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Las ’violaciones correctivas’, una práctica silenciada en la India

Jueves 16 de julio de 2015

Vyjayanti Vasanta Mogli, activista en la comunidad LGTB en India, asegura que "los propios padres traman el ’castigo’ porque creen que es su responsabilidad poner a su hija o a su hijo por el buen camino".

Público 14-07-2015

ELENA DEL ESTAL

DELHI.- Priyanka se fue de casa porque sus padres no aceptaban que quisiese ser un hombre en vez de una mujer. Tuvo que buscar trabajo para sobrevivir. Sin estudios, con orígenes humildes, sólo encontró un puesto en una gasolinera. Sus compañeros se reían de ella porque quería ser él. Que apretase sus pechos para disimularlos no era suficiente. “Una noche conmigo y te haré una mujer”, le decían. Un día, las amenazas se hicieron realidad: uno de ellos la violó “para curarla de su masculinidad”.

Vyjayanti Vasanta Mogli ha recopilado durante seis años un total de 15 historias como la de Priyanka, cuyo nombre es ficticio, que han sido recientemente publicadas en un informe para denunciar una práctica silenciada en India: las violaciones correctivas. “Sexo forzado con una clara intención de corregir la orientación sexual o la identidad de género de una persona”, explica por teléfono Mogli desde Telangana, en el sur de la India.

De los 15 casos, cuatro de ellos son de lesbianas, y el resto de personas transgénero: mujeres que se sentían hombres. “No hemos registrado ningún caso donde la víctima sea un hombre homosexuales o trans, pero eso no significa que no existan”, explica la activista, que forma parte de un colectivo de asociaciones que luchan por los derechos de la comunidad LGTB en India.

La propia familia

Una de los hechos más traumáticos que el colectivo denuncia es que estas violaciones correctivas se llevan a cabo por la propia familia de la víctima. En el sur de la India –explica Mogli- para evitar la dote (el pago de dinero u objetos por parte de la familia de la mujer a la familia del hombre antes del casamiento) las chicas son casadas con algún miembro de la familia, bien el tío materno de menor edad o un primo paterno. “Conocemos dos casos en los que repetidamente los padres animaban al primo a violar a su hija, con intención de “repararla”. Ambas personas huyeron de su casa y acudieron a nosotros en busca de ayuda”, continúa la activista.

Ballori fue forzada a casarse con su primo cuando sus padres descubrieron que era lesbiana. Tenía 16 años. Con el consentimiento de su familia, su reciente marido la forzaba a tener sexo repetidamente para “curarla” de su homosexualidad. En un país donde las violaciones maritales no son consideradas violaciones y, por tanto, tampoco delito, las mujeres no tienen opción de acusar a sus maridos.

En el caso de Ballori, cuyo nombre se ha cambiado en esta historia para proteger su anonimato, al tratarse de un matrimonio infantil y por tanto ilegal, el caso se puede denunciar como violación. Aunque Mogli advierte de que las víctimas de este tipo de violación no suelen reportar lo que han sufrido, precisamente porque los perpetuadores son miembros de su propia familia. “Estas personas incurren en una fuerte carga emocional. ¿Cómo van a denunciar a sus padres, tíos o primos? Vienen a nosotros en busca de apoyo médico o psicológico, o para buscar trabajo ya que una vez huidas de su casa deben mantenerse por sí mismas, pero nunca para denunciar a su familia. Sus historias van saliendo poco a poco, con el tiempo. Origen: Sudáfrica

El término violación correctiva fue concebido en Sudáfrica hace más de 10 años cuando distintas organizaciones comenzaron a darse cuenta del incremento de este tipo de ataques contra mujeres lesbianas. Uno de los casos más conocidos fue el de Sizakele Sigasa, activista por los derechos LGTB y su amiga Salone Massooa: ambas mujeres fueron violadas, torturadas y asesinadas por un grupo de hombres que las vio salir juntas de un bar.

Así, en los últimos 15 años, al menos 31 mujeres han muerto en Sudáfrica víctimas de violaciones tanto grupales como individuales que tenían como objetivo “corregir” sus tendencias sexuales. Como siempre, los números hablan de casos registrados, pero se cree que la mayoría de estos delitos no se denuncian, por lo que la cifra real puede ser mucho mayor.

En India, aunque no se trate de una práctica reciente, sólo se ha comenzado a hablar de ello últimamente debido a la publicación del informe en el que Mogli ha participado y al anuncio de la realización de una película basada en historias reales, pero está lejos de ser un tema que se debata públicamente. Que sea tabú conlleva un silencio, y el silencio permite que la situación se perpetúe. “Por eso es tan importante que la película se lance”, comenta la activista Mogli. Romper el tabú

Satyavati trata la historia de tres chicas, dos de ellas lesbianas que mantienen una relación, y la tercera heterosexual que tiene novio. Cuando los padres de esta última creen sospechar que su hija tiene una relación “no natural” con otra de las chicas, planean que un miembro de la familia la fuerce a tener sexo, con el objetivo de corregir el comportamiento homosexual que creen que su hija tiene. El resultado, sufrimiento extremo.

“Son acciones inhumanas realizadas en nombre de la cultura, las tradiciones y los valores llevadas a cabo por las propias familias” explica Deepthi Tadanki, la directora del film, y continúa “Los propios padres traman el delito porque creen que es su responsabilidad poner a su hija o a su hijo por el buen camino”.

Su película trata así una ficción basada en hechos reales. Cuando Tadanki estaba investigando sobre el tema conoció a dos personas que habían sufrido violaciones correctivas, pero ninguna de ellas quiso hablar abiertamente sobre lo que le pasó. “No ha sido nada fácil”, asegura a Público. Pero a pesar de las adversidades tiene muy claro por qué quiere sacar a la luz esta película: “Hace falta mucha concienciación: por un lado para que la comunidad LGTB pueda salir del armario y por el otro para que el resto de la sociedad acepte la sexualidad”.

En un país cinéfilo acostumbrado a que la gran mayoría de películas de Bollywood hablen del amor heterosexual pero donde las parejas casi nunca llegan a besarse, ver en la pantalla a dos mujeres acariciándose eróticamente es, para muchos, algo inconcebible. “Todo lo relacionado con el colectivo LGTB es tabú en India. Si hasta la Junta de la Censura -el organismo dependiente del Ministerio de Comunicación que debe aprobar las películas para que sean proyectadas- ha silenciado la palabra lesbiana en varios films... ¿Qué más puedo decir?”, exclama Tadanki.

La directora reconoce que su propuesta está siendo bien recibida y que encuentra apoyos y ánimos para que continúe su trabajo, aunque lamenta que “cuando se trata de aportar dinero, la respuesta es cero”. A pesar de las dificultades económicas (dice necesitar unos 22.000 euros, de los que de momento sólo ha conseguido recaudar algo más de 2.000) no cesará en su empeño, y tiene claro que sacará su película adelante porque estas historias tienen que ser contadas. “Satyavati significa honestidad, veracidad. Con mi película trato de dar a conocer hechos amargos pero ciertos que ocurren en este mundo.”.

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