Voces del Silencio:
Entrevista en la Clandestinidad

Reportaje publicado en Punto Final Nº590 [edición del 29 de abril al 12 de mayo del 2005]

Los miembros de la Coordinadora de Comunidades en Conflicto Arauco Malleco [CAM] que no se dejaron procesar por "asociación ilícita terrorista" al desoír la orden del tribunal y optar por la clandestinidad, no se sorprendieron con el fallo emitido el pasado 6 de abril por la Segunda Sala de la Corte Suprema, que obliga a iniciar un nuevo juicio contra ocho mapuche absueltos hace cinco meses por el Tribunal Oral en lo Penal de Temuco. No podían sorprenderse simplemente, porque no creen que pueda haber justicia para ellos en un Estado que desconoce sus derechos y conjuga todos los instrumentos de represión para resguardar los intereses de los poderosos.

Enfrentar la persecución política - policial jurídica -es sólo una parte de la compleja lucha que desarrolla el pueblo mapuche y uno de los temas a los que se refirieron tres reconocidos voceros o werkenes de la CAM, en una entrevista con PF que serealizó bajo estrictas medidas de seguridad impuestas por su situación de clandestinidad. Héctor Llaitul, José Llanquileo y Angélica Ñancupil hablaron por primera vez con un medio de comunicación desde que se volvieron inencontrables para la justicia y la policía. Ellos forman parte de los ocho mapuche - la mayoría miembros de la CAM - que no alcanzaron a ser juzgados por "asociación ilícita terrorista" en un juicio por incendios en predios forestales en el que se han pedido penas de 20 y 25 años de cárcel. Esa es sólo una de las acusaciones que se les imputan.

Héctor Llaitul estuvo preso cuatro veces desde el año 2000 -invocando las leyes antiterrorista y de seguridad del Estado- y en tres situaciones ha estado clandestino. "Me he pasado los últimos cinco años entre la cárcel y la clandestinidad", dice sin el menor tono de lamento. Si ése es el precio que deben pagar por luchar desde las comunidades por la recuperación de territorios mapuche usurpados, hacerlos producir en beneficio colectivo e ir sentando las bases de una anhelada autonomía, lo asumen sin una queja.

José Llanquileo, el más joven, pasó a la clandestinidad junto a otros seis mapuche en julio de 2004, desde el primer juicio que se hizo en Collipulli por el caso Poluco Pidenco. "Antes estuve un año y cuatro meses en la cárcel, por incendio terrorista y por asociación ilícita terrorista -dice-. Se nos enjuició con Angélica [su esposa], porque éramos dirigentes públicos, werkenes de la Coordinadora". Ambos denunciaron haber sido objeto de un montaje, cuando un periodista de la zona los citó para entregarles información supuestamente confidencial contenida en disquetes y en un documento impreso. Pero al día siguiente los detuvieron, allanaron la casa que arrendaban en Temuco y les incautaron esos materiales que el Ministerio Público presentó como "pruebas" de que pertenecerían a una organización ilícita. Angélica, de 30 años, estuvo cuatro meses en la cárcel de Temuco y luego quedó bajo el régimen de detención domiciliaria. En septiembre del año pasado decidió no presentarse al juicio por "asociación ilícita terrorista".

Tras un primer momento de repliegue y de adaptación silenciosa a la vida clandestina, afirman haber pasado a lo que ellos llaman "clandestinidad activa" desde las comunidades. Durante la entrevista hablaron de esta lucha con mucha serenidad, con sencillez, sin grandes discursos, pero convencidos de haber escogido el camino correcto. Con la misma serenidad critican a otras organizaciones mapuche que ven enredadas en la institucionalidad del Estado. Dan opiniones polémicas y reafirman su autonomía, su postura anticapitalista y anti todo lo que huela a cultura "occidental".

ESTADO REPRESIVO

Los mapuche fueron los primeros en probar la reforma judicial en la IX Región, y son sus primeros críticos. ¿Por qué?

