Xarxa Feminista PV

Prólogo del libro: "30 mujeres de un infinito: la paz es nuestra". Luz Sanfeliu

Viernes 4 de abril de 2008

Prólogo.

Luz Sanfeliu

Quienes trabajamos desde la perspectiva de la Historia de las Relaciones de Género sabemos que las mujeres tenemos una “herencia” que nos trasmitimos a través de la experiencia y de las prácticas de vida aunque, paradójicamente, dicha herencia en muchos casos nos ha sido legada sin “testamento”, con escasa documentación y sin una historia escrita que permita hacerla visible.

Por este motivo, la recuperación de las historias de vida o de cualquier otra “huella” del pasado femenino supone, no sólo dar voz y presencia a las actuaciones de las mujeres en el mundo, sino también poner las bases para ir construyendo nuestra herencia silenciosa y silenciada y para ir conformando las claves de nuestro “testamento”, haciéndolo público y documentándolo de modo que pueda transmitirse de forma fehaciente a otras generaciones.

Sucede además que al olvido de las memorias femeninas, en muchos casos inevitablemente cotidianas y sencillas aunque cargadas de valor, empeño o laboriosidad, se suman el borrado sistemático de la memoria de quienes eligieron “el bando perdedor”. Los que se imponen por la fuerza y la violencia en nada les interesa dar a conocer indicios y testimonios que afirman que otras historias, otra historia, regida por la libertad colectiva y la voluntad popular, habría sido posible.

Y estos son en resumen los valores del libro de Cristina Escrivá, haber aunado genealogías femeninas e ideales democráticos y democratizadores en el rescate de la biografía de mujeres socialistas, libertarias, comunistas, republicanas, “rojas” según la terminología de la época, que conformaron nuevas subjetividades femeninas nutridas también por los ideales colectivos de modernización, laicidad, instrucción, igualdad, libertad o justicia que para una parte de la sociedad española, simbolizaba la instauración de la II República.

Así pues, el libro consolida y aporta nuevos datos para seguir construyendo historias femeninas, porque ellas, las aquí retratadas, fueron sin duda nuestras antecesoras. Sus vidas recorrieron un trecho más del camino que ha ido conduciendo a las mujeres españolas hacia una ciudadanía más plena. Posiblemente sólo unas pocas de ellas se autodenominaron feministas, aunque sus conductas, su necesidad de ser co-creadoras de la realidad de su tiempo y su impulso por participar en la sociedad alumbró nuevas subjetividades y otras formas más amplias de expresar la feminidad. El compromiso con sus ideales las impulsó a disputar y consolidar espacios hasta entonces negados a las mujeres y, en última instancia, cuando cualquier mujer sobrepasa los límites que se nos imponen a causa de nuestro género está contribuyendo al proyecto emancipador.

Genealogías femeninas que suman por tanto un doble vínculo, porque los ideales democráticos y democratizadores de las aquí biografiadas, anteceden asimismo a los mantenidos por el movimiento feminista actual. Los ecofeminismos, los ciberfeminismos, los feminismos autónomos, académicos, políticos o sindicales de signo progresista siguen afirmando que la “liberación de las mujeres” es un proyecto de transformación social.

Desde la crítica teórica y desde las prácticas cotidianas, dichos feminismos, que en este año 2007 celebramos los treinta años de nuestros primeros debates públicos con unas Jornadas en el País Valenciano, continuamos trabajando por un cambio global en la sociedad que acabe con el conjunto de desigualdades, no sólo las que se refieren al género, que se producen en la sociedades sobre la base de las estructuras belicistas, clasistas, sexistas, racistas y homófobas que difunde e instaura la lógica patriarcal.

Así, siguiendo estelas pasadas, mediante esos “hilos invisibles” que unen a una generación con otra, “las gentes corrientes”, es decir los sujetos históricos, a través de nuestra existencia vamos tejiendo a través del tiempo un vasto tapiz que expresa los diversos paisajes del acontecer social. Las vidas de estas “30 mujeres de un infinito” de las que ahora se recogen sus memorias, son o fueron, como son el resto de vidas, leves puntadas insertas en contextos determinados. A través de dichos contextos, de las ideologías, de las políticas, de las formas de Estado o las actuaciones de los gobiernos entendidos en su sentido más convencional, también se restringe o potencia, se limita o posibilita que se expresen hilos y puntadas con mayor holgura y en toda su diversidad cromática.

Durante la II República y la Guerra Civil, las urdimbres del tiempo y del contexto permitieron dibujar provisionalmente en España un paisaje menos restrictivo y más abierto a la libertad y a la participación popular. En 1931 se inició un periodo que alentaba la inconcreta y a la vez formidable “esperanza republicana” que durante muchas décadas había sido compartida por amplios sectores de la sociedad española. Una “esperanza” democrática expresada en múltiples registros ideológicos que finalmente parecía encontrar espacio y oportunidad para materializarse en la práctica.

