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VOLVED

Era la hora más triste y oscura de Europa y de España, eran los días de auge y triunfo del fascismo. Por las armas, pero también por las urnas, la barbarie y el terror comenzaban a cubrir España y Europa de forma implacable, metódica, quizás irreversible. Si caía Madrid, caerían también Praga, Varsovia, París, quizás Moscú y mas allá comenzaría aquel milenio que en la locura de occidente muchos soñaban. Frente a aquel reinado de la sangre y los hornos crematorios se levantaban con heroica dignidad todas las voces de aquella vieja Europa que quería heredar los ideales de la Revolución francesa, que quería tener siempre presentes a los defensores de la Comuna o a los garibaldinos, a las víctimas de las matanzas de Chicago, a los luchadores por la libertad de Grecia o de Polonia, a los decembristas rusos, o a los parias de aquella Barcelona de la semana trágica.

A impedir que cayera Madrid llegaron miles de hombres y mujeres de todo el mundo, eran la voz de la razón, de la lucha por la libertad, era la hora, trágica, de la última verdad. Para todos ellos y para todos los que en nuestras tierras habían decidido decir claramente no, ¡No pasarán!, era realmente la hora de la verdad.

Fueron miles, miles murieron luchando por aquel ideal, porque si caía Madrid, caerían mañana Praga, Varsovia o París. Fue una lucha desigual, por un lado, medios, dinero, ejércitos profesionales, por otro entusiasmo, dignidad, decisión, y una extraña mezcla de madurez y juventud. La lucha fue muy desigual, y la cínica política de aquel hipócrita comité de no intervención, forzado y engañado el legítimo gobierno de la República Española, culminó en la salida de España de aquellos miles de Voluntarios de la Libertad.

"Volved, cuando florezcan los olivos de la paz, volved". Eran las palabras de Pasionaria al despedirles en aquel triste noviembre de 1938, preludio de tragedias aún mayores. Solo un año después se volverían a encontrar en los campos de batalla de Europa, en las calles mas oscuras de París, en Yugoslavia, entre las tropas regulares norteamericanas o británicas o en la aviación soviética nuevamente resistían codo con codo aquellos heroicos interbrigadistas, los que en todas partes llamaban ya "los españoles", fuesen españoles, o alemanes, o polacos, o británicos, o rusos, o de donde se quisiera que fuesen . Eran en realidad todos lo mismo, los Voluntarios de la Libertad.

Y la guerra llegó a su fin. Vencimos al fin, en toda Europa triunfó el ansia de libertad, cayó aquel milenio fascista, se abrieron los campos de concentración, Mathausen, Dachau, Auswichtz, pasaron a ser historia, vida, pero también historia. Por toda Europa se levantaron monumentos y recuerdos dedicados a aquellos que dejaron la vida en aquellos tiempos de dolor. Durante los muchos años que siguieron, a lo largo y ancho del continente y del mundo, miles de brigadistas que habían comenzado su larga marcha hacia la libertad defendiendo Madrid, contaron a todos los que querían escucharles, o sea a toda la juventud de Europa y América, cómo había comenzado aquella lucha por la libertad. En todas partes menos en España y en Portugal.

Y su triunfo, su lucha, fue saludada por todos en todas partes, pero no siempre sus personas; eran peligrosos, eran duros, irreductibles, tenían el corazón en la mano y estaban en todas partes dispuestos a seguir luchando contra la explotación, la injusticia, la xenofobia, la opresión, eran verdaderamente peligrosos, y así empezaron las purgas en la Rusia estalinista, los procesos de Praga, la caza de brujas macartista, o continuaba la guerra en China, o la resistencia y la lucha en Argentina, Brasil, Cuba, Grecia, Egipto o Argelia. Muchos miles mas cayeron entonces desde los gulags siberianos hasta los campos de internamiento de Videla y Cia.

Hoy, no ha llegado la paz, pero el mundo ha cambiado mucho, de nuevo la oscura sombra de fanatismos religiosos o nacionalistas, la neoliberal exaltación de la pura ley del mas fuerte como norma de derecho, la opresión y la injusticia mas despiadadas toman un lugar manifiesto, preeminente, en el mundo. ¿Alguien levantará de nuevo la voz gritando un ¡No pasaran!?, ¿Alguien volverá a decir que es preferible morir de pie que vivir de rodillas? ¿Quien nos traerá la voz próxima y cálida de aquellos Voluntarios de la libertad?

