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La eminente autoridad masculina en la Universidad

Sábado 11 de abril de 2015

Madrid, 09 abril. 15. AmecoPress.

Las universidades nacen en Europa entre los siglos XII y XIII, es decir, que tienen una larga trayectoria histórica. Pero antes de comenzar quiero hacer contigo la misma prueba que he hecho con mi círculo de amistades anteriormente. Si ahora te digo que pienses en personal docente seguro que se te viene la imagen de alguna mujer a la cabeza, pero ¿qué tipo de imagen? A todas las personas que les hice esta propuesta tenían una imagen femenina en la cabeza, pero todo cambiaba cuando les preguntaba qué grado de enseñanza impartía esa mujer. ¿Adivinas? Igual a ti también te ha pasado lo mismo. Todas las respuestas menos una giraban entorno a la enseñanza infantil, primaria y secundaria. Sin embargo, cuando se trataba de hombres el “estatus” sube, nadie dibujada en su cabeza la imagen de un profesor de infantil o primaria, todos eran de secundaria en adelante. Y sí, los catedráticos estaban entre ellos. Fíjate qué curioso que no me decían “profesor universitario”, sino directamente catedrático.

No es casualidad que tengan esas imágenes en su imaginario porque el suyo forma parte del imaginario colectivo de la sociedad. Pero ¿por qué? Por qué cuando hablamos de altos rangos de conocimiento como son las cátedras y el personal de investigación visualizamos al catedrático y al investigador (y sí, lo digo en solo en masculino). Entre otros, destacaría dos motivos principales. Por un lado, porque la autoridad como concepto es eminentemente masculino, tanto ahora como históricamente. La mayoría de los altos cargos a todos los niveles, tanto del sector público como del privado, son masculinos. Es un hecho constatable, tanto como que solo hay una rectora de 50 universidades públicas que hay en España. Y, por otro lado, porque las mujeres solo llevamos 100 años en la universidad.

¿Cuándo y cómo acceden las mujeres a la Universidad?

Como bien decíamos aunque las universidades llevan existiendo desde el siglo XII las mujeres hemos conseguido acceder a ellas en el siglo XX, concretamente el 8 de marzo de 1910. Puede que estés pensando en alguna que ya estuviese en la Universidad antes de esa fecha, por ejemplo Concepción Arenal, quien se disfrazó de hombre para poder estudiar Derecho en la Universidad Complutense de Madrid, entre otras. El motivo de ello es que había un vacío legal, es decir, nunca se había pensado en la posibilidad de que una mujer quisiese estudiar, así que tampoco se prohibía que lo hiciesen. Sin embargo, en 1882 se redactó una real orden en la que se acababa con ese vacío y se prohibía “la admisión de las Señoras a la Enseñanza Superior”. Para aquellas que ya estuviesen matriculadas se les daría la titulación pero solamente para que abriesen consultas privadas.

En 1888 se redacta una real orden en la que se contempla que las mujeres serán admitidas como alumnas en las escuelas privadas: “la Real orden de 11 de junio de 1888, dispone que las mujeres sean admitidas a los estudios dependientes de este Ministerio como alumnas de enseñanza privada, y que, cuando alguna solicite matrícula oficial, se consulte a la Superioridad para que ésta resuelva según el caso y las circunstancias de la interesada.” Para que se las admitiese tenían que pedir permiso al Ministerio de Instrucción Pública y conseguir que cada uno de los profesores firmara el impreso de matrícula comprometiéndose a garantizar el orden en el aula. Pero esto no es todo. Tenemos que contextualizar. Estamos en una época en la que las mujeres no pueden salir solas a la calle, y la Universidad no es un excepción, es decir, tenían que estar siempre acompañadas por los profesores y no podían sentarse con el resto de alumnos.

Es con la real orden del 8 de marzo de 1910 cuando se abren las puertas de las universidades a las mujeres en todos los estudios dependientes del Ministerio de Instrucción Pública. El texto decía así: “S.M. el Rey (q.D.g.) se ha servido disponer que se considere derogada la citada Real Orden de 1888, y que por los Jefes de los Establecimientos Docentes se concedan, sin necesidad de consultar a la Superioridad, las inscripciones de matrícula en enseñanza oficial o no oficial solicitadas por las mujeres, siempre que se ajusten a las condiciones y reglas establecidas para cada clase y grupo de estudios”.

A esta ley se le dio una vuelta de tuerca y se aprueba posteriormente la Real Orden del 2 de septiembre de 1910 en la que se establece la habilitación tanto para el ejercicio de profesiones en que sea precisa alguna acreditación académica como para el ejercicio de cátedras en la propia Universidad. De esto último, las poseedoras de títulos académicos podrán concurrir “con los mismos derechos que los demás opositores o concursantes para el desempeño efectivo o inmediato de Cátedras y de cualquiera otros destinos de las dependientes o sucesivas convocatorias”.

