11 DE SEPTIEMBRE: LA GUERRA LLEGA A NEW YORK
Declaración libertaria sobre la barbarie en el nuevo milenio
Tras el ataque terrorista a las Torres Gemelas de New York, en el que murieron miles de personas, las voces que dominan el poder mediático se aprestan a corear el inicio de la Guerra Global en defensa de la seguridad de las ciudades y habitantes del mundo rico. Nosotros, los nietos del anarquismo que se opuso vehementemente a la primera guerra mundial del siglo XX, en los albores del nuevo milenio, queremos hacer la siguiente declaración:

1. La globalización capitalista conlleva la guerra. El reordenamiento productivo y social a escala mundial, actualmente en curso, y que el capitalismo inició hace más de 20 años, se está llevando a cabo en un estado de excepción permanente para disciplinar a los trabajadores de los países industriales, vaciando de todo contenido efectivo las libertades y la democracia, con políticas de tolerancia cero y una guerra social de baja intensidad contra las resistencias sociales con voluntad de criminalizar cualquier movimiento de acción directa, autónomo.

La guerra, con toda su potencia destructiva. dejó de ser de baja intensidad en aquellos lugares del planeta donde los intereses del capitalismo globalizador pueden estar o estaban en peligro: el Golfo Pérsico, los Balcanes, Asia Central, África Central, Panamá o Colombia son nombres de lugares donde han perdido la vida millones de seres humanos en la década pasada a manos de ejércitos armados por las grandes industrias militares o directamente por fuerzas "humanitarias" y "pacificadoras" de la ONU, la OTAN o los EE.UU. Con los enclaves estratégicos ricos en petróleo, minerales y metales preciosos, o que dominan las grandes rutas del comercio mundial no se juega; y la respuesta siempre ha sido clara: bombardeos a la población civil, invasiones, hambrunas, epidemias, millones de refugiados en campamentos...

Guerra de los ricos del mundo contra los pobres. Guerras para defender la sociedad del bienestar de unos 600 millones de habitantes que viven mayoritariamente en los países de la OCDE o como minorías elitistas en el resto del mundo. Bienestar a costa de la pobreza más absoluta de 4000 millones de personas, a quienes la globalización deja sin futuro. Ni el siglo XXI, ni la Guerra Global, comienzan ahora, al finalizar el verano de 2001. Todo empezó a partir de 1989 cuando desaparecieron los bloques de la "guerra fría" y el capitalismo pudo declarar abiertamente la guerra a los pobres del mundo, tratando de imponer el fin de la historia y de las luchas sociales por medio de la represión y el exterminio.

En todos los países del mundo, desde Brasil a la India, desde Corea a Chiapas, y en las mismas ciudades de los países ricos ha surgido un fuerte movimiento antiglobalización. En las calles de Seattle, de Québec, Davos, Gotemburg o Génova, miles y miles de personas se han manifestado contra la guerra, la hambruna y la pobreza, contra el capitalismo. La "baja intensidad" de la respuesta no se hizo de esperar: un muerto, centenares de heridos y detenidos el pasado mes de julio en Génova. Las guerras de baja o alta intensidad producen muchos sufrimientos y muertes en ambos bandos (en unos más que en otros) como sabemos por experiencia propia algunos países europeos que vivimos los "años de plomo". Y el 11 de septiembre el terrorismo del fundamentalismo islámico acunado entre la pobreza y la humillación, financiado y armado por los EE.UU., llevó la guerra a New York produciendo la muerte y el dolor entre miles y miles de víctimas, familiares, compañeros y amigos.

2. Vulnerabilidad y Guerra Global. El escudo antimisiles de la "guerra de las galaxias" iba camino de convertirse en el gran negocio de la industria militar, cuando los aviones comerciales secuestrados se estrellaron contra las Torres Gemelas y el Pentágono. La desfachatez con que defendía el escudo antimisiles el gobierno de los EE.UU. quedaba al descubierto, pues se ha demostrado que para atacar las ciudades ricas no hacen falta mísiles.

"Nuestra sociedad es vulnerable por el aire de libertad que se respira y la confianza que mostramos en el prójimo", son dos de las grandes mentiras que no se cansan de repetir los medios de comunicación estos días. La vulnerabilidad es consustancial a la dependencia que exige el capital a las personas, a los pueblos y ciudades para poder funcionar; y con la mundialización capitalista la dependencia es total. El modelo energético, el consumo de agua, el sistema alimentario o el de transporte es absolutamente dependiente y nada autónomo. Las ciudades han sido moldeadas de forma dependientes para que acepten mansamente la gobernabilidad y la monetarización de la vida. De esta forma cualquier gran metrópoli se convierte en la ensoñación ideal para el sabotaje y el terrorismo.

