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Casas de Acogida. Mª Amparo Rubio y Esperanza Rivero

Martes 24 de mayo de 2005

Seminario Internacional sobre Violencia de Género Universidad Jaume I-Fundación Isonomía Septiembre 2004. Castellón

CASAS DE ACOGIDA

A modo de Introducción

Ante la próxima aprobación de la Ley Integral, circulan comentarios: “dentro de un tiempo ya no serán necesarias las casas de acogida”. Ese tiempo, esa situación “ideal”, está todavía por llegar. Y mientras tanto... miles de mujeres en toda España, en otros países, utilizan ese recurso, servicio, o como quiera llamársele, ante la situación de riesgo para su vida.

Aún en el supuesto de que una mujer en riesgo no tenga que salir de su domicilio porque “el que salga sea él”..., nos preguntamos ¿Cuántas medidas, recursos, servicios...no serían necesarios todavía para procurar a esa mujer un espacio de recuperación personal necesario para poder integrar, trascender la experiencia vivida sin ser victimizada?...¿dónde están los lugares para que la mujer pueda iniciar su proceso de elaboración, para reparar el daño, para iniciar un nuevo proyecto de vida?

Aunque la Ley pueda ser punto de partida para iniciar procesos de cambio profundo que conciernen al conjunto de la sociedad, y que al final supondrían una verdadera revolución en la forma de relacionarnos, de convivir...todavía falta mucho para ello.

Las casas de acogida son, hoy por hoy, necesarias como un recurso más dentro de una compleja red de recursos diversos, simultáneos, coordinados y con enfoque de Género, todos ellos necesarios para no sólo proteger a las mujeres de la violencia sino para prevenir la violencia misma.

Las primeras casas de acogida se abrieron durante los años 70-80, a partir de proyectos gestionados por grupos de mujeres, desde el feminismo, constituyendo en algunos casos auténticas redes de apoyo. Progresivamente fueron “institucionalizándose”, pasando a depender su gestión de recursos públicos o privados, y “desideologizándose”, para convertirse en un “servicio social” profesionalizado.

Se debería de recuperar respecto a éste y a todos los recursos en el ámbito de la violencia de género, la conexión con el Movimiento Feminista , con los feminismos, que desde la reflexión y producción teórica, la experiencia profesional, y la acción política dentro de las organizaciones de mujeres, sigue trabajando por el derecho a vivir sin violencia, en cualquiera de sus formas o grados, en el ámbito público o privado.

La Ley Integral sobre todo propone medidas de protección y recursos –entre ellos las Casas de Acogida- para las mujeres que denuncian, que visibilizan la situación de violencia : un 10 %.

Falta ver cómo se desarrolla –de qué presupuestos se acompaña, quien gestiona las medidas y recursos- en los supuestos de prevención secundaría (ese otro 90% que no aparece pero que está), y de prevención primaria (las condiciones estructurales, la violencia normalizada : todas somos maltratadas).

La Formación especializada de los agentes sociales e institucionales, los medios de comunicación, la educación para la Salud y la Paz, la trasformación de los espacios y roles tradicionales, la participación de las mujeres en las decisiones que les competen y en las que afectan a la comunidad, compartir los trabajos para compartir la vida... son algunos de los retos.

También multiplicar los Espacios de Salud para las mujeres, en las instituciones sanitarias y fuera de ellas; las asociaciones de mujeres pueden constituirse como espacios de comunicación y redes de apoyo en su propio contexto social. Hay experiencias e iniciativas desde asociaciones y grupos de mujeres y de profesionales expertas –Sanidad, Educación, Recursos Sociales- que se pueden multiplicar y rentabilizar socialmente.

Cuando aparece la pregunta : ¿dejarán de ser necesarias las Casas?, ¿cuál sería entonces su función?... me viene a la memoria lo que dice Esperanza Rivero cuando habla de lo que puede ser una Casa de Acogida: una “comunidad terapéutica donde se da la posibilidad del crecimiento y desarrollo personal”; o la propuesta del “Hotel de las Mujeres” que propone Vita Arrufat, del colectivo Mujeres para la Salud y la Paz... donde mujeres, no únicamente “en situación de riesgo”, sino por voluntad propia, deciden procurarse un espacio de Salud y de Cuidados “para sí”, subvirtiendo el mandato de ser únicamente para otros. Es cuestión de imaginación, y desde luego, tiempo.

