Una reflexión crítica y propositiva a modo de Balance de la Reunión Estatal de Movimientos Sociales "antiglobalización" en Zaragoza: Levedad del avance y tareas en acumulación.
26-11-01
Daniel Albarracín
Finalmente todo terminó con una obligada satisfacción moderada. La Reunión del 23-24 en Zaragoza hizo encontrarse en torno a 300 personas de todo el Estado Español que se desarrolló en una maratoniana doble sesión que sumó en torno a 13 horas, agotadoras, de trabajo colectivo, tanto en Plenario como en Talleres temáticos.

Nada puede decirse en contra de lo vivo del movimiento que allí nos reunimos y del despliegue de iniciativas y propuestas de acción para el próximo semestre. Sin embargo, desde mi punto de vista, aún falta mucho por recorrer, donde, primero, la confianza mutua supone un paso que sólo se está empezando a experimentar.

En este sentido, mientras se produce un acuerdo doble, primero con una sucesión de campañas (algunas de ellas de carácter estatal secundadas por todos/as: Trabajador@s contra la globalización del 2 de Diciembre, Junta de Ministros en Barcelona el 16 de Marzo, en Junio la cumbre europea en Sevilla; otras, muchas, de carácter territorial y temático) y en un lema común ("Contra la Europa del Capital y la Guerra. Globalicemos las resistencias. Otro mundo es posible") que nos muestran que algo se ha hecho, nos mantenemos con una triple carencia que a su vez pueden producir conflictos, malentendidos y fricciones innecesarias derivadas. Las carencias remiten al capítulo de un discurso transformador -en la que los diversos sujetos desde su pluralidad construyan espacios de debate y discusión, que más que buscar un programa unificado, cosa imposible inmediatamente, necesita de abrir canales permanentes sin tabicar de comunicación flexible-, esto es, un espacio comunicativo regular, para que en el medio plazo nos pongamos de acuerdo no sólo en lo que estamos en contra, sino lo que podemos proponer en común, o por separado, en las acciones; y el capítulo de la coordinación del apoyo mutuo.

Vale decir, la satisfacción moderada que ahora algunos sentimos parte del realismo de que nuestras contradicciones como movimiento forman parte unida a las riquezas de su vitalidad. Sin embargo, este es un material de tensiones a elaborar, a tratar, a superar sucesivamente, desde el respeto, el debate, la comunicación libre, en espacios permanentes de -no sólo del acuerdo, muchas veces precipitado, de "acciones acumulativas"- reflexiones que partan de la experiencia colectiva concreta y que contribuyan a dar pistas a las prácticas venideras. Poco es más posible decir, salvo que una se siente cómodo, con unos lemas que simbólicamente han podido acoger tanto la pluralidad viva del movimiento como una clara vocación antisistema, internacionalista, democrática y solidaria. En cambio, tenemos un calendario apretado para la agitación que, sin embargo, recoge tan sólo un lema que no está claro que se sustente en un/os discurso/s para propagar algo (o algos) pensado(s) profunda, sólida y conscientemente entre todos/as. Ni que decir tiene, que los lemas, consignas y demás, sólo pueden ser fruto, no sólo del acuerdo amplio, sino sobre todo de la elaboración de unos criterios, posicionamientos y discursos sobre el mundo que criticamos, y al que nos oponemos, y cómo pretendemos transformarlo. Si nos movemos y queremos hacer visible el conflicto algo tenemos que manifestar a la sociedad: Tanto una/s crítica/s fundamentada/s en diagnóstico/s sólido/s como unas propuestas que se correspondan con aquellos mundos posibles que queremos construir. Es necesario un/os manifiesto/s, aunque sólo sean para el debate.

Por otro lado, se constata un malentendido, heredero de una gran desconfianza entre los movimientos sociales en el Estado español. El gran fracaso de la izquierda tradicional no es motivo, sin embargo, para alabar cualquier nueva iniciativa, salvo que recoja en su dinámica también la capacidad flexible de aprender y la autocrítica. De manera, que es comprensible que, inercialmente, unos grupos sean escépticos de todo aquello sospechoso de encuadrarse en aquella vieja izquierda que, pudiendo traer la rígida organización estalinista, también confluyó con el programa equívoco de la socialdemocracia en toda la izquierda tradicional. Es comprensible, y saludable, reconocer que conviene prevenirse ante cualquier maniobra de cualquier iniciativa exclusivamente 'electoralista' que podría hacer degenerar el movimiento en mercancía para el mercado de votos, o moneda de cambio de legitimación de reformas para un capitalismo amable o keynesiano. Además, conviene también poner en cuestión viejas formas, siempre expresadas desde la impaciencia soñada como original, de carácter neolibertario que atienden, algunas veces, a razones del narcisismo grupal y el protagonismo personal más o menos innovador. Una vieja forma de la acracia, una impaciencia pretendidamente revolucionaria y espontaneista que no quiere dar forma continua a las luchas y su necesaria vertebración para la acción contundente. Una deriva de un tipo de anarquismo, en este caso primitivo, cuya impaciencia "hiperactiva" puede hacer confluir sus propuestas "inmediatistas de acción directa" con la directa reforma útil que pueda planear la socialdemocracia, también impaciente pero 'razonable', que propone medidas posibles ante el miedo a la 'derrota imaginada y esperada'. Sinceramente, hay razones para la esperanza, motivos para confiar plenamente que lo estamos superando.

