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Entrevista - Víctima del catedrático condenado por abuso sexual

Jueves 12 de enero de 2017

Una de las víctimas denuncia el apoyo social del que ha gozado Santiago Romero, catedrático de la Universidad de Sevilla condenado a siete años de prisión

Admite que se siente "defraudada por muchas personas, sola y juzgada públicamente por el entorno próximo y la sociedad"

Considera que "lo más doloroso es que de las 42 personas que formamos el departamento, sólo dos nos apoyaran en el juicio"

Alejandro Ávila Villares eldiario.es 11-01-2017

"Y vencimos". Así reza el mensaje de bienvenida en el whastapp de una de las tres víctimas del catedrático Santiago Romero, exdecano de la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad de Sevilla. Ella y sus dos compañeras han vencido a Romero, que acaba de ser condenado, en primera instancia, a siete años de cárcel y una indemnización de 110.000 euros. Ha elegido, para esta entrevista, el nombre de Ana, abrumada, como sus otras dos compañeras, por el eco que ha tenido esta sentencia histórica por tres delitos continuados de abuso sexual.

¿Temía que no se fallara a su favor?

Cabía esa posibilidad y siempre hemos tenido ese miedo, tanto durante los cinco años que ha durado el juicio, como durante los últimos meses de espera de la sentencia. En mi caso, mientras el tiempo pasaba, más miedo tenía. Cuando ha llegado la sentencia condenatoria, me he quedado contenta, porque lo que quería era que el juez nos diera la razón y lo condenara. Cuando he visto que era una condena tan contundente, me he quedado muy, muy, muy contenta.

¿Van a recurrir la sentencia?

Sí, hay varios motivos para hacerlo y ya estamos preparando el recurso. Esto se alargará un tiempo más, pero esta sentencia ya es una victoria para nosotras.

¿Entiende la sociedad la gravedad del delito cometido y de las lesiones que han sufrido?

Creo que hasta que no sufres una situación de este tipo no eres consciente de lo que es el acoso, ni de las repercusiones psicológicas e incluso físicas durante el tiempo que estás expuesta a ese ambiente tóxico. Hemos sufrido un doble proceso de victimización, cuando la Universidad no nos ha atendido. No son sólo daños psicológicos, sino somatizaciones de enfermedades: nervios, desconfianza, angustia, ansiedad, tristeza... te sientes defraudada por muchas personas, te sientes sola, te sientes juzgada públicamente por el entorno próximo y la sociedad.

¿Siente que no han recibido todo el apoyo que necesitaban?

No recibimos ningún apoyo por parte de la universidad. Recibimos apoyo por parte de profesores y profesoras que han estado cuidando de nuestros intereses. Durante la primera etapa de este proceso tan largo, cuando el rector era Joaquín Luque, ese señor ni siquiera nos atendió, a pesar de que se lo solicitamos en varias ocasiones. Tampoco emprendió ningún tipo de acción para protegernos. Estuvimos de baja los primeros meses y la solución que nos dieron fue darnos licencias de estudio, es decir, sacarnos a nosotras de la universidad, en vez de sacar al denunciado. Cualquiera que trabaje en la universidad sabe que eso no es una solución simétrica.

Cuando dice solución simétrica, entiendo que ha escuchado las palabras del rector.

Sí...

¿Y qué le parecen?

Pienso que necesita tiempo para replantearse la situación y llevar a cabo acciones que sean positivas para nosotras y que de alguna manera reparen el daño que se nos ha hecho.

¿Diría que desde que el rector Luque no os atendió hasta la rueda de prensa del rector Castro, pasando por el impulso al protocolo del rector Arellano, ha habido una evolución en la universidad a la hora de afrontar el acoso?

Hemos sobrevivido a tres rectores. El primero no nos prestó ninguna atención. El segundo fue el único que ha hecho algo por nosotras, ya que facilitó y puso en nuestra mano todo lo que se le ocurrió y estuvo capacitado para hacer y gracias a eso, hemos recibido alguna atención en seis años. Al rector Castro no lo conozco.

¿Cree que el término simetría es justo?

No, para nada, no parece para nada simétrico el trato que hemos tenido en relación al que ha tenido el delincuente. No, no, no... El catedrático ha estado todo el tiempo trabajando, ha estado todo el tiempo en su centro, ha dirigido tesis, ha dirigido proyectos de investigación, ha seguido con su vida académica normal, a excepción de que sólo tenía a su disposición el centro el 50% del tiempo de apertura, porque el otro 50% lo tenía yo. Su despacho lo ha mantenido donde lo tenía habitualmente y se ha movido como ha querido y cuando ha querido.

¿Y ustedes?

Nosotras, no. Nosotras hemos estado fuera, hemos estado sin contrato en el caso de una, la otra ha estado con daños psicológicos que le han impedido volver al centro, mientras que yo he estado disfrutando de un centro al 50%, como si la que hubiera delinquido hubiera sido yo. No tenía el despacho en el mismo sitio que mis compañeros, porque no me quería acercar a la zona del departamento, por miedo a encontrármelo a él o a los profesores que los apoyan. Mis redes sociales están completamente rotas en la facultad. Vivo en unas condiciones que no son normales y que, desde luego, no son simétricas.

¿Considera que se le ha protegido más a él que a ustedes?

La condición de funcionario ha hecho que su situación fuera mucho más privilegiada que la nuestra.

Recogidas de firmas de apoyo al condenado en la Facultad de Ciencias de la Educación, acusaciones, por parte de los sindicatos, de falta de apoyo a las víctimas... ¿Les ha apoyado su propia facultad?

El decano de la Facultad de Educación no se ha puesto en contacto conmigo ni con mis compañeras en ningún momento. En ningún momento. Ni el decano, ni ningún miembro del equipo decanal, ni el director de mi departamento se han puesto en contacto conmigo ni con mis compañeras.

¿Qué ha terminado siendo peor: el acoso del condenado o la aquiescencia con la que contaba en el entorno?

El amparo del resto. Eso te lo digo a título personal. Sin ese amparo de los arribistas que ha tenido siempre alrededor, él no habría tenido valor de hacer todo lo que ha hecho. Una persona sola no puede hacer eso sin un apoyo en el que sustentarse. Él no firmaba nada, él ordenaba firmar. Él no acusaba, ordenaba acusar. El hecho de que estas personas hayan trabajado para él ha sido mucho peor, ya que han ido al juicio a defenderlo.

Es sorprendente que, de diez profesores que acudieron al juicio, ocho testificaran a su favor...

Es lo más doloroso... que de 42 personas que somos en el departamento, sólo dos han venido a apoyarnos a nosotras en el juicio.

No llega al 5%...

Es bastante poco.

Más allá de motivos espurios o el arribismo: ¿Nos falta educación para denunciar el acoso?

Es una falta de educación en valores, como ocurre en el resto de la sociedad. El departamento es un microlaboratorio social y lo que se ve es la falta completa de valores: es increíble que estén condenando lo ocurrido las mismas personas que han ido al juicio a defenderlo. Es una incoherencia que no me entra en la cabeza.

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