Entre nosotras, parece que el campo está abonado y soplan vientos favorables : la Ley Integral puede ser un punto de partida. Pero “hacerla”, llevarla a la práctica, es responsabilidad de todas y todos los que estamos por lo mismo: unas relaciones, un mundo, sin violencia. Y no nos hemos de dormir , porque como dice María Zambrano, “hay que estar despierta en la oscuridad, en los ínferos... y dormirse arriba, en la luz”.

Los asesinatos de mujeres, las denuncias, el saber que la gran mayoría todavía sufre en condiciones de aislamiento y de silencio, el darnos cuenta que todavía falta mucho para que la “igualdad de derechos” proclamada se encarne verdaderamente en las personas, hombres y mujeres, nos da la medida de la oscuridad en el túnel que atravesamos todavía.

Reflexiones y propuestas

En primer lugar, quiero nombrar a cada una de las mujeres que hemos compartido este espacio de reflexión, debate y propuestas : Esperanza, Alicia, Lucía, Ester, Encarna. Montse, Isabel, Beatriz, Teresa, Rocío, Oralio, Korín, Ana y yo misma.

Hemos comenzado con una “rueda” de presentaciones, y a continuación han leido y explicado sus ponencias:

Esperanza Rivero, que después de 18 años de experiencia en la Casa de Ciudad Real, sabe muy bien cuales son las posibilidades que una casa de acogida puede ofrecer, y las dificultades por las que atraviesan tanto las mujeres acogidas como las trabajadoras; de la necesidad de un método, de una técnica, “para proveer a cada mujer de instrumentos de análisis que les permitan comprender las causas de sus sufrimientos y buscar vias propias para su transformación.”; de las necesidades propias del equipo de trabajo. Y fuera de la casa, de la necesidad de reconocimiento y validación, por parte de las instancias políticas y gestoras, del trabajo realizado : “facilidades y no dificultades añadidas”.

Alicia Leal, directora de la Red Nacional de Refugios para Mujeres”, de México, nos hablará del trabajo hacia fuera, de la necesidad de redes, de conexión con las organizaciones civiles, del posicionamiento político de la denuncia desde una perspectiva de género, y de la apelación al compromiso de las instancias públicas para la erradicación de la violencia de Género. También de los aprendizajes y cambios necesarios a lo largo del proceso en una experiencia que califica como “reciente” y necesitada de reflexión, aportes y trasformación permanentes, para la consecución de criterios de calidad en la intervención.

A continuación, hemos iniciado el debate, y después hemos consensuado las reflexiones y propuestas mínimas que, como punto de partida, consideramos imprescindibles para ser tenidas en cuenta.

Recuperando lo que ha ido surgiendo en el debate a partir de nuestra experiencia, las aportaciones de la Teoría crítica y del activismo político Feminista, y también el Informe de Isonomía sobre la situación de la Casa de Acogida de Castellón, nos preguntamos :

¿Cuál es la situación actual?:

Hay una gran dispersión y diversidad; cada municipio, región, comunidad... tiene sus “casas de acogida”. Y, salvo en los “objetivos generales”, fácilmente reflejables sobre el papel aunque sea “mojado”, no hay un criterio común y consensuado que garantice la calidad y la eficacia del servicio.

¿Qué es lo que no funciona?

Muchas de ellas, ofertan su gestión a empresas “de servicios”, que contratan a profesionales sin experiencia en el tema, con condiciones de empleo inestable y mal remunerado. Muchas otras, gestionadas por asociaciones de mujeres de carácter conservador. Y otras, de marcado carácter benéfico asistencial o religioso.

Una casa de acogida no puede ser una “Casa de la Beneficencia”. Ni tener de base una ideología conservadora que reproduce los mismos prejuicios y roles tradicionales que generan impotencia, culpa y dependencia en las mujeres. Ni puede ser un negocio privado cuyo criterio en la gestión del recurso pasa por que sea “rentable” y genere beneficios económicos.

En esas situaciones :

- una casa de acogida puede convertirse en una institución represora , uniformizadora: reglamentos, normas, contratos... Informe de Isonomía : “Los reglamentos de funcionamiento interno se asemejan a un régimen de tercer grado más que a unas normas que faciliten la convivencia de personas adultas y niñas-os””. El peligro de la reproducción de las relaciones de poder, lo que se “impone” como punto de partida. Esperanza Rivero : “El ejercer un poder (firma de “contratos”, “obligatoriedad” de compromisos y acuerdos) sobre alguien que no está en condiciones de elegir, es colocarla en una situación de subordinación de entrada”

- Sabemos lo que se visibiliza públicamente : los “casos extremos”, con el efecto de individualizar y patologizar el problema. En la Casa de Acogida, ¿cual es la mirada que las mira? : si la mujer es considerada por las profesionales como “la otra”, “la que está lejos de mí porque yo no lo hubiera consentido”, “la víctima objeto de intervención-conmiseración-reproche”, estamos reproduciendo el etiquetamiento, la violencia del juicio, de la sospecha. Isonomía: “¿cómo se puede dar más voz a una persona que está mal psicológicamente que a una profesional?”, “se piensan que esto es un hotel!”.

