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De empleadas domésticas a doctoras: las monjas budistas del Himalaya

Martes 9 de mayo de 2017

En las tierras montañosas del Himalaya el respeto hacia las mujeres es mayor que en otras partes, aún así, a lo largo de la historia las monjas budistas han sido tratadas de forma muy distinta a los monjes hombres.

LEH (INDIA) 07/05/2017 Nerea Menor BONILLA Público

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Monjas budistas practicando Kung-fu en el convento de Amitabha Drukpa en las afueras de Katmandú, Nepal. - AFP

Monjas feministas, monjas kung-fu, monjas del Himalaya... Se han utilizado muchos nombres para definir a estas mujeres, de origen indio, nepalí, tibetano o butanés. Rodeadas de las cumbres más altas del mundo, las monjas budistas de los Himalayas están cambiando por completo la situación que tuvieron que sobrellevar muchas otras antes que ellas.

Escondido en el extremo noroeste de la India, en un inmenso desierto de piedra azotado por el viento, se encuentra el altiplano que acoge la región de Ladakh dentro del estado indio de Jammu y Cachemira. Al este comparte frontera con Pakistán y al oeste con la (oficialmente) Región Autónoma del Tíbet. Desde el quinto hasta el decimoquinto siglo, Ladakh fue un reino independiente dentro del Tíbet, periodo en el cual se construyeron muchos monasterios en la región.

En Ladakh, como en todo el territorio que rodea la cordillera del Himalaya, se practica el budismo tibetano. Lo practican en Nepal, Bután, India y Tíbet, además de en Mongolia.

En las tierras que rodean la cordillera el respeto hacia las mujeres es mayor que en otras partes (el resto de India por ejemplo), aún así las monjas budistas han sido tratadas de forma muy distinta a los monjes. Ellos gozan de gran consideración social. Gracias a las ceremonias y a las oraciones que realizan ganan suficiente como para mantenerse y, además, reciben el dinero que viajeros y turistas pagan por visitar los templos. Las monjas, sin embargo, han sido durante décadas las encargadas de cocinar y de limpiar. Eran empleadas domésticas y trabajaban en labores tan duras como la construcción de carreteras.

Una rígida jerarquía con los monjes al mando

La doctora Kim Gutschow habla en Being a Buddhist Nun: The Struggle for Enlightenment in the Himalayas (Ser una Monja Budista: La lucha por la Iluminación en los Himalayas) sobre las vidas de las monjas budistas y cómo el género y la sexualidad han sido y son la base de las diferencias entre monjes y monjas en la India. En su libro describe una rígida jerarquía en la que los monjes están al mando y disfrutan de un gran poder y prestigio. Las monjas deben sentarse detrás de ellos en las reuniones y son relegadas a tareas domésticas como la recogida de estiércol o de madera para utilizar a modo de combustible y calentar a toda la comunidad durante el duro invierno en Ladakh.

Hacia el año 1994, la situación de los conventos y de las monjas había empeorado considerablemente. El apoyo moral y financiero por parte de los vecinos cesó, a lo que se une la falta de respeto y estatus por parte de las instituciones monásticas o de la comunidad.

Debido a la falta de conventos en los que residir y estudiar, las monjas se veían forzadas a vivir con su familia, trabajar en las labores de casa y en el campo. Así, el número de mujeres ordenadas cayó drásticamente: en 1994 quedaban alrededor de 300 monjas en la región de Ladakh. Estas monjas eran ya muy mayores y, por haber servido a su familia durante la mayor parte de su vida, analfabetas. En esta época parecía que la región estaba a punto de perder una parte significativa de su cultura: la shanga de monjas, la comunidad.

Los preceptos del Buda

“En su época, el Buda no quería que las mujeres se convirtieran en monjas. Sólo después de que la tía que lo crió se lo pidiera (su madre murió muy pronto) aceptó, pero sólo si cumplían una serie de preceptos adicionales”, cuenta Marlies Bosch fundadora de Dutch Foundation for Ladakhi Nuns (Fundación Neerlandesa para Monjas Ladakhís). “Durante los mil años siguientes el linaje directo de la ordenación se rompió y las monjas de Ladakh nunca más pudieron desarrollarse plenamente. Los vecinos las miraban con desprecio y, aunque se les permitía vestir de rojo, no eran tomadas en serio”. "La desigualdad se debe principalmente a los distintos roles de género creados durante siglos en la sociedad"

“La desigualdad se debe principalmente a los distintos roles de género creados durante siglos en la sociedad. Durante mucho tiempo a las mujeres se les dijo que eran menos capaces, menos sabias, menos eficientes y que tenían menos derechos”, cuenta el decimosegundo gyalwang drukpa, líder del linaje Drukpa (o los sombreros rojos), rama de la escuela Kagyu del budismo tibetano en Nepal y en las regiones del Himalaya.

