Euro versus dólar, y el fantasma de "Europa" tras el 11-S
(Ramón Fernández Durán, miembro de Ecologistas en Acción)
La UE, como proyecto institucional, se puede decir que ha tenido un papel prácticamente irrelevante en la evolución de los acontecimientos tras la crisis del 11-S, si se exceptúa la actuación del Banco Central Europeo en los días posteriores a dicho acontecimiento. Se ha confirmado, pues, en gran medida, la aseveración de que "la UE es un gigante económico, un enano político y un gusano militar". Y todo esto ocurría a escasas semanas de que el gran proyecto de la Unión, la instauración del euro, se convirtiese finalmente en realidad, al circular ya físicamente (monedas y billetes) desde enero de 2002 en doce países comunitarios. La idea de la creación de una moneda común para el "proyecto europeo" se empieza a plantear desde principios de los setenta (informe Werner, 1970). Pero posteriormente esta propuesta entra en crisis, a pesar de que la quiebra del sistema de Bretton Woods (1971-1973), con el fin del patrón dólar-oro y de los cambios fijos entre las distintas divisas mundiales, obliga a los países comunitarios a establecer mecanismos de anclaje entre sus diferentes monedas para hacer frente a la volatilidad de los tipos de cambio. Un mercado comunitario progresivamente unificado no podía coexistir con diferentes divisas, de muy diverso peso, que fluctuasen a su aire. Es por eso por lo que cuando se decide en 1985 la creación de un Mercado Único (no sólo de productos manufacturados, sino también de servicios, capitales y personas), que significa asimismo la concreción del giro neoliberal en las políticas comunitarias, se contempla éste como una primera etapa, previa a la instauración de una moneda única. Este era el gran proyecto de las elites económicas y financieras europeas que más tarde quedaría plasmado en el Tratado de Maastricht (1991-1993), que crearía la Unión Europea (Fdez Durán, 1996).

El grueso de este Tratado tenía un carácter eminentemente económico, y en especial monetario (Unión Económica y Monetaria), de obligado cumplimiento, y tan sólo se esbozaba la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC) y la Política Interior y de Justicia Común, que seguían siendo competencia de los Estados miembros. El predominio, pues, de lo económico-monetario sobre lo político y lo militar en el "proyecto europeo" era manifiesto, lo que quedaría plasmado en el poder omnímodo que se le confería al Banco Central Europeo (BCE). El BCE nacía blindado de cualquier intromisión política, y por supuesto social, y se convertía en un instrumento de defensa de los intereses de las élites económicas y financieras europeas. Más tarde, en los Tratados de Amsterdam y Niza -aún sin ratificar por los Quince-, se ha intentado dotar a la UE de una mayor dimensión política y militar, acorde con esos intereses. Sin embargo, debido a las discrepancias internas entre los Estados, y asimismo a las presiones de EEUU ejercidas a través de la OTAN, y de distintos países miembros (en especial, pero no únicamente, Gran Bretaña), no se puede decir que el "proyecto europeo" tenga todavía una estructura consistente, de alcance comunitario, en estos terrenos.

Además, la UE está embarcada en un ambicioso proceso de ampliación, especialmente hacia el Este, lo que complica adicionalmente la construcción (y legitimación) de un edificio político-institucional y un proyecto militar autónomo, común, con proyección mundial. Si bien, está prevista la creación de una Fuerza de Reacción Rápida que, en principio, debería estar operativa para 2003, aunque en ella parece que no participarán, en principio, todos los países comunitarios. Esta es la causa principal de que en la situación posterior al 11-S, la UE como proyecto político y militar propio haya estado absolutamente ausente, y que en todo caso el protagonismo (totalmente dependiente de EEUU) haya recaído sobre los principales Estados de la Unión, con Gran Bretaña (un país que no está en el euro) ejerciendo de principal valedor la política exterior "común". Y ésta es también una de las causas principales de la hasta ahora debilidad del euro, que se ha devaluado desde su inicio (1999) del orden de un 25%, y de que no haya actuado como moneda refugio en los momentos posteriores al 11-S. Detrás de una moneda que el capital europeo pretende que sea fuerte, y que se propone disputar al dólar su papel de divisa de reserva internacional, siempre hay, o tiene que haber, un poder político y militar asimismo fuerte que la respalde. Cosa que, por ahora, dista de ser un hecho.