La sociedad capitalista ha generado monstruos que nos hace vulnerables a todos: el previsible cambio climático por la quema masiva de combustibles fósiles desde la revolución industrial, el terror nuclear, la contaminación química y las biotecnologías; llevan décadas queriéndonos hacer convivir con el riesgo, magnificando las ventajas del modelo de sociedad. Sin embargo, después del 11 de septiembre, la amenaza terrorista de un ataque nuclear, químico o biológico, a las grandes ciudades pasa de la remota posibilidad a la inmediata probabilidad.

El reparto de la riqueza y la eliminación de la pobreza, la autonomía y la autogestión de las comunidades y ciudades, de la producción, de los sistemas básicos para reproducir la vida acabando con la dependencia, no son soluciones contempladas por el capital para combatir la vulnerabilidad. En cambio, la Guerra Global contra el terrorismo es la alternativa de las fuerzas del Imperio, alternativa que no sólo no acabará con el problema sino que puede llegar a convertir a las ciudades de los países ricos en dianas ensangrentadas por la rabia y la locura homicida del terrorismo fundamentalista, religioso (islámico, judío o cristiano) o nacionalista.

Esta Guerra Global se le declara formalmente a un enemigo que no tiene ejércitos, industrias y posiciones que bombardear. La manera de combatirlo, según los gobiernos, es el de un mayor control de las personas por medio de la tecnología y las fuerzas imperiales en todo el planeta, el secretismo, la guerra sucia (con GAL y OAS mundiales), la represión y la guerra abierta a las personas y Estados que ayuden o den cobijo a los terroristas. Las libertades y las escasas posibilidades de ejercer la democracia en la dictadura del capital serán las grandes perdedoras, porque la cruda realidad es que se declara la guerra a toda posibilidad de rebelión, de insurgencia, de resistencia social a la globalización.

Para que aceptemos esta guerra, perdamos libertad y resignadamente dejemos controlar nuestros comportamientos, relaciones y acciones, la fábrica de mentalidades sumisas está en plena actividad ya que su objetivo biopolítico es producir subjetividades capaces de aceptar el vivir en un estado de excepción mundial a cambio de seguridad.

3. La maquinaria de guerra en marcha. La primera pieza de la maquina guerrera en moverse es el escuadrón mediático para preparar el terreno. El enemigo es satanizado y se le convierte en un listo, malvado y poderoso contrincante. Es lo que vienen haciendo los medios de comunicación de todo el orbe, poniendo especial énfasis en la alegría de los seguidores del maligno ante la tragedia neoyorquina. Igual que la Guerra del Golfo tuvo su pájaro alquitranado, aunque fuera de Alaska, para mostrar la maldad de los iraquíes, en la campaña primeramente denominada "justicia infinita" por el fundamentalista Bush, ya tienen las imágenes de los niños y mujeres palestinos alborozados por la tragedia norteamericana, aunque en realidad, se dice, fueron filmadas durante la invasión de Kuwait once años antes. Las poderosas cadenas de televisión nos tienen acostumbrados a enseñarnos la realidad virtualmente montada que a sus dueños les interesa.

Ni tripas, ni heridos, ni muertos de los atentados terroristas; nada enseñan los medios de comunicación para no debilitar las conciencia de la ciudadanía, para evitar que se hagan preguntas; en cambio, no tienen empacho en mostrarnos todos los días a la hora de comer, en los telediarios, los muertos, las mutilaciones, los muñones de los niños azotados por las guerras en los países pobres:. Todo para que nos quedemos contentos de vivir en un país rico, seguro, sin guerras y tragedias. ¿Y después del 11 de septiembre, qué?

El mercado impone la censura: películas y canciones que recuerden a las Torres Gemelas, que reivindiquen la paz, son silenciadas; mientras que los cantos patrióticos y guerreros se multiplican en los discursos, la prensa, la radio y la televisión.

Pero el escuadrón mediático no sólo prepara el terreno para la guerra, también crea zonas de sombra para ocultar importantes medidas que van a tomarse próximamente: por ejemplo, la cumbre de la OMC a celebrar en Qatar favorecerá la privatización de los sistemas públicos de salud, que de llevarse a cabo será un buen negocio para las empresas transnacionales dedicadas a la sanidad e imposibilita a millones de personas empobrecidas el acceso a la atención médica. El movimiento antiglobalización preparaba amplias movilizaciones contra las medidas de la OMC en las grandes ciudades del mundo ante la imposibilidad de desplazarse al desierto. ¿Serán capaces de mantenerlas ante el clima de guerra?. Por lo pronto. el poder mediático ha hecho que a dos meses de la cumbre de la OMC nos olvidemos de ella y en el caso de que se produzcan las manifestaciones, las zonas de sombra difícilmente las harán visibles, porque nada ocurre si los medios de comunicación no lo cuentan.

