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Jinha News: periodistas kurdas contra el silencio mediático

Domingo 7 de agosto de 2016

Fundada en Turquía, la agencia kurda Jinha News es el primer medio de la región gestionado exclusivamente por mujeres. En una sociedad fuertemente patriarcal y un contexto político de recorte de derechos y libertades, magnificado tras el fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio, Jinha pone el foco sobre las mujeres y las incluye en la agenda pública.

Andrea Olea Pikara 30-07-2016

“Zehra nos acaba de enviar una carta desde prisión, dice que está bien. Supongo que la mantendrán allí un tiempo antes de soltarla”, apunta Güzide Diker. Güzide es editora de la agencia Jinha News y se refiere a su compañera Zehra Doğan, reportera y pintora, encarcelada hace pocos días por el Gobierno turco por denunciar con sus escritos y pinturas la situación en Nusaybin, ciudad del sudeste turco bajo toque de queda en pleno recrudecimiento del conflicto kurdo en Turquía.

Jinha es un medio único en la región. Fundado en 2012 por cinco mujeres kurdas en Diyarbakir, capital oficiosa del Kurdistán turco, su objetivo es visibilizar a las mujeres en una sociedad tan profundamente patriarcal y discriminadora como la turca, donde todo el espectro, público y privado, profesional y doméstico, aparece ocupado por los hombres. No en vano, Turquía se sitúa en el puesto 130 de 145 países del último ranking de igualdad de género elaborado por el Foro Económico Mundial.

Jinha News (Jin significa “mujer” en kurdo) tiene por vocación dar voz a las mujeres, incluirlas en la agenda mediática, cambiar el lenguaje y los estereotipos, afirman.

Su sede, situada en un alto edificio que domina la ciudad, se reparte entre dos pisos en los que hay salas de redacción, edición y montaje, una cocina y un espacio de descanso, para los días en que la regla juega una mala pasada, porque aquí todas somos mujeres y nos entendemos, dicen. Unos pocos cuadros donados por una artista local ejercen de somera decoración en paredes por lo demás austeras: la agencia es un espacio funcional y en él trabajan una veintena de jóvenes, de entre 18 y 35 años, produciendo y editando a la vez en kurdo, turco, árabe e inglés.

Cubriendo el conflicto desde ambos lados de la frontera

La terraza de la redacción tiene unas vistas envidiables de la ciudad de Diyarbakir. “Allí está Sur, la ciudad vieja”, explica Diker, apuntando a la lejanía. “Allí sigue el toque de queda, ahí murieron cientos de personas durante la ofensiva del ejército contra los rebeldes el pasado invierno”.

Hace justo un año, el Estado turco y el PKK dieron por muerto el proceso de paz para acabar con un enfrentamiento bélico que ensangrienta la región desde hace más de tres décadas. La guerra ha vuelto, dejando miles de víctimas civiles y centenares de miles de desplazados. Las periodistas de Jihna han seguido de cerca el conflicto, cubriendo primero las protestas y después los combates, sacando a la luz las masacres y los crímenes cometidos contra la población, visibilizando especialmente sus implicaciones en la vida de las mujeres y de la infancia.

Muchas han vivido la guerra en primera persona: algunas llegaron a Turquía como refugiadas del vecino conflicto en Siria; otras, como Güdize, empezaron a trabajar en la agencia después de que el ejército turco la expulsara de la iglesia armenia en la que trabajaba en Diyarbakir.

El conflicto kurdo en Turquía se ve y se siente, es palpable en todo momento, pero informar sobre lo que ocurre en la región desafiando el silencio mediático impuesto tiene consecuencias: en un año, la web de Jinha ha sido bloqueada cinco veces por el gobierno turco por hacer “apología del terrorismo” y sus reporteras han sufrido en carne propia la represión policial. Antes de Zehra Doğan, Beritan Canözer, otra corresponsal de Jinha, fue detenida durante una manifestación en Diyarbakir en diciembre y pasó más de tres meses en prisión. Otra de sus periodistas recibió un disparo en la cabeza con un cartucho de gas lacrimógeno en la frontera con Siria el año pasado durante las protestas por la falta de apoyo del gobierno turco al cantón kurdo-sirio de Kobane, y a otra, la policía le rompió el brazo en una manifestación en Nusaybin en marzo.

