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Oprobio mudo contra la mujer en Nuruega

Domingo 27 de noviembre de 2011

POR KATRIN BENNHOLD

Oslo

Tuvo que correr para salvar- se. su esposo la había violado otra vez, en esa ocasión con más violencia que nunca en sus quince años de matrimonio. se tiró sobre ella una y otra vez, as- fixiándola y amenazando con matarla. Cuando la mujer escapó en la madrugada del 23 de marzo de 2008 –salió a la calle y tomó un taxi–, él la alcanzó antes de que el taxista pudiera alejarse. La mujer corrió y llegó a una comisaría. “Hay que estar dispuesta a abandonar toda una vida, la identidad de esposa, una familia”, dijo en una entrevista la mujer, que ahora tiene 43 años. “Hay que estar dispuesta a calificar de violador al hom- bre al que alguna vez amaste. No pude antes. Pero esa noche supe que si no lo abandonaba, moriría”.

Noruega compite con sus vecinos nórdicos por el título del país de mayor igualdad de género del mundo. La igual- dad de género, sin embargo, parece ter- minar en la puerta del dormitorio. La violencia sexual contra mujeres en escandinavia tiene características en común con sociedades más desiguales: es muy usual y rara vez se la denuncia, y es todavía menos frecuente que se condene a los agresores. Antiguos pre- juicios sobre el privilegio masculino y las presunciones modernas acerca de la emancipación femenina conspiran para crear un muro de silencio, vergüenza y ambigüedad legal.

Una de cada diez mujeres noruegas mayores de quince años ha sido violada, según la mayor organización de refugios del país, el secretariado de Movimiento de refugios. sin embargo, por lo menos el 80 por ciento de esos casos nunca me- rece atención oficial y solo el 10 por ciento termina en condena, dice el Ministerio de Justicia. en ningún lado ese tabú es más persistente que en el hogar familiar, que se considera fuera de los límites de la Policía y el estado.

“La mayor parte de las violaciones tie- ne lugar en la casa”, dijo Tove smaadahl, la gerente general del Movimiento de refugios. en una encuesta de 2005 del instituto Noruego de investigaciones regionales y urbanas, el 9 por ciento de las mujeres consultadas que tenían una relación estable informó que había sido víctima de agresión sexual.“No, no hay igualdad entre hombre y mujeres”, dijo Smaadahl, “no hasta que hayamos abordado el tema de la violación en el marco de una relación”.

Sexo, matrimonio y ley

Durante buena parte de la histo- ria, en muchos países la ley sobre violación se encontraba en la misma categoría que el robo de propiedad, algo que un hombre cometía contra otra persona. Luego se convirtió en algo más cercano a la falta de cum- plimiento del contrato por parte de la esposa violada, el honor de cuya familia quedaba comprometido, hasta que por fin, y hace relativa- mente poco, empezó a basarse en el consentimiento y en la idea de que el cuerpo de una mujer le pertenece a ella y que cualquiera que la viole está cometiendo un delito.

Pero Noruega sigue siendo uno de los 127 países –entre ellos doce miembros de la Unión Europea– que no penaliza de forma explícita la violación dentro del matrimonio, según un estudio de las Naciones Unidas que se publicó en julio.

Laura Turquet, la principal au- tora del informe de las Naciones Unidas titulado Progreso de las mujeres del mundo 2011, considera que la penalización explícita de la violación marital es crucial, tanto en el plano simbólico como en el práctico. “La legislación explícita acompañada de protocolos claros transmite un mensaje muy fuerte a la Policía y los tribunales: que la violencia sexual nunca es un asun- to privado”, dijo.

Según un estudio de 2009 de once países europeos, entre cuyos auto- res se encuentra Liz Kelly, direc- tora de la División de Estudios de Abuso contra Mujeres y Niños de la Universidad Metropolitana de Londres, una de las escasas com- paraciones internacionales que se ha realizado hasta el momento, el 61 por ciento de las violaciones ocurre en un espacio privado, sobre todo en la casa de la víctima o del perpe- trador. Las dos terceras partes de los sospechosos son personas que la víctima conoce, y el 25 por ciento, exparejas o compañeros actuales. Según el informe, 40 por ciento de violaciones en las que el agresor no conocía a la víctima pero al que se lo identificó con éxito, terminó en juicio y con niveles de condena superiores al 70 por ciento. En cam- bio, sólo 14 por ciento de los sospe- chosos de violación matrimonial o de pareja recibió condena. Fue más probable que se condenara a sospe- chosos inmigrantes.

