no la violencia.

Nuestra organización especifista, AUCA, no se encuentra a favor de la realización de acciones de tipo “militarista” que se encuentran despegadas del real entendimiento del conjunto de nuestra clase, la historia de las organizaciones de izquierda revolucionaria (campo al que pertenecemos) data de muchos ejemplo de lo que producen tales acciones, no queremos ser un apéndice de nuestra clase y menos que menos la queremos “representar” a través de una acción violenta realizada por nuestra cuenta.

Nuestra construcción dista mucho de acercarse a ese tipo de accionar, por lo que si bien es innegable el uso de la violencia, creemos que esta debe existir en su cuota justa y debe realizarse en momentos en los que la relación de fuerzas nos sea favorable y exista realmente un consenso, el cual respalde el accionar mencionado, pero nunca nuestra organización actuará fuera de las aspiraciones concretas del conjunto de nuestra clase, ya que creemos que el pueblo organizado es quien decide y quien ejecuta. Al pueblo entonces, no se lo representa, ni con las urnas ni con las acciones armadas.

LÓGICA POLÍTICA Y LÓGICA SOCIAL

Generalmente en el campo de la izquierda revolucionaria se tiende a realizar una división tajante de estas dos “lógicas”, un ancho zanjón donde de un lado se encuentra el hecho “social” caracterizado como un elemento “inconsciente”, “espontáneo”, “meramente reivindicativo”, “de poco alcance” y por otro lado tenemos a lo “político”, representado generalmente por un agrupamiento militante, por los “más formados”. De esta manera, un vasto sector de la izquierda cae en desmerecer el hecho social, ya que no colma sus expectativas “revolucionarias”, es así como se comienza a generar un modo de hacer política donde se pierde todo contacto con la base sustancial de cualquier proyecto de ruptura, con el conjunto de los oprimidos y sus necesidades más concretas e inmediatas. La construcción estratégica, entonces pasa por sumar “nuevos militantes” a una determinada orgánica, cayendo en un “micro clima militante” que día tras día se separa, se eleva de la realidad concreta. Con este tipo de construcción no se hace sino profundizar los marcos de representación democráticos-burgueses, donde la “gente” a lo sumo puede realizar actividades en el ámbito social, y la política queda en manos de profesionales, de personas capacitadas en la tarea de conducir el cuerpo social.

Existen sin duda, estas dos lógicas, tanto lo social como lo político son submundos con una dinámica propia, con un alcance, con un planteamiento de objetivos diferentes, que las distingue mutuamente. Nosotros creemos que es a partir de reconocer las diferencias lo que debemos hacer es buscar formas de articulación que las aseguran en su punto justo y no realizar políticas que tienden a agudizar tales diferencias. Por esto creemos que las dos deben existir en su justa medida, y una no debe estar sobre la otra o viceversa sino que con nuestra práctica cotidiana como militantes especifistas insertos en espacios de base debemos promover lazos que funcionen como correa de transmisión, con el objeto de superar las diferencias y encontrar un marco en el cual cada una pueda aportar sus virtudes y pueda ayudar a la otra a superar sus errores.

Nuestra construcción no apunta a la acumulación y al sólo desarrollo de la organización y su respectivo ámbito político sino que usa a la organización política como medio para generar un desarrollo sostenido de las luchas sociales, y lograr generar un marco de discusión y acción en el cual tales luchas, tal “lógica”, pueda superar sus propias carencias. Superar significa que por ejemplo una lucha social generada a partir de una reivindicación concreta sienta la necesidad de meter mano en asuntos que no son de su especificidad, que se coordine con otras experiencias y luchas en desarrollo y que finalmente encuentre en su conflicto particular un ejemplo más de una determinada situación de clase, que por lo tanto sienta la necesidad de dar a su lucha específica un carácter global. Sabemos que para esto es necesaria la edificación de un vasto “tejido social”, como primer tarea, de un tejido que sea capaz de lograr lazos de comunicación, coordinación y solidaridad mínimos, ya que sin esta base material bien formada es erróneo pensar en que la superación se realice, se haga efectiva hacia grados de lucha con mayor caudal tanto en el número, en el grado de participación social como en los planteamientos ideológicos que guían el accionar de las mismas.

