Construyendo
identidades activas desde la alteridad colectiva. Un balance personal.
Asamblea estatal del
Movimiento Antiglobalización en Marinaleda.
Daniel Albarracín
5-2-02
Los
pasados días 1, 2 y 3 de Febrero de 2002 nos reunimos a nivel estatal los diferentes
colectivos, plataformas y asambleas del Estado español en una alegre, viva,
pequeña y alternativa localidad de Sevilla. Se ha realizado un importante paso
en la construcción de un movimiento con características propias.
Con
ser una localidad pequeña, laboratorio de una izquierda que no se detiene,
Marinaleda albergó una asamblea modélica, con el apoyo organizativo de muchos
sevillanos. Sin duda alguna, el cuidado, cariño, pero también la experiencia
digamos que fallida de Zaragoza, contribuyó a que la organización de la
asamblea fuese todo un ejemplo, a pesar de lo escondido de aquel hermoso y vivo
pueblo andaluz.
En
primer lugar, más allá de los avances logrados, bien puede mencionarse que lo
más ilusionante fue el tono y las ganas de compartir de casi todos/as. Se trata
de una experiencia de solidaridad y apoyo mutuo casi inédito. En este sentido,
las primeras metáforas fundantes que pueden contribuir a una interpretación de
lo que allí se condensó bien se puede sintetizar en la experiencia vivencial de
que cualquier pretensión de construcción de unas identidades plurales,
multiformes, complejas, autónomas que residen en la necesidad del otro, en la
potencia de la alteridad, en la construcción de una red —como primer estadio de
una comunidad coordinada y comunicada más fuerte y con sentidos más definidos—
de diferentes, que se reconocen entre sí, que anhelan la universalización de la
igualdad, la democracia radical y participativa y la justicia social. En
definitiva, algo que Paul Ricoeur una vez propuso en la construcción de la
persona como un "si mismo como el otro".
Las luces:
Aprendiendo autoorganización democrática
Desde
la logística, la búsqueda del lugar de reunión (toda una conquista frente a las
dificultades interpuestas por las instituciones de gobierno local de Sevilla),
el alojamiento, los transportes, la comida comunitaria, el reparto de tareas
colectivas entre los asistentes, etc... que fueron desarrollados con mimo y
flexibilidad con mucha gente bien dedicada a ello, señaló un hito modélico.
Desde la organización de la metodología de la asamblea, con un tiempo para
debatirla, con la constitución de talleres adecuados a los problemas sociales
existentes y tratados, esto es, basado en la realidad de los talleres,
prestándoles el debido tiempo para una coordinación entre ellos (verdadero
cuerpo creador del movimiento); desde la mesa, con un orden del día claro,
siguiendo el criterio de reparto de tiempos en las intervenciones, con carteles
visuales en los que se iban apuntando las temáticas tratadas y que había que ir
decidiendo en plenario, el uso de los gestos[1],
y un criterio flexible a la naturaleza del evento. En todos estos campos, tras
el desastre de Zaragoza (pero que nos enseñó a todos/as), Marinaleda forjó un
modelo a seguir.
Sin
duda alguna, el movimiento tiene una clara vocación de descentralización. Cada
comité, taller y asamblea local sostiene aún una soberanía propia indiscutible.
Cada
poder local muestra una fuerza creativa capaz de expresar microalternativas,
oposiciones y, en definitiva, la autonomía fundamental que habría que trasladar
a los colectivos subordinados en el capitalismo para que levantasen su fuerza
contra el capitalismo global. En este sentido, me gustaría apuntar que si bien
la transformación social ha de ser necesariamente creadora, no toda la
creatividad que explota poderosamente de este movimiento es necesariamente
transformadora[2]. Sólo si
cuestiona las relaciones de poder (la forma de producir sociedad, generar y
repartir riqueza, etc...) abrirá la
puerta a otro mundo, si no es así se limitará a dar pintura de color a éste
pero sin otra pretensión.
Aquí
la diversidad contradictoria de cómo se entiende la forma de soberanía popular
que el movimiento puede representar es notoria. Hay el que entiende estas
asambleas como pura coordinación de prácticas locales, sin comprender que las
prácticas están orientadas ideológicamente y por tanto también hay que acordar
los contenidos de las mismas. Por de pronto hay grupos que poca relevancia le
dan a las decisiones del plenario puesto que éstas, según éstos, sólo atañen a
los grupos locales.
