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Ellas locas, ellos genios: cómo se entiende la subversión en el arte en función del género

Sábado 16 de marzo de 2024

Mujeres que se consideraron ’subversivas’ para la crítica en su época, Camille Claudel, Leonora Carrington o Dora Maar, fueron encerradas en manicomios. Mientras sus compañeros eran consagrados como portentos.

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Camille Claudel, Leonora Carrington y Dora Maar con una de sus obras en segundo plano. — Montaje con imágenes de archivo

MADRID 14/03/2024 21:43CANDELA BARRO Público

Las mujeres artistas que rompieron moldes en su época acababan señaladas como locas o histéricas. Muchas fueron encerradas en psiquiátricos por sus maridos, padres u otros familiares. Sus comportamientos, lejos de la norma, eran tildados de excéntricos y su arte, aunque fuera pionero y tuviera esencia de genialidad, nunca se veía como tal.

Camille Claudel (1864-1943), Leonora Carrington (1917-2011) y Dora Maar (1907-1997) son algunas de las artistas a las que su subversión les costó una vida de violencias. Se las patologizó y encerró sin cuestionar quien decidía sobre su propia vida y cómo podía el contexto de profunda marginación afectar a su salud mental. Pero también hay ejemplos en la política o en el activismo, como el de Kate Millet (1934-2017.

"¿Por qué a Dalí se le consideraba un artista subversivo y a sus coetáneas, por lo mismo, se las encerraba en una manicomio?", se pregunta María López, doctora en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y una de las mayores especialistas sobre la figura de Camille Claudel.

López, que ha estudiado su vida pormenorizadamente, explica su figura en la sesión De lo subversivo a la locura en el veinte aniversario del Ellas crean, un festival reivindicativo que, desde el feminismo, presenta este espacio de reflexión en el Museo Arqueológico Nacional.

Camille Claudel era una escultora vista por los críticos como una artista ’viril’. Sus obras eran un desafío técnico para el que se requería una gran fortaleza física. La crítica, profundamente masculina, la adjetivó así porque era su manera de decir que su obra sí merecía respeto.

El lugar de partida ya era sintomático de hasta qué punto las mujeres estaban anuladas para representar la vanguardia. Lo subversivo lo tenían que liderar ellos. "Se trata de la intransigencia al género asignado en donde toda queja o protesta las deja en un lugar peligroso, de malas o locas", explica Nora Levinton, psicoanalista y doctora en Psicología por la Universidad Autónoma de Madrid.

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Down Below. Obra de Leonora Carrington. — Imágen cedida por la Fundación Mapfre

Claudel o la subversión vista por el patriarcado

Claudel fue pareja y alumna de Auguste Rodin. "Dicen que se aprovechó de ella para hacer sus esculturas más icónicas", explica López. Estuvieron diez años juntos pero Rodin no le ofrecía un gran compromiso, tenía otra amante y ni siquiera la atendió cuando tuvo que abortar. Ella decide separarse de él y encerrarse en sus taller.

A pesar de la separación, Rodin no quería salir de su vida. Intentaba pagarle a los distribuidores, interceder con su arte y estar presente. Ella se negaba pero él no cedía. "Cuando entró en el psiquiátrico la diagnosticaron de ’manía persecutoria’. Ella sentía que entraban en su taller y eso se fue acusando. Pareciera que Rodin más que ayudarla, quería controlarla", continúa la especialista.

Sus crisis se agudizaron y su hermano, Paul Claudel, la ingresa en el psiquiátrico Montdevergues. Estuvo encerrada 30 años en los que reclamó su libertad a través de multitud de cartas. "Los datos muestran que fue la subversión de Camille la justificación de todos esos años de encierro", apunta López.

Su hermano la visitó 11 veces en tres décadas y sin embargo, fue el encargado de interpretar la obra de Camille después de su muerte. En su lectura definió sus esculturas a través de su vida y, sobre todo, de su "locura". Esa visión pasó a la historia como la oficial frente a la reivindicación feminista por añadir el contexto machista. "Lo personal es político por lo que deberíamos reflexionar cómo su subversión terminó siendo patología", explica la psicoanalista.