El euro, pues, todavía está lejos de poder disputar al dólar su supremacía mundial . Además, cuando los inversores eligen un mercado para colocar su dinero, normalmente eligen el más "líquido", es decir, aquel de mayor tamaño y que cuenta con mayor cantidad de jugadores, lo que permite a éstos comprar y vender cuando quieran. De esta forma, la bolsa de Nueva York (NYSE), o el tecnológico Nasdaq de EEUU, se erigen como los mercados más "líquidos" del mundo, debido a su dimensión. Esto es un atractivo para los inversores, lo que se traduce en un dólar fuerte, al utilizarse esta moneda para las transacciones. En cambio, en el caso de la UE no existe aún una bolsa europea como tal, ya que funcionan más de veinte mercados financieros, y tampoco se da un mercado unificado de deuda (pues operan quince mercados, doce de ellos denominados en euros). Hay en marcha distintas iniciativas para coordinar los diferentes mercados financieros europeos, de tal manera que trencen mercados virtuales de mayor tamaño, con el objetivo de crear una especie de mercado financiero único. Pero, todavía, estas alianzas no acaban de cuajar, y no suponen un desafío a Wall Street o al Nasdaq; p.e., el Nasdaq tiene un volumen casi veinte veces superior al conjunto de todos sus homólogos europeos (VVAA, 2001). Pero sin la puesta en marcha del euro sería imposible armonizar los mercados financieros, algo esencial para atraer inversiones, o para que no se vayan a otras plazas más rentables. En la UE hay mucho dinero, pero quizás, hasta ahora, no tantas oportunidades de inversión, o no lo suficientemente atractivas, o rentables, mientras que en EEUU pasa (o pasaba) al revés, es decir, hay más inversiones que capital. La razón es que acuden capitales del resto del mundo, y en concreto de la UE, para financiar las inversiones en sus mercados, lo que favorece (o ha favorecido) principalmente a sus grandes empresas, y a los ciudadanos estadounidenses que juegan en bolsa (casi el 50%).

El euro, un proyecto del capital europeo para su expansión mundial

Todo ello ha ayudado, debido al "efecto riqueza" generado, a costa del resto del mundo, a que EEUU creciera más intensamente que la UE a lo largo de los noventa (la diferencia ha sido un volumen de PIB similar al de Italia), y ha permitido financiar a las transnacionales estadounidenses para acometer sus proyectos de expansión mundial, así como para que despegaran, al otro lado del Atlántico Norte, las empresas tecnológicas de la "nueva economía", dando una ventaja decisiva a EEUU en este terreno. Es por eso por lo que la instauración del euro, aparte de relacionarse con la necesidad de que un mercado progresivamente integrado, donde predomina la gran producción y distribución transnacionalizada, reclama una moneda única , está íntimamente relacionado con las necesidades de financiación las grandes corporaciones económicas y financieras europeas para desarrollar sus proyectos de expansión internos y externos. De ahí la necesidad de un euro fuerte para atraer capitales del resto del mundo, objetivo al que se sacrifica cualquier consideración social. La introducción del euro ha permitido la creación de mercados financieros de mayor dimensión, incrementando sustancialmente la capacidad de financiación de las principales empresas europeas. Éstas han recurrido a la emisión de deuda propia (renta fija privada, o bonos), en lugar de recurrir (tanto) a créditos bancarios, lo que les ha permitido abaratar su financiación. Ha habido, por consiguiente, una auténtica explosión de estas emisiones, como resultado del euro.

Es decir, se está produciendo en la UE una creciente "desintermediación" bancaria , como ya había ocurrido en EEUU y en Gran Bretaña, debido a la cada día mayor desregulación de sus mercados financieros. O lo que es lo mismo, las grandes empresas europeas han incrementado de forma decisiva su capacidad de emitir (y de que se acepte) su "dinero financiero". Lo cual implica ampliar su capacidad de compra, de todo tipo de activos (empresas, recursos...), sobre el resto del mundo; máxime con un euro fuerte, que es lo que persigue el BCE. La moneda única se convierte, pues, en un instrumento para ampliar el dominio del capital europeo a escala mundial. Este nuevo marco es el que posibilitó, p.e., a Repsol comprar la petrolera argentina YPF, a través de una muy importante emisión de bonos, pues los grandes inversores (fondos de inversión y de pensiones) no miran igual una emisión en euros que una en pesetas. Al desarrollo de los mercados de capitales en la Unión Económica y Monetaria ha contribuido de forma importante también la creación de los planes privados de pensiones. Si bien, la situación en este terreno en la UE (salvo en Gran Bretaña) está mucho más "retrasada" que en EEUU, pues la privatización del sistema público de pensiones es muy incipiente "aún". Todo ello ha fomentado la oleada de fusiones y adquisiciones de empresas europeas, impulsadas por la moneda única, que ha producido una fuerte destrucción de empleo, y que se ha financiado fundamentalmente en el mercado de bonos. Asimismo, la privatización de empresas estatales, auspiciadas por el programa neoliberal del Mercado Único, con el mismo balance de reducción y precarización de empleo, ha permitido incrementar la oferta de títulos en los mercados financieros europeos, colaborando a aumentar su tamaño.

Al mismo tiempo, la creación del euro está impulsando la concentración de las entidades financieras, y sobre todo de la llamada banca de inversión, creando verdaderos gigantes bancarios europeos, que están procediendo también, a través de los mismos mecanismos, a la compra de instituciones financieras en todo el planeta. Sin embargo, todavía persisten distintas restricciones a esta actitud predadora, que la UE, junto con otros centros de poder mundial, intenta levantar en el marco de la OMC. Por otro lado, la puesta en marcha del euro ayuda a la creación de nuevos mercados financieros del llamado "capital riesgo", destinados a financiar la (nueva) pequeña y mediana actividad productiva, que no cotiza en las bolsas, debido a su tamaño, y que constituye toda una constelación que en general se interrelaciona, de forma dependiente, o satelizada, con la gran actividad productiva, material e inmaterial, en el marco de la reestructuración postfordista. Desde la cumbre de Lisboa (2000), se quieren impulsar especialmente estos mercados para posibilitar el lanzamiento de empresas tecnológicas de la denominada "nueva economía".

