Xarxa Feminista PV

Cloenda de l’encontre de dones de l’horta sud

"Lligant generacions"

Lunes 20 de diciembre de 2004

LIGANDO GENERACIONES

Charo Altable

Me gusta ligar generaciones. De hecho es lo que hago en mi trabajo cotidiano de educación con adolescentes.

Estoy encantada de estar aquí y de ver el ejercicio de libertad que se está realizando en este espacio, al expresar en público y con valentía lo que pensáis y sentís, fruto de muchas reflexiones, de muchos deseos de libertad y también de muchas alegrías y dolores. Todo ello es un ejercicio de política y de libertad porque, como dice Hannah Arendt, la libertad es el sentido de la política y nosotras damos sentido a la vida y a la política.

Creo que es en el deseo de libertad donde coincidimos las generaciones. Las más mayores podemos sostener y motivar el deseo de libertad de las más jóvenes. Mi madre sostuvo, sin yo saberlo entonces, mi deseo de libertad cuando, ante las palabras de las vecinas que le preguntaban por qué estudiaba tanto si me iba a casar, ella respondió que era importante que estudiara y fuera independiente, luego podría hacer lo que quisiera, casarme o no. Creo que este dar libertad es lo que hicieron nuestras madres y es lo que podemos hacer con nuestras hijas o con nuestras alumnas y las mujeres más jóvenes con las que entremos en contacto.

Dar libertad y confiar en la otra es importante porque frecuentemente interpretamos a las otras según el concepto que tenemos de lo que es mejor o más conveniente para nosotras, de cómo debe ser el feminismo y la política, en lugar de preguntar y preguntarnos, dialogar, escuchar y confiar. Feminismos hay muchos y maneras de ejercer la libertad también, porque los deseos y la manera de ver la realidad son diversos y múltiples. Todos los feminismos quieren mejorar el mundo pues si algo les define es su capacidad de cambio, siempre en la dirección de dar más libertad a las mujeres, no como algo que se nos concede desde arriba sino como algo que nos concedemos a nosotras mismas y que por ello lo pedimos también para las otras, por medio de leyes nuevas, hechos y palabras, sin que medien las armas. Unas lo hacen dentro de instituciones y partidos otras fuera, en grupos alternativos de mujeres.

Es este ejercicio de libertad el que ven los demás. Por eso nos llaman raras, locas, utópicas, ingenuas, feas, lesbianas... etc., y desprecian nuestro trabajo, devaluando la palabra feminismo. Y lo hacen porque nuestro pensamiento y nuestros hechos, ejercicios de libertad realizados desde nuestra experiencia, desde lo que pensamos, sentimos y necesitamos, ponen en entredicho a esta sociedad misógina y patriarcal. Creo, por ello, que reivindicar la palabra feminismo es un acto de valentía, de libertad y de reconocimiento de nuestra historia.

¿Eran feministas o no las mujeres de la Antigua Roma cuando se manifestaban a las puertas del Senado, pidiendo el derecho al divorcio mientras los senadores discutían acerca de quién debe mandar en casa?

¿Eran feministas o no las beguinas que en la Edad Media interpretaban la Biblia en círculos de lectura en sus propias casas, organizadas en comunidades independientes gracias al trabajo de tejer que les permitía una independencia económica que utilizaban además en la ayuda humanitaria a enfermos? La Iglesia Católica las llamó herejes y las obligó a entrar en monasterios regidos por reglas y normas dadas por la iglesia y no por ellas.

Olympe de Gouges murió en la guillotina, defendiendo los derechos de la mujer y de la ciudadana porque la revolución Francesa se había olvidado de las mujeres en su declaración de los derechos del hombre y del ciudadano.

Clara Campoamor, en nuestro país, y otras sufragistas dieron una gran batalla política, con innumerables escritos y discursos, para que el voto de las mujeres fuera reconocido como un derecho, y esto en pleno siglo XX.

En todas las épocas las mujeres además de participar en las luchas con los hombres han tenido que realizar sus propias luchas porque las revoluciones y las luchas por la independencia no las incluía a ellas. En cada época a las mujeres nos ha tocado luchar por nuestra libertad. Nos la hemos ganado nosotras. Y no es más fácil hoy que ayer porque los medios de comunicación, el mundo de la moda, de la imagen y estética patriarcal es más fuerte que nunca.

