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Alicia Ramos, proletaria de la guitarra

Miércoles 22 de junio de 2016

Andrea Momoitio Pikara 02-06-2016

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Alicia Ramos en una actuación – Juan Zarza/DISOPresS f

Es una curranta. Su nombre saltó a los titulares cuando el diario de Eduardo Inda acusó al Ayuntamiento de Manuela Carmena de contratar a una mujer transexual que hacía, además, alarde de ello. Ella, ni lo canta ni lo oculta. En su CD, ‘Ganas de quemar cosas’, no deja títere con cabeza.

El año pasado estuvo cantando durante 9750 minutos. Os ahorro hacer el cálculo: actuó en 130 ocasiones y cada uno de sus conciertos dura 75 minutos. Desconozco qué desayuna, pero nació en Güímar, al sureste de Tenerife. En su tierra, dice, hay una luz especial y mucha piedra. Es innegable la influencia que tienen los territorios en nosotras porque ella desprende fuerza y luz; tiene una dulzura dura, que pierde el adjetivo cuando se ríe a carcajadas. Mide 1,83 y en las fotos siempre sale alta. Nos vemos una mañana soleada en Lavapiés. No parece tener prisa por irse, pero repite en un par de ocasiones que ha dejado la lavadora puesta. No ha perdido el acento canario aunque hace 16 años que llegó a Madrid.

Un aplauso para Alicia Ramos.

El primer concierto al que asistí de Alicia fue en la ya antigua redacción de El Diagonal, que celebraba algo que ya no recuerdo. Me llamó la atención cómo cogía la guitarra. Aquello sí que era firmeza. No es difícil corroborar su fuerza, que se nota en las letras que escribe, en cómo las canta y en su presencia en los escenarios. Lleva más de 30 años dedicándose a la música, pero desde 2011 lo hace de forma exclusiva. Perdió el empleo, cogió la guitarra y pateó Madrid. Sigue haciéndolo sin descanso y asegura que nunca dice que no a nada. No se trata de complacencia sino de, según ella misma dice, un profundo respeto por su oficio. Desmitifica la imagen del artista, que se rodea de un aro de inspiración y una vida emocionante para poder componer canciones. Explica con sencillez su proceso creativo alejándose de cualquier idea romántica de la música a pesar de que está profundamente enamorada de su trabajo. Actúa sobre todo en solitario pero le encanta tocar con banda. A finales del siglo pasado lo intentó con Club Mehumé. Luego, CousCousGlam y Brútiful, que desapareció cuando se le acabó el empleo porque “era muy caro todo”. Ahora han vuelto a intentarlo.

Es muy afable y me pide disculpas en dos ocasiones por ponerse seria. Lleva en su cuerpo una dosis muy alta de rebeldía, que parece intentar neutralizar con amabilidad.

Recomendamos escuchar sus canciones mientras se lee esta entrevista

-¿Sabes jugar al ajedrez?

- No. Ni conozco a ningún espía.

-¿Has visto alguna vez una plaga de cisnes?

Ay. No. La idea me vino en 2004, trabajando en un bar de Stavoren, Fryslân. Iba en bicicleta al trabajo todos los días. El bar estaba a un tiro de piedra de donde vivía, al otro lado del canal, pero había más canales que puentes y tenía que dar toda una vuelta, cruzar el Koebrug y luego otro puente levadizo de un canal enorme, el Johan Frisokanaal, junto a su desembocadura en el IJsselmeer. El camino era precioso, lleno de canalitos, grachten, en los que nadaban lo que a mí me parecían muchos cisnes. Un día pregunté y me explicaron que sí, que era verdad, que había más cisnes de lo normal, pero que nadie sabía por qué. Los cisnes son hermosos. Me gustaba la idea de una plaga de algo hermoso. Si es una plaga… deja de ser hermoso. Pero, no sé, creo que prefiero una plaga de cisnes que una plaga de langosta. En cualquier caso la idea se me quedó ahí, en la cabeza. Y salió un buen día en una canción.

-¿Te pone Urdangarín?

Dicen que es un hombre muy guapo. Reconozco que lo de ser lesbiana acaba dificultando mucho el reconocimiento de la belleza masculina. De todos modos, y a la luz de su carrerón, si tenía algún atractivo se ha esfumado. Es la quintaesencia del privilegio.

-Sin acritud, pero ¿quieres que se muera Lagarde?