Y
sin embargo, ¿quién duda de la referencia que nos ofrece a todos/as el consenso
trabado en los plenarios?. ¿Quién duda de que con la unidad, la sinergia, la
coordinación, el protestar-proponer-exigir-tomar juntos somos más fuertes?
¿Quién duda de que ese consenso es una referencia que nos proporciona a
todos/as un foco de atención de por dónde queremos encontrarnos el conjunto?.
No
son convenientes en este movimiento, muy lejano está de aquello, las normas de
disciplina bolchevique. Entendiendo que las personas y colectivos somos una
construcción social, y desde esa libertad situada nos definimos, el movimiento
es un campo de aprendizaje para el desarrollo personal y colectivo. De manera
que el movimiento escoge, en la práctica, el refortalecimiento de la coherencia
y compromiso personal basado en la reflexión de las experiencias propias, en la
convicción que nos mueve tras compartir y contrastar los diagnósticos globales
de los otros. En este sentido, los consensos brindan un espacio de referencia
de cuáles son las prácticas que todos valoran positivamente, y que por tanto no
incomodan a ninguno. Por tanto, sincronizar nuestras prácticas con aquel
consenso ayuda a los demás, y tomarlas en consideración para tratar de
acercarnos a ese consenso (que más que el programa político global es el
espacio práctico del deseo colectivo en marcha) resultaría conveniente para
que, en la unidad, la construcción de otro mundo fuera posible.
Sin
embargo, no me resisto a pensar que un programa común estratégico que todos
llevásemos a la práctica a la vez obtendría una potencia transformadora y
creadora sin igual. A mi juicio, no puede haber un manifiesto común todavía, no
hasta que nos hayamos entendido bien los unos a los otros y reconozcamos las
diferencias y similitudes. Pero será muy conveniente pensar en programas de
transformación común para el contraste en próximos periodos, para ver si en el
medio plazo es posible encontrarnos de algún modo, y si no es posible
desengañarnos.
Mientras
tanto, lo que más nos hace crecer es construir los espacios posibles donde
convivir, en estos campos alternativos, para ir abordando el conflicto.
De
manera que si ese consenso (el trabajo en los plenarios) formase un referente
de unidad en el medio plazo, y pasase a la palestra como un contrapoder por
todos reconocidos sería posible avanzar mucho más. Si ese consenso lo reconociésemos
todos/as pondríamos en marcha nuevas prácticas de coordinación para que la
unidad cobrase cuerpo, pasando del deseo grupal expreso (que se descompromete y
delega), a la responsabilidad práctica colectiva. En definitiva, comisiones de
coordinación interterritorial y sectorial, comisiones de enlace, asambleas
locales unitarias, con sus talleres autónomos y grupos de trabajo cuya
orientación emanase de las asambleas locales; una asamblea estatal a lo sumo
semestralmente cuyos consensos fuesen referencia de los grupos locales, etc...
En
definitiva, creo que sería positivo construir un movimiento donde rompamos dos
hábitos de esta sociedad: el deseo narcisista, y el delegacionismo gregario;
que nos divide en élite en masa. Para construir un movimiento democrático
también en la formación de personas democráticas la participación, el
compromiso, y la responsabilidad, son nuevos valores que poner en práctica.
Superar
la fase de identidad creativa particular y pasar a otra de alteridad
transformadora global; superar el colectivismo gregario o su reverso en el
individualismo narcisista grupal, para pasar a un comunitarismo personalizado,
bien pueden ofrecérsenos como posibilidades de construir un mundo pero también
un ser humano nuevo.
Algunas
sombras: falsos debates y ¿gente que queda en el camino?
No
todo iba a ser de color de rosa. Tenemos muchos problemas.
El
primero es que con la inflación de expectativas nos hemos propuesto tantas
cumbres, cosa que ningún otro país se había atrevido, que con las fuerzas
limitadas que tenemos puede desencadenar al final en una sensación de fracaso.
Lo primero que tenemos que hacer es acotar nuestras expectativas, lo segundo,
poner manos a la obra, y lo tercero priorizar las cumbres de Barcelona y
Sevilla, sin dejar de seguir trabajando en los talleres locales.
