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Violada y torturada por ser periodista en Colombia: "Tenemos que levantar la voz"

Lunes 5 de diciembre de 2016

Jineth Bedoya, subdirectora del periódico colombiano El Tiempo, fue secuestrada, violada y torturada por un grupo paramilitar

Después de no hablar de ello durante casi diez años, decidió contarlo e impulsar la campaña ’No es hora de callar’

"Uno de los mayores retos de la implementación de la paz es entender que tienes que despojarte de tu dolor particular para empezar a pensar en colectivo"

Gabriela Sánchez 03/12/2016 - eldairio.es

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ineth Bedoya es una reconocida periodista de Colombia y fue raptada, torturada y amenazada de muerte por denunciar los abusos e impunidad en Colombia. | Pablo Tosco/Oxfam Intermón

Aquella mañana Jineth Bedoya escogió una blusa rosada. La periodista colombiana optó por esa prenda para llevar un poco de color a un lugar donde no lo había, la cárcel donde tenía concertada una importante entrevista con un paramilitar. La primera vez que contó su caso en la televisión de Colombia, inició su relato recordando esa camisa, esos pantalones, esos zapatos que acabaron arrojados a la furgoneta donde fue secuestrada, violada y torturada física y psicológicamente.

No olvida esa ropa porque durante mucho tiempo su cabeza no pudo evitar plantearse si habría sido la blusa, si habrían sido los pantalones, esos zapatos. En por qué fue a esa cárcel, en que ella se lo habría buscado. En que habría sido su culpa. "Ese es el primer patrón que acompaña a las violencias contra las mujeres: responsabilizarnos".

Durante años Jineth Bedoya, subdirectora de judiciales del diario colombiano El Tiempo, se responsabilizó a sí misma de un secuestro que la "mató en vida". De esas 19 horas en las que un grupo de paramilitares abusó de ella sexualmente, cuando trabajaba en el periódico El Espectador y había concertado una cita en la cárcel La Modelo de Bogotá. No llegó a entrar. Y calló durante diez años, calló por vergüenza, dolor y culpa. Por un conjunto de sensaciones entrelazadas que tanto tiempo le ha costado desenmarañar.

" Pasó mucho tiempo para entender que la culpa no era mía. Que la carga no tenía que caer sobre mis hombros, que tenía que caer sobre los hombros del victimario", admite. "Pero es muy, muy difícil darse cuenta. Te sigues revictimizando: me creí responsable, me enfrasqué en una relación supertormentosa, creyendo tener que agradecer que quisiesen estar conmigo después de haber sido violada", asegura Bedoya en una visita a Madrid en el marco de la campaña ’¡Basta!’, de Oxfam Intermón, contra las violencias machistas.

El periodismo, su escudo contra el dolor

Un proceso en el que la revictimización venía acompañada de la búsqueda de un refugio donde aparentar la ausencia de dolor. Buscó un escudo tras el que esconderse y poder continuar. Su armadura se llamaba periodismo.

" Yo no me veía como una víctima y eso es lo que me impedía hablar. Todo ese dolor lo había amarrado en un cajón y yo había seguido siendo periodista. Yo era reportera y no era nada más", dice Bedoya remarcando sus últimas palabras: "Nada más".

Algo le hizo replantearse su silencio. "Después de que Oxfam me propusiese ser la voz de un informe sobre violencia sexual en Colombia y negarme, me di cuenta de que lo que estaba haciendo era escudarme en el periodismo para olvidarme de todo lo que pasó, pero eso no cambiaba que tuviese una vida muy afectada por el secuestro: profesionalmente brillante, pero personalmente destruida".

"No es hora de callar"

Decidió hablar bien alto. Primero lo hizo en un acto de Oxfam Intermón en Madrid y centró su labor de sensibilización a nivel internacional. Luego optó por hacerlo en su país, en Colombia, a través de uno de los programas de televisión con mayor audiencia. Para contar su historia con el objetivo de extender un mensaje: "No es hora de callar".

Cuando habla, aunque se refiera a su caso, nunca se limita a emplear la primera persona. Siempre acaba su discurso en plural. Porque lo que le empujó a dejar de callar no fue solo su silencio, sino el de miles de mujeres víctimas de violencia sexual cuyas historias tantas veces ha escrito en los centenares de informaciones sobre el conflicto colombiano. "Si yo no hablaba, con el altavoz que tenía, ninguna otra mujer iba a hablar".

Despojarse de la "propia tragedia"

La evolución interior experimentada por Bedoya, dejar de pensar únicamente en su dolor y empezar a exigir justicia para todas las víctimas, ejemplifica el proceso que, a su juicio, debe tener lugar en la sociedad colombiana para lograr una exitosa implementación de los acuerdos de paz.

"Ese es el mayor de los retos. Cuando tú tienes que entender que tienes que despojarte de tu dolor particular, de tu historia particular, para empezar a pensar en colectivo, como país", reflexiona la periodista. "Hay tanta polarización y tanto odio que solo se nos permite ver nuestras historias particulares. Es un proceso en el que indudablemente aflorará el dolor". Jineth Bedoya. | Laura Martínez Valero / Oxfam Intermón

Bedoya formó parte de una de las delegaciones de víctimas que visitó la mesa de negociaciones de paz en La Habana. "Cuando tú vas en el camino y te vas encontrando historias de otras personas, te vas dando cuenta de que la respuesta no debe de ser ese individualismo, al final te vas dando cuenta de que va a haber un momento en el que todo estalle. La sociedad colombiana tendrá que pensar qué país es capaz de reconstruir", señala.

Ella se despojó de su "tragedia personal" a pesar de que su caso, como el 98% de las denuncias de violencia sexual contra mujeres en Colombia, continúa impune. "En mi caso solo ha habido dos sentencias de cerca de 27 personas que podrían estar involucradas. Los autores intelectuales no han sido castigados y no creo que lo hagan, porque es gente muy poderosa", dice con una sonrisa de resignación. Hace unos meses volvió a ser amenazada de nuevo y a día de hoy siempre va acompañada de escoltas.

"Esto te da la dimensión de cómo opera el sistema de justicia en Colombia. Si yo soy una mujer visible y no la he encontrado, ¿qué mensaje lanza al resto de mujeres?", se pregunta. "La impunidad juega un papel fundamental para que la violencia contra las mujeres continúe".

¿Merece entonces la pena denunciar? "Cuando uno se decide a denunciar siempre piensa que va a alcanzar justicia y lo primero que se encuentra es que la misma justicia te pone el muro", reflexiona. "Haber denunciado ha sido muy difícil, doloroso, revictimizante, superdesgastante... y a veces una piensa que no ha servido de nada. Pero estaría peor si no lo hubiese hecho. Todo es más fácil cuando levantas la voz y puedes desahogarte, que cuando cargas en silencio una cruz tan grande como es haber sido violada, torturada o violentada", afirma la periodista.

"Si nosotras logramos reivindicar a una sola mujer, significará que ha valido la pena. Siempre será mejor levantar la voz".

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