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Fátima Ibrahim, la feminista revolucionaria sudanesa

Domingo 10 de septiembre de 2017

Nazanín Armanian 10-09-2017 Público

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Tras 70 años de una apasionante lucha por el socialismo, Fátima Ibrahim una de las pioneras del feminismo en África se nos fue el 12 de agosto, a los 84 años de edad.

Fatima fue una de las activistas de los derechos de la mujer más precoces de Oriente Próximo. Nieta de un imán de mezquita, hija de una madre licenciada y un padre maestro de escuela, fundó a los 14 años la Asociación de Mujeres Intelectuales, mientras estudiaba en el instituto, y organizó la primera huelga de mujeres en Sudán contra la decisión de la administración de eliminar las asignaturas de ciencias y reemplazarlas por “labores” y “Materias de familia”. Su país, entonces llamado “Sudán Anglo-Egipcio”, se encontraba además bajo el control de los colonialistas británicos, y ella y sus compañeras tuvieron que combatir de forma simultánea en varios frentes.

Una vez terminado el instituto, su padre, un fanático, le impidió estudiar en la universidad (a pesar de haber sido admitida) pensando quizás que así podría contener a su subversiva hija. ¿Y qué hizo ella? Afiliarse al Partido Comunista Sudanés. A sus 19 años, el PCS, que fue la vanguardia de los partidos sudaneses en acoger a las mujeres en sus filas, le da la oportunidad de ser la voz de propuestas para la liberación de las mujeres sudanesas que revolucionarían África: el derecho al voto y participar en el poder, igualdad de salario, del acceso a la enseñanza, cambiar la Ley de Familia y erradicar la cruel práctica de ablación. Sus reivindicaciones chocaron de frente, no sólo con la derecha política gobernante, sino también con la derecha fundamentalista del Frente de Compromiso Islámico (Jabihat El-methaiq elaslami), que pretende instalar una teocracia que siempre es medieval.

En 1952, Fátima junto con otras compañeras fundó la Unión de Mujeres Sudanesas, y consciente de que es imposible una transformación social sin una poderosa publicación progresista, puso en marcha la revista Voz de Mujeres (Sawat al-Maraa). Los esfuerzos del pueblo tuvieron alguna recompensa: En 1965 Fátima se conviertió en la primera diputada del parlamentó sudanés y desde su escaño exigió el derecho al voto para la mujer, el fin de los matrimonios infantiles y los forzosos, e igualdad en salarios. Así, cuando Jaafar al-Numeiri tomó el poder en 1969 con el respaldo del PCS, emprendió algunas reformas de corte socialista, como aprobar leyes que garantizaban los derechos de la mujer a la participación política, y la abolición de leyes como la que obligaba a la esposa a regresar con el marido maltratador. Es cuando empezaron aparecer mujeres abogadas, médicas y maestras. Este mismo año los Oficiales Libres libios, liderados por el coronel Moammar al Gadafi, se hacieron con el poder e instalan el “socialismo árabe-islámico”, y junto con el reparto justo de pan, sanidad y vivienda, establecieron la educación gratuita y obligatoria para ambos sexos y facilitan la entrada de la mujer en todos los campos a los que habían sido vetadas.

El inicio del declive de Sudán El giro a la derecha de Nemeiri y la conversión de su régimen en una dictadura provocó protestas ciudadanas masivas, y un golpe de estado fallido por parte del PCS el 19 de julio de 1971. Fátima fue arrestada y su esposo, el dirigente sindical Alshafi Ahmed Elshikh, fue detenido, torturado y ejecutado junto con cientos de comunistas, civiles y militares. Fátima después de pasar cuatro meses en la prisión, fue puesta bajo arresto domiciliario, hasta que tras el golpe de estado del 1991 perpetrado por Omar al-Bashir del Frente Islámico Nacional (un partido de derecha fundamentalistas), fue liberada por la solidaridad internacional consiguiendo exiliarse a Gran Bretaña.

El régimen de Bashir completó el asalto a los derechos de los ciudadanos y los logros feministas conseguidos tras duros años de lucha e impuso una nueva Ley de Familia en la que se restablecía el dominio del hombre en la familia, obligaba a las mujeres a llevar el hiyab, a pedir permiso al padre o marido para desplazarse, y las excluía de posiciones públicas. Como parte de su propaganda política, la dictadura de Bashir acusó a las veteranas feministas luchadoras anti-colonialistas de “occidentalizadas y desviadas” y ”corruptas morales”, que pretenden destruir las sagradas tradiciones sudanesas y contaminar a las virtuosas mujeres de la “comunidad”. El oscurantismo religioso tachó de “blanco” e imperialista el feminismo (la doctrina de la universalidad de los derechos humanos de la mujer), con el fin de impedir el progreso y mantener la estructura tribal-misógina de su sistema político.

El feminismo de Fatima desafió todo tipo de violencia que se ejerce contra la mujer, el racismo, el odio y el maltrato que las tradiciones perpetuán bajo las normas y prácticas religiosas y rescató los valores positivos de la cultura sudanesa.

Una vez en exilio, Fatima fundó la rama británica de la Unión de Mujeres Sudanesas en 1991 y dirigió la Federación Democrática Internacional de Mujeres.

Fatima tuvo suerte al poder regresar a su tierra en 2005, gracias a la presión internacional que forzó a la dictadura militar-religiosa de Bashir a iniciar un proceso de reconciliación nacional. Ocupó un escaño en el parlamento representando al PCS. La presencia de las mujeres en la dirección de las organizaciones de la sociedad civil sudanesa es tal que hasta los partidos religiosos presumen de contar con mujeres (integristas) en sus filas, como es el caso de Sara Nogd Alla, la secretaria política del Partido Umma.

En 2007, Fatima se retiró de la primera fila, entregando el testigo a la nueva generación de hombres y de mujeres para que siguieran construyendo un mundo decente.

Hoy, la situación empeora por momento Desde que Sudan fue desmembrado en 2011 dentro del proyecto estadounidense del Nuevo Oriente Próximo, la región del sur vive una de las crisis humanitarias más severas del mundo, causada por la intervención de las potencias mundiales y regionales que buscan sus reservas de hidrocarburo. EEUU rompió la República Islámica de Sudan (RIS), creando Sudan Sur que incluye el 75% del petróleo del RIS, y grandes recursos mineros, ya bajo el control de las grandes compañías extranjeras.

Mientras, los soldados y las bandas armadas patrocinadas por diversos estados han destruido la vida de millones de sudaneses: Cerca de 3,5 millones han huido de sus hogares; 7,5 millones (el 45% de la población) se enfrentan a una extrema hambruna, y decenas de miles se enfrentan a enfermedades como el cólera o el tifus causadas por la ingesta de agua contaminado. Miles de mujeres y niñas han sido violadas de forma colectiva y han sido agredidas sexualmente con palos y objetos punzantes (incluso delante de sus hijos y familiares), sufriendo terribles lesiones físicas y daños psicológicos. Muchas de las supervivientes de esta barbarie, además, han sido rechazadas por sus maridos y sus familias porque su maldito “honor” había sido manchado.

Fatima realizó en su propio funeral su último acto de rebeldía contra la guerra y la dictadura que se celebró con la asistencia de miles de personas en Jartum: Las mujeres asistentes expulsaron al Primer Ministro y otros altos cargos oportunistas del gobierno de ceremonia por criminales y por hipócritas.

¡Hasta siempre, compañera!

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