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La violencia sexual se resuelve en la calle

Martes 29 de noviembre de 2016

Karen Manzano Pikara 26-11-2016

Un colectivo multidisciplinar de feministas pone a las vecinas y vecinos de Barcelona en la piel de una mujer que camina sola por la calle, durante la tarde del 25N

Son las 17.30 y la plaza Vuit de Març de Barcelona está atestada de gente. El Ayuntamiento ha colocado un pequeño escenario y una pantalla móvil para acompañar con audiovisuales la entrega del XI Premi 25 de novembre Trencant rols sexistes. Todas las personas asistentes siguen el acto con atención mientras un grupo de niñas y niños juegan en el parque que hay justo al lado.

“Es interesante que hoy pongamos en el centro el tema de los estereotipos”, dice Ada Colau, desde el escenario. “Como primera alcaldesa de Barcelona he oído unos cuantos”. La risa de Colau tiene una nota amarga. Advierte al público de que lo que viene a continuación será violento. “He oído decir, por parte de académicos y políticos, que tendría que estar vendiendo pescado, verdura y que tendría que estar fregando suelos. Cuando he denunciado una agresión sexista se ha dicho que soy demasiado fea en un alud de comentarios a través de las redes sociales”, recuerda Colau. La alcaldesa brinda hoy, 25 de noviembre, por una ciudad libre de estereotipos sexistas en los medios de comunicación y en las redes sociales. Pese a que siente mucho apoyo en el marco de un “gobierno feminista”, Colau reconoce que el machismo persiste, día tras día, en la ciudad. “Es momento de ganar terreno”, clama la alcaldesa, “el movimiento feminista es más necesario que nunca”.

Comienza, en la misma plaza, Fem Públic, una iniciativa novedosa, desarrollada por el Col·lectiu Punt 6, Irídia, Centre per la Defensa dels Drets Humans, y la Cooperativa de Técnicas, con el apoyo de Calala Fondo de Mujeres y la Concejalía de Ciclo de Vida, Feminismos y LGTBI del Ayuntamiento de Barcelona. La intervención pretende que todo el mundo se ponga en la piel de una mujer que camina hacia su casa sola de noche.

La integrante del Col·lectiu Punt 6, Blanca Valdivia explica que “la percepción de la seguridad en el espacio publico tiene una estructura genérica y que afecta al derecho a la ciudad de las mujeres y a la posibilidad de vivir y disfrutar libremente de los espacios públicos”. Visibilizar esa realidad es uno de los objetivos del proyecto.

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Un grupo de personas se preparan para comenzar la ruta./Foto: Keren Manzano

La actividad consta de un recorrido de un cuarto de hora por el barrio de Ciutat Vella en el que hay distribuidas 9 representaciones gráficas que acompañan a una narración registrada en una audio-guía. La coordinadora de área de género en Irídia, Centre per la Defensa dels Drets Humans, Carla Alsina destaca la parte didáctica de la experiencia: “puedes hacer una visita guiada-museo pero estás en la calle y en lugar de ver cosas en concreto, te permite vivir esa situación en la calle”, cuenta.

El grupo interdisciplinar ha organizado dos talleres con alrededor de treinta mujeres de diversos orígenes, culturas y sexualidades, y ha extraído las experiencias en torno a las violencias sexuales que estas han relatado. Con ello, pretenden poner las violencias sexuales en el espacio en el que suceden para que se resuelvan en ese mismo contexto. “Queremos trabajar hacia una corresponsabilización, que intervengan también los hombres hombres y que se hagan conscientes de las violencias para que puedan contribuir a erradicarlas a pie de calle”, comenta Alsina.

Ya hay un grupo de gente agolpada delante de la mesa que ha montado el colectivo de Fem Públic. Allí, las organizadoras, entregan audio-guías y mapas con la ruta que han preparado para las personas participantes. Me equipo con todo el material y miro la ruta prevista. Esta zona está en boca de muchas vecinas por la presión del turismo. Recientemente, el equipo de Ada Colau ha bloqueado la concesión de licencias en el barrio, para limitar las actividades económicas y diversificar la actividad de la zona.

Me pongo los cascos y camino hacia el punto de salida. Aprieto el play de la audio-guía y la voz de una mujer me prepara para la inmersión: “El recorrido que empiezas tiene ocho puntos donde irás vivenciando la realidad cotidiana de muchas mujeres. Lesbianas, trans, personas con expresión de género distinto, mujeres de orígenes diversos que sufren racismo y sexismo o ataques a su identidad cultural a partir de la vestimenta o maneras de situarse en la ciudad”.