Sin embargo, a pesar de ciertos avances en el marco institucional europeo para dar respuestas a los intereses de dominio interno, y expansión mundial, del gran capital europeo, como p.e. la creación de la llamada Sociedad Anónima Europea, todavía no existe un marco "idóneo" para las fusiones, y sobre todo adquisiciones, en la UE, en el marco de un capitalismo de base crecientemente financiera. La moneda única ha entrado en funcionamiento sin que se dispusiera, "aún", de una normativa a escala europea sobre OPA´s (Oferta Pública de Adquisición de Acciones). La razón de ello ha sido el reciente conflicto en el marco de las instituciones comunitarias entre "dos tipos de capitalismo", el "financiero" y el "empresarial". Alemania, en solitario, presionada por alguna de sus grandes empresas, en concreto por Volkswagen, ha logrado paralizar "en el último minuto", una normativa europea sobre adquisiciones empresariales que daba prioridad a la Junta de Accionistas, sobre el Consejo de Administración de una empresa, por temor a dar mayores facilidades para el control de empresas europeas (en concreto alemanas) por intereses estadounidenses, como ya había ocurrido en otras ocasiones. A pesar de todo, está previsto que esa normativa esté operativa para el 2005, lo que permitirá adaptar la normativa europea a las lógicas del capitalismo global, donde predominan los intereses del capital financiero. Quizás esto sea una forma de darse una pequeña tregua, para reforzarse aún más internamente, antes de abrir definitivamente la casa, de par en par, a los vientos especulativos del capitalismo global. Lo mismo se puede decir de la "necesidad" de disponer a nivel europeo de una única institución que supervise todos los mercados financieros europeos (Comité Europeo de Valores Mobiliarios), y de un marco legal flexible que permita ir adaptando esta supervisión a su lógica de transformación constante. O, en otro orden de cosas, de la "urgencia" de contar con una patente europea. El euro presiona para que todas estas adaptaciones se produzcan, y dichas "exigencias" parece que quedarán recogidas en el futuro Tratado del 2004, cuyo debate ya se ha iniciado tras la cumbre de Laeken.

De cualquier forma, las ventajas para el capital europeo de la introducción del euro son aún más amplias. El euro está presionando a todos los países comunitarios para una intensa reforma del mercado laboral, con el fin de flexibilizarlo (precarizándolo) eliminando "rigideces" (conquistas laborales). Esto será un incentivo para atraer inversiones del resto del mundo (o para que no se vayan a EEUU, que tiene un mercado laboral enormemente desregulado). Y además, internamente, una vez eliminada la posibilidad de devaluación respecto de otras divisas europeas, la única manera de ganar en competitividad es abaratar los costes de producción de índole laboral, o reducir impuestos a las inversiones, para atraer éstas a un país determinado. La nueva moneda está posibilitando también una mayor transparencia de los precios y una intensificación de la competitividad, lo que juega a favor de las empresas de mayor productividad, que suelen ser las que tienen una mayor inversión en capital. El euro obligará, asimismo, a una mayor convergencia de las políticas económicas de los distintos estados de la UE, quitando aún más capacidad de maniobra autónoma a éstos, que se ven constreñidos adicionalmente por la camisa de fuerza que supone el Pacto de Estabilidad ; lo cual está suponiendo la imposición a escala europea de las políticas neoliberales y una auténtica voladura (controlada) del llamado "estado social" de base "nacional", que están acelerando los procesos de precarización y exclusión social. El pacto de Estabilidad implica una importante cesión de soberanía de los distintos Estados, que ayuda en el arduo camino de construir un proyecto político-institucional (y militar) acorde con los intereses del capital en el espacio europeo. Y el euro permite, fundamentalmente a Alemania, el principal actor en la UE, consolidar una moneda de alcance mundial, superando la base económica del marco, que era mucho más restringida. No por casualidad, la sede del BCE está en Frankfurt.

Además, el euro se espera que ayude a reforzar la identidad europea, de cara a la población de la UE, lo que se estima que contribuirá a facilitar el apuntalamiento institucional del "proyecto europeo", es decir, se prevé que actúe como catalizador de una mayor unión política. Del mismo modo, el pleno funcionamiento del euro permitirá una percepción más unitaria del "proyecto europeo" desde el exterior, pues se visualizará una "Europa" superpotencia (económica y financiera), lo que tendrá, se espera, el mismo efecto. El euro ha sido también un instrumento, del capital europeo, para hacer frente a las crecientes crisis monetarias que lleva aparejada la globalización y desregulación de los mercados financieros, y muy en concreto para contrarrestar los efectos que se pudieran haber derivado de las turbulencias financieras provocadas por el 11-S. El euro permite asimismo incrementar la influencia europea en organismos como el FMI y el BM, claves en la gestión del sistema financiero internacional. Y finalmente, el euro conlleva disfrutar de las enormes ventajas de señoreaje , que supone el ser una divisa de reserva mundial de importancia creciente, aunque por ahora lejos de poder desbancar el papel hegemónico del dólar.