A esto han vuelto muchas veces, a traernos ese mensaje de solidaridad, de entusiasmo, a decir a la juventud que es preciso luchar ahora y siempre, no rendirse, luchar una y mil veces por los mismos ideales, por idéntica causa, por que la lucha por la libertad y la dignidad no tiene ni puede tener nunca fin, por que esa lucha no es para alcanzar un objetivo, es un objetivo en sí, por que la vida merece vivirse y solo se vive una vez, y esa vida ha de ser digna, útil, solidaria. Son sus viejas palabras, son palabras de siempre y son hoy por desgracia, palabras nuevas para muchos, que quizás no las hayan podido escuchar muchas veces en este mundo emergente de violencia y fanatismo, de pasión por el dinero y el poder.

Y se han sorprendido, porque nadie efectivamente miraba hacia atrás, porque la sociedad entera ha marchado en su busca, porque por cada pueblo y ciudad por los que han pasado encontraban, como encontraron ayer, miles de hombres y mujeres que les esperaban emocionados y les decían que nunca les hemos olvidado, que esta es su tierra y esta su casa y que su gesto estaba profundamente grabado en lo más hondo del alma del pueblo español. Y ellos han dichos aquello de que nadie les debe nada a ellos, que son ellos quienes siempre han agradecido profundamente al pueblo español que les permitiera venir aquí a luchar contra el fascismo, y aquello otro de que los pueblos que se visitan dejan recuerdos, pero aquel en el que se ha dejado la sangre se lleva para siempre en el corazón.

Es el reencuentro necesario, el abrazo fraterno que ha estado esperando sesenta años, la voz nuestra que nos han tenido que traer de fuera, de un mundo abierto a donde la vida había ido llevando uno a uno a estos luchadores por la libertad, han venido de muchos países, algunos habían ya venido otras veces, incluso eran habituales de estos pagos, otros nunca habían vuelto a pisar esta tierra que un día defendieron, quizás pensaban que ya nadie aquí se acordaba de ellos.

Sí, os recordamos muy bien, uno a uno, los que volvisteis ahora y los que nunca podrán ya volver, los que cubre nuestra tierra común y los que cubren ya otras tierras del mundo donde dejasteis vuestro anhelo de libertad. ¡Quien podría olvidaros, si sois parte de nosotros, de nuestra historia, de nuestro hoy vivo, presente y actual! Pero lo que nadie sabíamos es que la sociedad entera os estaba esperando, os quería ver, sentir como la parte que se reencuentra y vuelve a su lugar, que esta vuelta a casa no era la vuelta a casa ni de unos vencidos ni de un sector de la sociedad si no un reencuentro de nosotros con nosotros mismos, con nuestra y vuestras señas de identidad.

Si, son nuestras señas de identidad. No solo de la izquierda, no solo de la humanidad progresista , de los amantes de la vida y la libertad, lo son de todos, lo son del género humano, lo han sido, y ellos vienen a decirnos nuevamente sesenta años después que lo han de ser. Son nuestras señas de identidad, podíamos perderlas en este mundo aparentemente cambiante y ellos han venido nuevamente a su tierra, a su patria ganada con su sangre a decirnos que hemos de mirar hacia adelante, hacia la libertad, que por fortuna el pasado es ya historia, que están muy orgullosos de formar parte de esa historia, pero la vida, lo que está por hacerse es lo que importa y lo que hay que hacer. Que son jóvenes y se sienten profundamente felices al encontrarse con los jóvenes que hoy les acogen, les escuchan les entienden y les hablan de tu a tu, con sus dudas, su sinceridad, su desasosiego. Y quieren decirles que duden pero actúen, que no se dejen vencer, como ayer ellos no se dejaron vencer, que la vida, la solidaridad, en última instancia, la libertad de todos están, hoy como ayer, en sus manos, en esas manos que hoy cogen la antorcha de la libertad que vienen a transmitir con emoción y que un día hace sesenta años tuvieron que llevarse con dolor de aquella España que se apagaba ante la bota y la barbarie.