- Si la Casa de Acogida está cerrada al exterior, (y no me refiero a la publicidad sobre la ubicación, sino al “secreto” acerca de lo que ocurre), se reproduce la situación de aislamiento y marginación en los “muros del hogar” de donde ha salido.

... Y claro: “vuelve”. La profecía auto cumplida: el ciclo de la violencia institucional

El que una sola mujer experimente ese riesgo es inaceptable. Y se deberían de pedir responsabilidades públicas.

¿Qué es lo que ha funcionado?

En el mejor de los casos, la experiencia de la Coordinadora Estatal de Casas de Acogida, que en su momento propuso un modelo de funcionamiento, tanto en infraestructura, y recursos humanos, como en la cualidad de la atención. Y llevó a cabo una formación especializada a cargo de profesionales expertas en violencia de género, para las trabajadoras de las casas de acogida.

También existe un “Centro de Recuperación Integral”, con varios años de funcionamiento y experiencia, que ha sido propuesto como “modelo” de recurso de acogida en las aportaciones de la Red de Organizaciones de Mujeres contra la violencia de Género. No obstante, deberíamos de reflexionar acerca de la conveniencia o no de los “modelos únicos”, y abrir un verdadero debate que recoja lo mejor de la experiencia actual de tantas casas de Acogida, en diferentes comunidades, y lo mejor de la experiencia histórica, de todo el saber acumulado.

En el peor de los casos, ha funcionado la “buena voluntad” y el esfuerzo de muchas personas, a costa de un gran estrés y desgaste personal. A costa también de proyectar, a veces inconscientemente, prejuicios y actitudes sobre las mujeres acogidas : doble victimización.

El problema es que no es sólo cuestión de “buena voluntad”.

Para plantear: ¿Cuáles serían los retos y las propuestas?, nos centramos en un esquema que contemple tanto el “contexto” de la Casa de Acogida, como los múltiples trabajos necesarios:

“hacia dentro”: con las mujeres acogidas, con el equipo de trabajo, y “entre nosotras”, trabajos de RELACIÓN y ESCUCHA.

y “hacia fuera”: trabajos de PARTICIPACION , de establecimiento de CONEXIONES con el resto de recursos institucionales, sociales y con el movimiento organizado de Mujeres.

Y nos hacemos la PREGUNTA: en una Casa de Acogida, ¿Cómo se puede garantizar que las mujeres y niñas-os reciban una atención de calidad y cualificada, como derecho fundamental, para reparar los efectos de la violencia y prevenirla?...

Planteamos las siguientes PROPUESTAS, como retos a conseguir:

1-Las “Casas de Acogida” deben de ser Centros de atención Integral, especializados en la atención a las mujeres – tomadas una a una, con sus hijos e hijas si los tienen-, que se han visto afectadas por la violencia de género en el ámbito de las relaciones de pareja.

2-Fundamental: La gestión de las casas de acogida por personal especializado en violencia de género. Gestión pública y no privada, con seguimiento y control por una comisión de profesionales expertas. Lo otro no es ético, ni siquiera estético: sencillamente no nos gusta.

3-Necesidad de un modelo de referencia que garantice las condiciones básicas de gestión, infraestructura, servicios y espacios –comunes y personales-, así como los requisitos imprescindibles para la contratación –en condiciones óptimas- de las trabajadoras del Centro, en número y cualificación (¿sería algo así como tener, entre otros requisitos, el de ser “una buena profesional y una buena feminista”?).

4-Formación contínua –teórica y experiencial- para las profesionales, en relación con la problemática de las mujeres víctimas de malos tratos. Formación específica tambien para responsables en el ámbito político y profesionales de otros recursos externos (servicios sociales, salud, educación, etc.).

5-Supervisión, coordinada por una profesional experta “externa” para el equipo de trabajadoras : “crear una estructura emocional/funcional que actúe como soporte y apoyo”... (¿Quién acompaña a las que acompañan?).