El euro: ¿Una amenaza para el dólar?

El dólar tiene un papel preponderante en gran parte de Asia, la cuenca del Pacífico, Rusia (a pesar de mantener relaciones comerciales más intensas con la UE), y sobre todo América Latina. En muchos países de dichas regiones se asiste a una creciente dolarización de sus economías, y algunas de ellas están ya (o se hallan en proceso de estar) totalmente dolarizadas (Ecuador, Panamá, El Salvador, Guatemala...), con brutales consecuencias sociales, siendo el dólar su moneda de curso legal; se ha señalado que esta es una estrategia que promueve el FMI, a instancias de EEUU, para hacer frente a la pérdida de beneficios de señoreaje a escala internacional del dólar, como resultado de la irrupción del euro (Carchedi, 2001). En otras regiones del mundo (Africa, Mundo Árabe-musulmán) hay una mayor competencia entre el dólar y el euro, aunque en general favorable al billete verde, salvo en aquellos países que aún mantienen estrechos vínculos con las antiguas metrópolis europeas continentales, y muy en concreto con Francia.

El euro, en cambio, por ahora, sólo tiene una presencia incontestable en Europa. En los países de los Quince que no están en el euro (Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia), así como en los países del Espacio Económico Europeo que no pertenecen (todavía) a la UE (Noruega, Islandia y Suiza), e igualmente en todos los países que son candidatos a la ampliación (países del Centro y Este de Europa, más los países mediterráneos insulares), además de en los países balcánicos, en algunos de los cuales el euro es la moneda de curso legal. Los países candidatos no podrán entrar definitivamente en el euro hasta que no hayan ingresado en la UE, y hayan cumplido durante dos años los criterios de convergencia de Maastricht; si bien muchos de ellos se verán forzados probablemente a acceder al euro a través de un atajo: la eurización de sus economías. Aunque la eurización es radicalmente diferente a la entrada en el euro , y tendrá efectos parecidos a los de la dolarización. En total, 56 países del mundo, de los más de ciento noventa existentes, utilizan alguna fórmula de nexo de su divisa con el euro (VVAA, 2001).

De cualquier forma, es previsible que en los próximos años se intensifique la pugna entre el euro y el dólar por convertirse en la divisa de referencia en los mercados sectoriales (energía, materias primas...), donde el protagonismo del dólar por ahora es incuestionable, y en los distintos mercados geográficos (Latinoamérica, Asia y en concreto África; en este sentido, el proyecto del área de libre comercio del Mediterráneo para el 2010 presiona en esa dirección). Y como no, también, en el suculento mercado del narcotráfico y del dinero negro en general. No por casualidad el Banco Central Europeo ha emitido billetes de un valor facial enorme: los de 500 euros, cuyo objetivo es penetrar en esos mercados mafiosos donde hasta ahora domina, también, el dólar. Caminamos poco a poco hacia un mundo donde existirán dos o tres divisas (la tercera, probablemente el yen), en el que los estados periféricos perderán toda la soberanía monetaria, y en donde el poder, y la violencia (caso de Argentina), de las principales monedas se impondrá especialmente en sus respectivas áreas de influencia. Máxime si se mercantiliza el acceso al control de todo tipo de recursos (agua, tierra, biodiversidad...) a través de la OMC, que consagrará el dominio absoluto del dinero a escala planetaria, y del poder de aquellos que lo emiten. Pero para que el euro gane terreno al dólar es imprescindible que la UE logre consolidar un proyecto político-institucional consistente y legitimado, y una fuerza militar autónoma, potente y operativa, que es lo que valoran los mercados de capitales de cara a dar el espaldarazo final a una moneda que, aunque no se formule explícitamente, aspira a disputar al dólar su cetro mundial. Y también cabrían formular determinadas reflexiones sobre cómo se han desarrollado los acontecimientos desde el 11-S, a partir de esta perspectiva, es decir, desde la rivalidad dólar-euro. Analicemos pues estas cuestiones.

Construyendo, en un entorno hostil, el marco institucional de la "Europa" del euro

En la reciente cumbre de Laeken, se ha abierto formalmente el proceso para abordar una amplia reforma institucional de cara a un mayor reforzamiento de los poderes de las estructuras comunitarias respecto de los diferentes Estados miembros. Se ha llegado a hablar de una Constitución europea. Pero se parte de una posición difícil, esto es, de un amplio distanciamiento y un considerable rechazo popular previo a las estructuras comunitarias, más acusado en unos países que en otros. Los Quince han llegado a admitir que "un abismo separa a los ciudadanos de las instituciones europeas" (EL PAÍS, 17-7-2001). Y en el último año, hemos asistido a la pérdida del referéndum en Irlanda para ratificar el Tratado de Niza (lo que, en teoría, bloquearía la ampliación al Este), al rechazo danés en la consulta popular acerca del ingreso en el euro, así como a un rotundo No suizo a la pertenencia a la UE.