La apuesta del primer gobierno republicano por la modernización, secularización, progreso y laicidad del Estado y de la sociedad recogió pronto las propuestas a favor de un nuevo status para las mujeres en clave igualitaria.

Entre mayo de 1931 y el verano de 1933 el gobierno republicano-socialista, promulgó hasta diecisiete textos legales que hacían referencia específica a la igualdad entre hombres y mujeres. En 1931 la Constitución democrática había recogido definitivamente en diferentes artículos el principio de igualdad entre los sexos y suponía un considerable avance en la consolidación de los derechos de las mujeres. En su artículo 2 establecía que "todos los españoles eran iguales ante la ley". En el artículo 25 se concretaba además que no podrían ser fundamento de privilegio jurídico el sexo, la clase social, la riqueza, las ideas políticas ni las creencias religiosas. En otras leyes posteriores se desarrollaron estos derechos a través de la ley del matrimonio civil o con la ley del divorcio, una de las más avanzadas de su época, porque entre otras cuestiones contemplaba la posibilidad del divorcio por mutuo acuerdo. Asimismo se garantizó por ley la no discriminación en puestos oficiales y cargos públicos en razón de sexo y la protección de las mujeres en el trabajo.

Posteriormente la consecución del sufragio femenino consolidaría de una forma efectiva los principios de igualdad política recogidos en la Constitución. En las elecciones de 1933, con el ejercicio práctico del sufragio por parte de las mujeres, finalmente se reconocía en España una ciudadanía verdaderamente plena y universal sin distinción de sexos. La obtención de esta ciudadanía plena, al menos teóricamente, por parte de las mujeres potenció asimismo su presencia progresiva en multitud de actividades políticas, en las organizaciones sindicales y en la gestión educativa y cultural.

Aunque la movilización social de las mujeres trabajadoras había sido un proceso que precedía al período republicano, organizaciones como la UGT pasaron de 18.000 afiliadas en 1929 a más de 100.000 en 1936. La CNT tuvo una evolución más espectacular y en 1936 afirmaba contar en sus filas con más de 142.000 mujeres sindicadas. Los datos resultan significativos si tenemos en cuenta que por esos años y según las estadísticas oficiales en España sólo había un 9 por 100 de trabajadoras. Las organizaciones específicamente femeninas también afianzaron su visibilidad en los escenarios públicos donde desarrollaron proyectos autónomos centrados en muchos casos en impulsar su propia participación en la sociedad.

Emblemáticas en este sentido por la ingente cantidad de mujeres que fueron capaces de organizar en sus filas y por las actividades que llevaron a término fueron Mujeres Libres y la Agrupación de Mujeres Antifascistas. Esta última organización tuvo un carácter unitario ya que agrupaba a mujeres republicanas y socialistas (aunque bajo la hegemonía de las comunistas). Entre sus ámbitos de actuación figuraban la educación, la formación cultural de las mujeres y su incorporación a la vida pública y social. Mujeres Antifascistas multiplicaba la acción social femenina a través de agrupaciones locales radicadas en toda la geografía española. De esta forma llegó a contar con 60.000 mujeres afiliadas repartidas en 225 de dichas agrupaciones locales. En 1937 publicaba a nivel nacional la revista Mujeres. La organización Mujeres libres de ideales libertarios fue novedosa en sus postulados y la primera que planteó la problemática de las mujeres desde una perspectiva de clase. Sus planteamientos de lucha fueron triples ya que se proponían liberar a las mujeres de la esclavitud de la ignorancia y también de su esclavitud como mujeres y como trabajadoras. Las cifras más fiables indican que Mujeres libres llegó a tener 20.0000 afiliadas organizadas en 170 agrupaciones locales radicadas en ciudades y pueblos de la zona republicana. Su programa fue inicialmente cultural y educativo, posteriormente la organización se propuso también entre otras tareas dotar a las mujeres de una formación profesional que aumentara sus posibilidades de empleo. Publicó un periódico, Mujeres Libres, con el objetivo de suscitar el interés por los problemas sociales e implicar a las mujeres en los ideales libertarios.

Sin duda alguna, en el período que va de 1931 a 1939 hubo en la sociedad española notables permanencias y continuidades con respecto a los modelos de feminidad más tradicional porque la moral, las normas y las mentalidades sociales se transforman en tiempos largos. Pese a las mejoras legales y a la mayor participación femenina en diversos tipos de organizaciones y asociaciones continuó existiendo segregación en el empleo, discriminación salarial y no se acabó con la oposición a la presencia de las mujeres en la vida pública por parte de amplios sectores de la población masculina. También, entre los hombres de izquierdas se expresaron las resistencias a que las mujeres abandonaran sus funciones exclusivas de esposas y madres. Pero, junto a estas resistencias, hubo también rupturas y cambios importantes ya que durante la II República y la Guerra Civil las mujeres, no sólo pudieron participar en mayor medida en los quehaceres políticos sindicales o en la militancia femenina, también muchas de ellas pudieron ensayar nuevas libertades, nuevas formas y estilos de estar en el mundo.