Ser periodista en Turquía es una profesión de alto riesgo. Reporteros Sin Fronteras la situó este año en el puesto 151 de 180 países en su clasificación sobre la libertad de prensa. Las amenazas, intimidaciones, detenciones y cierre de medios son el pan de cada día en un país en el que la mano autoritaria del presidente Recep Tayyip Erdoğan se deja percibe en cada faceta de la vida cotidiana.

El fallido golpe de Estado del pasado 15 de julio ha dado pie a una purga masiva en Turquía en el ejército, la judicatura y los medios académicos, y la prensa no se han salvado: en los últimos días el gobierno ha retirado las licencias a 130 medios no afines y ha emitido órdenes de detención contra medio centenar de periodistas.

Violencia machista omnipresente

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Ser periodista mujer es una dificultad añadida”, asegura Makiye Görenç, una de las editoras./ Andrea Rey

Ser periodista en este país es una profesión de alto riesgo, sí, y “ser periodista mujer es una dificultad añadida”, asegura Makiye Görenç, otra de las editoras de la agencia, enfrentada a diario a la doble opresión de censura estatal y machismo. “Las mujeres somos invisibles en los medios, en las artes, en la política. Hablando claro, a veces parece que en el único espacio en el que somos protagonistas es en el de la pornografía”, ironiza.

Görenç llevaba cinco años trabajando en otra agencia cuando oyó hablar de Jihna. Sin pensarlo, dejó su empleo estable y se lanzó de lleno al proyecto. “Aunque era solo en parte consciente, estaba cansada de ser ninguneada. Cuando estás dentro del sistema no te das cuenta, pero desde que estoy en Jinha veo el machismo imperante con mayor claridad”, asegura, mientras apura un cigarrillo.

La violencia machista es simbólica y física, una realidad tristemente presente en Turquía, donde cada año mueren alrededor de 300 mujeres a manos, casi siempre, de sus parejas o exparejas. Los llamados crímenes de honor siguen a la orden del día, y las denuncias anuales por violación se cuentan por miles (con el agravante de que, en muchos casos, el agresor escapa a la condena si se casa con la víctima).

“En Turquía parece que el delito lo comete la víctima de una violación o un asesinato por caminar sola por la calle a las dos de la mañana y no el agresor por violarla o matarla”, lamenta la editora Güzide Diker. “Desde Jinha, empezamos a hablar del acoso callejero, de las violaciones, de la violencia machista. Abrimos el debate en las redes sociales y el tema empezó a colarse en la agenda mediática mainstream. Aquí no nos resignamos a hacer un conteo rutinarios de las mujeres asesinadas. Nosotras las humanizamos, hablamos de sus vidas y les ponemos cara”, explica.

El 8 de julio de 2015, tras años de maltrato y denuncias infructuosas, Çilem Doğan, una mujer de 28 años de la ciudad de Adana, mató a su marido. La gota que colmó el vaso fue que este trató de forzarla a prostituirse. El fiscal pedía cadena perpetua, la sentencia final fue de 15 años. Tras meses de revuelo mediático y de presión ejercida por asociaciones feministas, el tribunal cambió de parecer y Çilem acabó siendo absuelta.

“Celebramos la liberación de Çilem Doğan como si fuera la de una hermana”, recuerda emocionada Diker. “Habíamos seguido de cerca su caso, nos habíamos implicado para darle voz y luchar contra la injusticia que se estaba produciendo, así que en Jinha lo vivimos como una victoria personal”, asegura.