 

J. Llanquileo: "Para nosotros ha sido una farsa, una nueva estrategia para reprimir al pueblo mapuche. En años anteriores mucha gente fue enjuiciada bajo el Código Penal, y jamás se le aplicó una legislación tan dura como la ley antiterrorista o la ley de seguridad interior del Estado. Supuestamente, la reforma judicial penal da más garantías a los imputados, pero en la práctica ha sido una estrategia para enjuiciar más rápido a nuestra gente, para encubrir malas prácticas y condenar a la gente con pruebas falsas. Para el pueblo mapuche, la reforma ha resultado represiva".

¿Cómo han actuado los abogados en su defensa?

 

J. Llanquileo: "Cuándo estábamos en la cárcel, decíamos 'el Estado nos enjuicia y el Estado también nos defiende'. Nos parecía ridículo que nos pusieran abogados de la Defensoría Pública para sacarnos de la cárcel. Esos abogados se limitan a cumplir su función. Estábamos solos. Por eso, cuando se preparaba el juicio por asociación ilícita, renunciamos a la defensa..."

A. Ñancupil: "Pero no lo hicimos porque los abogados fueran malas personas, sino porque no existían garantías. O sea, con o sin abogados el resultado sería el mismo. Para los fiscales no existe la presunción de inocencia., nosotros siempre éramos culpables".

J. Llanquileo: "No era un proceso justo. En Temuco los fiscales están ligados a la oligarquía empresarial, a los dueños de fundos. Otros, los más jóvenes, son burlescos cuando uno de nosotros cae preso. Así quieren hacer mérito para ascender rápido. El problema va mucho más allá de lo judicial".

H. Llaitul: "No se reconoce la condición de presos políticos mapuche, como una forma de desvirtuar nuestros motivos de lucha. Nos tildan de delincuentes y nos acusan de cometer actos ilícitos. El Estado se propuso criminalizar y judicializar la lucha social y política. Tenemos trece hermanos de la CAM en prisión, algunos de ellos condenados, y 17 estamos forzados a la clandestinidad. Esto es un montaje político policial. Un montaje burdo, porque hace poco se dictó un fallo por el caso Poluco Pidenco, en el que copiaron parte del fallo de otro juicio, en el que condenaron a los lonko Norín y Pichún. En el juicio por asociación ilícita terrorista se habla artificialmente de "terroristas" cuando los acusados son nada más que campesinos mapuche que han asumido una postura de lucha más frontal. El manejo que hacen la Fiscalía, los jueces y los medios de comunicación ligados al empresariado es una aberración. En el contexto del juicio incluso se nos acusó de una barbaridad, como pretender incendiar el centro de Temuco. Ellos satanizan al movimiento mapuche".

A. Ñancupil se refiere también a la represión contra las comunidades que están luchando, especialmente en la zona de Ercilla. "La comunidad de Temucuicui ha sido allanada en trece oportunidades, y también San Ramón y Chequenco, pero de eso no se informa en los medios de comunicación", dice la vocera.

H. Llaitul: "Incluso hubo una denuncia que no se conoció dentro del país. Fue un seguimiento que hicieron profesionales del Servicio de Salud Araucanía Norte, en una comunidad. Llegaron a la conclusión que la acción de las fuerzas represivas tenía el efecto de una tortura permanente para los niños. El gobierno quedó mal parado y eso influyó de alguna manera para que el tribunal de Temuco absolviera temporalmente a los mapuche imputados por asociación ilícita en el fallo que ahora revirtió".

LO QUE NO SE DICE

Mucha gente piensa que la CAM está en el suelo, que la represión le ha cortado todas las posibilidades de seguir actuando.

 

A. Ñancupil: "Son los medios de comunicación los que tratan de dar esa idea, porque la Coordinadora se ha mantenido en pie. En los predios donde hay control territorial mapuche se trabaja para hace producir la tierra recuperada en beneficio de toda la comunidad".