Hoy se podría pensar que existe una mayor libertad sexual- tal vez sea así- y que las relaciones entre chicos y chicas jóvenes son más igualitarias. En ciertos aspectos es así, pero lo que yo veo en las aulas, entre adolescentes no lo parece tanto. Las chicas, es cierto, son más libres y piensan en el amor con libertad, como un sentimiento entre iguales, pero no así la mayoría de los chicos que siguen queriendo controlar la sexualidad, los sentimientos y la vida de las mujeres. Hoy muchas chicas adolescentes y jóvenes están siendo maltratadas. En esto coinciden las chicas de 15 años y las mujeres de 70, uniendo a las generaciones por el dolor y el ansia de libertad. También nos unen las ganas de reírnos, de viajar y de estar juntas, compartiendo emociones y reflexiones para entender la vida y lo que nos pasa, es decir filosofando entre amigas. Nos unen las lecturas y la posibilidad de compartir entre mujeres cualquier hecho de la vida cotidiana. Estar entre nosotras, compartiendo, acrecienta nuestra conciencia de sí y del mundo.

Creo que hoy queda una gran labor por hacer, el ejercicio de la autonomía en cuestiones de amor, no tener miedo a amar y no tener miedo a separarnos cuando las relaciones no son justas. Son los modelos amorosos los que estamos cambiando las mujeres, las mayores y las más jóvenes. Y los cambiamos al darnos la libertad de amar a los seres, hombres o mujeres, que son dignos de amarse.

Otra de las cuestiones en las que nos encontramos todas las generaciones es en la gran obra civilizadora que realizamos. Labor de civilización cuando enseñamos a hablar a los hijos, cuando tratamos de solucionar los conflictos por la palabra, cuando escuchamos, cuando cuidamos y cuando salimos a las plazas a pedir paz o justicia. Hacemos labor civilizadora cuando denunciamos las desapariciones, muertes y torturas de mujeres a manos de los hombres o las desapariciones de personas por las dictaduras o las guerras. En las guerras somos expertas en la supervivencia y en el cuidado de la vida. Recordemos la labor de las Madres-Abuelas de la Plaza de Mayo, en Argentina, las mujeres de Negro de Israel y Palestina, de la Exyugoslavia, las mujeres de Ciudad Juárez o de Guatemala, las mujeres africanas y tantas y tantas otras. Otra labor civilizadora que realizamos es la transmisión oral de la cultura y memoria de los pueblos o la escucha emocional de cada persona de la familia o del entorno. Y lo hacemos porque tenemos inteligencia emocional. Es esta la que nos va a permitir ligar generaciones.

¿Cómo ligar

generaciones?

Para ligar

generaciones hay que

entrar en relación

y tener una herencia.

Para poder dejar una herencia hay que tener pertenencias, pertenecer a... y poder dejar un legado. Además es necesario que aquellas a quienes dejamos herencia reconozcan que tenemos pertenencias. Y no hay mayor pertenencia que poseerse a sí misma. Por tanto es una cuestión de credibilidad, confianza y sabiduría.

Tener sabiduría la tenemos y creatividad también. Lo hemos demostrado a lo largo de la historia y por lo que nos atañe a lo largo de estos últimos 40, 50 y 60...años hemos tenido la sabiduría y la habilidad de impulsar cambios democráticos con la palabra, los gestos y los hechos, no con las armas, ni con las luchas por el poder. Y lo hemos hecho de una manera democrática, cambiándonos también a nosotras mismas.

Este cambio no ha consistido solamente en haber conseguido unos derechos civiles públicos, como el derecho al divorcio o al aborto, es decir, a decidir con quién queremos vivir, si queremos o no ser madres y cuándo, o haber conseguido una representación mayor en ayuntamientos, puestos de responsabilidad o parlamentos, o haber logrado cambiar las leyes, como la ley contra la violencia de género, sino que hemos realizado un gran cambio en nuestro interior, en la imagen que teníamos de nosotras, de las otras y otros y del mundo.

