Xarxa Feminista PV

Capitalismo hasta en los ovarios

Miércoles 18 de mayo de 2016

Un análisis sobre la relación entre la regla, el lobby de la industria de los tampones, la copa menstrual y las CUP.

Cristina De Fina 11/05/16 Diagonal

El mes pasado la CUP presentó, en el Ayuntamiento de Manresa, un plan para fomentar medidas alternativas a los tampones, como las copas menstruales.

Tildada de polémica, la moción provocó un revuelo realmente sorprendente. La CUP tuvo que aclarar que con su petición no quería demonizar al tampón ni institucionalizar el sangrado libre en Manresa, y que la moción sólo insta al Servicio Catalán de Salud y a los equipos del programa de Atención a la Salud Sexual a que informen de métodos alternativos.

Algunos calificaron la propuesta de despropósito, otros de sorprendente, y el Consistorio adujo cuestiones de competencia. "Lo que pretendemos", explica la concejal de la CUP en Manresa Gemma Tomàs, "es que los institutos puedan elegir si quieren que vaya una empresa privada a dar charlas sobre higiene intima a las adolescentes o que lo haga una institución pública que incluya talleres sobre alternativas".

"Hasta ahora han sido las empresas privadas las encargadas de visitar los institutos para explicar las ventajas de sus productos como únicas opciones"

Cabe subrayar que hasta ahora han sido las empresas privadas las encargadas de visitar los institutos para explicar las ventajas de sus productos como únicas opciones. "Evidentemente, no esperamos que las mismas empresas que obtienen beneficios con la venta de tampones y compresas difundan métodos alternativos", han afirmado las diputadas de las CUP.

En la polémica hubo quien se preguntó si se puede regular algo tan íntimo como la menstruación. Entendiéndose que la moción no pretende regular, si no informar, nos preguntamos, más bien, si la menstruación es realmente sólo una cuestión íntima.

Analicemos los motivos que aporta la CUP, según la cual las alternativas a los tampones son "más saludables, más sostenibles y más asequibles económicamente".

Salud

La CUP defiende que se informe sobre métodos "menos agresivos para el cuerpo de la mujer".

Las copas menstruales, hechas de silicona médica hipoalergénica, no llevan químicos y no dejan restos, mientras que los tampones y compresas llevan blanqueantes, neutralizantes de olor y aromas.

Además, la copa recoge el flujo menstrual, dejando inalterados el PH y la flora vaginal, tan útil para protegernos de candidiasis y demás infecciones.

La composición de los tampones fue un tema central ya en los años 80 a causa del número preocupante de casos de Síndrome del Shock Tóxico (SST), enfermedad que podría estar relacionada con el uso de tampones.

Ya en 1999 una resolución de la Cámara de EEUU informaba que "la dioxina es un subproducto de los procesos de blanqueamiento con cloro utilizados en la fabricación de productos de papel, incluso tampones".

En 2003 otra resolución ordenaba al Instituto de Salud estadounidense "investigar los riesgos de endometriosis y cáncer de mama, ovarios y cuello uterino, por la presencia en los productos femeninos de dioxina, fibras sintéticas y otros aditivos".

En 2015, la muerte de una joven británica por SST provocó que los fabricantes revelasen por fin la composición de sus productos. En los folletos informativos leemos que los materiales con los que se fabrican los tampones son el algodón y el rayón. De los procesos de blanqueamiento no hablan.

Sin embargo, avisan sobre los riesgos de SST y aconsejan cambiar el tampón cada 4-8 horas y dejar un tiempo a lo largo del día sin ello. Para quedarse tranquila.

Sostenibilidad ecológica y consumo responsable

El rayón es una fibra artificial celulósica, cuyo proceso de producción lleva disulfuro de carbono y otros subproductos de efecto contaminante. Leamos la composición publicada en los folletos: además de algodón y rayón, llevan poliéster, polipropilene y polietiylene, o sea plástico, material que probablemente sea el que llevan los aplicadores.

Para analizar el tema de los tampones desde la sostenibilidad y del consumo responsable tomaremos como ejemplo la marca Tampax, por ser un excelente paradigma de como "lo íntimo" no es sólo íntimo y por representar la vanguardia en el diseño de tampones.

Tampax es uno de los numerosos productos de Procter & Gamble (P&G), multinacional estadounidense que aparece en varias listas de boicot ecologista contra la experimentación con animales.

Un gigante financiero que en su web presume de generosas relaciones económicas con el estado de Israel y cuyas inversiones en I+D son amablemente agradecidas en la web del Ministerio de Economía e Industria israelí. Es además, como informan las campañas de Boicot Desinversión y Sanciones (BDS), uno de los mayores clientes de la compañía israelí Avgol, productora de textiles para productos higiénicos, que opera en el complejo industrial de Barkan, en los territorios ocupados de Cisjordania.

Según una empresa española que fabrica copas menstruales, cada año se desechan en nuestro país casi 3.000 millones de tampones y compresas. Añadámosle los aplicadores y envoltorios de plástico de cada tampón de última generación. De acuerdo con la lógica de mercado, a más sofisticación del producto, precio más alto y más basura inútil. Una copa menstrual dura unos 10 años y conlleva un coste mucho inferior y menos basura.

Cierta razón tiene Jasmina Garcia, de la Asociación para la Difusión de la Copa Menstrual, cuando desmonta la creencia de que un tampón sea más higiénico simplemente por deshacerse de él y critica la lógica subyacente de "una sociedad de usar y tirar".

La tendencia del mercado de la higiene intima femenina ha sido la de desnaturalizar la menstruación, queriéndola convertir en algo perfumadísimo (no se olviden los tampones con aromas añadidos) que te permite saltar en un mundo de colorines y flores ceñida en prendas inmaculadas. Parece llamativo, además, que la evolución del diseño de los Tampax haya ido hacia un cada vez mayor alejamiento del propio cuerpo.

Al principio eran simples y había que introducirlos con un dedo. Luego Tampax inventó el aplicador, que te permite ponerte cómodamente el tampón sin ni tocarte, no te vayas a manchar. Inicialmente los aplicadores eran de cartón y de diseño sencillo. Con el tiempo fueron perfeccionados y pasaron a ser de plástico de colores.

Poco después aparecieron los Tampax Compact, envueltos cada uno en su propio envoltorio, éste también de plástico de colores, ideales para llevar "discretamente" en el bolso. Y tras el Compact, el Tampax Pearl, última evolución de la aplicación segura, ahora con un diseño mucho más sofisticado, colores irisados y la punta más redondeada y suave.

El nuevo diseño del aplicador, con relativo incremento de plástico utilizado, elimina cualquier riesgo de que el mismo, accidentalmente, se desmonte y acabemos teniéndonos que introducir el tampón con el dedo. Algunas nos preguntamos qué será lo próximo, ¿un aplicador modelo lanzacohetes?

Quizás no sea tan disparatado que Gemma Tomás, de la CUP, afirme que "la menstruación sigue siendo tabú”.

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