H. Llaitul: "La mayoría de los medios han estado alineados en una estrategia de socavar la expresión de lucha mapuche. Por tanto, no informan de las experiencias de lucha que hay en las comunidades. Sólo les interesa lo que puedan hacer como actos delictuales o violentistas. Nosotros reconocemos el derecho de las comunidades a expresar la resistencia y a defender sus comunidades, territorios y experiencias. Pero esa no es la única evidencia de que la Coordinadora está viva y funcionando. Seguimos recuperando predios y allí se dan distintos niveles de control territorial. Nos preocupamos de la actividad económica para dignificar las condiciones de vida de las comunidades, a través de la explotación de la madera y las siembras, o de la recomposición del suelo para que sea más productivo. Muy pocas personas saben que producimos cientos de toneladas de trigo en tierras recuperadas y que hay una cantidad de madereo impresionante en predios forestales de la zona mapuche. Esos son nuevos recursos para las comunidades y, a la vez, son golpes al sistema. De esa manera se configura otra realidad más justa para nosotros, se trabaja en forma comunitaria y articulada entre las comunidades. Lo interesante es que las propias comunidades han asumido la línea de la Coordinadora, sin necesidad de que estemos ahí, y desarrollan expresiones de autonomía en lo económico. Las confrontaciones con las fuerzas policiales se dan cuando vamos a recuperar madera o a detener una nueva forestación de pinos. Todo depende de cuánto afecte eso a los intereses capitalistas. Como movimiento mapuche consecuente, nos hemos mantenido en pie, a pesar de la represión, y a pesar que la mayoría de la gente más pública y conocida esté en la clandestinidad".

DIFERENTES ESTRATEGIAS

¿Cuál es su relación con las otras organizaciones mapuche? ¿Siguen distanciadas?

 

J. Llanquileo: "No mantenemos ninguna relación desde hace tiempo. Tenemos diferencias en la estrategia política, y eso también nos diferencia en la práctica. Las demás organizaciones, como la Coordinación de Identidades Territoriales y el Consejo de Todas las Tierras, se plantean una estrategia principalmente dentro del marco institucional. A nosotros nos parece que por ese camino no conseguiremos una solución digna para nuestras demandas de territorio y autonomía. No decimos que nuestra estrategia sea la más correcta, pero pensamos que hemos sido dignos y consecuentes con lo que siempre hemos planteado. No negociamos ni participamos en el camino que nos marca el Estado".

Todas las organizaciones mapuche plantean más o menos lo mismo: recuperación de tierras, autonomía, reconocimiento como nación. ¿Dónde están las grandes diferencias?

 

J. Llanquileo: "En teoría planteamos objetivos similares, pero en la práctica resultan distintos. Otras organizaciones buscan otras cosas, como puestos políticos. Reducen el conflicto a resolver el problema de la tierra sobre la base de una solución institucional, dejando de lado objetivos de fondo, como la autonomía y el territorio. Eso marca la diferencia. Nosotros siempre hemos dicho que si hubiera una solución real a la demanda histórica de nuestro pueblo -que va más allá del tema de la tierra-, si hubiera voluntad política de parte del Estado, de los distintos gobiernos de la Concertación, para atender este proyecto, estaríamos ahí. Pero eso no existe. La negociación se sustenta en privilegiar y mantener los intereses de las transnacionales en territorio mapuche. Por eso nos dan migajas. Ofrecen 50 hectáreas, pero privilegiando que el rico se quede con las otras 300 hectáreas del predio y siga obstaculizando nuestro desarrollo como pueblo. Esa ha sido la estrategia del gobierno, de los políticos. Y después dicen `estamos solucionando el problemas mapuche`".

H. Llaitul: "Nosotros decimos ´el sistema nos oprime` y, por tanto, vamos haciendo cambios en la realidad más cercana. Si tenemos un bosque de pinos encima, hacemos recuperaciones para que esa tierra sea nuestra y se recomponga el medio social, político y económico del mundo mapuche. Ese es el cambio que nos interesa. Nos vemos obligados a transgredir la institucionalidad par reconstruir nuestro mundo. Nuestro objetivo es la reconstrucción del mundo mapuche -justo y solidario-, lo que implica territorio y autonomía, ejercicio del poder mapuche, y que se vayan de nuestras tierras las forestales, el latifundio y la opresión.

El Estado ofrece espacios de participación para mantener el mismo andamiaje de dominación. Quienes han entrado en ese juego han logrado espacios de participación dentro del sistema y no cosas concretas para el pueblo mapuche, como territorio y autonomía. Sus negociaciones son malas, porque no tienen fuerza para conseguir tierras -de hecho, no tienen ninguna comunidad en conflicto- y tampoco logran autonomía. Caen en el electoralismo, en las cuotas de poder que les ceden. Se postulan a concejales, alcaldes, consejeros de la Conadi, del Fosis, del Programa Orígenes, etc. Terminan administrando la institucionalidad. Así, pasan a ser parte del otro lado. Antes los respetábamos porque tenían algunas expresiones de lucha, ahora ni siquiera hacen marchas".