Creemos necesario que los espacios sociales tomen esa orientación, aunque es importante marcar que éstos no deben ser forzados por las perspectivas política-ideológica ni “jugados a la ruleta” en algún plan elaborado desde una cúpula alejada del terreno.

La articulación de lo político y lo social es la base de lo que entendemos por Poder Popular, construcción que convoca a las dos perspectivas en un mismo cuerpo. Construcción que se elabora a partir de una receta, de una estrategia que contiene a ambos condimentos por igual, que busca darle a lo social una entidad tan organizada y consciente que siembre las bases para desarrollar desde abajo una capacidad capaz de superar los límites de participación establecidos por la hegemonía estado-patronal, quebrar su dominio y establecer las pautas de desarrollo de la nueva vida social.

PRÁCTICA POLÍTICA

Nuestra práctica política requiere de un nivel militante de compromiso como de responsabilidad al nivel que el proyecto por el cual se lucha cotidianamente lo requiere.

Nuestro accionar militante se encuentra determinado por la inserción social, en las diferentes formas que toman los distintos espacios donde se desarrolla la lucha de clases. En este marco es como no concebimos la política como un elemento en abstracto sino que nuestra forma de hacer política se realiza a partir del contacto cotidiano con la realidad y la voluntad de generar niveles de organización de base que sean capaces de modificarla.

Nuestra práctica política está orientada por ciertos principios, más una consecuente definición táctico-estratégico de los objetivos a seguir, es a partir de esto que se realizan las distintas tareas de construcción concreta. En este sentido intentamos superar dos modos de operar políticamente en forma errónea: por un lado aquel que concibe la actividad por la actividad misma, sin realizar una evaluación del para qué de una determinada acción y por el otro, el extremo de lo “ideológico” donde la política pasa a ser una nube de abstracciones y discusiones que no sirven para llevar adelante una práctica de inserción, o donde los principios no son tomados como orientadores, como herramientas sino que pasan a ser meros objetos de culto, artefactos intocables de un altar, llevando a la auto-exclusión, a la falta total de conocimiento de la realidad y de operaciones sobre ella, a un purismo fatal que termina generando en el militante una falta de perspectiva y de capacidad de acumular fuerza en un proyecto de ruptura.

Como organización sentimos que sin una consecuente práctica política no hay principio que valga, no hay definición que importe ya que solo nuestro aporte concreto en pos de la felicidad de nuestro pueblo justifican nuestra existencia. Nuestra esencia militante entonces, no se rige por lineamientos duros e inmodificables sino que reivindica la práctica política cotidiana en las distintas organizaciones de base, a partir, tanto de ciertos principios como de planteamientos táctico-estratégicos, los cuales no son más que herramientas para la construcción pero en ningún momento se transforman en impedimentos para la acción concreta, sino que la estimulan y le brindan un marco de acumulación adecuado de forma indisociable con la realidad de nuestro tiempo.

POLÍTICA DE ALIANZAS

Sabemos que un futuro proceso revolucionario no nos encontrará como única fuerza política sino que existirán distintas expresiones que tomarán parte en tal desafío histórico. Así también vemos necesaria la unidad en el accionar de las expresiones del campo de la izquierda revolucionaria.

A partir de estos dos ejes pensamos nuestra política de alianzas. Tal política se caracteriza por su relatividad, ya que las alianzas que se efectúen o no están determinadas por los distintos períodos, dependen de las instancias y marcos en donde se desarrolle la lucha. No decimos con tal sí y con tal no para siempre, para toda la vida de la organización sino que somos conscientes que existen momentos en los cuales la relación de fuerza nos es desfavorable y debemos por lo tanto generar una unidad con otro sector de modo tal que se alteren las relaciones de fuerza existentes en un momento dado.

