Xarxa Feminista PV

Dos años secuestradas por Boko Haram

Jueves 14 de abril de 2016

La solidaridad con las 219 colegialas nigerianas se extiende a 2.000 mujeres y niñas raptadas, a cientos de varones reclutados a la fuerza y a 2,1 millones de personas desplazadas internas.

Manu Mediavilla - Colaborador de Amnistía Internacional 14/04/2016 - eldiario.es

Dos años después, nada se sabe de las 219 colegialas secuestradas en Chibock (noreste de Nigeria) por Boko Haram, grupo armado opuesto a la autoridad laica y a todo lo que considere “influido por Occidente”, incluidas las elecciones y la educación laica. Su propio nombre suele traducirse como "La educación occidental está prohibida", aunque los objetivos de sus "múltiples crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad" documentados por Amnistía Internacional (AI) y organismos de derechos humanos de Naciones Unidas, abarcan todos los ámbitos. Desde políticos y empleados públicos, hasta miembros de las fuerzas de seguridad y milicianos progubernamentales de la Fuerza Especial Conjunta Civil (FECC), pasando por líderes tradicionales "no creyentes" e incluso dirigentes islámicos que rechazan sus métodos crueles y su jurada lealtad al yihadista Estado Islámico.

Este segundo aniversario del masivo secuestro -Boko Haram se llevó a 276 alumnas de Secundaria, pero 57 pudieron escapar- insiste en el lema de #BringBackOurGirls, "Devolvednos a nuestras niñas". Pero la petición de libertad y la solidaridad se extiende a las más de 2.000 mujeres y niñas raptadas, y a los cientos de muchachos y hombres reclutados a la fuerza, y a los miles y miles de personas atrapadas en las ciudades del noreste ocupadas por ese grupo armado, y a los 2,1 millones de personas desplazadas internas.

Los avances de las fuerzas armadas nigerianas en el último año, con apoyo de tropas de Camerún, Chad y Níguer, les han permitido recuperar varias localidades controladas por Boko Haram y ’rescatar’ al menos a 1.400 personas. Pero el conflicto y la violencia continúan, ahora con incursiones del grupo armado contra pueblos y ciudades pequeñas y con atentados con bomba en lugares de máximo peligro para la población civil como escuelas, mercados, centros de transporte, bares, restaurantes y lugares de culto.

Tampoco el ’rescate’ de personas secuestradas o atrapadas (el 92% acogidas en comunidades y el 8% en campamentos para gente desplazada) está exento de problemas. Por una parte, hay muchas dificultades de escolarización, lo que indirectamente favorece la campaña de Boko Haram contra la educación laica. Por otro lado, se echa en falta la necesaria atención médica y psicosocial a las mujeres y niñas para abordar asuntos tan serios como el de los ’hijos de violaciones’ nacidos durante el secuestro, o como el de la trata y abusos sexuales en los propios campos para desplazados.

Niñas y mujeres son las principales víctimas de la estrategia de terror de Boko Haram, que no duda en secuestrarlas y encarcelarlas para, después de convertirlas a la fuerza a su particular visión de la religión islámica, utilizarlas como esclavas sexuales, casarlas con sus combatientes y entrenarlas militarmente para luchar y realizar atentados suicidas. En los últimos dos años, el grupo armado ha recurrido a mujeres jóvenes y niñas como bombas humanas para hacer estallar explosivos contra objetivos civiles tan concurridos como mercados, mezquitas e incluso campos de refugiados. Un informe publicado esta semana por Unicef cifra en casi el 20% el porcentaje de menores autores de atentados suicidas en Nigeria, Camerún y Chad, y subraya que tres cuartas partes de esos ataques infantiles son realizados por niñas.

Todo ello, unido a la brutal respuesta de las fuerzas armadas y policiales, compone un escenario de graves violaciones de derechos humanos que han llegado hasta la Corte Penal Internacional, cuya fiscalía ha identificado 8 posibles casos (6 de Boko Haram y 2 de las fuerzas de seguridad) de crímenes de guerra y crímenes de lesa humanidad. Las cifras del horror resultaban ya sobrecogedoras hace casi un año: 17.000 personas asesinadas en el noreste nigeriano desde que comenzó el conflicto en 2009; 20.000 hombres y niños detenidos por el ejército; 7.000 muertos por hambre, asfixia o tortura bajo detención militar desde 2011; 1.200 varones ejecutados extrajudicialmente desde 2012; 8.000 civiles muertos por Boko Haram en 2014 y 2015; 2.000 niñas y mujeres secuestradas desde 2014.

Amnistía Internacional lo ha ido documentando en sucesivos informes durante el último año: "Nuestra labor es disparar, asesinar y matar": el reinado del terror de Boko Haram (abril de 2015, sobre la situación en el noreste de Nigeria); Estrellas en los hombros, sangre en las manos (junio de 2015, sobre abusos del ejército nigeriano); Human rights under fire: Attacks and violations in Cameroon’s struggle with Boko Haram (septiembre de 2015, sobre violaciones de derechos humanos en Camerún por parte de Boko Haram y las fuerzas de seguridad gubernamentales).

Los testimonios recogidos por Amnistía confirman el ’reinado del terror’ del grupo armado, que no duda en buscar casa por casa a milicianos civiles de la FECC, ni en sembrar la calle de cuerpos acuchillados, disparados y en ocasiones "sin cabeza"; ni en quemar "viviendas con ancianos y mujeres dentro", a comerciantes en sus tiendas, o a funcionarios y reclusos atrapados en prisiones. Sus tácticas brutales incluyen el "disparar especialmente a hombres jóvenes y muchachos" –a los ojos de Boko Haram, su juventud los hace sospechosos de integrar las milicias progubernamentales—, así como las ’ejecuciones’, sean de varones por no sumarse al grupo armado, sean de cualquier persona que se resista a convertirse.

Las mujeres son violadas sistemáticamente por varios combatientes, que a veces resultan ser excompañeros de clase o convecinos de aldea. Y las condiciones en los campos de detención son también terribles, con noches al raso y jornadas enteras sin comer. Por no hablar del desastre educativo: 600 maestros asesinados durante el conflicto; 2.000 escuelas cerradas; centenares más destruidas por ataques, saqueos e incendios, y un millón de menores que han tenido que dejar su escolarización en Nigeria y sus países vecinos.

Con ese telón de fondo, Amnistía Internacional pide a Boko Haram que cese sus ataques a objetivos civiles y libere a las personas secuestradas, y al Gobierno nigeriano, que dé los pasos legales necesarios para restaurar la seguridad en el noreste del país, garantizar la protección de la población civil y sus propiedades, y asegurar el acceso infantil a la enseñanza. Y en ese escenario surgen noticias sin confirmar sobre la supuesta disposición de Boko Haram a liberar a las 219 colegialas a cambio de un rescate, mediante estrategias como la recientemente difundida "prueba de vida" de las niñas, y sobre el propósito del Gobierno nigeriano de crear centros de rehabilitación para ’arrepentidos’ del grupo armado. Para Amnistía, lo importante es acabar con el actual clima de impunidad –el derecho de las víctimas y sus familias a la justicia y a recibir reparación excluye la amnistía— y garantizar que todos los crímenes de guerra, contra la humanidad y contra la ley internacional, son investigados eficazmente y sus responsables llevados ante la justicia para responder de ellos en juicios justos que no contemplen la pena de muerte.

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