LUCHA DE LARGO ALIENTO

¿No es contradictorio que ustedes estén en la clandestinidad, como si siguiéramos en dictadura?

 

A. Ñancupil: "Para mí, que viví parte del proceso de la dictadura militar, no hay cambios en la situación de nuestro pueblo. Ni siquiera existe libertad de expresión para nosotros. Si ahora andamos clandestinos, es parte de nuestra estrategia de resistencia. No nos fuimos a la clandestinidad para asegurarnos, sino para seguir luchando. Y ver a la gente que por un lado nos protege y por otro mantiene un trabajo firme, nos permite tener mayor fuerza y seguir asumiendo esto cada vez con más dignidad. Es importante que la gente vea que lo que decimos, lo hacemos".

H. Llaitul: La palabra democracia nos suena hueca. Lo que vemos es dictadura, autoritarismo, militarización de las zonas que luchan por reivindicaciones. En la época de la reforma agraria se recuperaron tierras, se crearon asentamientos, pero hoy no se ha recuperado ni la décima parte de las tierras que Salvador Allende entregó al pueblo mapuche. No se respetan los derechos territoriales y políticos del pueblo mapuche, y nos vemos obligados a luchar. Hay mucha hipocresía en el gobierno y el Estado chileno. No reconocen que hay presos políticos mapuche, que hay persecución policial y clandestinos en este país. No reconocen que somos luchadores sociales y no terroristas. Desde la posición mapuche, vemos que los ricos son más ricos que antes, incluso más ricos que en la era de Pinochet. Y que el gobierno está coludido con las transnacionales que nos tienen ahogados. Los representantes del gobierno y de la empresa Mininco -del conglomerado Matte- y de la Forestal Arauco -del grupo Angelini- están juntos, querellándose en una artificiosa maquinación contra los mapuche, mientras se gastan muchos millones en tratar de transformar estas tierras en función de las inversiones de las transnacionales".

¿Cuál es su postura frente a las próximas elecciones presidenciales?

 

J. Llanquileo: "Los presidentes son como los gerentes: administran el sistema. Quien salga elegido, de derecha o izquierda, seguirá administrando un modelo económico que nos tiene en la pobreza y que da pie para que repriman a nuestras comunidades. Las elecciones no son un tema relevante para nuestro pueblo".

¿No les preocupa que un alto porcentaje de mapuche vote por la derecha, como ha ocurrido en la IX región?

 

H. Llaitul: "Sí, nos preocupa. Por eso trabajamos para liberar a nuestro pueblo. Y liberarlo significa despertarlo, pero siempre dentro de la lucha social y política que le corresponde, y no en otro marco. Al pueblo mapuche se lo ha involucrado en formas de hacer política de los winka, para que participe en partidos políticos, en elecciones...pero no se gana nada con más alcaldes mapuche".

¿Ustedes son anticapitalistas?

 

"Sí, por nuestra concepción ideológica y religiosa. La reconstrucción del mundo mapuche no es sólo territorial y autonómica, sino también económica, social, valórica, cultural y religiosa. Se contrapone al capitalismo, desde la concepción del ser humano, de la fuerza, de la vida, de todo. Es un tema complejo, que no está acabado. Lo que nos interesa, por ahora, es que la gente despierte".

¿Tampoco son marxistas o de alguna ideología de izquierda?

 

"Ni siquiera entramos en la lógica de izquierda y derecha, porque es occidental. Aunque por oponernos al sistema capitalista se podría decir que somos de izquierda y tal vez podremos confluir con fuerzas que tengan esa postura, pero siempre como mapuche. Para ser efectiva y real, la lucha del pueblo mapuche tendría que ser una lucha de liberación nacional. Es algo demasiado grande para plantearlo hoy, estamos recién creando las bases para una propuesta de liberación nacional. De momento lo más justo es seguir siendo mapuche".

Patricia Bravo