Nuestra política de alianzas se subordina entonces a las diferentes tácticas para un determinado período histórico y a la estrategia de acumulación de fuerzas a lo largo del tiempo, teniendo en cuenta permanentemente si tales alianzas favorecen o no nuestro objetivo finalista, objetivo que motoriza nuestro accionar, la construcción de una fuerza capaz de la realizar la revolución social hacia el socialismo y la libertad.

POLÍTICA COMUNICACIONAL DE LA ORGANIZACIÓN

La política comunicacional tiene en nuestro proyecto un rol destacado teniendo en cuenta los tiempos que corren, sabiendo que los medios de comunicación se han convertido en uno de las principales formas de reproducción de la ideología dominante.

10 de los 30 grupos económicos que manejan el mundo pertenecen a la comunicación, dejando a las claras el poderío de la misma. La lucha por el manejo de la información, por lo que se dice y se deja de decir en las agendas comunicacionales responde a los intereses de legitimar el capitalismo neoliberal.

Nuestro proyecto político-revolucionario, se plasma en la construcción de espacios y niveles organizativos que permitan la construcción del Poder Popular, el cual no se constituye de un día para el otro, se comienza a realizar desde la situación más pequeña, como lo pueden ser una asamblea o una charla en algún barrio.

La edificación de la capacidad política de nuestra clase, está guiada por herramientas para utilizar en la práctica cotidiana, una de ellas es la comunicación.

Desde nuestra perspectiva la lucha de clases se da en todos los aspectos, desde la cotidianeidad hasta la producción teórica, entendemos entonces, que la clase a medida que va ganando en conciencia y grados organizativos, y por lo tanto en la relación de fuerzas debe ir estableciendo sus propias instancias comunicacionales, que sirvan como grandes altavoces que a la vez dinamicen y aporten a la coordinación de las distintas prácticas políticas.

Creemos necesaria que esas prácticas comunicacionales estén permanentemente condicionadas a los objetivos de cada espacio de construcción, hay que separar las distintos tipos de “prensa”, una cosa es la prensa especifista, una muy distinta es la prensa de un barrio y otra muy distinta es una prensa que puede vincular distintos lugares de trabajo. Para que la comunicación sea efectiva debe estar acompañada de una evaluación del lugar donde está inserta y por lo tanto del lugar de donde va encontrar sus “receptores”. Hay que separar los tipos de “prensa”, de otro modo se cae en permanentes errores que retrasan y/o perjudican el trabajo.

Debemos contar con tantas expresiones comunicacionales como espacios que la requieran, contando siempre con la situación de cada espacio, apuntando siempre a la vinculación, a la coordinación y a la unificación, pero no forzando ese proceso.

La materialización de la comunicación, la construcción de un elemento “periodístico” debe realizarse con el mayor grado de participación social posible, no efectuarse a partir de una simple “célula editora” sino más bien debe tender a constituir un cuerpo con varios miembros cada uno de los cuales posee una función distinta. Intentar en todo momento desmitificar el hecho del “profesional periodista” y dar la posibilidad al conjunto social, entendiendo siempre las posibilidades técnicas que limitan, y que hacen aparecer la necesidad de un conocimiento técnico, pero que en todo caso debe funcionar como soporte y no como parte fundamental de la construcción. Esta visión de la comunicación entiende que todos deben “jugar” en una realización comunicacional, impidiendo que se generen “gurúes” o “grandes entendidos” que traben el aprendizaje del conjunto.