La introducción de la escuela mixta y laica supuso una oportunidad para la instauración de un nuevo modelo coeducativo en el que se instruyeron miles de niños y niñas y en el que las maestras tuvieron un claro protagonismo. En el curso escolar de 1933-34 la escolarización de las niñas era un 3% menor que el de niños. En 1939 los porcentajes de escolarización de niños y niñas eran prácticamente idénticos. También por esas fechas se redujo considerablemente tanto el analfabetismo masculino como el femenino. Junto a iniciativas gubernamentales como la instauración de escuelas nocturnas para las trabajadoras cabe también resaltar la rica floración de instituciones y actividades enmarcadas en el contexto educativo no formal auspiciadas por movimientos sociales, sindicatos y partidos políticos.

Las formas laicas de institucionalización del matrimonio y de la familia propiciaron asimismo que el número de divorcios aumentara aunque no de forma significativa y que las madres pudieran disfrutar del derecho a la patria potestad con la misma autoridad que el padre. La legalización del aborto por parte de la Generalitat de Cataluña por iniciativa anarquista supuso la discusión pública sobre el control de la natalidad, la planificación familiar y los derechos reproductivos de las mujeres.

Durante Guerra Civil se organizaron por parte de asociaciones femeninas brigadas de choque compuestas por mujeres para trabajar en el campo y se requirió su presencia para trabajar en la industria de guerra. En las colectividades agrarias ocuparon los puestos de trabajo y responsabilidad dejados por los hombres que se desplazaron al frente. Además, la imagen de las milicianas continúa siendo un referente de las rupturas que se produjeron durante la guerra con respecto a los roles femeninos tradicionales. Ellas fueron con su mono azul y su fusil al hombro la representación de las mujeres que se resistían al fascismo, activas y dispuestas a implicarse junto con los hombres en el esfuerzo bélico.

Pese a la escasa aunque significativa presencia de mujeres en los cargos públicos se comenzó a hacer visible su capacidad como gestoras en diversos cargos de la administración del Estado y de los ayuntamientos. Sus dotes como oradoras en los mítines políticos de diferentes tendencias resaltaron su capacidad como activistas en las campañas electorales de los distintos partidos, sobre todo durante la campaña electoral del Frente Popular.

En la retaguardia las mujeres se hicieron cargo de fábricas de municiones y de servicios colectivos como el transporte, cuidaron enfermos y heridos, atendieron a los miembros de su familia y vecindad y acogieron a los refugiados. Junto a sus tareas organizadas en la asistencia social y en la sanidad pública, en muchos casos de forma voluntaria, las mujeres tuvieron que ocuparse también de mantener la supervivencia cotidiana y la resistencia civil de una manera informal en ciudades y pueblos donde escaseaban ropas y comidas y la vida comunitaria dependía de su capacidad para obtener recursos.

Progresivamente toda una elite de mujeres, minoritaria aunque muy activa, se fue haciendo presente, asumió liderazgos en las actividades sociales y fue protagonista habitual en los medios de comunicación. Se trataba de una primera generación de españolas que se iba a caracterizar por su modernidad, progresismo y preparación cultural e intelectual. Unas mujeres llamadas, a no ser por el golpe militar, a protagonizar colectivamente un nuevo e importante papel político y cultural en esa sociedad que pugnaba también por modernizarse y democratizarse en clave igualitaria.

Por todo ello y por esa “esperanza” que no pudo ser, el libro de Cristina Escrivá, al devolvernos la historia de estas treinta mujeres que fueron parte de esa generación femenina vinculada a las culturas políticas de la izquierda, nos permite también expresar nuestra admiración y agradecimiento a todas aquellas que nos precedieron, aquellas que pese a su entrega y coraje han sido en demasiados casos obviadas en el recuerdo colectivo. A ellas, la dictadura franquista y en otros casos el exilio forzoso, les arrebató un futuro que habrían podido construir a la medida de sus propios sueños. Sin embargo con su existencia, su trabajo y la perseverancia en sus ideales, construyeron nuestro presente y nos legaron entre otros muchos valores, una paz que ahora es nuestra. Gracias a estas biografías, cálidas y metódicas que nos acercan a sus vidas, los lectores y lectoras vamos a poder recoger su testimonio y su guía para poder continuar tejiendo en las imparables urdimbres del tiempo.

Libro de Cristina Escrivá: La Paz es nuestra. 30 mujeres de un infinito. Valencia, L’Eixam, 2007.

Comentar este artículo

SPIP | esqueleto | | Mapa del sitio | Seguir la vida del sitio RSS 2.0