Lo
segundo, hay que colectivos que se echan en falta. Es posible que Zaragoza
quemase a muchos, pero es importante advertir que aquella calamidad de
encuentro nos ha enseñado a todos/as, y que todo esto es una cuestión de
muchísima paciencia, dado que estamos en una tarea de volumen titánico que
requiere largo aliento.
Se
sacó un falso debate en torno a la violencia. Recuerdo palabras sabias de una
activista: "la violencia emana del poder". Además, esta cuestión de
la violencia es muy difícil de tratar. ¿Qué es violencia? En general, es la
consecuencia de una tensión. La civilización, por desgracia, se funda en la
violencia, y esta se condensa después en el monopolio legal, que no legítimo,
que toma el Estado. ¿Es sólo violencia la violencia física de la policía y el
ejército? También el discurso oficial es violento, ocultando realidades,
montando demagogias, firmando legalidades que impiden vivir a todos con
dignidad. En el lenguaje hay violencia simbólica, y al ser una práctica motiva
efectos reales. No es conveniente reducir la violencia al daño físico o al
dolor moral, puesto que la violencia procede de las contracciones sociales que
emanan de las relaciones de poder.
Hubo
también más que sombras, alguna ausencia de temas. Pero esta contención creo
que fue más que una renuncia fue un dejar espacio para el fluir de lo común,
para dejar crecer la unidad, y marginar, por el momento las diferencias de
fondo. En este sentido, creo que en el movimiento el debate
reformismo/revolución no es conveniente todavía. Hay mucha gente que empieza a
participar y desarrollar desde sus recursos interpretativos sus propios
diagnósticos. Para profundizar todos tenemos que escucharnos, ponernos en el
lugar del otro, acompañar y ser acompañados, aprender juntos. Mientras tanto
encontrar reformas estratégicas y estructurales de carácter rupturista puede
ser nuestro objetivo, pero mientras tanto no debemos romper el movimiento con
un debate de ese calibre, puesto que ya se encargarán los acontecimientos de
dividirnos, porque no es revolucionario quien quiere sino quien puede. Antes
tratemos de estar a la escucha.
Hacia un
programa de prácticas políticas autogestionadas y la construcción de una
democracia popular radical y participativa
Somos
quien somos y aquí nos encontramos. Y creo firmemente que hay cosas que son ya
un legado de nuestra breve experiencia colectiva.
El
internacionalismo, el anticapitalismo global, sólo se plasman en la puesta en
práctica del consenso, pero pasando del espejo reticular del deseo colectivo
para convertirlo en programa común de construcción práctica de esos otros
mundos posibles. Todavía esto no es así. Pero el consenso de los plenarios es
un primer laboratorio parcial.
Sin
embargo, el principal legado que vamos recogiendo es la conformación de una
práctica de contrapoder, en términos clásicos de 'doble poder', donde las
asambleas locales y estatales forjan una soberanía popular frente a las
relaciones de poder establecidas. Nuestro norte inmediato: la democracia
radical participativa, no delegacionista, multiforme, basada en la alteridad
colectiva.
¿Os
imagináis que estas asambleas pudiesen tomar decisiones que la sociedad
reconociese como válidas y positivas, y en las que participase ampliamente, y
que fuese un espacio de nuevo poder popular democrático? ¿Os imagináis que
significaría eso?.
Este,
creo yo, debería ser nuestro gran programa político iniciático: Transformar las
relaciones de poder, construyendo una Democracia Radical. Desde ahí los
socialismos, los comunitarismos libertarios, las sociedades libres que cada
cual quisiera construir podrían convivir a su modo.
Estamos
en una primera etapa, permitámonos crecer, pongamos en pie el principio de
esperanza.
[1] Movimiento de Manos: aceptación y acuerdo.
Pulgar hacia abajo: desacuerdo.
Puño levantado: veto o bloqueo del consenso (si son más de un 20% de la asamblea). Se le pasa automáticamente la palabra.
Manos en forma de T: apreciación técnica (cuestión de orden, detalle de precisión técnica, etc...). Se le pasa automáticamente la palabra.
Brazos girando entre sí: advertencia de que el interviniente se repite, no aporta nada nuevo, o sólo expresa su narcisismo.
[2] Bien tenemos que cuidarnos que la expresión del movimiento no sea en una idealización de la modernidad que trate de cumplir las oportunidades de una sociedad capitalista, un radicalismo neolibertario creativo (o mejor un radicalismo liberal innovador) pero sólo recreador de un capitalismo renovado socialmente.