Por otro lado consideramos a la comunicación como un elemento de ida y vuelta y no como una mera forma de difusión. Lo dicho significa que la construcción del sentido, de lo que se quiere expresar no se realiza a partir de lo que dice por ejemplo el autor de una nota sino que la intención es que haya una “contaminación” entre el “autor” y el “lector”, que ambos construyan la “nota”. Nuestra comunicación entonces, tiene en cuenta a los distintos actores que se relacionan con ella, y su sentido, lo que quiere expresar, es una síntesis de tal interrelación.

EDUCACIÓN POPULAR

La educación, para nosotros, no es un proyecto al margen de la realidad social. Ella es producida por las relaciones sociales. Por lo tanto, entendemos a la Educación Popular como una herramienta para la construcción de poder popular en el proceso de la lucha de clases.

Esta educación se basa en el intercambio permanente de valores, experiencias, conocimientos. Revalorizando la identidad de cada persona, su individualidad, así como la de su clase. El rescatar la identidad de clase, tan pisoteada y tan olvidada es una de las tareas a la que contribuye la Educación Popular. De esta manera rescata la cultura de nuestra clase promoviendo los valores propios de ella y haciendo especial hincapié en la libertad y la igualdad como ejes de esta práctica.

La Educación Popular no acepta la educación unilateral en donde uno es el que sabe y el otro el ignorante. Plantea como igualmente importantes los saberes particulares de cada sujeto que ha adquirido ya sea por estudios o por la experiencia que le ha dado su propia vida. La igualdad se manifiesta en esta educación como uno de los pilares fundamentales, una de estas formas de manifestación es por ejemplo a través de la horizontalidad en las relaciones sociales. Este ida y vuelta o intercambio propuesto por la Educación Popular lleva consigo la concientización del sujeto. Permite que cada sujeto se construya como un sujeto crítico. Dejando que cada uno, a partir de un previo análisis de la realidad, conforme su pensamiento y acción consecuente y no que haga de su pensamiento y su accionar una ciega reproducción de la ideología dominante.

A su vez, estimula la apropiación de la educación por la clase misma basándose en la participación de todos los sujetos en la construcción de nuestra educación, con su metodología y contenidos acordes a lo que se nos plantea como una necesidad.

A través de la Educación Popular, intentamos generar valores como lo son la organización y la participación. Esta herramienta nos permitirá arribar al proceso de ruptura por nosotros planteado de una forma consciente, organizada y participativa.

ACTUAR EN EL PRESENTE


Las circunstancias históricas varían, se modifican no tomamos nuestros postulados básicos como letra muerta, no adaptamos la realidad a los conceptos abstractos, somos conscientes que la modificación de la misma requiere de un constante análisis y capacidad para adecuar, para absorber todo nuestro legajo histórico, criticarlo, y poner en práctica un proyecta que contenga todo ese legado teórico y práctica pero que sobre todo contenga en sí, la potencialidad creadora que como organización debemos poseer, la potencialidad para actuar en nuestro tiempo, apropiárselo, la capacidad para encontrar salidas a problemáticas actuales, para innovar, crear y no quedar presos de abstracciones realizadas hace mucho tiempo que no llevan más que a ser parte inactiva de los procesos sociales.

NUESTROS TIEMPOS, CRISIS E INCERTIDUMBRE

Vivimos tiempos en los cuales el capitalismo se plantea como el único modo de existencia social posible, derrotado el socialismo real, los grandes teóricos del enemigo hablan del “fin de la historia” mientras que cotidianamente más pibes se mueren de hambre, menos salud, menos vivienda, en fin menos vida y más muerte. A pesar de los interminables discursos, incluso de sectores de “izquierda”, el capitalismo no hace pie del modo que intenta aparentar, es un sistema en crisis de todo tipo. Esto no nos debe llevar a creer que enemigo está débil, al contrario, está fuerte porque aún nuestras fuerzas están débiles. Además, la historia de la lucha de clases, ha demostrado que ellos han podido zafar de situaciones muy difíciles, situaciones que parecían terminales y sin embargo siguen de pie.