El Imperio contraataca al terrorismo imponiendo la formación de una coalición internacional, ya que su poder extiende sus redes más allá del viejo imperialismo yanqui. El Imperio fuerza a los cambios legislativos oportunos en los Estados nacionales para controlar mejor a la población mundial y unir en la misma batalla a los servicios de espionaje, fuerzas policiales y sobre todo hegemoniza la comunicación, auténtica clave del poder imperial. La coalición internacional tiene que aglutinar a la mayor parte de los Estados del planeta, las instituciones del terror por excelencia, pues, aunque se revistan de ropajes democráticos, todos ostentan el monopolio legal de la violencia; e incluso con el máximo descaro, la coalición acepta como socios a tiranos que se visten como tales y masacran diariamente a la población que tienen bajo sus botas.

Con la excusa de controlar al ciberterrorismo el Imperio acrecentará su control sobre Internet. Esta red creada por los militares yanquis para responder ante un ataque a los centros de mando y salvar de forma autónoma las comunicaciones, le está dando verdaderos dolores de cabeza al capitalismo ya que es muy utilizada para impulsar las resistencias sociales, la democracia directa y la inteligencia colectiva. Tanto en los EE.UU. como en la UE se preparaban normas legales para controlar policialmente Internet. A partir de ahora todo se acelera para que la policía pueda pinchar la red, exigir a los servidores los correos electrónicos de sus abonados y pugnan por acabar con los mensajes encriptados. La vigilancia de las comunicaciones electrónicas por "Echelon" y la instalación de programas como "Carnívoro" pretenden espiar en Internet para convertir al Imperio en el Gran Hermano que todo lo ve, que todo lo escucha. Se trata de acabar con la intimidad de las personas. La transparencia total es la aspiración totalitaria del poder. Y es un proceso que no es nuevo: el control del ciberespacio por parte de oscuras agencias estatales, es el sueño de los Gobiernos; un sueño que se ha convertido en parte en realidad por la desidia con la que consideramos nuestra relación con la informática. Las actitudes clientelares, la renuncia fácil a autogestionar nuestro acceso a la Red y nuestra actividad informática (desde escribir un simple texto a navegar por Internet), la asunción del modelo de cliente que nos han vendido las grandes corporaciones informáticas y mediáticas, les ha servido en bandeja el control de nuestras actividades (para muestra un botón: las "puertas traseras" del sistema operativo de Microsoft -Windows- o la disposición del servidor gratuito de correo Hotmail a proporcionar todos los datos, incluidas copias de los mensajes de sus usuarios, a las agencias federales).

La maquinaria de guerra está favoreciendo el racismo y los comportamientos xenófobos contra los musulmanes y los árabes. Actualmente hay unos 10 millones de trabajadores musulmanes en la UE, por lo que la peligrosa espiral en la que nos mete la Guerra Global contra el terrorismo sólo favorecen al militarismo creciente de la sociedad y puede despertar a la bestia violenta y criminal del fascismo.

4. No a la Guerra Global. En el actual clima de tensión algunos gobiernos pretender "barrer para casa". El Estado español, durante el verano, ha continuado con la represión contra el movimiento okupa, tratándolo de criminalizar al relacionarlo con ETA. Los okupas nos ayudan a ver la obscenidad de la especulación de las viviendas, ante las carencias de techo de miles de personas, es más, son una clara denuncia de la sociedad opulenta y consumista, por lo que el ejemplo no ha de cundir y las fuerzas policiales siguiendo órdenes gubernamentales se han encargado de los desalojos en Barcelona y Madrid, pero la cosa no queda ahí: faltaban las detenciones e incriminar a todo un movimiento de colaboración con el terrorismo.

Incluso están circulando los rumores, que se convierten en noticias en los medios de comunicación, de que ETA preparaba grandes atentados en Barcelona con la ayuda de los okupas y la colaboración del terrorismo islámico con motivo de la celebración de una cumbre de la UE en marzo de 2002. Han ligado todo, haciendo carambola de una tacada: el gobierno español quiere blindarse y asegurarse manos libres para reprimir las movilizaciones antiglobalizadoras que tendrán lugar en su territorio al presidir la Unión Europea durante el primer semestre de 2002. A Aznar quizás le pareció demasiado blando Berlusconi.

Hay que resistirse a la Guerra Global del Imperio saboteando las conciencias sumisas, rebelándose ante la fábrica de imaginarios colectivos; la única manera de acabar con la vulnerabilidad y el terrorismo, es acabando con la pobreza y la injusticia, ganando espacios y tiempo para la autonomía personal y social, para la libertad. Indiquémosle al Imperio su única salida: el suicidio.

Valencia 29 de septiembre de 2001.


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