Revolución social

Pese a tratarse de una sociedad fuertemente machista, en la región se están produciendo interesantes cambios que pasan por ampliar la presencia de las mujeres en la esfera pública y amplificar sus derechos en el ámbito privado. En Turquía, el partido prokurdo turco HDP, que arrasó en las últimas elecciones municipales y ya es la tercera fuerza del país, ha impuesto listas cremallera para lograr la paridad entre sus dirigentes, y en las localidades en las que gobierna en el sudeste de Turquía se da un sistema de dobles alcaldías, con un hombre y una mujer como primeros ediles. En la vecina Siria en guerra, en la región kurda de Rojava, la revolución en marcha desde hace cuatro años se basa en las ideas del encarcelado líder del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK), Abdullah Öcalan, que ha desarrollado el concepto de confederalismo democrático, una ideología basada en la democracia directa, el ecologismo y el feminismo. Pese a haber sido impulsado por un hombre, el cambio social sobre el terreno está teniendo como protagonistas indiscutibles a las mujeres.

La sociedad kurda de uno y otro país se imbrican y refuerzan entre sí, y Jihna podría entenderse como producto de esa tendencia feminista y emancipadora que se está extendiendo por la región.

“Rojava sacó a la luz la fuerza de las mujeres. Las mujeres son asesinadas en Turquía todo el tiempo, pero con las brigadas de autodefensa de mujeres kurdas sirias (YPG) se vio que éramos capaces de defendernos por nosotras mismas. Por eso luchas como las de Çilem Doğan, que mató en legítima defensa, son importantes”, alega Güzide.

“Queremos cambiar la agenda”

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En esta agencia mujeres de distintas etnias trabajan juntas; Güzide es armenia./ Andrea Rey

“Nos enfocamos en las mujeres, en sus luchas. Hablamos de ellas cuando se convierten en víctimas, pero también contamos sus pequeños éxitos cuando ganan batallas”, coincide Makiye.

La agencia se ha convertido una potente herramienta de sororidad y empoderamiento femenino. Aunque están constituidas como empresa, funcionan como un colectivo, de forma horizontal. “Aquí no hay jefes ni jerarquías: somos reporteras, editoras y aprendices”, explica Güzide. Cuando llega una nueva colaboradora a la agencia, recibe una formación de un mes y medio en redacción, fotografía y vídeo. “Un mes y medio para ser autónomas y después, a correr”, asegura orgullosa.

La agencia muestra además cómo, en un contexto de creciente polarización y exacerbación del nacionalismo turco, mujeres de distintas etnias, (turca, kurda, o armenia, como Güzide) pueden trabajar juntas. Aunque la mayoría son kurdas, reciben el apoyo de asociaciones de mujeres de todo el país. En la actualidad ya son 60 colaboradoras, entre editoras y periodistas, reportando desde Turquía, Irak, Irán y Siria, con la idea de expandirse progresivamente también a Europa.

Sin apenas financiación, la agencia sobrevive, admiten, gracias al trabajo altruista de muchas de sus colaboradoras. “Los ingresos nos los proporcionan la venta de vídeos y de fotos. Los textos los publicamos gratuitamente porque nos interesa que sean difundidos”, explica Güzide.

En su página web, junto a teletipos que desgranan las últimas exacciones del ISIS en Siria, el avance de las fuerzas kurdas en Rojava, o las últimas detenciones de periodistas en Turquía, se incluye un foro de debate sobre Jineología (la ciencia de las mujeres) y una agenda con los eventos feministas en la región. También trabajan en otros proyectos, como un glosario feminista para distribuir entre los medios generalistas, y quieren editar un libro sobre mujeres resistentes.

“Siempre he tratado de existir a través de mis pinturas, de mis artículos y de mi lucha como mujer”, afirma Zehra Doğan en su carta desde prisión. “En este país negro como la noche, donde nuestros derechos han sido cubiertos de rojo sangre, sabía que sería encarcelada: una mujer que inicia una revolución del color puede construir una prisión con sus trazos. Pero solo son trazos… ¡no olvidéis que es mi mano la que sujeta el pincel!”

Quizá puedan incluir a Zehra en ese libro.
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