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Afganistan: Entrevista a Luisa Morgantini

Martes 4 de octubre de 2005

Entrevista publicada en Liberazione el 9-8-2005, recibida el 6-9-05

Traducida por Charo Altable, Mujeres de Negro, Valencia

AFGANISTAN, entre nuevos y viejos amos: una democracia incompleta hacia el voto.

Habla Luisa Morgantini europarlamentaria de Refundación, de retorno del país de Asia central.

Por Carlo Maria Miele.

“No quiero decir que nada haya cambiado en Afganistán. He estado varias veces en Kabul, también después de la guerra, y he de decir que he encontrado una ciudad cambiada. No hay duda de que existen situaciones en las cuales se ve que el país ha vuelto otra vez a existir. Ha cambiado, yo creo que mucho, y se están haciendo muchas cosas, aunque no sean suficientes.”

Luisa Morgantini, europarlamentaria en las filas de la izquierda unitaria europea, ha vuelto hace poco de Afganistán donde ha estado con la delegación de la UE para verificar la situación de cara a las próximas elecciones políticas.

P - En la propaganda estadounidense, la guerra del 2001 tenía la finalidad de llevar la libertad y la democracia en la tierra de los talibanes…

R - Yo estoy contra todo tipo de guerra, incluso la que se libró contra los talibanes, porque soy de la opinión de que existían otros medios que se podían haber utilizado. Sin embargo hoy en Afganistán se respira una situación de mayor democracia y libertad. Aunque es verdad que ningún señor de la guerra ha sido llevado a juicio, no hay duda que el hecho de que la gente haya elegido y decidido votar y el hecho que existan periódicos y periodistas que comienzan a hablar e incluso a criticar representa una primera aportación a la democracia. Mi amigo Omar, por ejemplo, no está ya obligado a llevar barba y puede escuchar música. Quizás esto sea poco, pero era un gran deseo suyo. Seguramente no estamos frente a un proceso completo. La reconstrucción se hace lentamente y la financiación prometida en la conferencia de Bonn llega con gran retraso. Muchos advierten del abandono de la Comunidad Internacional después de la derrota de los talibanes.

P - ¿Las mujeres participan de este proceso de cambio?

R - Si el problema es el burka, está claro que muchas mujeres continuarán llevándolo durante años y años en el futuro. El burka no es algo exclusivo de los talibanes, y para lograr erradicarlo o cambia las tradiciones culturales se necesita tiempo y voluntad política. Hay, sin embargo, excepciones: he conocido algunas mujeres que después de la guerra comenzaron tímidamente a reunirse juntas, pero no se atrevían a quitarse nunca el velo; ahora por el contrario lo hacen. En Kabul tienen la posibilidad de hacerlo, pero sobre todo se atreven a hacerlo. Lo más positivo es que existe una Constitución, que ciertamente no se aplica enteramente, pero es extremadamente avanzada respecto a otras; basta pensar en lo que está ocurriendo en Irak, donde se están cancelando los derechos de las mujeres en nombre de la sharia.

P - ¿Sobre este punto, entonces, se puede ser optimista?

R - La situación es aún peligrosa, como dicen las mujeres de Rawa (Revolutionary Association of Women of Afganistán), en el sentido de que las relaciones patriarcales y de poder continúan existiendo. Al mismo tiempo hay cambios respecto a hace algunos años: he encontrado mujeres mucho más conscientes de sí, que trabajan y que comienzan a estar presentes también en varios lugares sociales. Hay ejemplos positivos, como la región de Bamiyan en la que hemos estado y que está gobernada por una mujer, una amiga de Mujeres de Negro, Habiba Sorabi. Ella nos ha acompañado en la visita de escuelas donde las niñas estudian junto con los niños.

P - ¿Cuál es, desde el punto de vista de la seguridad, la situación de Afganistán?

R - Por lo que he visto yo, Kabul ha devenido un bunker para los extranjeros. El área en la que se encuentran las embajadas y las oficinas de las ONG están protegidas por todas partes con redes metálicas y calles cerradas. Todos tienen escolta y personas contratantes de escolta. De hecho no existe ninguna organización, empresa o hacienda que no tenga guardias del cuerpo. Esto vale también para las empresas o personas locales, que no tengan guardias del cuerpo afgano, sino americanos, ingleses o alemanes. Es verdad que en Kabul han aumentado, en los últimos tiempos, los atentados y las bombas, pero tengo la impresión que gran parte del terror en Kabul sea construido, para permitir a los contratistas hacer negocios. Este clima tiene el riesgo de dañar a las ONG que están allí para hacer proyectos, pero que en realidad no logran tan siquiera hablar con la gente. Después del rapto de Clementina Cantón, entre otras cosa, los obreros han recibido la orden de no trabajar en las calles. Fuera del bunker de los occidentales existe, sin embargo, la vida, que va adelante.

