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“Cuando me puso la pistola en la cabeza mientras amamantaba a mi hija dije basta”

Domingo 25 de octubre de 2015

Patrocinio Casado sufrió los malos tratos de un marido policía que sabía muy bien dónde golpearla para no dejarle señales. Hoy envía un mensaje de esperanza a las víctimas de violencia de género y les anima a no tener miedo a la hora de denunciar: “Hay muchos medios para empezar un nuevo capítulo”

Esmeralda Torres 23/10/2015 eldiario.es

Risueña y muy ingenua, así era Patrocinio Casado (Badajoz, 1959) cuando, con tan solo 22 años, decidió dejar sus estudios de Administración para casarse con su novio, José Luis, e irse a vivir a Bilbao. Él era de Valencia y tenía su plaza de agente de policía en una comisaría de Badajoz pero el destino decidió trasladarlo al País Vasco, donde comenzó la amarga y dolorosa historia de sufrimientos y malos tratados de esta luchadora.

Patro, como le gusta que le llamen sus amigos, no conocía la verdadera cara de José Luis. “Ni sabía que era toxicómano”, dice cuando trata de encontrar una respuesta a por qué se casó con él. Recuerda que hasta el momento de pasar por vicaría, era un chico amable y cariñoso, incluso meloso, pero todo se tiñó de gris cuando llegaron a la capital vizcaína. “Ahí ya me tenía segura, sabía que no tenía a nadie a quien acudir”.

A los pocos meses de casados, Patro se quedó embarazada de un varón, una noticia que el matrimonio recibió con júbilo y alegría. “Por entonces las cosas no iban tan mal, me había dado alguna mala contestación pero aún no me había levantado la mano”.

Este hijo siempre fue el niño favorito de José Luis hasta el punto que el matrimonio dormía en camas separadas porque el padre no se podía separar del bebé. Un amor fraternal tan intenso como posesivo y obsesivo. “Él siempre decía que cuando el niño cumpliera los 18 años trabajaría para él”, relata la mujer.

Infidelidades y malos tratos

Su madre siempre ha sido un apoyo monumental para Patro. Fue junto a ella con quien huyó cuando tuvo que contemplar cómo su marido le era infiel en su propio dormitorio. “Mi cuñada y su amiga se autoinvitaron a nuestra casa, y a mí me alegró mucho la noticia porque me sentía muy sola en Bilbao”. Una emoción que dio un giro de 360 grados cuando un día se encontró con que su habitación estaba cerrada bajo llave y se percató de que dentro estaba José Luis con la amiga de su hermana.

Los escándalos hicieron que una vecina notase que las cosas no iban bien y llamó a su madre para alertarle de la malévola situación. “O vienes a por tu hija, o te la encontrarás muerta o loca”.

Patro cogió a su bebé y viajó hasta Badajoz. Ya era víctima de malos tratos y comenzaba a ser consciente de que su marido no era el hombre al que entregó su corazón, pero seguía queriéndolo con todas sus fuerzas. “En esos momentos, tú estás ciega, tienes los ojos cerrados y no quieres ver más allá”.

A los pocos días de su marcha, José Luis la llamó para contarle que se había caído y se había destrozado la rodilla. También para pedirle perdón, arrepentido, asegurándole que no volvería a pasar. “Mentira, porque la primera bofetada siempre, siempre va a más”.

“Pero el enganche emocional es más fuerte que el dolor del golpe”. Patro denuncia que todas las víctimas de violencia de género son incapaces de reconocer esa necesidad de afectividad y que se refugian en el miedo a no tener dependencia económica para mantener a sus hijos. “Y es al revés, por el bien de los hijos hay que denunciar, denunciar y denunciar”.

Situación traumática

Al poco tiempo de nacer el varón, Patro se quedó embarazada por segunda vez. En esta ocasión fue una niña, que sufrió los desprecios de su padre por ser mujer desde su nacimiento. “Él me decía que ese bebé era un regalo que me hizo”.