Y cuando hablamos de nuestro presente no podemos olvidar nuestro pasado, sabemos que somos la semilla de aquella planta que cortaron en la última dictadura militar, que no fue sólo Argentina sino latinoamericana. Fue toda una contraofensiva contra el avance que el pueblo organizado estaba experimentando, implantaron lo que hay denominan “modelo neoliberal”, ganaron una batalla, barrieron con todo lo que sean derechos laborales y sociales, pero no nos tiene que llevar a caer en una actitud “derrotista”, ganaron una batalla, hay que revisar en que nos equivocamos, pero aún no ganaron la guerra.

El mundo se parte radicalmente en dos partes, efectos “country”, barrios residenciales rodeados de seguridad y afuera la gran mayoría, sufriendo cotidianamente este mundo tan “moderno” que los de arriba nos regalaron. Un mundo que también divide las regiones en peligrosas y seguras, un mundo al servicio de los grandes monopolios y oligopolios multinacionales.

Aquí y ahora estamos nosotros sabiendo que los dominios son temporales, sabiendo que es importante conocer al enemigo para saber como derrotarlo, oponiéndole al “fin de la historia” la construcción de Poder Popular para hacer la historia, oponiendo a la resignación con confianza en el pueblo, con lucha y con organización, oponiendo al gran “status quo” una alternativa de poder real que no solo pretende derrotarlo sino que también pretende crear a la par un mundo nuevo.

TÁCTICA Y ESTRATEGIA

Si hablamos de actuar en el presente no podemos dejar de mencionar las dimensiones que nos ayudan a marcar los senderos por los cuales caminamos.

Las dimensiones tácticas y estratégicas nos sirven para generar un plan de acción general para todo el proceso que pretendemos recorrer, el cual posee distintas instancias que lo van nutriendo, que lo van cumpliendo. Estas instancias se da cada una según el momento histórico en el cual nos situamos, y son las dimensiones tácticas, parte subordinada a un todo que se denomina estrategia.

Este plan general para todo el proceso existe para guiar la acción cotidiana, existe para trabajar no en función de la actividad misma sino en función de tal plan, en función de la acumulación de fuerzas en el enfrentamiento con el enemigo con el cual se “juega”, se pelea, conformando el doble poder.

La planificación es una consecuencia del plan estratégico a seguir, la planificación nos sirve para organizar el trabajo de base realizado cotidianamente y darle un marco preciso a las tareas que se realizan para no abundar de una o dejar de lado otra.

Para poseer una estrategia es necesario conocer el enemigo y conocer el terreno sobre el cual se realiza la acción.

Estos lineamientos son claves a la hora de pensar cualquier proyección y por lo tanto forman parte de nuestros elementos constitutivos. Nuestros planes tácticos-estratégicos así como su consecuente planificación están motorizados por la intención revolucionaria, por nuestro objetivo finalista, la edificación de una sociedad socialista y libertaria.

INTENCIÓN REVOLUCIONARIA

Nuestra organización se considera de intención revolucionaria, esta intención se plasma en un proyecto de ruptura con el actual modo de dominación así como la construcción “paralela” de una sociedad radicalmente opuesta a la actual. Somos parte de un determinado espacio político, nos consideramos parte de la izquierda revolucionaria, entendiendo a este como el sector de aquellos individuos, grupos, movimientos y organizaciones que aspiran a la ruptura, dejando para discusión “interna” de este “espacio” las formas en las que cada uno evalúa que debe ir tomando la acción transformadora.

La intención revolucionaria no hay que confundirla con la creencia o de que estamos “a la vuelta de la esquina del socialismo” o que nosotros solos como organización somos los encargados de tal tarea. La intención revolucionaria es lo que motoriza nuestro accionar y nuestra voluntad de construcción, pero dista de ser una intención plasmable en tiempos cortos, sino que supone inevitablemente un camino a recorre, un camino que habla de plazos medios y largos.