En estas circunstancias: ¿Es posible acometer el proceso que se menciona sin ahondar en su deslegitimación actual?, máxime cuando se va a tener que dar en un entorno crecientemente adverso y complejo: agudización de la coyuntura recesiva; contexto bélico creado tras el 11-S, que no goza, en general, de amplio entusiasmo en las poblaciones europeas; vuelta de tuerca adicional en las políticas neoliberales, o reformas estructurales (desregulación del mercado laboral, fin de las políticas redistributivas, privatización del sistema de pensiones y de servicios públicos -sanidad, educación, transporte, agua...-), que la población relaciona obviamente con Bruselas; problemas derivados de la ampliación al Este, y creciente euroescepticismo en dicho espacio como resultado de las duras consecuencias sociales de las políticas de ajuste (impuestas por el FMI y BM) y de las exigencias de la UE; puesta en circulación de un euro que no suscita excesivas ilusiones, a pesar de la amplificada (y creada) mediáticamente "euforia ciudadana" inicial, y sí considerables cotas de rechazo, y que muchos ciudadanos van a relacionar su puesta en funcionamiento, se quiéralo o no, con la crisis y la brusca caída del crecimiento, así como con la subida de precios provocada por su introducción; intensificación de las diferencias sociales y regionales, que según la propia UE agudizará el euro (RMOTUE, 1997); y sobre todo cuando se pretende plasmar una "Europa" a distintas velocidades, que ya se venía creando, pero que ahora se quiere intensificar e institucionalizar.

Va a ser pues difícil dotar de legitimidad a este proyecto, y que ésta no se erosione aún más cuando se inicie realmente la ampliación de la UE. No es un buen momento para iniciar esta andadura, pero no puede esperar más, pues ya es muy tarde. Las dinámicas del capitalismo global imponen un ritmo frenético, y la "Europa" del capital (la actual UE ya no es suficiente) se verá obligada a construirse, aunque sea a contracorriente, si no quiere ser arrollada por dichas dinámicas, o quedar aún más supeditada a las mismas. De cualquier forma, existe una diversidad de proyectos institucionales para esa futura "Europa", entre los principales actores estatales de la UE, aunque todos ellos hablan, por supuesto, de una "Europa" superpotencia. Alemania pretende crear una estructura federal, con un poder ejecutivo europeo fuerte, que meta en cintura a los Estados comunitarios, consolidando de esta forma su hegemonía. Francia propone crear una especie de confederación de Estados, donde los Estados-nación tengan una mayor presencia, para no perder aún más peso específico. En ambos casos parece que esta estructura de mayor densidad institucional, donde se elaborarían y decidirían las políticas "europeas", no llegaría abarcar a todos los países miembros de la Unión, sobre todo en una futura Unión de 28 ó 30 miembros. Se consolidaría, pues, una "Europa" con un centro fuerte, federal o confederal, y distintas periferias que tendrían sus mercados abiertos a los poderes económicos y financieros de este espacio central, y que sufrirían estas dinámicas como todas las periferias. Probablemente, este "núcleo duro" se estructuraría en torno a los países que en la actualidad forman parte del euro. Y el Reino Unido, junto con la euroescéptica Italia de Berlusconi (que se ha mostrado reticente con el euro), aboga por un área principalmente de libre mercado, en la que los Estados actuales conserven gran parte de sus funciones. Blair (lo mismo que Berlusconi) quiere una Europa superpotencia, no superestado, probablemente para sortear el dominio alemán, y en menor medida francés. Este propuesta es la que más se adapta a sus intereses, como intentaremos subrayar más tarde.

De cualquier forma, la elaboración de este nuevo proyecto institucional (este nuevo Tratado) ya no va a depender principalmente de los Estados, como en el pasado, a través de las llamadas Conferencias Intergubernamentales, lo que hacía más difícil la cesión de soberanía, que la Comisión se veía obligada a arrancar a cuentagotas. El Tratado de Niza ya supuso cesiones importantes (adicionales) de soberanía, y un reforzamiento del poder de la Comisión y de su presidente, si bien todavía limitado, para lo que se pretende conseguir. Esta situación permite cambiar de método, y crear una Convención donde el papel de los Estados (gobiernos y, en este caso también, parlamentos nacionales) queda más diluido, por la presencia en igualdad de condiciones de las estructuras comunitarias (la Comisión, principalmente, pero también el Parlamento Europeo). Y todo ello se quiere hacer antes del 2004, para aprobarlo en dicho año, de forma previa a que formalmente entren los futuros países miembros de la Unión, que se encontrarían, una vez "dentro", con esta nueva fortaleza, a la que les será muy difícil acceder, pues se habrán puesto las condiciones para que no lo puedan lograr. Después de años preparándose y adaptando sus economías a las exigencias de la UE, se encontrarán otra vez fuera de donde "se corta el bacalao", con sus economías tal vez eurizadas, pero sin formar parte formal, muy probablemente, del euro, con todo lo que eso supone , pues ello afectaría a la credibilidad y fortaleza del euro a nivel internacional. Se establecerá pues una especie de "cordón sanitario", para que las manzanas "malas" no contaminen a las manzanas "buenas" de la "Europa" del euro. A estos países se les integra para acceder sin cortapisas a sus mercados y recursos, y para disponer de un amplio espacio donde se pueda localizar actividad productiva que disponga de mano de obra cualificada y barata. Digamos que serían como una especie de México en relación con EEUU dentro del TLC, aunque con ciertas ayudas transitorias hasta que reestructuren su agricultura y se construyan las infraestructuras necesarias.