6-Garantizar el proceso de recuperación personal de las mujeres y de sus hijas-os, como objetivo fundamental. Potenciando, como propone el Informe de Isonomía, “las medidas de empoderamiento y autonomía”. Esto podría suponer:

a) Garantizar la necesaria coordinación con otros recursos para atender las necesidades de: formación laboral, empleo, vivienda, salud integral, educación, justicia, protección, acompañamiento, y establecimiento de redes de apoyo social. Sólo cuando “lo material” está cubierto, puede la mujer dejar que aflore una necesidad no siempre explícita : la de elaborar su experiencia, la de abordar su recuperación personal, la de expresar sus más íntimos deseos, la necesidad del cuidado de sí.

b) Además de la creación de un “clima”en la Casa, de un “Espacio de Salud” en su conjunto, que propicie el crecimiento y desarrollo personal, es necesaria una atención psicológica especializada que actúe como soporte y apoyo a las personas residentes en el centro; trabajo terapéutico “capaz de proveer a la mujer instrumentos que le permitan comprender las causas de su sufrimiento y buscar vías propias de trasformación”.

c) Crear dentro de la casa Espacios de Comunicación horizontal: para coordinación de tareas e intendencia; para explicitar desacuerdos, para la gestión de conflictos derivados de la convivencia de personas diversas, en situaciones diversas, con historias diversas; para trabajos grupales... Para ello, no se trata de imponer normas jerarquizadas y rígidas, sino de “pautas adaptadas, no a garantizar el control, sino a garantizar la armonía de la vida cotidiana, el respeto por el derecho de todas las personas, la asunción de responsabilidades y la creación de un clima propicio”

d) Estructura que dé soporte y apoyo a los niños y niñas acogidos en el centro, atendiendo a sus necesidades específicas. Y –añadiría- que funcione, en momentos puntuales, como apoyo para que las mujeres-madres puedan satisfacer su necesidad de intimidad, de “estar a sólas consigo mismas” (no únicamente por motivos de gestiones o trabajo). La “responsabilidad sobre sus hijos”, no ha de significar necesariamente el “tenerlos siempre encima”.

e) La necesidad de rentabilizar al máximo la posibilidad –que tiene este recurso y no otros, por su especificidad- de aprender otro modo de relación y de convivencia: Es preciosa la posibilidad de trabajar la relación madre-hija/o : devolver a la mujer la autoridad, perdida ante sí misma y ante sus hijos, que la han visto incapaz de protegerse y de protegerlos. La de experimentar otra forma de relación “entre nosotras”, donde la envidia, la crítica, la competencia, la desconfianza ... sea sustituida por la autorización, el amor, el reconocimiento, la aceptación, el respeto, hacia las otras y hacia una misma. La oportunidad de experimentar otra forma de convivencia, desmitificando la “familia tradicional” y la asignación rígida de roles y espacios según género/generación: compartir, entre todas y todos, los trabajos y la vida.

7- La necesidad de revisar los objetivos específicos, según los cambios que se van produciendo y la especificidad , no sólo de cada mujer, sino de la población acogida, de la comunidad en la que se inserta, del resto de recursos disponibles. Revisar, entre otros, el del criterio de “éxito” o “fracaso”, con respecto a las profesionales de la Casa y a la autopercepción de las mujeres acogidas, estableciendo indicadores que recojan la diversidad de experiencias y de procesos, y teniendo en cuenta que la casa no es “la solución”, sino tal vez el comienzo de un proceso que no acaba allí, sino que continúa “afuera”, a lo largo de la vida. También el criterio de “tiempo de estancia” –a veces las profesionales, y la propia mujer, se ven aceleradas por la “prisa”, por la “consecución de objetivos”- : darnos el espacio y el tiempo necesarios, para la aparición de lo nuevo.

8- La necesidad de posibilitar la participación de las mujeres, como requisito indispensable para su empoderamiento : y esto no sólo se refiere a aquello que le compete, dentro y fuera de la Casa... sino, como ciudadana, en aquello que atañe a la comunidad. Cada persona merece ser apreciada y tenida en cuenta en su valor único, no sólo por lo que es, sino por su hacer en el mundo y hacer mundo. Su participación e inclusión en asociaciones: de mujeres, de derechos humanos, asociaciones de vecinas/os , etc. puede ser una propuesta desde dentro de la Casa, y una medida de prevención del aislamiento una vez “fuera”.