Miro la primera viñeta que la ilustradora, Alba Feito ha preparado para ilustrar este momento. Es el busto de una mujer que aparece de perfil y que sonríe plácidamente. La voz registrada en la grabación me invita a iniciar la marcha. “Este recorrido simula el camino a casa de una mujer sola. Sigue andando por el camino que tienes delante”, dice la voz del audio. Doy unos pasos mientras me adentro en la mente de esta mujer que camina sola por la calle dels Capellans, cuando se hace de noche. Al cabo de unos pocos segundos, la voz de un hombre nos interpela a mí y a la mujer que escucho en el audio: “Guapa, tía buena… “. No es la primera vez que un desconocido nos aborda en la calle. No es la primera vez, tampoco, que un hombre insiste ante nuestra indiferencia: “¿Qué, qué te apetece?”, nos grita. Si le contestamos nos meteremos en un lío y, además, estamos demasiado cansadas como para enfrentarnos a él. Pero el agresor no cesa en su empeño: “¿No me haces caso? Seguro que no ligas nunca. ¡Mira que te lo pierdes, eh! Seguro que eres una malfollada. ¡Malfollada!”

Mi cuerpo se tensa y me voy achicando, como un caracol que se oculta en su concha. Me sorprendo a mí misma mirando al suelo, como hice aquella vez que un par de hombres subidos en una moto me preguntaron cuánto cobro por chuparla y yo me miré el escote.

Quiero continuar recto, hacia la Avenida de la Catedral, donde la gente acude en masa para visitar la Fira de Santa Llúcia que han montado hoy mismo, pero la ruta marcada me obliga a torcer hacia la izquierda. ¡Cuidado! La mujer del audio me advierte de que conviene seguir en guardia. Ha visto un zapato en el suelo y piensa que algo malo ha debido de pasar. <>, pienso, yo también me he asustado al encontrar prendas sueltas tiradas en la calle. Me remiten siempre a la persona que las ha perdido y a las violentas circunstancias en las que se ha separado de ellas.

Llegar a la plaza d’Isidre Nonell calma el flujo de mis pensamientos. Hay gente charlando relajadamente en una terraza. Pero la mujer del audio se siente expuesta y las risas no tardan en hacerse oír. “¡Tía buena!”, grita un hombre desde la terraza. La mujer del audio se arrepiente de no haber cambiado su ruta, como hacemos muchas, para evitar lugares que nos resultan inseguros. Carla Alsina Muro me comentaba que “el miedo que sentimos ante las violencias que vivimos en la calle no solo nos hacen cambiar de ruta, sino que también hacen que cambiemos nuestra postura, la forma como nos expresamos en la calle, y la velocidad de nuestros pasos”. Los amigotes del hombre que nos interpela desde la terraza se ríen, todavía. Se hacen cómplices de la agresión.

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Dos participantes observan una de las viñetas mientras escuchan la narración./Foto: Keren Manzano

Tuerzo a la izquierda hacia la calle Joaquim Pou y luego desando mis pasos buscando la viñeta que acompaña a la escena siguiente pero no está por ningún lado. Unas compañeras de recorrido me comentan que alguien ha robado el cartel de esta parada. En ese momento me acuerdo de que Carla Alsina piensa en esta instalación como un museo hecho en la calle. <>, me digo a mí misma, mientras la mujer del audio prosigue con la ruta. Unos hombres bajan la ventanilla de su automóvil y nos gritan: “Vente para el coche, sube con nosotros que vamos a dar una vuelta”. Esta vez, respondemos. “¡Dejadme en paz!”.

Aguanto la respiración durante unos segundos. Me preparo para lo peor que no tarda en hacerse llegar. Los hombres del coche lanzan su ataque de artillería “Oye, que no te he dicho nada, anda gorda” y pasan de largo. Te echan el cubo de heces y se van, como si nada.

Queda poco para llegar hasta el final del recorrido. Paso por la calle del Misser Ferrer y la gente nos observa descaradamente. La mujer del audio es inmigrante y ahora, durante esta ruta, yo también lo soy. Las dos mantenemos los códigos culturales de vestimenta de nuestro país de origen. Por eso nos insultan. “Inmigrante de mierda…”, nos gritan. La mujer del audio siente rechazo ante esta sociedad racista que presume de ser superior y avanzada. Yo siento vergüenza.

Estoy cerca de la plaza Vuit de Març, donde comienza y termina este recorrido. Las voces de un grupo multitudinario de mujeres cantando nos sorprenden a la mujer del audio y a mí. Vocean: “Machete al machote”, “No vol dir no”, “Machistas, cabrones, a los tiburones”. Un golpe de aire fresco entra en mis pulmones. Acelero el paso hacia la plaza para unirme al grupo. “Ninguna agresión sin respuesta”, “Ens volem vives i amb vides dignes”, “Sense antirracisme no hi ha feminisme”, “¡Contra la violencia machista autodefensa feminista!”. Repito algunas de las consignas que me he aprendido de memoria. “¡Aquí está la resistencia trans!”. “Cuidado, cuidado, os avisamos, somos muchas más que cuando empezamos”. Se oyen silbidos y aplausos. Numerosas voces de mujeres suenan al unísono: “¡Visca, visca, la lluita feminista!”.

En un lateral de la plaza, ante la parada de Fem Públic, tres grupos de mujeres se equipan con mapas y audios para iniciar su camino.

Fem Públic ha creado esta intervención con un instrumental casero y accesible, para que pueda ser replicada en otros pueblos y ciudades. En su página web están disponibles los audios con la narración de la mujer y los tutoriales que explican cómo elaborar el material que requiere la actividad.

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