Y cómo serán las cosas dentro del "núcleo duro". En este "corazón de Europa" se pretenden crear asimismo sus camarotes de primera, segunda y tercera clase. La renacionalización que se contempla de muchas de las políticas comunitarias, implicará que los Estados más débiles se vean privados de gran parte del maná que hoy en día les llega de Bruselas (PAC, Fondos Estructurales y de Cohesión). Se va a dar la paradoja de que los países más "pobres" de la actual UE van a pagar la factura de la ampliación, pues no se pretende incrementar porcentualmente el actual presupuesto comunitario, sino reorientar las ayudas hacia el Este. Ello hará también que estos países periféricos tengan que hacer frente en solitario a las posibles crisis asimétricas (es decir, que afectan más a una zona geográfica que a otra) que puedan sobrevenir en el espacio del euro, pues la UE tiene un presupuesto escuálido para afrontar dichos contratiempos. O para lidiar con sus deudas estatales, pues en ningún caso se contempla una solidaridad "europea" en este terreno. Pero dichos estados que habrán procedido a la desfiscalización (reducción de impuestos) competitiva para atraer inversiones, se pueden encontrar quizás sin recursos suficientes para encarar dichas contingencias. Si bien deberán aportar los recursos económicos necesarios para mantener las estructuras militares de la futura UE, que defenderá los intereses de "todos" en el mundo entero. Eso sí, participarán de alguna forma, aunque siempre detrás de sus mayores, para defender los intereses de sus empresas transnacionales (en el caso español: Repsol, Endesa, Telefónica, BBVA SCH...) en las negociaciones que aborde este "núcleo duro" con otros mercados planetarios (Mercosur, TLC -y en su día el ALCA-, APEC...), o en las que se lleven a cabo a escala global en la OMC.

Ante este entorno cada día más complejo, que puede repercutir en una deslegitimación adicional de las estructuras comunitarias, y dificultar el reforzamiento de las mismas, la vía que se ha elegido para mejorar su imagen de cara a las poblaciones europeas es la proclamación, como objetivo prioritario de la UE, del afianzamiento de la seguridad interna, amenazada, nos dicen, por el terrorismo, la delincuencia organizada y los flujos inmigratorios incontrolados. Y, asimismo, la consolidación de la seguridad externa "europea", que se ve amenazada también por las convulsiones crecientes de un mundo exterior donde reina un caos en ascenso, del que es preciso protegerse, según nos comentan. Este mensaje cala en las clases medias, temerosas del desorden, y permite matar varios pájaros de un tiro. La necesidad del endurecimiento supraestatal (y estatal) interno, para confrontar la contestación en auge al "proyecto europeo", y apuntalar la "Europa fortaleza", afirmando que se pretende luchar contra la delincuencia y el terrorismo; la urgencia de establecer una estructura militar comunitaria, para defender "nuestros intereses vitales" allá donde haga falta, y darle principalmente lustre al euro, planteando que es preciso dotarse de fuerzas militares para intervenciones "humanitarias" y de "mantenimiento de la paz", y cómo no, tras el 11-S, para luchar también contra el "terrorismo internacional"; y resaltar que todo ello sólo se puede hacer a escala supraestatal, de ahí la necesidad del nuevo Tratado.

Blair: ¿Un "caballo de Troya" de EEUU en "Europa"?

