Xarxa Feminista PV

El susto no te lo quita nadie

Domingo 19 de marzo de 2017

Puedes colocar muchas mujeres al frente de un gobierno, de un ayuntamiento, de un diario o de una empresa. Si ellas no rompen las costumbres, nada sucede. Romper las costumbres podría ser la acción

Cristina Fallarás - cixi Público 08-03-2017

Cuando una llega a la dirección de un medio de comunicación informativo no especializado se da cuenta de que el problema no es el número de mujeres. No es eso, y tardas en caer del guindo, un guindo donde se mecen también la información sobre los ejércitos, la liga de fútbol, los anuncios de putas o la Bolsa. El problema es la costumbre. Las cantidades a la hora de interpretar la presencia femenina son una trampa. Nadie diría, por ejemplo, que políticas como Esperanza Aguirre, Ana Botella, Margaret Thatcher o Hillary Clinton han hecho del mundo un lugar distinto. De eso se trata.

Los números muestran e incluso asustan, pero no suelen solucionar.

Asustémonos, pues, un rato. Y para el pasmo, bastan tres ámbitos: Congreso de los diputados (política), Ibex35 (economía) y premios institucionales (cultura). En el caso del Ibex 35, se acaba de saber que en su cúpula hay solo 92 mujeres frente a 361 hombres (20,31%). Este dato no solo asusta poco, sino que resulta apenas relevante. Para empezar porque pertenece al ámbito de lo privado. Para seguir, porque pese a representar ámbitos de poder, esas mujeres no tienen visibilidad, son lo que podríamos llamar hembras ocultas. Impresionan más los números de la “zona pública”.

En el caso del Congreso, me centro en los portavoces parlamentarios que ha tenido nuestra democracia; en el de la Cultura, en los premios literarios. Ambos grupos sitúan a sus protagonistas en los medios de comunicación. O sea, los popularizan, los convierten en símbolos y les dan presencia pública.

El congreso de los diputados, entre 1977 y 2017, ha visto pasar por sus butacas a 196 portavoces. sólo 11 han sido mujeres

El Congreso de los diputados, entre 1977 y 2017, ha visto pasar por sus butacas a 196 portavoces. De esos dos centenares, sólo 12 han sido mujeres. Esta barbaridad se agrava al situarlas en sus respectivos grupos. Nueve de las 12 proceden del grupo mixto. Hasta que Irene Montero fue nombrada el mes pasado portavoz de Podemos, en 40 años “los partidos mayoritarios” solo habían tenido dos* féminas portavoces: Soraya Sáenz de Santamaría (PP) y Soraya Rodríguez (PSOE). ¡Ay!, solo dos.

En cuanto a los premios oficiales en democracia, aquí va el susto: Premio Cervantes: 4 mujeres de 41 premiados; Nacional de las Letras: 4 de 33; Nacional de Narrativa: 3 de 40; Nacional de Poesía: 5 de 40; y Nacional de Ensayo: 3 de 42.

Sin embargo, insisto en que los números solo asustan. Y asustar no es el verbo, no es la acción que se busca. El verbo, la acción, podría ser feminizar. La Real Academia ofrece dos acepciones para feminizar: 1: Dar presencia o carácter femeninos a algo o a alguien; y 2: Adquirir caracteres femeninos. Podría ser, pero para ello deberíamos ponernos de acuerdo en qué es el “carácter femenino”, para lo que antes tendríamos que pactar un supuesto “carácter masculino”. Así que, por mucho que nos empeñemos, tampoco feminizar define exactamente el cambio.

Cuando una llega a la dirección de un medio de comunicación informativo no especializado se da cuenta de que el problema es la costumbre. Pongamos un diario. Tradicionalmente los diarios estaban escritos por hombres para que los leyeran hombres. Así nacieron y así continuaron durante mucho tiempo. O sea, la información de la bolsa en lugar de la cesta de la compra; la información de los ejércitos, de los deportes o el juego, en lugar de educación, alimentación o sanidad; de los intestinos de los partidos en lugar de la gestión de lo público; los anuncios de putas e inversiones. Costumbres.

Puedes colocar muchas mujeres al frente de un gobierno, de un ayuntamiento, de un diario o de una empresa. Si ellas no rompen las costumbres, nada sucede. Romper las costumbres podría ser la acción.

Eso sí, el susto no te lo quita nadie.

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