Xarxa Feminista PV

Los niños entrenados

Jueves 25 de agosto de 2016

Lidia Falcón Público 23-08-2016

Como ya he comentado han sido noticia las nuevas instrucciones que ha impartido el Ministerio del Interior para la “autoprotección” de las mujeres maltratadas.

Unos consejos policiales que se repartirán a las víctimas en función de su riesgo: no apreciado, bajo, medio, alto y extremo. En España hay casi 52.000 mujeres maltratadas que viven en una situación de riesgo, de las que 732 son adolescentes y 139 se encuentran en un nivel alto de peligro para su vida, según las últimas cifras oficiales a fecha 30 de junio.

En lo que va de 2016, aproximadamente un total de 67 mujeres han sido asesinadas y aún los juzgados están examinando 6 o 7 casos más para dilucidar si pueden considerarse violencia de género. Ese eufemismo con que la ley decide si la mujer maltratada o asesinada es merecedora de la protección legal, porque es la esposa o la compañera habitual del asesino. Las demás víctimas no merecen ni siquiera entrar en la estadística.

Las medidas de autoprotección según el riesgo de la víctima

En el primer nivel de riesgo, no apreciado, la Policía recomienda a las víctimas portar siempre un teléfono móvil y una lista con los teléfonos de emergencia. En el nivel de riesgo bajo, se les pedirá además que instalen la aplicación del Ministerio del Interior AlertCops y que realicen cursos de defensa personal.

Mientras, para aquellas mujeres que corran un riesgo medio, se les aconseja: cambiar las cerraduras de las puertas, dejar las llaves puestas por dentro; avisar a los vecinos de más confianza y acordar con ellos señales en caso de que aparezca el agresor (hacer sonar el teléfono dos veces, cerrar la cortina o dejar una luz encendida); cambiar el número de teléfono; utilizar un pseudónimo en redes sociales; informar al colegio de los hijos de la situación y mostrar una foto del agresor en el trabajo, informa Europa Press.

Para casos de riesgo alto, aconsejan a las víctimas que cambien de domicilio, que no utilicen las mismas rutas para ir y volver del trabajo, que planifiquen y practiquen una rutina de escape, que se mantengan alejadas de las habitaciones donde pueda haber objetos peligrosos, y que tengan preparada una bolsa de emergencia con los documentos de identidad, las llaves, libretas bancarias, medicamentos y prendas de vestir.

En el nivel extremo, el protocolo establece que se observarán todas las medidas recogidas en los niveles inferiores además del establecimiento de protección permanente en el entorno de la víctima.

Enseñar a los menores a esconderse y a avisar del peligro

Asimismo, se enumeran algunas medidas personalizadas para los menores que también son víctimas de la violencia machista. Concretamente, se recomienda enseñarles a salir de la habitación cuando se produzca un acto violento; a esconderse en una habitación segura en casa con cerradura y teléfono o en un lugar seguro fuera del domicilio; a llamar a la Policía y dejar descolgado el teléfono; o a hacer señales a los vecinos de confianza.

Además, se especifica que estas guías de actuación deberán ser practicadas hasta que los niños las realicen “con destreza”.

Me resulta enormemente desconcertante que desde un Ministerio de nuestro país se puedan elaborar semejantes instrucciones y publicarlas. Que, a mayor abundamiento, están siendo alabadas por voceros y comentaristas de varios medios de comunicación.

Estas instrucciones implican la dejación de los deberes de protección de las ciudadanas de nuestro país que tienen que cumplir los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Convirtiendo la prevención y la persecución del delito en un asunto personal de las víctimas, el Ministerio del Interior ha alcanzado su último objetivo: privatizar la seguridad. A partir de ahora será total responsabilidad de la víctima sobrevivir o no a la amenaza de muerte de su pareja.

Pero si es inaceptable que las mujeres tengan que autoprotegerse, resulta absolutamente repugnante que se implique a los menores en su propia supervivencia y la de su madre. Ya se sabe que a los niños se les puede entrenar para cualquier cosa. Los grupos terroristas los entrenan para la guerra y los tratantes de personas tanto para trabajar como para ser esclavos y esclavas sexuales. Pero pensamos que eso sucede en áreas del mundo donde la barbarie domina. En esta muy civilizada Europa, cuna del progreso y el bienestar social, a la que pertenece España, no se había oído hasta ahora que los niños pudieran ser entrenados para considerar el peligro de ser agredidos ellos o su madre, incluso asesinados, por su propio padre en la mayoría de los casos, como una posibilidad habitual.

Imagino la sesión de entrenamiento con la madre gritando algo así como ¡Esconderos, de prisa, ocultaros! Y los niños aterrados chillando mientras corren a encerrarse en una habitación que se habrá destinado de antemano para eso. No sé cuando los pequeños considerarán que es un juego o una película de terror, no imagino que se habitúen al entrenamiento y digan, ¡vaya rollo! ¡Otra vez a correr y esconderse! Tendrán las madres que destinar un rato al día para la clase, y me pregunto, ¿si el maltratador vive con ellos, cuándo podrán realizar los entrenamientos? ¿Mientras el posible asesino está fuera de casa? Y si la madre trabaja fuera del hogar?, ¿a qué hora estará libre para impartir la lección sin encontrarse con el marido? O el Ministerio únicamente contempla los casos en que los cónyuges o parejas están separados, y las madres pueden dedicar su tiempo libre en vez de ir al cine o al parque con sus niños y niñas a entrenarlos para esconderse y defenderse de su propio padre.

Me resulta tan repugnante la posibilidad de que tales instrucciones ministeriales se lleven a la práctica por las mujeres maltratadas, asediadas por el temor a los golpes, al regreso inopinado del verdugo, a la angustia de cómo inculcar a sus hijos e hijas la necesidad de protegerse de aquel que es su padre, cuando lo que debería enseñarles es a amarlo y respetarlo, que no quiero creer que ninguna de las víctimas las siga.

No sé qué ángel, de los que habitualmente le guardan, ha aconsejado al señor Fernández Díaz para que elabore un tal protocolo de actuación. Yo le pediría que les ruegue a los ángeles y arcángeles que le acompañan que, en vez de invertir su tiempo en buscarle aparcamiento, se dediquen a proteger a las mujeres amenazadas de muerte por sus parejas. A la vista de que las víctimas han de autoprotegerse porque ni las policías varias ni la Guardia Civil están por la labor, será más eficaz la protección angélica que la de las instituciones del Estado español.

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