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Seis mitos al servicio de la cultura de la violación

Domingo 17 de marzo de 2024

OTI CORONA 16/03/2024 Público

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Decenas de personas durante una concentración en protesta por una agresión sexual cometida el pasado 8M, a 10 de marzo de 2024, en Albelda, La Rioja (España).- José Sánchez / Europa Press

El protagonista, un tipo rudo, sujeta a una joven por el cogote y le da un beso a la fuerza. Ella se resiste, pero lo que empieza como un forcejeo termina con la chica desmayada de gozo en brazos del agresor. Hemos visto este beso en películas de vaqueros, de espías, en historias románticas, de aventuras, de ficción y hasta en los dibujos animados. Y es que, ya se sabe, cuando ella dice que no, quiere decir que sí. De ahí el lío que se hacen algunos con el lenguaje femenino, ese extraño idioma en el que piensas una cosa y la expresas con total claridad, pero en realidad querías decir lo contrario. El mito del "no es sí", que suena a broma cuando se explica, forma parte de esa mitología que emana de la cultura de la violación y que fija su atención en la mujer antes, durante y después de una agresión. Estas creencias han servido tradicionalmente para disculpar, cuando no alentar y aplaudir, a los violadores.

Ligado al anterior, el mito del "ella disfrutó" intenta convencernos de que en alguna ocasión ella realmente quería decir no, pero en el fondo lo pasó bien. Esta quimera ha dado lugar a múltiples chascarrillos arevalianos, pues es graciosísimo pensar que el macho puede llegar a ser tan macho que consigue que una mujer vejada termine por rendirse al sex power del agresor.

En algunas ocasiones, la víctima consiente pero, ay, qué mala pata, resulta que no tiene la edad legal mínima para consentir. Vamos, que es una niña. En ese caso, no sufran: la cultura de la violación tiene un mito adecuado para cada circunstancia y siempre podemos echar mano del preferido por los pederastas, que no es otro que el sobadísimo "eres muy madura para tu edad". Esta expresión, que solo se usa en femenino, no se limita a la barra del bar. A veces llega a los juzgados, y por eso hay niñas de catorce años que ven cómo el cerdo de veintitantos que se aprovechó de ellas se va de rositas porque el tribunal considera que tienen una madurez similar. La justicia funciona regulinchis, pero el patriarcado rula que da gusto verlo.

Luego está el mito de la calientabraguetas, es decir, el de la mujer que va provocando. ¿Cuándo provoca una mujer? Eso depende del varón que la mire. Ser o no una calientabraguetas no es algo que la propia mujer pueda decidir. Lo único cierto es que si provocas a un hombre, este adquiere derechos sobre tu cuerpo. Reconozco que es uno de mis mitos preferidos porque por fin la justicia empieza a explicar que el comportamiento de la víctima es independiente de las ansias de violar de un hombre. Esa luz al final del túnel es tan ilusionante que solo añadiré tres palabras: Dani Alves, púdrete.

Hay un mito que suele usarse cuando una violación, por el motivo que sea, ha resultado especialmente humillante. Se trata del mito de la arrepentida, ese que asegura que una chica lo ha pasado en grande pero a las pocas horas, ops, se arrepiente. Y no un poquito, no: se arrepiente hasta el punto de correr a la comisaría más cercana a relatar con pelos y señales cómo fue esa relación sexual. ¿Y por qué una persona adulta que ha tenido una relación placentera en compañía de uno o varios hombres con los que ha disfrutado de forma consensuada de pronto decide pasar por el proceso traumático de la denuncia? La respuesta a eso, me temo, solo se halla en la mente de un violador.

Por último está el mito de la víctima doliente, esa que se encierra y llora, que muestra únicamente dolor, vergüenza y culpa. Nada de salir por ahí y divertirse, nada de procurar despejarse o superar el trauma. La madre de Dani Alves o la defensa de la manada de Pamplona tomaron fotos de las supervivientes de las agresiones mientras estas hacían vida normal para demostrar...la verdad, ignoro qué querían demostrar. ¿Sabrán estas personas que la gran mayoría de supervivientes de violencia sexual procuran que nadie note que lo son? Supongo que sí, pero les da igual.

Este conjunto de mitos nos trae al imaginario a una mujer que provoca la agresión, que primero dice no pero luego dice sí, y que finalmente disfruta, a una mujer que, tenga cincuenta años o doce, es lo bastante madura como para tener relaciones y que después se arrepiente de haberse divertido y va a denunciar. Para rematar, tiene que quedarse llorando para siempre en su casa porque una auténtica víctima tiene que demostrarnos a todos que lo es. No sé. Me da que este relato hace aguas por todas partes. Y me da que las mujeres no podemos fiarnos de quien siquiera insinúe que hay en estos mitos algo de cierto.

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