En este proceso de cambio interno y externo continuamos.

¿Cómo ha sido posible todo esto?

Gracias a los grupos de mujeres y a la manera de relacionarnos en ellos, una manera que intentamos que sea lo más democrática posible. Gracias a nuestra labor de poner en común nuestras penas y alegrías y nuestro deseo de cambiarnos y cambiar el mundo. Son innumerables los grupos de mujeres existentes hoy; grupos de estudio, asociaciones de barrios, juristas, educadoras, sanitarias, filósofas...etc. Juntas nos hemos dado permiso para cambiar lo que no nos gusta, juntas nos hemos apoderado de nuestro ser, construyéndonos como mujeres según nuestro deseo y no según lo que estaba establecido. Así hemos ganado en autoestima y en poder, porque como dice Marcela Lagarde, lo fundamental, desde la perspectiva feminista, es fortalecer la autoestima y esta consiste en lograr el empoderamiento personal y colectivo de las mujeres y en potenciar nuestra capacidad de democratizar al mundo.

Uno de los objetivos mayores de las mujeres de todo el mundo es modificar las pautas políticas para que las mujeres y todos los humanos podamos desarrollar todas nuestras potencialidades, sin sumisión ni dominación. Y esto no se hace sin autoestima, como amor a sí misma y como amor a las otras. No se hace si no se ha reconocido el valor de la propia madre, que nos dio el ser, y el valor de las otras mujeres que parieron y parimos diariamente las diversas políticas feministas. Es decir no podemos heredar el saber de las mujeres si no reconocemos la genealogía materna, es decir, si no nos reconocemos a nosotras mismas y reconocemos a otras. Reconocer a otras es lo más opuesto a la misoginia de esta sociedad que no reconoce el saber de las mujeres, hecho de experiencia, de experiencia subjetiva de cada una, que la ha puesto en relación con las experiencias de otras. La gran revolución que hemos hecho en nosotras mismas es atreverse a hablar en nuestro nombre, porque tenemos opiniones, ideas, sentimientos y hechos propios, valores propios surgidos de nuestra experiencia. Ya no nos regimos más por las opiniones o valores de los otros, de la sociedad patriarcal.

¿Pero qué significa guiarnos de nuestra experiencia?

Significa integrar el cuerpo, el eros, y nuestra acción, junto con las emociones y la reflexividad. Guiarnos de nuestra experiencia es lo más ético que podemos hacer, como fidelidad a sí misma. Este es el mayor ejercicio de libertad que podemos hacer. Claro que el enorme poder de los hombres y de las instituciones patriarcales sobre todas las mujeres intenta dañar nuestra autoestima. Por ello es tan importante la relación entre mujeres, tener un grupo de mujeres, o varios, como punto de referencia par la reflexión y la acción. Esta es la política feminista y esta es la herencia que podemos dejar.

A las que tenemos una cierta edad nos preocupa un deseo, que las más jóvenes continúen, a su manera, transitando por el mismo camino que ahora transitamos. Deseamos que otras continúen la labor que estamos haciendo y que otras empezaron, que no haya un corte, que no se pierda, porque lo hemos construido con mucho esfuerzo, con muchas horas de reflexión, de acción, de risas y llantos juntas.

Creo que necesitamos confianza en las más jóvenes. Entonces las más jóvenes podrán abrirse a nuestra experiencia y coger de ella lo que les sirva. Exige de todas una gran escucha activa, sin juicios previos ni condenas. A nosotras, las de una cierta edad, las que tenemos más de 40 años, el franquismo nos cortó la genealogía femenina, el pensamiento y los hechos de las mujeres que nos habían precedido en la lucha y que el fascismo intentó borrar. Tardamos años en recuperar nuestra memoria, y lo hicimos gracias a la labor de historiadoras feministas que investigaron y desenterraron el saber ocultado. Este año se celebra, por ejemplo, el centenario del nacimiento de María Zambrano, una gran filósofa que puede ser una guía, en muchos aspectos, de todas nosotras, una mujer que se atrevió a pensar desde su experiencia, en contra de la filosofía vigente de su época. Fue una mujer que se atrevió a ejercer su libertad de pensamiento.