Es así como nos concebimos, es así como no concebimos la conciliación de clases ni instancia similar, apuntamos a la abolición de las clases, apuntamos a la abolición de la explotación del hombre por el hombre.

Apuntamos a la construcción donde se socialicen los mecanismo de decisión así como los medios de producción, tal proyecto, marcada a por su intención requiere de un compromiso que como organización estamos dispuestos a dar.

TRABAJO DE BASE, LUCHA POPULAR ORGANIZADA

El trabajo de base de nuestra organización se realiza de forma permanente, constante, es nuestro cimiento sobre el cual crecemos y aspiramos a transformaciones. Es con este trabajo que impulsamos como parte capilar de nuestro proyecto de ruptura la lucha popular organizada, en cada barrio, lugares de trabajo, en cada sindicato, en todos los espacios donde se expresa la lucha de clases buscando superar el cráter espontáneo de las distintas luchas, dándoles un marco que las impulse, las renueve y las edifique en Poder Popular, respetando en todo momento su especificidad y sus tiempos no forzando sino forjando correas de transmisión entre nuestra organización y sus concepciones y los distintos trabajos de base. No lo realizamos para sacar “futuros cuadros o nuevos militantes orgánicos” sino porque creemos que la ruptura solo es posible con la organización del conjunto de nuestra clase, realizada a partir de los lugares donde esta se expresa.

Desde nuestra identidad clasista y popular sabemos que nuestra existencia se justifica solo cuando estamos de la mano del pueblo, construyendo junto y a la par de él, buscando que nuestras herramientas sirvan realmente para generar victorias y acrecentar la lucha y sus marcos organizativos.

El trabajo que se realiza es parte capilar de nuestro accionar, sembramos día a día los gérmenes de una nueva sociedad, junto a nuestra clase, como única opción de pensar un cambio, actuando como dinamizadores de las distintas expresiones sociales, generando espacios buscando que los cuales sean una alternativa frente a los “espacios de participación” que ofrece la democracia burguesa.

Es en la lucha que un pueblo va forjando su destino, es organizándola, generándola como vamos generando nuestra identidad como organización, desde bien abajito, buscando la constitución de una nueva sociedad, ya que desde ahí es la única manera de materializar todos nuestras pretensiones, sueños y deseos.

POR UN PODER POLÍTICO LIBERTARIO


La cuestión del “poder” es una de las cuestiones que no hacen ser anarquistas y nos diferencian dentro de las tendencias de la izquierda revolucionaria.

Nosotros no estamos en contra del poder, al mismo lo entendemos como la capacidad de actuar, sino que lo buscamos, tanto en la constitución del Poder Popular como en la edificación de nuestra organización especifista. Estamos si, en contra de las relaciones de dominio, de lo que significa la división entre unos que “mandan” y otros que “obedecen”. Es en este camino que creemos que debemos obtener, junto con nuestra clase, el mayor poder posible, para por un lado mejorar nuestra resistencia y por el otro establecer nuestras pautas para la constitución de una nueva sociedad impidiendo la formación de nuevas divisiones, como la historia lo demuestra.

Así también sabemos de la importancia de la organización especifista en todo el proceso y sobre todo en la organización de la nueva sociedad y el espacio de tiempo que se ubica entre la ruptura con el actual modo de dominación y la puesta en marcha del nuevo modo de relaciones, sabiendo que estas no se producen de un día para el otro sino que es necesario un determinado espacio de tiempo. Estamos hablando del “período de transición” algo que las propuestas “tradicionalistas” del anarquismo ha ignorado por completo.

Es una preocupación constante, las futuras formas políticas que irá tomando un camino de ruptura. Por esto hoy construimos nuestro poder para poder ser fuerte a cualquier nuevo intento de dominación y es por eso que creemos que la nueva sociedad nace hoy, vamos edificando y configurando esquemas para el funcionamiento de la nueva organización social.