El que ha sabido entender mejor las nuevas circunstancias, sobre todo aquellas creadas tras el 11-S, y situarse en las mejores condiciones de cara a las mismas, ha sido sin lugar a dudas Tony Blair. El 11-S, y los acontecimientos posteriores, han permitido a EEUU diluir la voz de la actual UE, como proyecto, en el escenario mundial. Y Tony Blair ha jugado un papel trascendental en ese proceso, desempeñando al mismo tiempo un rol decisivo a favor de los intereses del Reino Unido, de cara al futuro que se abre. EEUU ha logrado imponer, sin contestación, toda una nueva visión geoestratégica, aparte de conseguir alinear a los países de la UE tras de sí, sin fisuras, en su respuesta al 11-S, desactivando cualquier posible reticencia a continuar la "guerra" cómo, cuándo y dónde quiera . El gigante estadounidense ha conseguido plasmar sus principales proyectos de dominio mundial sin contestación europea. Tanto el abandono unilateral del Tratado ABM, con Rusia, como la decisión de acometer el despliegue del Escudo Antimisiles, que le dará a EEUU un dominio indiscutible del espacio, con la importancia económica y sobre todo financiera (por la conexión de los mercados a través del éter) que ello supone, se han tomado por la administración Bush sin tener para nada en cuenta las primeras reticencias europeas . Es más, EEUU se ha permitido el lujo de recomendar a la UE el abandono del proyecto Galileo, sobre el que existe una división interna en el Consejo Europeo por su elevado coste, con el que "Europa" quería participar también en el control espacial. Y EEUU obtendrá probablemente una ampliación de la OTAN hacia el Este, en la cumbre de Praga de 2002, pudiéndose dar la paradoja de que estos países lleguen a forma parte de la Alianza Atlántica, antes de entrar en la futura UE. Lo que hará aún más difícil la concreción de un amplio proyecto militar europeo autónomo. A nadie se le escapa que todo ello juega a favor del mantenimiento de la hegemonía de EEUU, a favor por consiguiente del dólar, y en detrimento de una implantación potente del euro en el escenario mundial.

Blair, el socialdemócrata de la Tercera Vía, ha ofrecido un apoyo inestimable al conservador Bush para hacer todo esto factible. ¿Pero cuáles son los intereses que representa Tony Blair, que permiten explicar esta postura? ¿Y qué objetivos persigue? En las dos últimas décadas el Reino Unido siempre ha jugado un papel de plataforma de los intereses de EEUU hacia Europa, utilizando el atractivo del gran poder financiero de la City de Londres para ello. De facto, el Reino Unido se ha ido convirtiendo en un país cada vez más terciarizado, con una base industrial bastante limitada, mostrando un déficit comercial en aumento, al igual que EEUU, lo que contrasta con la posición netamente exportadora de Alemania, Italia y Francia. Se ha especializado en una producción crecientemente inmaterial, de base financiera. Pero este papel estaba siendo amenazado por la irrupción del euro, y especialmente por el hecho de que Gran Bretaña, debido a una gran oposición interna, no se ha adherido todavía a él. De esta forma, otros centros financieros del continente, y en concreto Frankfurt, suponen un serio peligro para que Londres pueda seguir desempeñando esa función . Cabría entender desde esta perspectiva, la continuada oposición del Reino Unido a que se avance en un proyecto político-institucional y militar en el "proyecto europeo", que dote de una mayor proyección mundial a la "Europa de los Doce". No por casualidad, en la cumbre de Niza Gran Bretaña se opuso a que los temas militares pudieran caer dentro del ámbito de las llamadas "cooperaciones reforzadas", lo que hubiera permitido a la "Europa de los Doce" avanzar en ese terreno.

Gran Bretaña, se quiere convertir en cabeza de la "Europa" del euro tras el 11-S

Sin embargo, tras los acontecimientos del 11-S, Gran Bretaña ha decidido "coger el toro por los cuernos", porque la situación lo propiciaba, y ser ella la que intente conducir un proceso, que espera capitalizar en beneficio propio, como de hecho está ocurriendo. Gran Bretaña ha conseguido convertirse en el artífice de la política exterior de la UE en esta etapa, y ser visualizada en el resto del mundo como parte también de la política exterior estadounidense. La famosa cena en Downing Street, donde convocó tan sólo a los principales líderes europeos, fue a este respecto paradigmática. A la cena se acabó autoinvitando el primer ministro holandés, y apareció también por allí de rondón, a última hora, Mr PESC, Javier Solana, para guardar las apariencias de que estaba representada la UE. Si bien la ausencia de la Comisión Europea fue manifiesta. Y allí Tony Blair, convertido en líder de "Europa", con el respaldo de Bush, planteó que era preciso que existiera una fuerza europea de "pacificación" en Afganistán, y que ésta estaría al mando de Gran Bretaña. Los demás no sólo asintieron, sino que se peleaban entre sí por ver quien podía enviar más tropas. De esta forma, Gran Bretaña está adquiriendo un peso decisivo de cara al debate abierto sobre la configuración de la futura UE.