9-Proponemos la Creación de una Coordinadora, Plataforma o Federación Estatal de Casas de Acogida, recuperando lo que funcionó y revisando lo que no de la experiencia de la anterior Coordinadora Estatal, que hasta 1996, cuando fue “desmantelada”, además de proponer un modelo viable de infraestructura y recursos humanos (enclave, nº óptimo de plazas, distribución de habitaciones y servicios, nº de trabajadoras y cualificación del personal especializado, etc.), y de constituir una plataforma de denuncia y reivindicación social, posibilitó la formación permanente en Violencia de Género a las trabajadoras de las casas de acogida, mediante cursos intensivos, talleres y jornadas profesionales en los cuales tuvimos la suerte de contar con la guía de expertas : Mujeres que acompañaban a las que acompañábamos. Y fue un Espacio de Comunicación donde se ponían en común las dificultades y facilidades del día a día –y también las angustias y alegrías que generaban-, se construían y revisaban permanentemente los criterios de intervención, y se generaba conocimiento desde la elaboración de la experiencia.

10-Las Casas de Acogida, antes de ser progresivamente institucionalizadas y vaciadas muchas de ellas de su carácter reivindicativo, partieron de la iniciativa del movimiento de mujeres, del Feminismo, como lugar de protección, apoyo mútuo, defensa de los derechos de las mujeres y denuncia de las agresiones. Proponemos Devolver el Seguimiento y Control del recurso “Casa de Acogida” al Feminismo : los Feminismos que, desde la reflexión teórica, la experiencia profesional y la acción política siguen trabajando en la Denuncia de la Violencia Patriarcal, y por el derecho fundamental a vivir sin violencia, en cualquiera de sus formas o grados, en el ámbito público o privado; creando para ello los espacios e instancias adecuadas..

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A modo de Epílogo

Corinne Kumar, con la que hemos tenido el placer y el privilegio de compartir este espacio de reflexión sobre las “Casas de Acogida”, expresaba que “las carreras, los logros, las presiones políticas, las prisas por conseguir... impiden una comunicación, una relación, unas conexiones”, y proponía una reflexión sobre algo que ha salido una y otra vez en nuestro debate:

“Atención en no reproducir el Poder como dominación, competición, control...poder que divide, poder que sustenta y reproduce la violencia...

Frente a ese poder, hacer aflorar el PODER de la comunidad, del cuidado, del sostener, el poder de dar y recibir, de construir com-unidad, y también el poder de reconocer, de respetar lo diferente de la otra, no como amenaza sino como riqueza. El poder de conectar, de poner en relación: de la naturaleza con los seres humanos, de la diversidad de seres humanos entre sí...”

Acaba diciendo : “...y escuchar el silencio...”, lo cual nos sirve para hacer presente en estas conclusiones, las palabras de Lydia Gómez Valverde, cuando , al hilo de un texto de María Zambrano (“...y ya que no murió tuvo que desnacer... para nacer por sí misma”), plantea lo que creemos es un proceso común a todas las mujeres, las que están y trabajan en las Casas de Acogida, y también a cada una de nosotras ; palabras de un texto de Lydia –resumido y “versificado”con su beneplácito- acerca del Desnacer:

“Desnacer...

Es resistir a la predeterminación de los significados es suspender los juicios y prejuicios ...el murmullo acostumbrado de la vida. Es mirar y oir el mundo con ojos y oídos nuevos, nacer al sonido y a la luz aún no acotados en las jaulas de las representaciones listas para su consumo.

Esa experiencia puede producir horror, angustia, desamparo... Tiene diversos nombres, y no se puede hacer sin compañía, sin la Escucha atenta que sepa crear el Silencio de donde nace la palabra. ...Silencio atento y vivo que es medio y fluir para la comunicación, y no vacío...

El mundo se amplía, vacilan las significaciones establecidas. Nace la elección, el compromiso con un modo de ver y oír que ahora es propio, al mismo tiempo que provisional.

Puesto que la experiencia realizada deja una marca de relativización de las afirmaciones, sin restarles el empuje necesario para llevar adelante cualquier acción, pero dejándolas impregnadas de trasformación y cambio posible en función de nuevas revisiones.

Desnacer es suponer un sentido no desentrañado a lo que era normal, lo dado, el hábito. Es alentar lo no dicho, las intuiciones latentes que aún no han cobrado vuelo.

Es expresar lo vivido, que, de puro vivido, no era aún Experiencia, sino Destino..”.

Agradecemos a Isonomía, y a todas las que hemos participado, la oportunidad de este espacio de reflexión, debate y propuestas.

María Amparo Rubio, psicóloga. Grup de la Marxa Mundial de dones de València, y Esperanza Rivero, psicóloga. Casa de Acogida de Ciudad Real

Coordinadoras de la Mesa 7 “Casas de Acogida”.

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