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No me he muerto. Me han matado. Celia Castellano

Miércoles 16 de septiembre de 2015

Artículos de Opinión | Por Celia Castellano | 14-08-2015

La violencia machista en su expresión más brutal dejó 4 nuevas víctimas en 12h el pasado 31 de julio: dos mujeres y dos niñas. El portal Feminicidio.net amplia la cifra a 56 asesinatos de mujeres, ‘feminicidios’ como su propio nombre indica, en lo que va de año en el Estado español. Y aún hay gente que se pregunta, incluso entre las más militantes del feminismo, “¿cómo es posible?”, aunque éstas últimas saben que tienen la respuesta.

Si tomamos como enfoque la aproximación de Galtung sobre cómo opera la violencia en la sociedad, en este caso centrándonos en el patriarcado, la violencia que se ejerce contra las mujeres es directa: visible, la agresión; simbólica: los discursos y elementos que conforman el imaginario colectivo sobre la mujer y estructural: negación de necesidades básicas. Las dos primeras se retroalimentan. La estructural y la simbólica son las causas que subyacen a la violencia directa. El peligro potencial es de lo más sutil. Que un hombre agreda/mate a una prostituta, por ejemplo, es violencia machista pero la ley no la considera como tal. Eso es violencia estructural. Que se denieguen órdenes de protección ante el aluvión de denuncias de violencia machista, que aún así son pocas, es violencia estructural.

¿Y qué hay de la violencia simbólica? Son parte de la violencia simbólica los estereotipos sobre la mujer que la consideran un ser inferior al hombre. Lo son los discursos religiosos que las rebajan. Lo es la presión estética y la publicidad. Los tabúes sexuales y su contrapartida: la presión sexual. Lo es el hecho de que esté legitimado el piropo, es decir, la invasión del espacio. Lo es la insistencia sexual en una fiesta, que también es directa porque No es No en cualquier caso. Lo es el lenguaje: puta, zorra, perra, guarra, “esto es un coñazo” vs “esto es la polla”. Y lo son, especialmente, las palabras que escogen los medios de comunicación generalistas para informar de asesinatos machistas: “morir a manos de”, “muerta por”. No señores/as, no me he muerto. No soy un sujeto que pasivamente ha muerto. Soy una mujer a la que activamente han matado. No en todos los casos es así y de hecho en los últimos 4 asesinatos no lo ha sido. Es cierto que hay medios que utilizan el verbo “matar” y “asesinar” para referirse a los feminicidas. No obstante, tradicionalmente los medios de masas caen en la dinámica de hacer a la mujer el sujeto en el titular. Aquí algunos ejemplos de El Mundo, El País, El Periódico, CCMA y el ARA:

Elaboración propia

El lenguaje construye. Y del mismo modo que llamar “terrorista” a todo lo que supone una disidencia del sistema va calando en el imaginario común, quitarle el verbo MATAR en clave activa a un asesinato machista lo suaviza. Es como decirle a una mujer “tía, te han dado 15 cuchilladas pero eres TÚ la que te has muerto”. El subconsciente así lo asimila. Por cierto, según la acepción académica más aceptada de “terrorismo” sólo podemos hablar del mismo si se producen asesinatos continuados de civiles con causas y objetivos políticos. La sucesión de asesinatos de mujeres es #TerrorismoMachista porque el patriarcado forma parte del sistema político y su función primordial es subyugar y oprimir.

Los datos oficiales

Cabe recordar que según el artículo 1 de la Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, sólo se considera violencia de género aquella que se produce dentro del ámbito afectivo, con lo cual cualquier mujer asesinada o agredida fuera de la pareja no entra en la categoría. “La presente Ley tiene por objeto actuar contra la violencia que, como manifestación de la discriminación, la situación de desigualdad y las relaciones de poder de los hombres sobre las mujeres, se ejerce sobre éstas por parte de quienes sean o hayan sido sus cónyuges o de quienes estén o hayan estado ligados a ellas por relaciones similares de afectividad, aun sin convivencia”. Por ello, los datos que da el gobierno español están filtrados y falseados: 23 mujeres asesinadas en lo que va de año. Existe pues una confusión en la misma legislación entre “violencia de género” y lo que sería la “violencia doméstica de género”, aunque aquí escogemos el término “violencia machista”.

Órdenes de protección denegadas

Según el grupo Feministas contra el Feminicidio se deniegan el 70% de las órdenes de protección que se piden ante casos de agresiones machistas. Estas órdenes pueden implicar medidas penales y civiles para el agresor y medidas de protección social de la mujer. Según cifras del Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad, en 2014 hubieron 95.311 denuncias por violencia de género y únicamente 14.207 órdenes de protección aprobadas. El año pasado 53 mujeres fueron asesinadas (dato oficial) de las cuales sólo 3 tenían orden de protección. Todas habían denunciado previamente.

Conclusión

La violencia machista está normalizada. No sorprende; no altera a nivel institucional y tampoco en el terreno civil a gran escala. Es una masacre constante que se asimila cómo algo lejano pero cuya expresión más bestial, la agresión, se produce entre 4 paredes a dos puertas de tu casa. Y sin embargo, excepto un par de manifestaciones anuales con varios miles de personas, si llegan, y las acciones de grupos militantes feministas, no hay muestra de una conciencia real del problema. El terrorismo machista supera la actividad armada etarra y no hay pánico social. Las instituciones no protegen y los componentes del sistema cierran filas contra las mujeres descargando toda la maquinaria pesada del patriarcado que limita, que encarcela, que anestesia políticamente, que agrede y que hiere. No se entiende que las causas a investigar de la violencia directa residen en la concepción de la mujer que crean los discursos imperantes porque se asumen dichos discursos por lesivos que sean.

Cada vez que sale una noticia de un nuevo asesinato siento que me clavan un cuchillo en el pecho y me tiemblan las piernas. Pero también lo siento cuando tengo que decir 10 veces que no a un tío en una fiesta, mientras no deja de tocarme la cintura, el hombro y se va acercando poco a poco a mí, aunque yo no quiera. Lo siento cuando más tarde no sé explicarme porqué no he actuado de una forma más defensiva. Porque me he paralizado.

Si esto va a continuar siendo una masacre, que se convierta en una guerra.

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