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Camille Claudel en el centro fumando con Jessie Lipscomb a la izquierda en 1887 y otra amiga. — Imagen de archivo

Carrington, Maar y los hombres que las encerraron

Leonora Carrington es otro ejemplo. "Se decía que ella misma llevaba el surrealismo dentro", explica Semíramis González, historiadora y comisaria de arte contemporáneo española desde un enfoque feminista. De clase social alta, estudió arte en Londres y después se mudó a París. A su compañero, el artista Max Ernst, le encierran en un campo de concentración francés por ser alemán. El contexto de guerra la llevó a exiliarse a Madrid.

Carrington se exilia a Madrid en una profunda "inestabilidad emocional" derivada de la guerra y sufre una violación grupal. Lo lleva en secreto y su salud mental empeora. Su padre la encierra entonces en otro centro. Ella describió, en su obra autobiográfica Memorias de abajo, escrita en 1943, todo lo que le ocurrió allí.

"La trataban con químicos de sumisión que le provocaban ataques epilépticos. Ella consigue huir a México y deja de tener episodios de brotes psicóticos. Esto nos puede presentar una reflexión sobre cómo determinados contextos acrecientan los síntomas", reflexiona González.

En el caso de Dora Maar, pionera de la fotografía surrealista, el encierro lo hizo su maltratador, Pablo Picasso. Maar fue reconocida solo a través de la figura del genio de Picasso y lo que sufrió como su pareja quedó silenciado. Su vida, marcada por los abusos y la violencia de su padre, siguió el mismo camino al conocerle. La diferencia de edad era notable, ella veintitantos, él casi 60. Además, él estaba casado y tenía otra amante.

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’29 rue d’Astorg’, fotografía surrealista de Dora Maar en 1936. — Imagen de archivo, Centre Pompidou

"Picasso la golpeaba, la humillaba y la infantilizaba. No reconocía su valor como artista a pesar de que aprendió de ella todo lo político. Era un comprometida activista antifascista. Sin embargo, no podía escapar de él. Estaba dentro del ciclo de la violencia de género que ahora conocemos bien", explica la historiadora del arte. Picasso no le dejo ir ni siquiera al funeral de su propia madre.

Fue internada en un sanatorio por orden del artista, allí también recibió malos tratos y tratamientos como el electroshock. Al salir, se enclaustra en soledad. "Picasso intermedia para que la abandonen pero ella también quiso alejarse de los artistas que la humillaron", explica Semíramis González. Murió con 90 años y solo acudieron cinco personas a su funeral.

Antes histórica que histérica

La posición política de estas artistas profundamente feminista y comprometida se veía desde la otredad. Insumisas al patriarcado y comprometidas a combatirlo. Así como Kate Millet, referente del activismo feminista estadounidense y autora de Política Sexual, una de las tesis más leídas de la historia. Pero también deViaje al manicomio, en donde relató como su madre la mete en un frenopático. Millet combatió ferozmente la violencia psiquiátrica.

"La histérica no reacciona a la diferencia de sexos si no a la desigualdad. Reacciona a ser designada como ’el segundo sexo’", argumenta Nora Levinton, que ha estudiado la figura de Millet con interés en la conexión entre "patologización" y "politización".

Levinton considera a Millet una "subversiva total": "Inició un juicio contra el Ayuntamiento de Nueva York para evitar la especulación que duró 30 años. Se fue a Irán cuando asumió el ayatolá Jomeini en 1959 para luchar por las mujeres iraníes. Viajó a Irlanda para sumarse a la huelga del hambre de los prisioneros del IRA. Participó en una cantidad de luchas impresionantes", zanja.

Kate Millet, Camille Claudel, Leonora Carrington y Dora Maar son cuatro ejemplos paradigmáticos. Mujeres cuyas vidas explican cómo el poder masculino relacionó lucha e histeria con la intención de silenciarlas, apartarlas y violentarlas. "El patriarcado como forma de apaciguar la subversión convirtiéndola en locura", termina la psicoanalista.

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