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Invitadas, mas no subordinadas y menos silenciadas

Jueves 20 de octubre de 2016

El pasado martes, Mujeres Creando inauguraba un mural creado por el colectivo como parte de la novena edición de lsa Bienal Internacional de Arte Siart, en Bolivia. El mural fue destrozado y pintado por decenas de personas.

Danitza Luna, miembro de Mujeres Creando 17/10/16 Diagonal

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Parte del mural creado por Mujeres Creando como parte de la muestra Siart. / Mujeres Creando

Las Mujeres Creando fuimos invitadas por la Organización de la novena versión de la Bienal de Arte SIART en Bolivia para ser parte de la muestra, mas esta invitación y participación no tiene, ni ha tenido, ni tendrá, nada de convencional. Aceptamos, no por aceptar las condiciones de un decadente y sumamente elitista sistema cultural en nuestro país, sino porque desde el principio pusimos nuestros términos como condicionantes para aceptar esta invitación del Siart.

El resultado fue un trabajo gráfico y textual en las amplias paredes externas afuera del Museo Nacional de Arte en la Ciudad de La Paz. Un mural de aproximadamente ochenta metros cuadrados ineludibles a la indiferencia, a pocos metros de las sedes nacionales del Poder Político en Bolivia. Un mural hecho y pensado de manera colectiva, fuerte y bien contundente tanto en su contenido como en su forma. Con una crítica filosa a la hipocresía de la Iglesia Católica y al carácter patriarcal y extractivista del Estado Boliviano.

El acto de inauguración que las Mujeres Creando organizamos por nuestra cuenta para el mural la mañana siguiente de haberlo terminado nos confirmó y probó lo importante de haber tomado esas paredes tan públicas de la manera en la que lo hicimos. La respuesta más propagada por los medios locales fue la del ala más conservadora, hipócrita y violenta de la sociedad paceña y boliviana. Pero nosotras afirmamos que no fue la única respuesta y que la discusión que abrimos es mucho más valiosa que el reflejo simple de los gritos, los insultos misóginos, homofóbicos y racistas, además de las agresiones físicas de una turba de intolerantes. Esas reacciones, por ejemplo, son la prueba de lo bien vigente que esta el colonialismo y el patriarcado en el Estado boliviano, un país en supuesto cambio declarado hace poco como Estado laico y con supuesta libertad de expresión plena.

Una cosa son las irrupciones vandálicas que el mural sufrió la mañana misma de su inauguración mientras aquella turba estaba exaltada, intrusiones escritas con marcador que nosotras entendemos como reflejo vivo de las incómodas roñas de verdad que despertamos. Otra cosa es la censura dura y pura. Censura que significativamente sucedió la misma noche de aquel día, en manos curas y monjas de la plebe de las jerarquías eclesiásticas con baldes y rodillos de pintura blanca. Mientras, alrededor la turba continuaba presente y rezaba oraciones beatas para expiar su violencia de la mañana. Todo esto sucedía al mismo tiempo que se daba la Inauguración Oficial del Siart al otro lado de la pared, dentro del Museo. Un acto hecho más para los representantes de las cooperaciones internacionales que financian el Siart que para los artistas. Ni la organización ni ninguna autoridad del museo se tomaron la molestia de salir a defender la conservación concreta de nuestro trabajo, permitiendo tranquilamente la censura, aunque nuestro trabajo sea oficialmente parte de la muestra.

Queda en evidencia la poca o ninguna intención de debatir este tipo de expresión y censura, tanto por parte de la organización elitista del Siart como del Estado, representado por el Ministerio de Culturas, que nos dio expresa autorización para intervenir esas paredes. Queda en evidencia que nuestros argumentos en la pared fueron tan hirientes a la hipocresía de la moral estatal y cristiana que su única respuesta no han sido otros argumentos, sino la censura violenta e inmediata.

Quedan esas paredes vergonzosamente blancas y mal cubiertas, como recordatorio de que nuestro trabajo es necesario y urgente, y aunque nos hayan dejado el mural tapado, lo que se encuentra debajo de esa cascara de pintura sigue y seguirá presente en las conciencias, los estómagos, las memorias y los corazones que muchos y muchas que en estos momentos, estamos seguras, se siguen preguntando en qué tipo de país estamos.

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