Por entonces vivían en Valencia, era el nuevo destino laboral de José Luis, su ciudad de origen y donde se reencontró con viejos amigos que le hicieron adentrarse aún más en el mundo de las drogas y el alcohol. Un factor que hizo que la situación fuese aún más traumática y los episodios de maltrato físico y psicológico se repitiesen a diario hasta que uno de ellos le hizo explotar. “Cuando me puso la pistola en la cabeza mientras amamantaba a mi hija dije basta”. En ese momento, la mujer abrió los ojos y tomó conciencia de la verdadera realidad en la que estaba sumergida. Una vida que no quería para sus hijos. “No quería que se educaran en ese ambiente por muy enamorada que estuviese”.

“Me decía que no podía denunciarlo, que sabía muy bien dónde me tenía que pegar para no dejarme señales”

Sólo habían pasado tres años y cuatro meses desde el día de su boda, pero Patro estaba completamente segura de que no quería compartir el resto de su vida con ese hombre. Cogió a su hijo, con dos años, y su hija, de siete meses, y marchó de nuevo a casa de sus padres, donde permaneció hasta que reunió suficiente dinero para viajar de nuevo a Valencia e iniciar los trámites legales del divorcio. “Recuerdo aquel día, si no llega a ser porque mi suegro sacó la cara por mí me da otra paliza”.

“Tú no vales nada”

Esta luchadora recuerda la peor paliza de todas. “Mientras que yo estaba haciendo la cena, el perro se hizo sus necesidades en la escalera, le pedí que lo limpiara él para no dejar la comida a medias y me pegó delante de unos amigos que estaban en casa dejándome la nariz totalmente señalada”.

Un maltrato físico que se acompañaba de un maltrato psicológico continúo. “Estás constantemente escuchando que tú no vales nada y llega un momento en el que te lo crees”, declara mientras cuenta que hasta la acusaba de ser mala madre por haber tenido a sus hijos a través de cesárea.

Patro explica cómo este maltrato psicológico alimenta el miedo a denunciar. “Me decía que no podía denunciarlo, que sabía muy bien dónde me tenía que pegar para no dejarme señales”. Pero afirma que es un miedo que se puede superar, tal y como hizo ella. Por eso, envía un mensaje de fuerza y esperanza a las mujeres que estén siendo víctimas de violencia de género. “No puedes tener miedo, tienes que denunciar. Y gracias a Dios ahora hay muchos medios para empezar un nuevo capítulo y darte cuenta de que la vida es otra cosa, es más bonita y siempre hay un motivo por el que luchar”.

El apoyo de las víctimas

“Ahora me siento indignada e impotente porque siento que no se hace nada por estas mujeres”, critica Patro. Ella asegura deberle mucho a la desaparecida Asociación de Mujeres Agustina de Aragón y, especialmente, a su presidenta, Pilar Barrientos. Las conoció a través de un anuncio de radio y se convirtieron en una auténtica familia para ella. “Después de mis hijos y mi segundo marido, son lo mejor que ha pasado”.

Una institución fundada en 1987 que llegó a convertirse en referente a nivel nacional y que recibió el Premio Rosa Manzano de la Organización ‘Mujer y Socialismo’ del PSOE en el año 1992, compartiendo palmarés con figuras tan importante del feminismo como María Telo, cuya obra jurídica y política siempre apostó por la defensa de los derechos de la mujer.

Petro encontró en esta asociación, además del asesoramiento jurídico para todos los trámites del divorcio, el apoyo de otras compañeras que se encontraban en su misma situación, “y en peores”. Y gracias a ella encontró de nuevo el amor. “Conocí a mi actual pareja gracias a la asociación, un cielo de persona que desde el primer momento me trató como una reina y se hizo cargo de mis dos hijos”.

De hecho, fueron los miembros de Agustina de Aragón quienes organizaron la boda, “la primera que ofició Miguel Celdrán”, comenta orgullosa. Y es que, aunque “eso nunca lo acabas de olvidar”, ahora es feliz y solamente le quedan recuerdos, recuerdos de que, donde un día hubo moratones y señales hoy no hay más que sonrisas sinceras.

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