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PABLO NERUDA

 Llegada a Madrid de la Brigada Internacional

(TERCERA RESIDENCIA)

 

Una mañana de un mes frío,

De un mes agonizante, manchado por el lodo y por el humo,

Un mes sin rodillas, un triste mes de sitio y desventura,

Cuando a través de los cristales mojados de mi casa se oían los chacales africanos

Aullar con los rifles y los dientes llenos de sangre, entonces,

Cuando no teníamos más esperanza que un sueño de pólvora, cuando ya creíamos

Que el mundo estaba lleno sólo de monstruos devoradores y de furias,

Entonces, quebrando la escarcha del mes de frío de Madrid, en la niebla

Del alba

He visto con estos ojos que tengo, con este corazón que mira,

He visto llegar a los claros, a los dominadores combatientes

De la delgada y dura y madura y ardiente brigada de piedra.

Era el acongojado tiempo en que las mujeres

Llevaban una ausencia como un carbón terrible,

Y la muerte española, más ácida y aguda que otras muertes,

Llenaba los campos hasta entonces honrados por el trigo.

Por las calles la sangre rota del hombre se juntaba

Con el agua que sale del corazón destruido de las casas:

Los huesos de los niños deshechos, el desgarrador

Enlutado silencio de las madres, los ojos

Cerrados para siempre de los indefensos,

Eran como la tristeza y la pérdida, eran como un jardín esculpido,

Eran la fe y la flor asesinadas para siempre.

Camaradas,

Entonces

Os he visto,

Y mis ojos están hasta ahora llenos de orgullo

Porque os vi a través de la mañana de niebla llegar a la frente pura de Castilla

Silenciosos y firmes

Como campanas antes del alba,

Llenos de solemnidad y de ojos azules venir de lejos y lejos,

Venir de vuestros rincones, de vuestras patrias perdidas, de vuestros sueños

Llenos de dulzura quemada y de fusiles

A defender la ciudad española en que la libertad acorralada

Pudo caer y morir mordida por las bestias.

Hermanos, que desde ahora

Vuestra pureza y vuestra fuerza, vuestra historia solemne

Sea conocida del niño y del varón, de la mujer y del viejo,

Llegue a todos los seres sin esperanzas, baje a las minas corroídas por el aire sulfúrico,

Suba a las escaleras inhumanas del esclavo,

Que todas las estrellas, que todas las espigas de Castilla y del mundo

Escriban vuestro nombre y vuestra áspera lucha

Y vuestra victoria fuerte y terrestre como una encina roja.

Porque habéis hecho renacer con vuestro sacrificio

La fe perdida, el alma ausente, la confianza en la tierra,

Y por vuestra abundancia, por vuestra nobleza, por vuestros muertos,

Como por un valle de duras rocas de sangre

Pasa un inmenso río con palomas de acero y de esperanza.