No. Algún día se morirá como todo el mundo, pero no deseo que sea particularmente pronto. Por lo menos que dé tiempo a juzgarla por el caso Tapie, en el que está involucrada por participar en la indemnización injustificada a un millonario amigo de Sarkozy cuando ella era su ministra de Economía. Ella no es más que un peón del juego, se pone a otro y ya está. Lo que alumbró esta canción fue el estupor de comprobar la desfachatez de este neoliberalismo desaforado que, antes de considerar cualquier otra opción, como una diferente distribución de la renta, una fiscalidad realmente progresiva, una persecución más eficaz del fraude fiscal a escala internacional o como mínimo el reconocimiento del derecho de las personas mayores, que han cotizado toda su vida —o que no lo han hecho, da igual, también es entrar en su lógica considerar que el derecho a disfrutar de prestaciones públicas se deriva de una cotización previa y no del mero hecho de ser personas, parte de una comunidad— merecen una vejez digna y no sólo en términos materiales… pues, decía, antes de considerar cualquiera de estos argumentos se plantean que a lo mejor están viviendo demasiado. Claro que la pirámide de población se está invirtiendo, claro que el aumento de la esperanza de vida pone en riesgo del sistema de pensiones, lo alarmante es que nos planteemos como prioridad salvar el sistema antes que a la gente. Si hay una contradicción entre el sistema y la dignidad de las personas, lo que falla es el sistema. No las personas. Pero a ella le pagan, y muy bien, por defender al sistema, claro.

- El diario de Inda publicó este titular: Carmena contrata a una artista que hace gala de su transexualidad que canta: “Muérete tú, Lagarde”. ¿Cómo viviste esa polémica?

¡Me lo he pasado muy bien! ¡Todas las personas que me quieren se solidarizaron a saco conmigo! ¡Y son un puñado bueno! Si ya es genial sentir la solidaridad de la gente cuando te sientes atacada, ¡imagínate cuando ni siquiera te sientes atacada! Una fiesta. Estaba todo clarísimo, esta gente estaba buscando otro “caso titiriteros” y les salió mal. Tuvo ecos la cosa. El PP lo llevó al pleno de distrito de Carabanchel. Y los argumentos que manejaban eran los del artículo del periódico de Inda. No sacaron nada. Acaba de publicarse que el ayuntamiento de Madrid planea reducir a la mitad el suelo afectado por la Operación Chamartín y cambiar completamente el espíritu del proyecto. Carmena en la alcaldía, Ahora Madrid en el ayuntamiento, significa para gente muy poderosa perder, o dejar de ganar, un montón obsceno, astronómico, de dinero. Y ya contaban con él. Si pudieran fusilarían a todo el equipo de gobierno municipal, pero ahora está feo eso, así que una de las maneras es desprestigiar a Carmena y a toda su gente con todo lo que encuentren, sea verdad o esa mentira. Y me tocó a mí. Sabía que la cosa no iba conmigo. No me sentí concernida ni por un momento. Lo raro es que no me pase más. Y me han hecho una publicidad muy eficaz que nunca habría podido pagar.

-¿Crees que ser transexual te ha dado una visibilidad que no hubieses conseguido de otra manera?

Es importante que la gente tenga muy claro que ser transexual no es en ningún caso, en ningún contexto, en ninguna circunstancia y bajo ningún concepto una ventaja, de ninguna manera. Al menos no en esta cultura. Qué sé yo, igual en Samoa Occidental sí, no lo sé. Pero aquí no. Nunca. Ayuda ser guapa, joven, cis, tener un lunar guay en algún sitio divertido ¡e incluso cantar bien! Pero ser trans* no. De verdad. En otro orden de cosas, yo sí que creo que ser fea, no normativa, tener los dientes tan grandes, la piel tan destrozada y ser tan desgarbada, sí que me ha ayudado. No tengo ninguna prueba de lo que digo, pero me da la impresión de que si yo fuera más “mona”, más bajita, no sé, menos mastodóntica, o simplemente guapa, me costaría más que la gente me tomara en serio (si es que lo hacen). No sé por qué pienso esto. Es una superstición, no puedo basarme en nada sólido.

-¿Ha cambiado en algo tu música desde tu transición?