Identidad herida

El esposo de la mujer noruega que huyó desesperada esa noche de marzo es mecánico, un hombre al que sus amigos describen como “un tipo común”. Cuando la mujer por fin lo llevó ante un tribunal, ad- mitió que la había golpeado pero se le absolvió de la acusación de viola- ción. Recibió una orden de restric- ción de un año. La propia madre de la mujer instó a su hija a que volvie- ra con él.

“Por eso son tan pocas las mu- jeres que recurren a la Policía”, se lamentó Inger-Lise W. Larsen, que dirige el principal refugio para mu- jeres de Oslo desde 2007.

El refugio ha acogido a hijas y hermanas de hombres inmigran- tes, pero también a esposas de em- bajadores, policías y directores de empresas.

Todos los años llegan unas 350 mujeres y 300 niños. El 70 por ciento ha sido víctima de violencia sexual, física o psicológica durante al me- nos cuatro años antes de llegar al refugio.

Las mujeres noruegas y las de clase media de cualquier origen tienden a sentirse más avergon- zadas por violaciones y golpes que otras mujeres del refugio. “Esas mujeres han construido su identi- dad sobre la fantasía de tener una relación y una familia”, dijo Anne- Cecilie Johnsen, una psicóloga que se especializa en atención de muje- res violadas.

Cuando hay niños, irse es más difícil. Es imposible admitir que “el padre de nuestro hijo es un viola- dor”, dijo una mujer. Por otra par- te, “mientras se permanezca en el matrimonio se tiene cierto control”, agregó. “Sí, una sufre golpes. Sí, se es violada. Pero también se puede manejar la situación y mantenerlo lejos del niño”.

¿Solo problema femenino?

Knut Storberget, ministro de Justicia y Policía noruego, se sumó hace poco a una iniciativa de las Naciones Unidas de hombres con- tra la violencia contra las mujeres junto con el primer ministro espa- ñol José Luis Rodríguez Zapatero y el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon. “No es sólo un pro- blema femenino”, dijo la vice de Storberget, Astri Aas-Hansen, que encargó un ambicioso estudio so- bre el perfil de los violadores.

El problema, dice Helle Nesvold, médica del centro sobre violación más antiguo de Noruega, es que las buenas intenciones no siempre se traducen en buenos resultados.

La mayor parte de víctimas no acude al hospital para someterse a un examen forense, dijo. El 60 por ciento de quienes lo hacen, decide no involucrar a la Policía.

“Hasta en los casos denunciados, la Policía no siempre usa todas las pruebas que reunimos”, declaró, señalando una sala llena de archi- vos. Sin embargo, agregó, “la situa- ción va mejorando poco a poco”.

De todos modos, señaló que mu- chas mujeres violadas se niegan a hablar de su experiencia. “Lo que necesitamos es una estructura más amplia en la se pregunte de forma sistemática sobre abuso sexual a las mujeres que se ven expuestas a la violencia doméstica”, dijo.

¿Por qué la violencia sexual si- gue siendo tan habitual en países donde la igualdad de género ha avanzado tanto? Algunos especia- listas sostienen que, a medida que una sociedad avanza en lo relativo a redistribuir el poder entre los gé- neros, puede haber un período de transición en que la violencia au- mente como última expresión de la dominación masculina.

Los observadores coinciden en que el mejor antídoto contra la vio- lencia es una mayor igualdad en todos los planos. “Cuanto más in- dependientes sean las mujeres de los hombres, y más iguales en tér- minos salariales, jerárquicos, edu- cativos, etc., más probabilidades tenemos de reducir estos delitos”, afirmó Aas-Hansen. “Un dormito- rio deja de ser privado cuando en su interior se ha cometido un delito”

Fte. Una selección semanal ofrecida por Copyright © 2011 The New York Times

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