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El Movimiento Feminista sigue levantando reacciones de rechazo basadas en prejuicios poco racionales

Lunes 14 de mayo de 2012

"la enésima versión de la caza de brujas"

5 de abril de 2012

Cuando al presentador de radio Rush Limbaugh, icono de los republicanos estadounidenses desde los 80, se le ocurrió acuñar la palabra "feminazi", comenzó la gestación de un personaje mitológico muy popular: un tipo de mujer "cuya aspiración más importante en la vida es asegurar que ocurran cuantos más abortos mejor" (sic), además de conspirar para dominar el mundo mediante oscuros lobbies, casi siempre mediante subvenciones de dinero público. La feminazi tiene un aspecto físico poco agraciado que, en el Estado español, ha servido a ilustres opinólogos como Arturo Pérez-Reverte (introductor del término por estos lares en 2009) para criticar a las ministras sin tener que molestarse en observar sus actuaciones políticas.

A pesar de que su caracterización presenta algunas inconsistencias – ¿cómo consigue abortar sin parar si solamente mantiene prácticas sexuales lesbianas? –, ha triunfado en ámbitos diversos: de los tertulianos de derechas a determinados sectores reaccionarios dentro de colectivos de izquierdas; de los grupos procustodia compartida que quieren cambiar la Ley de Divorcio para que no favorezca a las mujeres a los ultracatólicos que se oponen a toda posibilidad de romper la alianza sacramental. Todos, de manera más o menos velada, reproducen en sus discursos el terror que causa este ser.

Hipérboles aparte, la caricatura se extiende y llega a contar con cierta aceptación social. "Los sectores de ultraderecha son los que azuzan el fuego, pero al final arrastran a sectores amplios de la ciudadanía y logran que su crítica (basada en una versión manipulada) se extienda", cuenta June Fernández, periodista e impulsora de Pikara, una revista online con perspectiva de género.

Más allá de la caverna

El nivel de crispación es difícil de medir, pero, dentro de los movimientos sociales, Serena, activista feminista, afirma que no es que esté creciendo el antifeminismo, sino que "al hacerse más evidentes las reivindicaciones en espacios mixtos como el 15M, las reticencias también son más visibles". De su experiencia en la ciudad de Sevilla destaca positivamente actividades antisexistas novedosas organizadas en esa ciudad en los últimos meses, que podrían significar tanto un rebrote de agresiones como mayor preocupación por el tema.

La politóloga Lucía del Moral, que también participa en colectivos feministas, observa que "están surgiendo iniciativas y movimientos que tienen mucho de feministas, por ejemplo en su forma de organización (decisiones por consenso, respeto a los tiempos...) o en los temas sobre los que trabajan (valorización de lo no monetario)", pero que no siempre, "o más bien casi nunca", se autodefinen como tal. "¿Por miedo que se le acuse de radicales?", se pregunta.

Críticas ha visto muchas Inwit, de la comisión que gestiona la web y las redes sociales de la Asamblea de Sol, porque escribe en femenino. Cuando tuitea invitando "a todas" a una convocatoria, le suelen responder algo como "¿entonces los hombres no podemos ir?" En su opinión, "todo el mundo me entiende si, desde detrás de mi barba, digo ’nosotras’, pero hay algo que no cuadra, que no está en orden".

Que en español el masculino sea considerado neutro "es tan sólo otra formalidad que fue instaurada, por supuesto, por hombres (no en vano hasta hace 30 años no hubo una mujer activa en la RAE)", dice. Usar el femenino como genérico "es una herramienta para visibilizar que, en verdad, hay cosas mucho más graves que una incorrección gramatical que no están bien en nuestro entorno". El cuestionamiento parece escocer porque un alto porcentaje de los comentarios críticos que se dejan en tomalaplaza.net hablan precisamente de gramática.

