Xarxa Feminista PV

Aprendiendo a quererme

Domingo 10 de abril de 2016

Barriguita Despeinada (María Loira) Pikara

No tengo un secreto para poder ayudarte, ni una lista de “pasos a seguir para quererte” pero como tú, estaba llena de complejos, complejos que me aparecieron hace años y se quedaron hasta que poco a poco los fui venciendo.

Me llevó 30 años empezar a aprender a quererme, y digo empezar, pues es todo un proceso, lento, muy lento, esto no es de un día para otro, pero lo importante es querer comenzar. Y cuando lo logres, nada será más gratificante.

Cuando somos pequeñas no somos conscientes de nuestro cuerpo. Cómo son nuestras piernas, nuestros brazos. No recuerdo si me importaba o no ser una chica más o menos alta, flaca, con curvas… Hasta que llegué a la etapa en donde mi cuerpo, como el del resto, sufrió un cambio brutal.

Nació algo en mí, algo que hasta ese momento nunca había tenido: “complejo”, complejo por mis pelos cada vez más largos de las piernas, de la pelusa a modo de bigotillo debajo de la nariz, mis cejas unidas, complejo por mi barriga, por mis piernas largas de gemelos anchos, por mi poco pecho… nada de lo que me creció me gustaba, no encajaba en lo socialmente marcado, me lo decían, yo lo veía, no “valía”.

No podía ir a comprar donde lo hacían todas mis amigas, esas tiendas nuevas donde la ropa era barata, tenía que ir a otras tiendas en las que la ropa no era tan juvenil, no sonaba música discotequera mientras comprabas y te atendían señoras más bien mayores de malas formas mirándote con cara de pena. La moda tampoco ayudaba mucho en la época de los 90: esas camisetas enseñando el ombligo, aquellos pantalones acampanados bien apretados de tiro bajo.

Por no poder entrar en esa ropa hice sufrir a mi cuerpo dejándolo días sin comer, ahogándolo en agua, y probando dietas cada cual más absurda. Esto solo conseguía amargarme y ODIARME cada vez más, pero hasta ahí llegué.

Un día estando en una playa con mi bañador grande puesto, bien amantada de arriba abajo, pareo y toalla hasta los tobillos, comencé a mirar a todas esas personas que me rodeaban y estaban disfrutando un día de verano. Había señoras de 80 años paseando por la orilla vestidas con coloridos bikinis, mostrando sus hermosas barrigas arrugadillas por el paso del tiempo. Madres con sus bebés correteando mientras hacían castillos en la arena sin importarles mostrar sus grandes pechos bellos e imperfectos. Eran mujeres reales, ninguna igual a otra, mujeres que estaban disfrutando y yo no lo hacía, pues estaba más pendiente de no mostrar mi barriga, de tirar por el bañador para abajo para que no se me viera mucho mi culo, de subirme el escote y no moverme mucho ni llamar la atención no fuera que me mirase toda la playa y vieran a una mujer triste y que no se quería, eso era lo que era yo.

Aprendí que solo yo puedo quererme, que solo yo puedo cuidarme. Me gusta mi cuerpo, me gusta porque me di cuenta que no hay otro igual, me gustan mis grandes imperfecciones y las pequeñas e inapreciables marcas que en él se fueron creando con el paso de los años. Esas marcas vienen conmigo y me recuerdan grandes historias: mi primera caída de una uña, torpes esguinces, desventuras en bicicleta, pequeños accidentes del día a día…

¡Mirad vuestros cuerpos!! ¡Están llenos de historias!! Nos hacen ÚNICAS y originales; nuestro cuerpo es lo que TENEMOS, es nuestro, propio, es con lo que nos levantamos cada día y con lo que nos acostamos, es nuestra casa y todas queremos estar cómodas en nuestro hogar.

Me gusta mi barrigola llena de estrías que marcan lo que fue estirando y adelgazando con el paso de estos años. Me gustan mis pechos pequeños y caídos que he conseguido liberar en las playas y que les de por fin el sol. Me gustan mis cejas grandotas y llenas de expresión, me gusta mi pelo con flequillo ridículo desfasado de la moda. Me gusto, y hay que decírselo a una misma así de chula y bien alto.

Sé que es una tarea complicada, es algo que hay que hacer a tu ritmo, es algo que nadie puede hacer por ti, cuanto más te quieras TÚ, más luz desprenderás para poder querer a los demás.

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