P - Dentro de poco los afganos irán a las urnas para realizar las primeras elecciones políticas post-talibanes. ¿Se puede hablar de proceso democrático en curso?

R - Sí, pienso que puede decirse así. Ciertamente los afganos están entusiasmados de poder votar, pero al mismo tiempo están descontentos porque no han visto delante de la justicia a los responsables de la violencia (no sólo a los talibanes) y no han visto que se haya formado un nuevo grupo dirigente. Karzai parece que tiene la intención de quitarse de encima la dominación USA y se dirige a los europeos, pero permanece rehén de los varios poderes. La comisión Afganistán Justice Project, interesada en la investigación de los crímenes de guerra y de los crímenes contra la humanidad del 1978 al 2002, ha terminado apenas una encuesta en profundidad y la ha consignado al gobierno, pero aún no se ha hecho nada en concreto y nadie ha sido castigado. Incluso en la cuestión de los candidatos ha habido sólo una apariencia de justicia; sobre 5000 tan sólo 17 han sido rechazados por crímenes, pero se trata de peces pequeños. Los grandes, sin embargo, como Ismael Khan –exgobernador de Herat y ahora ministro- tratarán de intervenir de cualquier manera para hacer que venzan los propios candidatos, sirviéndose incluso de los instrumentos gubernativos.

P - ¿La violencia de las últimas semanas, especialmente en el sudeste del país, pueden poner en peligro el voto de setiembre?

R - El temor existe, pero el verdadero riesgo -en mi opinión- es la competitividad entre los diferentes candidatos, que es verdaderamente fuertísima, y el hecho de que no existan reglas claras. Entre los candidatos existen personas responsables de masacres, criminales que tendrían que estar procesados. Creo, en definitiva, que los abusos serán muchos; no tanto el día de las elecciones sino antes. Sobre este asunto no creo que los observadores de la UE tengan mucha capacidad de intervención, porque se trata de dinámicas internas de dicha sociedad. Los candidatos, por ejemplo, amenazan directamente a las familias. Estas cosas suceden frecuentemente. Existen también candidatos democráticos, pero son pocos, porque para serlo se necesita dinero y del sostén del clan. Por otra parte, en Afganistán las fuerzas políticas democráticas no existen o son débiles. Demasiados años de guerra y demasiados muertos.

P - Durante tu viaje a Afganistán has tenido la ocasión de asistir al trabajo de los soldados italianos. ¿Qué opinión tienes al respecto?

R - Mi juicio sobre esta guerra no ha cambiado, pero mi impresión – y también la de la delegación que estaba conmigo- es que el contingente italiano destacado en Herat parece que tenga una actitud, además de un papel, muy diferente respecto al de los marines norteamericanos. He quedado impresionada positivamente en Herat, donde los italianos son responsables también de proyectos de reconstrucción. Hemos caminado por las calles (a diferencia de Kabul) acompañados de los carabinieri: ha sido sorprendente ver la relación positiva que los militares italianos tenían con la población local. Estoy acostumbrada a ver los soldados en diferentes lugares de opresión y sé cómo les mira la gente, y he visto que estos carabinieri tenían una actitud de atención y de respeto y se les miraba con profunda simpatía. Es mérito, evidentemente, no sólo de los soldados, sino también de las órdenes recibidas. Y garantizo que no es un lugar común o un estereotipo sobre los italianos “buena gente”, sino un dato real.

P - ¿Entonces la presencia es legítima?

R - La situación es muy diferente de la de Irak, donde la presencia militar extranjera es ilegítima, más allá de cómo se comporten. En Afganistán existe un mandato de la ONU y el ISAF ha sido demandado también por la población local; incluso las mujeres de RAWA han pedido la extensión de la presencia de ISAF, no tan sólo en Kabul sino también en las otras provincias, para lograr mantener un control respecto al dominio, aún existente, de los señores de la guerra. Esto hay que decirlo, sin olvidar también que no deben existir las guerras, ni soldados en otros países que sustituyan el trabajo de las ONG.

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