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"Después de la agresión sexual, solo me hizo sentir segura el apoyo que nos damos entre mujeres"

Domingo 17 de julio de 2016

Esther (nombre ficticio) denunció una violación por parte de dos hombres hace unos meses

Declaró dos veces en comisaría: "La segunda, tras comunicar que me encontré con alguien con los rasgos de mi agresor, acabaron gritándome"

"El apoyo y el cuidado mutuo entre mujeres es la única garantía de una vida sin miedo. Si pasas por esto y no tienes esa red, te quieres morir"

Sofía Pérez Mendoza 14/07/2016 - eldiario.es

A Esther –que no se llama Esther– no la violaron en San Fermín. La memoria no le permite reconstruir cómo dos hombres la llevaron, según cuenta, a una casa y la agredieron sexualmente, pero las marcas físicas se lo recordaron al día siguiente. "Estaba con una amiga en un bar del barrio y no sé qué pasó después. Estoy convencida de que a ambas nos echaron algo en el vaso porque yo empecé a sentirme muy eufórica y ella a encontrarse muy mareada".

Durante los tres días siguientes se negó lo que su cuerpo le contaba, hasta que el dolor "se hizo insoportable" y acudió al médico, "la persona que puso por primera vez en palabras lo que me había pasado". No se lo había contado a nadie más hasta entonces. "Me repetía todo el tiempo que qué había hecho, que qué había hecho. Me estaba responsabilizando de algo de lo que no era ni siquiera consciente", recuerda.

Esther se define como una persona sensibilizada e informada sobre temas de género, "hasta que te pasa a ti"."Tengo tan clara la teoría, las causas estructurales de la violencia machista... Pero cuando te ocurre algo así te das cuenta de lo interiorizados que tenemos las mujeres los roles y la culpa".

El médico emitió su parte y con el documento fue al hospital para recibir el tratamiento antirretroviral contra el VIH, un paso obligatorio una vez activado el protocolo contra las agresiones sexuales. En urgencias esperó, recuerda, tres horas sin acompañamiento médico. "Me dio un ataque de nervios y salió una ginecóloga muy avergonzada pidiéndome perdón porque no tenían claro cómo se aplicaba el protocolo". Fue el primer escollo institucional, pero no el único.

Sin asistencia psicológica

Ese mismo día denunció la agresión en una comisaría de Madrid, desde donde la trasladaron al Servicio de Atención a la Mujer (SAM) de la Policía Nacional. Allí pasó otras tantas horas y asegura que en ningún momento le ofrecieron apoyo psicológico. "Por suerte tengo apoyo fuera de mujeres que me han cuidado y protegido. Una persona que no conoce estos recursos se va a su casa después de denunciar a querer morirse".

Para Esther, esta red de vecinas y amigas ha sido su salvavidas, "el único sitio donde me he sentido a salvo, la única garantía de una vida sin miedo". "Me han acompañado y han estado pendientes las 24 horas del día, así que me gustaría decir a las mujeres que han pasado por algo similar que aúllen, que estamos, que vamos, que nos movemos", asegura.

Una mujer denuncia una violación en España cada siete horas. El Ministerio del Interior ha contabilizado 9.040 agresiones sexuales en seis años. "Cuando sufres este tipo de violencia machista y tratas de retomar tu vida te das cuenta de que el daño físico no es lo peor. Hoy no puedo subirme en un blablacar con un hombre ni entrar en el metro con mucha gente. Sé que el mensaje es horrible, que esto te rompe la vida, pero se sale. Salimos. No quiero que lo que yo cuente me victimice, esta es una historia de empoderamiento, del empoderamiento de las mujeres, de cómo aprender a defendernos, a ocupar nuestro espacio".

Casi dos semanas después de poner la denuncia, Esther asegura que se cruzó en el centro de salud con un hombre que respondía a las características físicas de uno de sus agresores. "Entré en pánico y lo comuniqué. Llamé a la policía, al 112, al 016... Y a mis vecinas. En tres minutos se plantó allí una de ellas, y menos mal. En emergencias –relata– me atendieron con poca empatía, el tono no era el adecuado y me puso mucho más nerviosa. Tanto que pedí una ambulancia que no llegó nunca. Vino la policía y nos llevaron a mí y a ese hombre de nuevo al SAM".

La primera atención que le dieron los agentes –los que acudieron al lugar de los hechos– fue "muy buena". "Trabajaron conmigo la autoconfianza y me repetían todo el tiempo que yo no estaba jodiendo la vida a nadie, que no me preocupara por nada más que por mí misma", recuerda.

Confusión y desconfianza

En el SAM declaró por segunda vez, después de él. "Eso no fue una declaración, fue un interrogatorio, me aturdieron mucho con las preguntas y las cosas que me decía el policía me confundían. Les llegué a pedir disculpas porque me estaba bloqueando. Era como si estuvieran buscando contradicciones respecto a mi primera declaración", cuenta la mujer, que asegura que le negaron la copia de la declaración.

Al final, le preguntaron con incredulidad, así al menos lo percibió Esther, que si estaba "al 100% segura de que era él el agresor". "Les dije que, dentro de mis posibilidades en ese momento, en el momento de la agresión, sí estaba segura al 100% de lo que había visto. Entonces una de las policías en la sala empezó a gritarme: pero cómo se te ocurre, no sabes lo que haces, pobre hombre". En la conversación, Esther repite asombrada que esto pasó en un servicio especializado de atención a víctimas de violencia machista. "No puedo imaginarme las mujeres que pasarán por aquí cada día", dice.

Según salía de la sala –narra– oyó a un corrillo de agentes decir "que soltaran" al hombre. "Salimos mi compañera y yo huyendo de la comisaría y nos escondimos en un bar del miedo que tenía. Es terrible que el lugar al que tienes que ir a contar sea tan machista y en ocasiones tan deshumanizado", denuncia. Se celebró un juicio por esta denuncia y el hombre fue declarado inocente. Su abogada recurrió, pero se ha desestimado.

Esther ha dejado su barrio de Madrid y vive fuera de la ciudad. Le cuesta ver las noticias sobre lo que está pasando en San Fermín.

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