June Fernández tiene una experiencia similar: tras escribir una entrada en su blog en la que contaba situaciones calificables como "micromachismos" (machismo cotidiano y de baja intensidad), recibió, además de comentarios razonados, un aluvión de insultos. "Es curioso cómo yo analizaba el machismo sutil y la respuesta por parte de muchos hombres ha sido la agresión machista no precisamente sutil".

Mucho más que palabras

Cuando Ana Mato estrenó su cartera de ministra cambió la denominación de la violencia de género por "violencia en el entorno familiar". No se trata de un cuestión lingüística, supone ocultar que las relaciones desiguales que fomenta el patriarcado tienen que ver con esta violencia y que, aunque los antifeminazis quieran dar la vuelta a los porcentajes, la sufren muchas más mujeres que hombres.

June Fernández ve una clara relación entre el antifeminismo y el giro institucional en políticas de igualdad, apoyado en la creencia de que no son necesarias. "Está dificultando la concienciación de la ciudadanía porque calan mitos como que los hombres maltratan físicamente pero las mujeres psicológicamente, que las políticas de acción positiva son injustas, que el feminismo es sinónimo de hembrismo..." Le preocupa "el bulo de las denuncias falsas, que puede restar seguridad a las mujeres a la hora de denunciar" y "que se refuerce el estereotipo de mujer manipuladora y avariciosa que alimentan los grupos procustodia compartida".

En este sentido, Lucía del Moral resalta que en un contexto de crisis las reivindicaciones feministas pasan a segundo plano –"con la que está cayendo, ¿vais a venir con eso?"– también en entornos activistas. Además, a los hombres que se quedan "parados del todo", los que pierden el empleo y no asumen trabajo doméstico, "no creo que les haga gracia sentirse cuestionados". Podría relacionarse con que, en época de escasez, las personas privilegiadas tienden a abrazar ideologías conservadoras para conservar esos privilegios, igual que aumenta la xenofobia hacia la población inmigrante. La disminución de las políticas y el gasto social en favor de la igualdad es paradójica si se tiene en cuenta que a las mujeres les afecta más la crisis, como demuestra el economista Juan Torres López (ATTAC) en su blog, en un artículo lleno de datos que confirman que el feminismo sigue siendo necesario. Por ejemplo, que el porcentaje de mujeres que cobran por debajo del salario mínimo es el triple que el de los hombres o que el 70% de quienes reciben las pensiones más bajas son mujeres.

La primera ola de la marea violeta El 10 de febrero la marea violeta reunió a miles de personas en 45 ciudades del Estado. La iniciativa había surgido apenas un mes antes, cuando un grupo de organizaciones feministas de Málaga decidió hacer frente común y comenzó a difundir la idea entre sus contactos por internet.

El objetivo es denunciar el desmantelamiento de espacios institucionales proigualdad: el Gobierno central ha recortado subvenciones para los centros municipales de atención a mujeres; los ayuntamientos están cancelando acuerdos con organizaciones para la prestación de servicios de orientación de empleo, asistencia jurídica o acogida para víctimas de violencia machista y se están cerrando bibliotecas e institutos de mujeres. Pero también protestan por el retroceso en los avances sociales logrados en los últimos años, puestos en riesgo por el futuro cambio de la Ley de Aborto, la desaparición de la educación para la igualdad del currículo escolar o el incumplimiento de las leyes de Igualdad, Violencia y Dependencia.

Según el equipo coordinador, ha quedado demostrado que "sin grandes medios somos capaces de movilizarnos todas juntas" y aseguran que habrá nuevas citas porque no están "dispuestas a renunciar a los derechos conquistados". La primera ola de la marea ha recibido 422 adhesiones de colectivos heterogéneos, desde asambleas 15M hasta sindicatos y partidos como IU, Equo y PSOE, este último pionero en recortes en igualdad desde que suprimió el Ministerio correspondiente en octubre de 2010.

Fotos Archivo AmecoPress: En espacios públicos de Madrid aparecen pegatinas con la frase "Stop feminazis". Autor Olmo Calvo.

Fuente: Amecopress

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