Sin embargo, nos enfrentamos a otro hándicap. Debemos tener en cuenta que todos los avances que se consiguieron al principio del siglo XX desaparecen con la llegada del franquismo, se produce una auténtica regresión. Por lo tanto, son menos de 100 años el tiempo que las mujeres llevan en las universidades.

Los cargos en la Universidad del siglo XXI

Hemos avanzado mucho en cuanto a la incorporación de las mujeres en la Universidad, sobre todo en lo que respecta a estudiantes. Actualmente ellas representan un 54,3% del alumnado y un 57,6% de tituladas y titulados. Sin embargo, según vas subiendo escalones en los rangos de responsabilidad los datos se dan la vuelta. Las mujeres representan el 40% del profesorado, por no hablar del escaso 20% de las cátedras. Todos estos datos están sacados del propio Ministerio de Educación.

Explícitamente no hay leyes que digan que las mujeres vayan a tener mayor dificultad que los hombres para acceder a puestos de responsabilidad tanto en el ámbito público como el privado. Todo lo contrario, tenemos la Ley de Igualdad que dice las mujeres tienen el mismo derecho que los hombres a ostentar este tipo de cargos e incluso abogan porque los puestos decisorios sean equitativos. Sin embargo, que esté redactado por una ley no quiere decir que se lleve a cabo.

Estuve hablando con el equipo de la Unidad de Igualdad de la Universidad Complutense sobre la desigualdad en las Universidades y sobre el Plan de Igualdad que han elaborado que, tras una ardua lucha, ha sido aprobado en febrero de este de año. A lo largo de la conversación hacíamos referencia a dos leyes orgánicas que han supuesto un gran avance en nuestra legislación en materia de género: LO 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género y la LO 3/2007 de 22 de marzo, para la Igualdad Efectiva de Mujeres y Hombres. En ellas se recogen situaciones que no deberían estar produciéndose a día de hoy como por ejemplo el reconocimiento de una “acción normativa dirigida a combatir todas las manifestaciones aún subsistentes de discriminación, directa o indirecta, por razón de sexo y a promover la igualdad real entre mujeres y hombres, con remoción de los obstáculos y estereotipo sociales que impiden alcanzarla”. O también que se “incluirá, dentro de sus principios de calidad, la eliminación de los obstáculos que dificultan la igualdad efectiva entre mujeres y hombres y el fomento de la igualdad plena entre unos y otros”. Sin embargo, los datos no dicen lo mismo. A la única conclusión que llegamos al respecto es que aunque haya leyes es necesario que tengan un desarrollo reglamentario. Para ello es necesario también que se imponga un sistema de sanción en caso de que no se lleven a cabo. El principal problema es que los obstáculos a lo que se enfrentan las mujeres no son materiales, sino sistémicos, propios de un patriarcado estructural.

Aprobar un Plan de Igualdad en la UCM no es tarea fácil

Hay que tener en cuenta que antes de tener a Santiago Carrillo como rector de la UCM la Unidad de Igualdad no existía como tal, sino que era un departamento más. Asegura Isabel Tajahuerce que la Complutense tiene un rector muy comprometido con los temas de igualdad y que, además, ha dotado a la actual Unidad de Igualdad de presupuesto propio. Presupuesto que no viene del Ministerio, sino que sale de las propias arcas de la Universidad.

Desde el día 24 de febrero de 2015 la UCM cuenta con un Plan de Igualdad aprobado con el Consejo de Gobierno. Afirma Tajahuerce que “hemos tenido que hacerlo y rehacerlo muchas veces porque hay sectores muy reaccionarios en la Universidad. De hecho, en el Consejo de Gobierno el día que se aprobó, hubo una persona que me dijo que lo que había hecho era ideología de género. Lo que pasa es que esto de la igualdad pues como que les ofende. De hecho la igualadad ofende y ahí es donde está el problema”. Durante el proceso se ha dialogado mucho con todos los colectivos de la universidad. En un principio se presentó un borrador que después se ha ido debatiendo y modificando con las aportaciones que se hicieron.

Hay un tema concreto que siempre que se menciona levanta ampollas ya no solo en el ámbito de las universidades y entre los ilustres catedráticos, sino que también es rechazado por quienes se hacen llamar expertos y expertas de las comunicación: el lenguaje no sexista. Entre los ejes de actuación del plan se encuentra el apartado 1 referido la comunicación, información e imagen institucional. En él se recoge un apartado explícito que dice así “promoverá un lenguaje inclusivo y no sexista en la comunicación interna y externa”. Es decir, le pese a quien le pese, es de obligado cumplimiento para todo el mundo. Por ejemplo: si una alumna le dice a su profesor que utilice lenguaje inclusivo este no podría negarse y, en caso de hacerlo, la alumna tiene todo el derecho a poner una reclamación a la Comisión de Igualdad. Esta última todavía está en construcción, ya que hay que tener en cuenta que el Plan de Igualdad ha sido aprobado hace muy poco. Además, uno de los requisitos para formar parte de la Comisión es que las personas que la integran tienen que tener formación en género.