El Gyalwang es conocido por su labor humanitaria, ecológica y su trabajo en defensa de la igualdad de género. Él opina que a la discriminación social hay que sumarle la pérdida de confianza en sí mismas que han padecido muchas mujeres. “Si nos remontamos a las raíces del budismo, las mujeres son muy respetadas y desempeñan un papel importante en asuntos espirituales. La mujer simboliza la sabiduría y la energía masculina simboliza la compasión. Si no contamos con ambas no habría ningún tipo de progreso para nadie. Lamentablemente, las mujeres son muchas veces condenadas al olvido, no se les ofrecen las mismas oportunidades. Por eso estamos intentando hacer algo al respecto”.

La doctora Tsering Palmo y el cambio

Fue en 1995 cuando se celebró la IV edición de la Conferencia Internacional Sakyadhita para mujeres budistas en Leh, capital de Ladakh. Gracias al evento, se consiguió crear conciencia entre la población local y entre los monjes: las mujeres sufrían una situación desfavorable que había que cambiar.

Una de las ponentes de la conferencia fue la doctora Tsering Palmo, quien emocionó a los asistentes y pasó a estar en primera línea en la lucha por la mejora de las condiciones de vida y estudio para las religiosas. “La doctora Tsering Palmo fue la primera monja educada y amchi (doctora de medicina tibetana)”, cuenta Mariles. Y en 1996 fue la responsable de fundar la LNA, Ladakh Nuns Association (Asociación de Monjas de Ladakh).

Palmo cuenta que trabajan para que el arraigado rol de criada impuesto a las monjas termine. “Estamos trabajando duro, proporcionando facilidades para la educación moderna y monástica en el camino del Dharma, medios de subsistencia, refugio, entrenamiento en liderazgo, etc”.

Entre otras muchas cosas, la LNA ha conseguido crear en 21 años 11 escuelas de educación primaria. Los centros se sitúan dentro de los conventos en los que más de 12 monjas, profesoras tituladas, imparten las clases. Han inaugurado una farmacia y hace 8 años abrieron una clínica en la que proporcionan atención médica a los vecinos. Además, 9 monjas han finalizado sus estudios en medicina tibetana.

“Lentamente, los ciudadanos comienzan a apoyar a sus hijas cuando deciden convertirse. El proyecto sanitario que llevamos a cabo nos conecta con la comunidad en la que vivimos y el público está encantado de recibir tratamiento bajo el cuidado de nuestras monjas”, explica la doctora Palmo.

Por fin las monjas están recibiendo apoyo. Hace 5 meses, 20 de ellas recibieron por primera vez el título de Geshemas o doctoras en budismo, que se obtiene tras 21 años de estudio. Un título que hasta ahora se concedía sólo a los hombres.

Los monjes y los centros monásticos son muy receptivos y gracias a sus propias acciones las monjas ganan cada vez más respeto en la comunidad. “Los lamas y monasterios están felices de ver el cambio. El dalái lama y otros profesores nos apoyan plenamente”, indica Palmo.

500 monjas kung-fu cruzan en bicicleta el Himalaya

El gyalwang drukpa es testigo de cómo incluso las religiosas con menos confianza en sí mismas empiezan a sentirse más seguras gracias a la educación y a sus logros espirituales. El mayor desafío es mantener el cambio y seguir creando conciencia. Además, las monjas quieren recibir entrenamiento para ayudar en desastres naturales.

“Rezar es importante, pero no es suficiente”. En la orden Drukpa de Nepal opinan que lo mejor es ayudar activamente a aquellos que lo necesitan. “Conocer lo que está sucediendo y servir al resto de las personas estando presentes es importantísimo”, señalan.

Saben que también es importante predicar con el ejemplo, por ello recorrieron el verano pasado en bicicleta y, no por primera vez, más de 4.000 kilómetros. Desde Katmandú hasta Leh y vuelta, 500 monjas Drupka ataviadas con maillots rojos y montadas en mountain bikes se propusieron sensibilizar a los vecinos acerca de la discriminación de género. “Durante el camino parábamos a realizar puyás (rituales religiosos) y rezos. Intentamos difundir un mensaje positivo en lo referente a la igualdad de género y un estilo de vida ecológico”.

"Rezar es importante, pero no es suficiente"

Además de ciclismo, las monjas son conocidas por su entrenamiento y práctica diaria de kung-fu en el convento. Para 2017 planean otra yatra, o peregrinación, en bicicleta. Esta vez están pensando en cruzar la India de norte a sur.

Mientras tanto, las religiosas en Ladakh están ocupadas recibiendo formación sanitaria. Por lo menos 5 conventos abrirán nuevas clínicas para ayudar a la comunidad local y las monjas que están estudiando fuera de la región volverán para formar a otras. “El desafío más importante es la falta de fondos, ya que dependemos completamente de las donaciones para mantener la educación, la sanidad, las tareas administrativas, etc”, reconoce Tsering Palmo. Intentarán solucionar el problema enseñando a tejer, pintar y esculpir a las monjas para vender los objetos en sus propias tiendas.

El convento Nyerma, donde trabajan Mariles Bosch y la Fundación Neerlandesa para Monjas Ladakhís, genera ingresos a través de una casa de huéspedes de 12 habitaciones. “Los voluntarios se encargan de la casa en verano, pero las monjas pronto sabrán cómo llevar el establecimiento ellas solas. Los huéspedes pueden observar los rezos diarios del convento, y a ellas les encanta relacionarse con los invitados”.

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