Da la impresión de que el Reino Unido pretende convertirse en la rótula que ligue a la futura UE con EEUU, intentando consolidar el papel de Londres como principal centro financiero europeo de cara el futuro. Pues no en vano Londres ya es el mayor centro financiero de la UE, el mayor mercado de divisas del mundo y la mayor concentración bancaria del planeta. De esta forma, Blair ha vuelto a manifestar, tras el 11-S, y tras el inicio de la circulación física del euro, que Gran Bretaña no puede quedar al margen de la moneda única, lo que satisface los intereses de la City, que sabe que su futuro depende de esa decisión. Al mismo tiempo, la City se está preparando ya, desde hace tiempo, para ser el centro financiero mundial del comercio de emisiones de CO2. Un mercado que promete ser espectacular. Y ese papel de rótula adquiere aún más relevancia cuando existen presiones a ambos lados del Atlántico, por parte de las elites económicas, para caminar hacia un gran mercado transatlántico. Este proceso se está impulsando ya desde 1995, a través del llamado TABD (Trans Atlantic Business Dialogue), y en él participan representantes de las principales plataformas empresariales de EEUU y de la UE, junto con miembros de primera fila de los gobiernos de ambos bloques. El TABD ha jugado un papel de primer orden de cara a fijar una agenda común de la UE y de EEUU en relación con la cumbre de la OMC en Qatar (CEO, 2001). Hecho que ha sido trascendental para conseguir el inicio de una nueva ronda de negociaciones, que beneficiará principalmente al capital transnacional de ambos bloques. Capital que está cada día más interrelacionado, no sólo por las fusiones y adquisiciones transatlánticas que se empiezan a dar, si no también por las inversiones cruzadas que se manifiestan cada vez con mayor intensidad.

Además, el Reino Unido exhibe su política ultraneoliberal como un activo de cara al resto de la UE, en sintonía con los intereses de las elites económicas y financieras de la UE, pero también del otro lado del Atlántico. De hecho, las decisiones adoptadas en la cumbre de Lisboa, de liberalización a ultranza del mercado laboral y de los sistemas de seguridad social, fueron en gran medida tributarias de la posición que mantuvo Tony Blair, apoyado por su amigo Aznar (todavía no estaba Berlusconi). Ambos sustentaban las posturas más agresivas de la Comisión Europea. Pero también su posición a favor de la comercialización de alimentos transgénicos, y el levantamiento de restricciones para investigar con embriones humanos, permitiendo su clonación, están sirviendo de punta de lanza de los intereses de la industria biotecnológica (en gran medida de procedencia estadounidense) de cara al resto de la UE. De hecho, la Comisión Europea está apoyando con fondos comunitarios estas investigaciones en el Reino Unido, pues en el resto de los países miembros distintas restricciones lo impiden. Y todo ello se complementa con la adopción de la legislación antiterrorista más dura de toda la UE, en consonancia con lo que sucede al otro lado del Atlántico.

Finalmente, cabría reseñar los cambios que se están propiciando en la relación con Rusia tras los sucesos del 11-S. EEUU quiere intensificar, en beneficio propio, sus relaciones económicas y comerciales con Rusia, un enorme espacio que alberga una gran cantidad de recursos, manteniéndola en el área del dólar. Y para ello está redefiniendo su relación geoestratégica con este gigante en declive. EEUU ha llegado a manifestar su interés en promover una nueva vinculación de Rusia con la OTAN. Y Tony Blair ha sido otra vez, principalmente, el encargado de defender, de cara a los países europeos la necesidad de esta nueva relación. Ello se da en un momento en que desde las instituciones comunitarias, en conjunción con ciertos sectores del stablishment ruso, se había creado un Comité para explorar la posibilidad de integrar a Rusia en la UE. Y al mismo tiempo, también, en que desde Bruselas se pretende que las materias primas, y en concreto los recursos energéticos, que se importen de Rusia se denominen en euros, para no estar al albur de la evolución de la cotización del dólar. Esto permitiría a la futura UE ir consolidando la moneda única en sus relaciones comerciales con ese inmenso espacio geográfico, que son más importantes que las que éste mantiene con EEUU. Rusia (o mejor dicho, sus elites) está encantada, y se deja querer, aunque sabe que el principal capítulo de su deuda externa es con Alemania, por tanto está en euros, y que si el euro sube en relación con el dólar, la cuantía de la deuda subirá relativamente para ella, pues las materias primas que vende al resto del mundo se denominan en dólares.

Están en juego, pues, múltiples intereses, que condicionaran el resultado del proceso que se inicia a escala europea, para definir la estructura institucional del "proyecto europeo" de cara al futuro. Máxime tras los nuevos escenarios que se abren después del 11-S. Pero sólo una cosa está clara. Se plasme como sea el resultado final, las relaciones de dominio de ambos bloques del Atlántico Norte en relación con el resto del mundo se intensificarán. Y esta relación de dominio ya no se podrá seguir manteniendo sin una creciente fuerza, e intervencionismo, militar en el exterior, y una represión interior en aumento, pues se ha instalado la "guerra permanente" como forma de gestión del capitalismo global .

Ramón Fernández Durán
Miembro de Ecologistas en Acción
Madrid, enero de 2002


Bibliografía

CARCHEDI, Giugliemo: "For Another Europe". Verso. Londres, 2001.
CEO: "TABD Back on Track". En CEO Bulletin, nº10, diciembre, 2001.
FERNÁNDEZ DURÁN, Ramón: "Contra la Europa del Capital". Talasa. Madrid, 1996.
RMOTUE (Reunión de Ministros de Ordenación del Territorio de la Unión Europea): "Perspectiva Europea para la Ordenación del Territorio". Nordwijck, junio, 1997.
VVAA (Varios Autores): "EL PAÍS del Euro". EL PAÍS, noviembre-diciembre, 2001.


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