Si la Universidad es el ámbito del saber se debería tener claro que el lenguaje condiciona la forma en la que vemos y entendemos el mundo, por lo tanto, si el lenguaje es androcéntrico podríamos decir que lo que no se nombra no existe. Esta última frase la escuchamos mucho en otros contextos y se aplica perfectamente en este. Hagamos la prueba con cualquier persona que conozcamos, o contigo. Cuando dices “el hombre” para referirte a la humanidad, ¿qué imagen dibuja tu cabeza? Seguro que la de un varón. Por lo tanto, las mujeres no existen. La lengua española es muy rica y se pueden utilizar muchas fórmulas para no utilizar un lenguaje sexista.

Asegura Tajahuerce que hay una gran reticencia a denominar a este tipo de proposiciones como acciones feministas. Se supone que todo el mundo está por la igualdad siempre y cuando no se les llame feministas. Sin embargo, es el movimiento feminista quien tiene un marco teórico para abordar este tipo de cuestiones. Recordaba una anécdota en el Consejo de Gobierno cuando se aprobó el plan en el que uno de los presentes, con respecto a este debate de feminismo e igualad, decía que cómo no iba a estar él a favor de la igualdad cuando tenía dos hijas. ¿Entonces por qué tanta pega?

La necesaria corresponsabilidad

Actualmente una de las luchas activas del movimiento feministas es los permisos de paternidad y maternidad, al igual que no se recorte en ayudas a la dependencia, pues las principales afectadas son las mujeres ya que socialmente son ellas quienes se encargan de los cuidados. En la actualidad los hombres disponen de dos semanas de permiso por paternidad que además no son obligatorias. Mientas la madre dispone de dieciséis semanas de las cuales las 6 primeras son de “descanso” obligatorio. ¿Qué sucede? Que con este tipo de políticas la mujer es quien se encarga del cuidado de su hija o hijo mientras pierde la oportunidad de seguir progresando profesionalmente y, en el caso de la universidad, no pueden desarrollar su carrera como investigadoras.

El Plan de Igualdad de la UCM también lo recoge en su punto número tres referente al empleo público: acceso, promoción y condiciones laborales. Entre las acciones que proponen se encuentra la de fomentar “la cultura de la corresponsabilidad, potenciando el disfrute de los permisos parentales y promoviendo medidas efectivas de conciliación, con el fin de que el cuidado de menores, de mayores y/o de personas con discapacidad no suponga un freno al desarrollo y la promoción profesional de las mujeres”. Esta medida está orientada principalmente a que sea obligatorio coger el permiso de paternidad. María Isabel Barredo, responsable de administración y proyectos en la Unidad de Igualdad, asegura que “tenemos el problema de la conciliación. Al fin y al cabo la mujer llega mucho más tarde a tener sexenios porque no puede desarrollar su carrera de investigadora como un hombre. La mujer es al fin y al cabo la cuidadora”.

La Unidad de Igualdad hizo un estudio en 2013 en el que se recogía que en el Personal de Administración y Servicios (PAS) el 100% de las solicitudes de excedencia para cuidado de hijos, hijas o familiares corresponden a mujeres. En el caso de los permisos sin sueldo el 83% corresponde a mujeres, y en el caso de los permisos para el cuidado de familiares con reducción del sueldo, del 50% que solicitan, el 80% son mujeres. Además, la reducción de jornada también la solicitan ellas mayoritariamente, concretamente un 87%.

Deberíamos pararnos a reflexionar y mirar a nuestro alrededor. Podemos empezar por el ejercicio que hacíamos al principio, pero tenemos que ir más allá e investigar para tener un buen diagnóstico de la situación actual y ser capaces de poner una solución. Esta pasa en primer lugar por formar en género tanto al profesorado como al alumnado en todos lo niveles de enseñanza. Sin embargo, aunque este aspecto está recogido en la actual Ley de Igualdad no se está llevando a cabo y el motivo es que no se dota de presupuesto a proyectos que la promueven. Es decir, es la pescadilla que se muerde la cola, la ley lo recoge y otra cosa muy distinta es que lo cumpla. Mientras tanto, las universidades seguirán alzándose como instituciones ejemplares que construyen la sociedad del futuro, porque sí, quienes salen de ellas forman parte de lo que seremos en un futuro. Si no se cambia, ¿qué hacen llenándose la boca y se les hincha el pecho hablando de igualdad? Creerán que es una moda.

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