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¿Democracia sin igualdad? No, gracias!. Carmen Castro

Viernes 17 de junio de 2011

Este mes de mayo ocurrió lo que ¿nadie? esperaba. El hartazgo y la frustración que parte de la población española sentía, ante los abusos desmedidos de los mercados y el giro hacia las politicas neoliberales como respuesta a la crisis se fue haciendo explícito y extendiendo por diferentes territorios de manera pacífica. Había hambre de democracia económica y parte de la población, en España, que se creía desmovilizada decidió sacar a la calle su crítica, sus sospechas y desilusión en forma de indignación.

El movimiento 15M, que aglutina una diversidad de plataformas ciudadanas, entre ellas la de democracia real ya , salió a las calles, tomó las plazas, y poco a poco, tras el desconcierto y la sorpresa por su capacidad de autoorganización, el debate político fue llenando el vacío existente en las ciudades y las plazas se ocuparon de acampadas diversas, incluso más allá del territorio español.

Hay quien quiso ver en este fenómeno el germen de un espíritu revolucionario; sin embargo, tras dos semanas observando, participando en algunas asambleas, en la producción de algún que otro documento y leyendo algunas de las sesudas reflexiones que se han ido publicando, tengo que decir que no coincido con esta percepción.

Creo que es un movimiento estimulante del pensamiento crítico (y ¡bienvenido sea!) que ha ido consesuando propuestas de reforma bastante coherentes, en mi opinión. Ahora bien, estas reformas se refieren más a un mejor funcionamiento de los mecanismos del propio sistema, que a cuestionarlo: reforma de la ley electoral, transparencia política, incompatibilidades y mecanismos de verificación que eviten las corruptelas, etc. todo ello es muy necesario y en este sentido me he ido manifestando en diferentes artículos, pero por sí mismas estas propuestas de reforma no garantizan un cambio de modelo social.

Estoy de acuerdo con que la gestión de esta crisis tiró por tierra una parte importante del ‘idealismo’ progresista; en estos tres años nos ha dado tiempo a interiorizar algunas lecciones como la de que el sector financiero nunca ha pagado el daño que provoca o que la opinión ciudadana dejó de tenerse en cuenta ante los grupos de presión económicos y financieros. Cuando la política pierde el idealismo, ¿a qué se reduce? pues como dice Tony Judt a una mera forma de contabilidad social que gestiona cotidianamente personas y recursos y así, por contagio social, nos convertimos en gestores/as de las necesidades, de la utilidad, del bienestar o de las emociones.

Es en el debate de las ideas, de los principios y de los valores en el que está el meollo del asunto.

Hay que atreverse a imaginar otras formas de producción y de propiedad y también otro sistema de relaciones sociales, económicas y personales, no ya desde situaciones desiguales de poder, sino desde la equidad, para alimentar realmente un espíritu revolucionario. Hay que decidirse a cuestionar lo aprendido y a resignificar las palabras, los procesos y sus protagonistas para asignar nuevos criterios de valoración y reconocimiento. Hay que integrar la dimensión de la igualdad en el debate de los pilares de la democracia. Hay que saber aceptar que las ramificaciones del patriarcado persisten incluso entre quienes dicen actuar desde un espíritu crítico, inconformista y revolucionario. Hay que querer nombrar de otra manera, inclusiva y plural, para proyectar cómo queremos estar en la sociedad. Y esto es precisamente lo que no observo en el entorno del movimiento ‘15M’, a pesar de que las plazas de las ciudades se llenaron también de indignadas.

La historia está llena de ejemplos de cómo las revoluciones sociales han ido aplazando sistemáticamente la revolución de las mujeres y en esta ocasión también la respuesta ha sido el ‘ahora no toca’, ‘ahora lo que toca es lo global’, ‘las reivindicaciones feministas son algo sectorial’ . Es el cuento de nunca acabar y ya no cuela tener que seguir esperando a que le llegue el turno a la igualdad. No hay democracia sin igualdad efectiva y por eso la igualdad de mujeres y hombres ha de estar inmersa entre los valores y criterios del nuevo modelo de organización socioeconómica, si no es así, seguiremos sustentando un sistema basado en la inequidad de la mitad de la población.

En algunas asambleas territoriales, se han ido creando comisiones feministas, como en Madrid, Barcelona , Valencia, etc. con la intención de sumar esta perspectiva a los debates y propuestas; la actitud generalizada como respuesta ha evidenciado las resistencias que todavía existen ante los fantasmas que provoca el concepto de feminismo. Es patético que aún estemos así.

# ¿Cómo vamos a plantear una democracia real sin las mujeres, que son más de la mitad de la población y/o sin integrar el principio de igualdad en su más amplia dimensión?

# ¿Cómo vamos a proyectar otro modelo de sociedad si seguimos invisibilizando, excluyendo y minusvalorando a la mitad de la población?

# ¿Cómo vamos a articular propuestas para otro modelo económico sin considerar a la economía feminista como fuente para otro modelo de desarrollo sostenible, humano, económico y medioambiental?

La revolución necesita desmontar la ‘lógica del sistema patriarcal’ que sustenta el capitalismo. Primero hay que imaginar que es posible y luego actuar.

Si no hay ‘baile en igualdad’ que no cuenten conmigo!

Fte. SinGenerodeDudas

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