No. Sustancialmente no. Ahora, quizás, compongo con más cuidadito, con más esmero, menos prisa. Pero también puede ser por la edad. No hablo sobre transexualidad en mis canciones porque nunca se me ocurre nada que decir, no me parece un tema que dé mucho juego,. Claro, que luego veo al Viruta y digo: “Ah, sí, sí que da juego”. Pero a mí no se me ocurre nada. A ver cómo explico esto: esto no es casual. Yo tengo un plan. Yo me he propuesto, como mujer transexual, no dejarme influir por lo que (supongo) que la gente espera de una mujer transexual. Esto es una rallada, pero voy a intentar explicarlo. El cisexismo lo impregna todo. Las personas cisexuales ejercen su privilegio cisexual constantemente. Y un porcentaje preocupante de las personas transexuales lo asume con naturalidad, y se hacen daño. La cultura, los referentes, las moralejas, todo está atravesado por la mierda del privilegio cisexual del mismísimo modo que está atravesado por la mierda del privilegio patriarcal, del de clase, del étnico y hasta del de la teoría económica hegemónica. Unos privilegios son más invisibles que otros. También depende del entrenamiento al que hayamos tenido acceso para detectarlos. Tengo una amiga, muy querida, que es muy sensible al privilegio étnico, por ejemplo, pero el de clase ni lo huele, no lo ve. Casualmente es el suyo. Si fuéramos conscientes de estar ejerciendo un privilegio, dejaría de ser un privilegio para convertirse en un acto de mala fe. Yo creo que el privilegio cisexual es muy difícil de identificar por parte de las personas cis. Y por eso pienso que ignorarlo, no acatarlo, rebelarse contra él, lo cuestiona. En ocasiones me he visto coreando consignas en manifestaciones que ingenuamente identifican una configuración genital concreta con el hecho de ser mujer, y a veces no me he dado ni cuenta. O con un cariotipo. Hace poco, un amigo vasco, activista de varias luchas, una persona honesta, íntegra… y cisexual, me pasó muy ufano el video de un grupo de rap feminista que decía en un verso algo así como “no tienes más derechos porque seas XY”. Admitir a priori que ser XY equivale a ser un hombre a estas alturas de la peli es del género tonto. Simplemente no es de recibo. Ni siquiera desde un punto de vista científico. Pues se lo hice notar con alegría, sin enfado, del modo más jovial que supe, y reaccionó quitándole hierro al asunto. Eso es cisexismo puro y duro, es un “entiendo lo que dices, pero, joder, la canción está chula, tía”. Pues no, no está nada chula, tío. Así que lo que yo intento, no sé si está bien, es ejercer los privilegios cisexuales sin ser cisexual, provocando la extrañeza en las personas cisexuales que esperaban de mí que no me atreviera a ejercerlos, favoreciendo así una revisión espontánea de sus privilegios. Como Rosa Parks cuando se sentó donde le vino en gana o como Alberto Rodríguez tomando posesión de su escaño en el Congreso. Yo creo que ésa es una vía. En tanto que se me vaya ocurriendo otra.

- ¿Qué planes tienes para tu futuro musical?

Alice Bouquet. Es una cantautora inventada. Empecé inventándome sus canciones, su estilo, y luego ya me vine arriba y me inventé toda su vida y hasta su muerte. Alice es cisexual, heterosexual… libre de estigmas más allá de ser mujer y mestiza (su padre era de la tribu caddo, del este de Texas, y su madre es de ascendencia francesa, de Louisiana). Un día, pensando en la estupidez del test de la vida real al que se somete a las personas transexuales todavía en muchos lugares, un proceso de inspiración profundamente patologizante, aparte de que apuntala todos los estereotipos tradicionales de qué es ser un hombre y qué es ser una mujer, un asco, vaya, se me ocurrió que Alice era un bonito conjunto de mentiras inventadas para presentar como test de la vida real, así que creí que podía ser una buena idea grabar sus canciones en un disco que se llamara Real Life Test (Alice compone en inglés). Luego seguí profundizando en Alice, su cultura, sus canciones, y un día me sorprendí cocinando una receta de su abuela Desireé (todo inventado, claro). A mi hija le gustó mucho y concebí la idea de hacer un disco que además fuera un libro de recetas, algunas francamente venenosas, y que cada plato acompañara a una canción. Entonces se me ocurrió que mejor que Real Life Test, debía llamarse Real Life Taste. Y me apetece mucho grabar ese disco, porque esa tía tiene temazos. Ojalá me salieran así los míos. Y, si todo va como planeo, lo más seguro es que no, podría estar maquetando ya en octubre. Es todo una metáfora muy retorcida, pero me apetece mucho hacer esto.

-¿Qué cosas te cabrean?

Pues procuro que ninguna. No me parece ni sano ni útil. Conozco a gente muy luchadora, a la que admiro, que construye su respuesta desde la rabia, la ira, el cabreo, esos lugares. Y se hacen daño. Se hacen más daño a sí mismas que al sistema al que pretenden combatir. O así lo percibo yo. Yo también siento rabia, siento ira, me enfado y me desespero con cada asesinato machista, con cada desahucio, cada recorte de derechos civiles, cada robo a la ciudadanía, cada arbitrariedad de este poder omnímodo camuflado de democracia parlamentaria. Pero yo he decidido no construir mi respuesta desde ahí. Estoy dispuesta a reconsiderar esta postura, muy abierta, pero no encuentro buenas razones. Por ahora. Esta gentuza hace demasiado para cabrearnos como para no plantearse que a lo mejor es eso lo que quieren que hagamos, ¿no? No sé. A lo mejor nos conviene más ir guardando esa rabia en donde no nos destruya para usarla de golpe cuando haga falta, no permitir que nos vaya envenenando la sangre.

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