Existe una gran necesidad de introducir debates de género en todas nuestras luchas y movimientos sociales. La realidad de las mujeres hoy día es muy diferente a la de hace algunos años en algunos aspectos, pero muy similar en otras cosas. Teniendo en cuenta cuál es el marco social en el que nos movemos las personas excluidas de este sistema, pararse un poco en la realidad de las mujeres puede darnos un punto de vista más amplio dentro de nuestra visión crítica de la sociedad. Una de estas perspectivas de género que se ha empezado a introducir es el debate de género en la propuesta de la Renta Básica. Plantear la RB como instrumento mediante el cual poder desmantelar en cierta medida el estado patriarcal en el que vivimos, es uno de los trabajos que se han realizado en este intento de unir las luchas sociales con los debates de género. El encuentro en Málaga es un buen espacio en el que empezar a asumir este reto, crear un espacio de debate y elaborar propuestas desde las realidades de cada una. Para abordar el debate de la feminización de la pobreza , debemos partir de lo que consideramos pobreza. El concepto de pobreza, desde un punto de vista feminista (dado que nos referimos a construcciones puramente sociales que parten del planteamiento de cuáles son las necesidades básicas), no puede ser definido únicamente en términos económicos, sino que se deben tener en cuenta diferentes elementos como puede ser la utilización de los recursos, su distribución, el control en el medio familiar... En este sentido, existen tres ámbitos claramente definidos donde se da una clara desigualdad entre hombres y mujeres:
Dentro del debate de la feminización de la pobreza, también resulta interesante analizar el proceso de feminización del trabajo. Esto se refiere a que el contenido y las condiciones del empleo hoy no son más que la extensión de las características del trabajo, tanto asalariado como no asalariado, históricamente asignado a las mujeres. Así las características del trabajo tradicionalmente femenino se están volviendo centrales en el actual sistema de acumulación capitalista, y con ello el propio mundo de la producción se está viendo radicalmente transformado. El desarrollo del capitalismo ha tenido desde sus comienzos como pilar, no sólo la función reproductora de la mano de obra, que toda mujer estaba obligada a desempeñar, sino también ese trabajo no asalariado de las mujeres que aseguraba la higiene de las personas y las cosas, la gestión del hogar, la educación de las hijas, el cuidado de los enfermos y ancianos, el tejido de redes de cooperación y solidaridad... Sin este tipo de trabajo, adscrito por el sistema patriarcal a las mujeres, la máquina de acumulación capitalista, nunca habría podido disponer de tanto tiempo de trabajo humano para la producción de plusvalía. La novedad hoy día es que ese trabajo afectivo y relacional se generaliza a lo largo de amplios sectores de la economía. Lo que tradicionalmente ha sido plusvalor indirecto, se convierte ahora en directamente productivo, y de hecho se coloca en el centro de la producción. Esto quiere decir que la flexibilidad, la vulnerabilidad, la disponibilidad total, el alto grado de adaptabilidad, el talento para la improvisación, la capacidad para afrontar diferentes tareas... se extiende hoy a un abanico cada vez más amplio de empleos.
Este breve resumen sobre la feminización de la pobreza y la feminización del trabajo puede ser el punto de partida para visualizar en nuestra vida cotidiana algunas de estas situaciones e intentar hacer algo. Os animamos a participar y a aportar vuestras ideas, textos interesantes, experiencias... en este encuentro. ¡Nos vemos el día 19 en Málaga!