Hoy muchas mujeres estamos deshaciendo los mitos de esta sociedad patriarcal, mitos en torno al amor, la familia, la pareja, el trabajo, la manera d entender la familia, la comunidad o la política. Y lo hacemos no desde una ideología o teoría cerrada sino desde la reflexión en la acción, en la experiencia de cada cuerpo de mujer, puesto en común con la experiencia de otras. Esto significa que nos hemos atrevido a desobedecer, desobedecer lo que nos dicen que debe ser una mujer de bien, lo que debe ser la pareja, la familia, la sexualidad, la maternidad... Y lo hemos hecho con imaginación suficiente, abandonando la fantasía de otras veces. Distinguir estas dos cosas es importante porque aún hoy muchas mujeres fantasean relaciones idealizadas (el deber ser) acerca del amor, la pareja, la felicidad parejil, la familia feliz...etc. Y lo hacen a través de un cierto tipo de literatura, la radio, las telenovelas o los programas del corazón, la publicidad. Esas fuentes, si no parten de análisis feministas, de análisis de género, como queramos llamarlo, nos dan el guión, las imágenes y las palabras de lo que debe ser según la sociedad patriarcal, pero esas fantasías sirven para escaparse de la realidad. Otra cosa bien distinta es la imaginación aplicada a la realidad y a los problemas cotidianos de las mujeres, partiendo de la propia experiencia y redefiniendo el significado del amor, la sexualidad, la política..

Este paso de la fantasía a la imaginación para cambiar la realidad que no nos gusta es lo que estamos haciendo de diversas maneras:

-  en la familia , inventándonos otra manera de estar en la familia,

-  en el amor, concediendo importancia mayor a la amistad entre mujeres y no tanto, o no como lo más importante y por encima de todo al amor pasión de pareja,

-  en las artes, cambiando la manera de hacer cine, literatura, (Te doy mis ojos)

-  en el campo jurídico, interviniendo en la redacción de leyes nuevas como la Ley contra la Violencia de género,

-  en la política haciendo de mediadoras en los procesos de paz o difundiendo la filosofía de la paz ( recordemos a las Mujeres de Negro de Israel y Palestina, a las de la Exyugoslavia, a las mujeres de Colombia a las de Ciudad Juárez, a las madres, abuelas ya, de la Plaza de Mayo, y tantas y tantas otras),

-  en la educación, practicando la coeducación y la educación en relación y escucha,

-  en la defensa del medio ambiente, denunciando prácticas nocivas para la salud y tantas y tantas otras formas.

Todo esto es un gran legado que estamos dejando en la cultura. Ya nadie podrá olvidarlo, porque somos millones y estamos en todos los países. Además lo hemos dejado escrito en innumerables libros y obras de arte o científicas. Todo esto será recogido por las nuevas generaciones.

Sabemos que nuestro bienestar, autoestima y seguridad nos han costado mucho esfuerzo, que nos hemos esforzado por no perdernos en los otros y otras, que nos invitan a no tener límites, a estar siempre dispuestas, “porque la condición sexual de las mujeres en el mundo contemporáneo está definida a partir de su cuerpo-paraotros y una sexualidad expropiada. Se trata de un cuerpo erótico y estético cosificado, y una sexualidad en cuya definición intervienen con legitimidad hombres, instituciones, legislaciones” (1) antes que las propias mujeres. A pesar de ello nos hemos apropiado de nuestra sexualidad y hemos cambiado nuestra imagen y nos hemos redefinido erótica, estética y éticamente. Todo esto es lo que queremos que las jóvenes recojan. Todo esto creo que lo quieren, lo desean y lo están haciendo las más jóvenes, a su manera, no a la nuestra, como nosotras lo hicimos a nuestra manera, partiendo de nuestro deseo y de nuestra libertad.

(1) Marcela Lagarde, Pág. 138 Claves feministas. Horas y horas. Madrid 2000.

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- PUBLICADO EN EL LEVANTE 16 - 11 - 2004

Más información sobre otros Grupos de Mujeres: Red de Grupos de Mujeres PV

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