Xarxa Feminista PV

Nuestra libertad y sus intereses

Miércoles 8 de febrero de 2017

mar esquembre cerdá 05.02.2017 Información

Cuando mi mejor amiga, enferma de cáncer, me planteó si estaría dispuesta a gestar y parir un hijo suyo, le dije que sí sin pensarlo ni un minuto. Un cáncer fue lo que impidió a una chavala inglesa de 14 años que su útero se desarrollase correctamente; pero en aquel momento pudo congelar sus óvulos que, 10 años después, fecundados por el esperma de su pareja, gestó su propia madre. No creo que sean situaciones generalizables. En este mundo patriarcal es muy difícil librarse del primer y principal mandato de género sobre las mujeres: el «deber» de ser madres. Bien lo pueden confirmar las mujeres que han decidido no acatar tal mandato: la de veces que tienen que soportar que les pregunten para cuándo van a tener un hijo. El mandato de maternidad es tan fuerte que el no poder cumplirlo, para muchas mujeres, se convierte en una frustración insoportable. De ahí que estén dispuestas a someterse a incontables padecimientos con tal de lograr tener un hijo biológico. Y que muchas también, cuando ya los avances científicos han agotado las posibilidades para ello, recurran, a través de empresas, a otras mujeres que mercantilizan sus óvulos e, incluso, sus úteros. No hay, en este sentido, un mandato de paternidad paralelo (aunque sí un reconocimiento exacerbado de la misma, cuestión que no puedo abordar ahora por razones de espacio).

El mandato de maternidad es tan fuerte que la interrupción voluntaria del embarazo se sigue prohibiendo o dificultando en todos los Estados. Esas resistencias a que seamos dueñas de nuestros cuerpos cuando el único interés en juego somos nosotras mismas son enormes, a diferencia de lo que sucede con la «donación» de óvulos o el alquiler de vientres (y con la prostitución). La reivindicación feminista «mi cuerpo es mío» y la libre decisión de las mujeres que en consecuencia se desprende se está utilizando torticeramente para satisfacer los intereses del patriarcado y del capitalismo, bien camuflados bajo el argumento de protección de la familia como institución legítima para la procreación (de tal forma que un hombre solo o una pareja de hombres puedan reivindicar también su «derecho» a procrear). Bajo esas presiones, el debate parlamentario en España sobre la regulación de los vientres de alquiler, actualmente prohibida por ley, es inminente. Que no nos confundan recurriendo al argumento de la libertad de las mujeres sobre nuestro cuerpo. Como certeramente afirma mi amiga feisbukera Berta García, «las mujeres nunca hemos reivindicado en abstracto el derecho a gestar y parir para otros». Se tendría que regular, sí, pero como un delito. Prohibir la «gestación por sustitución» no es un límite a la libertad de las mujeres, sino a la voracidad del mercado y del patriarcado.

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