Xarxa Feminista PV

Eternas menores de edad

Viernes 10 de febrero de 2012

Por: Carmen Morán | 08 de febrero de 2012

El País

Gallardón no ve inconstitucionalidad en que las parejas homosexuales sean matrimonio. Qué suerte para los gais que un ministro de Justicia, por más impropio que pueda parecer, lance estas señales ante el tribunal que debe decidir sobre la cuestión. También el PP tiene recurrida la ley del aborto, pero sobre eso no se pronuncia el ministro, solo reafirma su progresismo anunciando cambios que devuelven a los tribunales el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo. Hay dos formas de condena sobre la mujer en este caso: al fuego eterno, vía pecado, la de la Iglesia; a la cárcel, vía tribunales, la del poder político.

¿Por qué no se usan los matrimonios gais para hacerle un gesto a la derecha montaraz y a las sotanas y sí el aborto o la píldora del día después? Hay que remontarse seis millones de años, como mínimo. Para no ir tan lejos, detengamos la máquina del tiempo en la Revolución francesa. Las mujeres lucharon allí con fiereza y convencimiento de que construían un mundo mejor, pero cuando las armas abrieron su espacio a la política y se sientan sobre el papel las bases de un mundo moderno ellas quedan desprovistas de razón para acceder a la ciudadanía. "Dejaron fuera de ese privilegiado grupo a las mujeres, los locos y los niños", explica Soledad Murillo, profesora de Sociología de la Universidad de Salamanca y experta en feminismo. "Es lo mismo que ha pasado en la plaza de Tahir, ellas luchan, pero luego no se reconocen sus derechos", añade. Si no son ciudadanas no pueden decidir por sí mismas, necesitan intérpretes de sus deseos, de sus criterios. Tutelaje.

El problema es que con el paso del tiempo y las democracias avanzadas, es más notorio aquel que resta ciudadanía a las mujeres. Antes se notaba menos. Le acerca más al primate, por decirlo de otra manera. Las mujeres hoy en día puede decidir que quieren ser madres sin tener relaciones sexuales y, desde luego, sin una pareja. "Pero el control sobre el cuerpo, vía pecado, es el último tributo al monopolio de la moralidad", dice Murillo. El Papa de Roma, a través de sus intérpretes en España, obliga a las mujeres a tener hijos no deseados o les impide decidir si quieren pasar por una penosa intervención.

Al ministro de Justicia no parece preocuparle, como a otros miembros de su partido, si los niños se crían al cuidado de una pareja gay, pero ¿qué se creen las mujeres, que pueden decidir libremente sobre su maternidad? ¿Qué abuso de ciudadanía es ese? Dos manidas excusas caen como una losa sobre la ciudadanía completa de las mujeres: la que incide en que el aborto es cosa de la pareja es una. ¿Y qué pasa cuando no hay pareja, hay que preguntarle al padre? ¿Quién debe erigirse entonces en intérprete de los deseos femeninos? La segunda es la de las menores de edad. No es admisible, dicen, que aborten sin que el padre (la familia, que viene a ser lo mismo) esté al tanto. Esta excusa se la podían haber ahorrado, porque las mujeres, por lo que se ve, son todas menores. No han dejado de serlo desde hace millones de años.

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