De manera, que la construcción de los canales materiales de la comunicación, y la acción orientada por el acuerdo consensuado y constructivo, la reflexión profunda y el radicalismo combativo contra el capitalismo global en sus causas, no nace por generación espontánea, y menos aún conviene que sea impaciente. Este es el espacio en proceso y práctica concreta de los talleres, áreas y ejes temáticos, que han de proceder no sólo al intercambio en red telemática, sino a la fusión de prácticas, trabajo, experiencias y reflexiones en común, verdadero pilar de fortalecimiento duradero del movimiento contra un capitalismo que es global y que perdurará, a pesar de su crisis y barbarie recurrente, hasta que no acabemos con él. Necesitamos agruparnos, nutrirnos y trabajar juntos, descentralizados, pero sólidamente coordinados.

Con ello, además, no parece práctico que se confunda un movimiento internacionalista con un movimiento viajero o turista, porque aquella condición alude más a una perspectiva de análisis, también de coordinación internacional, que a un desplazamiento físico de todos/as y cada uno/a. Necesitamos un movimiento estatal internacionalista que agilice su dinámica con asambleas estatales semestrales, coordinación estable y comunicación inmediata y permanente, para articular una movilización visible, que autogestione su propia agenda. Necesitamos ir más allá del aleteo de la mariposa que se posa de cumbre en cumbre sin asentar algo fuerte, una hegemonía nueva, que hagan creíbles, dignos de esperanza, esos otros mundos necesarios y posibles, entre la población, para no disolvernos como el azucarillo tras el final de cada campaña.

No cabe duda de que la asamblea se pronunció contra el viejo sentido del vocablo "organización". Organización asociada al clásico centralismo, a las ataduras inflexibles de una burocracia, al dirigismo de un movimiento que al organizarse no podría ser movimiento. Organización que suena a formación política, que hoy se encuentra, más o menos, anclada a una partitocracia y una democracia burguesa empotrada en el Estado burgués.

Y sin embargo, ya estamos organizados, pero tenemos una organización mejorable. Asambleas que se autoconvocan periódicamente, que trae de ciudad en ciudad a cientos de militantes, que no precisa los talleres (en torno a las problemáticas más importantes), que articula sus campañas por el sistema de "exposición de acción e invitación a la misma", es un sistema de organizarnos, de autogestionar nuestras decisiones y trabajos. Sin duda alguna es una forma de organizarse con riesgos (¿Qué ocurriría si por cualquier motivo la fecha propuesta fuera inviable? ¿Quién convocaría de nuevo, en calidad de qué? Si la asamblea es donde reside la soberanía ¿Qué pasa si no hay asamblea que se autoconvoque? ¿Qué pasa si se interrumpe el proceso? ¿Quién convoca? ¿Sería el momento de disolver el movimiento?).

Ahora bien, hemos aprendido de algunos movimientos libertarios, que en ocasiones hay una fórmula para articular las prácticas comunes, de las acciones compartidas unitarias: Las Coordinadoras. Conformada con criterios de territorio, afinidad y trabajo de base, son rotatorias, revocables y transparentes; agilizan el trabajo de intercambio y coordinación, así como el posible de comunicación con los procedimientos telemáticos al alcance para todos/as, con unos grupos operativos mandatados por la asamblea, y unas reuniones entre ellos más regulares. Por otra parte, sin estos órganos es muy difícil la coordinación internacional, pero sobre todo es imposible la nacional. Esto es, la organización que necesitamos no habla de formación rígida sino que se basa en los principios de Coordinación y Comunicación descentralizada, principios orientadores para la acción material transformadora -tanto en la/s conciencia/s y formación de subjetividades rupturistas y transformadoras; como en la práctica de combate y lucha a las relaciones de poder establecidas-.

Aparte, necesitamos precisar las reglas de funcionamiento democrático, el sistema de toma de decisiones, aún inmaduro y que puede ocasionar malentendidos sino existe una clara norma, aunque lo sea flexible, de las reglas del juego que, convendría que fueran: asamblearia, plural, horizontal, descentralizada, basada en los trabajos de base, etc...

Todas estas son tareas que nos quedan, y aún un largo diálogo que realizar, un diálogo que no puede detener las muchas luchas que estamos emprendiendo juntos mientras tanto. Porque otros mundos son posibles.

Un saludo solidario, anticapitalista e internacionalista.

Daniel Albarracín


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