El día 15 de febrero millones de personas, en los cinco continentes, salimos a la calle para rechazar con todas nuestras fuerzas la agresión imperialista contra Iraq. Gritamos que no nos creemos sus razones. El progresivo desarme de Iraq, mientras se ultima el gigantesco despliegue bélico y se intensifican los bombardeos anglo-norteamericanos, disipa cualquier duda acerca de sus objetivos. Pretenden apropiarse del petróleo iraquí y reconfigurar la región a la medida de los mayores estados canallas del mundo: EE.UU. e Israel. Denunciamos que los gobiernos que preparan la masacre del pueblo iraquí y sus lacayos - como el nuestro - son criminales contra la Humanidad. Reiteramos que la guerra contra Iraq es inmoral e ilegítima, con o sin Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU.

La potencia de la respuesta en la calle es también resultado de la percepción cada vez más amplia de que la militarización de las relaciones internacionales es una versión más de las brutales agresiones laborales y sociales que se manifiestan en la precariedad masiva, en los accidentes laborales, en el deterioro y privatización de los servicios públicos, en el control y manipulación informativa, en los crecientes recortes de derechos y libertades con el pretexto de la lucha antiterrorista y en el racismo.

El gobierno español carece de legitimidad ya que actúa flagrantemente contra la voluntad popular mayoritaria: DEBE DIMITIR. En situaciones tan graves y claras como ésta se pone de manifiesto la vacuidad de un tipo de democracia que se limita a permitir a la ciudadanía votar cada cuatro años, mientras le ata de pies y manos ante una actuación del gobierno, que en temas tan trascendentales como la guerra, viola la legalidad, tanto interna, como internacional. Una vez más se van a pisotear la Carta de la ONU, la Constitución y las condiciones del Referéndum. La lucha por la salida de nuestro país de la OTAN y el desmantelamiento de todas las Bases estadounidenses de nuestro país es indisociable de la lucha por la paz.

Los pueblos ocupando masivamente las calles, hemos sido conscientes de nuestra fuerza contribuyendo decisivamente al aislamiento internacional de quienes están preparando la monumental maquinaria de guerra. Las gentes hemos comenzado a levantar una muralla de paz y de derechos. No podemos permitir que la lógica de guerra, de muerte, de impunidad, y corrupción, nos haga a los pueblos cómplices de sus siniestros planes de exterminio sobre el pueblo iraquí. Nuestra dignidad no está ni amordazada, ni en venta. La lucha por la paz nos separa irreconciliablemente de los verdugos.

La Coordinación Internacional contra la Guerra, reunida el 1 de marzo en Londres llama a intensificar la lucha en todo el mundo, para evitar la agresión militar contra Iraq. El incremento de la resistencia y la movilización social son nuestras únicas y pacíficas armas para intentar impedir que el gobierno intervenga en la masacre del pueblo iraquí en nuestro nombre. Ante la evidencia de que los preparativos se aceleran y ante la posibilidad, más que probable, de que la guerra comience es preciso que la propuesta de Huelga General, surgida del movimiento antiglobalización en Florencia, ratificada en Londres y aceptada por diferentes corrientes sindicales tome cuerpo. Es preciso que en la Universidad y en el movimiento obrero, en el campo, en el mar, en el sector público, en ciudades y pueblos, la necesidad de realizar el 21 de marzo el máximo acto de desobediencia civil contra la guerra, la Huelga General Solidaria, se convierta en un clamor.