Edición 1994, licencia
No. 002357 del Ministerio de Gobierno.
Quincena del 28 de Octubre al 10 de Noviembre de 1998. SUMARIO Economía: El país
en la encrucijada
El informe del
DANE de octubre de 1998
Páginas Editoriales: Enfoque: El
talante Pastranista
Mirador: Juan
Pablo II
Nacionales: Presupuesto Nacional por 45.3 billones aprobado apupitrazo limpio. Para defensa la mayor tajada. (por Alvaro Angarita) Reforma política da el primer paso. Con sabor electoral. Los pasos de
la paz. Entre la convención nacional y el despeje.
Tema Central: Los 21 días que estremecieron al país. La derrota de Pastrana frente a los trabajadores. Hablan los
protagonistas de los trabajadores.
Laboral: Los funerales
de Jorge Ortega García, vicepresidente de CUT. Otro crimen de
Estado.
Ideología: Marxismo
y nacionalismo.
Cultural: Del "fin de
la historia" al siglo XXI de Marc.
Internacional: Venezuela.
Aborta
golpe militar.
Romper el ciclo de la impunidad La detención de Pinochet. Fiesta de los comunistas chilenos. Elecciones
en Euskal Herría. Avance de la izquierda vasca.
Ulitma página: Declaración del PCC. Rechazar la guerra sucia contra los trabajadores. |
Los funerales de
Jorge Ortega García, vicepresidente de la CUT.
OTRO CRIMEN DE ESTADO Independientemente del sicario que apretó el gatillo, el gobierno es el único responsable del crimen cometido contra el vicepresidente de la CUT e integrante de la comisión de derechos humanos de esa central, que momentos antes había suscrito un comunicado de prensa repudiando los lamentables hechos de Machuca. El crimen cometido contra Jorge Luis Ortega García, primer vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores, al caer la noche del pasado martes 20 de octubre, fue recibido como la más desgarradora provocación contra los procesos de diálogo con la insurgencia y el derecho de protesta que ejerce el movimiento sindical colombiano. En sus 12 años de historia como la primera confederación sindical del país, la CUT nunca antes había sido objeto de provocación similar. Pese a que la central registra alrededor de 1.600 víctimas, hasta ahora no había asistido al sepelio de una figura tan prominente. Por su condición de líder de izquierda, Jorge Ortega se incrustaba como pocos en la actualidad política del país, mediatizada por los diálogos de paz y el repunte de la lucha sindical, en particular del sector estatal atravesado al momento de su muerte con la más importante movilización de las últimas décadas. Ortega, trabajador de la Electrificadora de Bolívar desde hacía 19 años y padre de dos niños pequeños, recibió seis impactos de bala, varios de ellos a la altura de la cabeza, cuando ingresaba al edificio del conjunto familiar donde residía en el sur de la capital. Esa misma tarde, en su condición de
presidente ejecutivo de la Central Unitaria -su titular, Luis Eduardo Garzón,
se encontraba al frente del paro y las negociaciones estatales-, participó
de una reunión de la Asamblea Permanente de la Sociedad Civil por
la Paz, y en compañía de Carlos Rodriguez suscribió
un comunicado de prensa condenando la voladura del oleoducto a la altura
de Machuca. Cuando el comunicado llegaba a los primeros medios el vicepresidente
de la Central Unitaria ya había sido ultimado.
Hechos conocidos con precisión por los organismos de seguridad del Estado. Al momento de su muerte, Ortega y Tovar continuaban vinculados a un proceso por rebelión que en 1994 les costó cinco meses de prisión, gracias a un montaje que les armaron en Mesitas del Colegio, donde participaban de una reunión con líderes comunales y cooperativos. Éste año había aparecido de nuevo en una lista del paramilitarismo. El Estado nunca hizo lo suficiente por proteger
su vida. El arma que las autoridades le habían asignado para su
defensa había sido decomisada hace dos años por unidades
de la policía de Barranquilla que posteriormente desatendieron toda
suerte de reclamaciones. Y una segunda arma, igualmente legal, fue sustraida
de su apartamento tres semanas antes, al parecer por los mismos elementos
que finalmente cumplieron su cometido.
En consecuencia, independientemente de quién apretó el gatillo, el asesinato de Jorge constituye otro crimen de Estado. Así lo entendieron los trabajadores y la opinión pública nacional e internacional. Repudio en las calles Las reacciones no se hicieron esperar. El Comando
de Paro interrumpió las conversaciones con el Gobierno, convocando
la realización de un paro nacional de 24 horas incluso en el sector
privado, con movilizaciones y sepelios simbólicos dos días
más tarde en las principales ciudades.
Después de Popayán, donde Andrés Pastrana una semana antes tuvo que interrumpir la cumbre de gobernadores gracias a las reclamaciones de los trabajadores reprimidas por la fuerza pública, las calles de Cali fueron escenario de batallas campales, afeando también el show que se pretendía robar el Presidente de la República. Desde las honras fúnebres de Eduardo Umaña Mendoza, el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional de Colombia no se veía colmado, estudiantes, catedrátivos, sindicalistas, activistas de los derechos humanos y trabajadores le rindieron postrero homenaje al líder inmolado hasta la madrugada del miércoles 21, cuando el cadáver de Ortega fue trasladado a Cartagena. Lo acompañaron hasta San Jacinto, su última morada, además de su esposa y compañera, Lucho Garzón, Wilson Borja, Jesús Romero y Hernando Hernández, entre otros dirigentes sindicales. El torrencial aguacero que a lo largo del día se desgajó sobre el litoral fue incapaz de impedir que miles y miles de personas de todas las edades y condiciones sociales despidieran al sindicalista con el ondear de los pañuelos blancos, apostados a lado y lado de la vía a Turbaco, San Juan, Cicerón, Arjona y Malagana, hasta desembocar en San Jacinto después de tres horas largas de viaje. La primera estación fue en casa de su padre, donde la despedida del líder del apunte permanente y la sonrisa a flor de labio corrió por cuenta de los conjuntos vallenatos, la pasión de su vida. Inmediatamente las lágrimas y el dolor se trasladaron a casa de «La niña Choy», como Jorge y sus siete hermanos acostumbraban llamar a su madre. VOCES DE PROTESTA EN TODO EL MUNDO Tres delegados provenientes de Francia, Argentina
y Venezuela, alcanzaron a llegar hasta Bogotá, sumándose
a los funerales del vicepresidente de la Central Unitaria de Trabajadores,
Jorge Luis Ortega García, de 45 años.
La Confederación Internacional de Sindicatos Libres emitió desde Bruselas un pronunciamiento de repudio por lo que consideró la campaña de exterminio del movimiento sindical colombiano por el atentado que le costó la vida al líder del sector eléctrico. Desde La Habana, Cuba, la oficina regional
de la Federación Sindical Mundial, FSM, en su condena al crimen
perpetrado contra Ortega conminó al gobierno colombiano a respetar
los convenios suscritos con la OIT.
El catedrático norteamericano James Petras, señaló su «repudio por el asesinato de Ortega y del doble discurso de Pastrana que habla de paz y hace la guerra». Por su parte, el comité de solidaridad
con los pueblos, Askapena Bizcaia, de origen vasco, manifestó su
«tristeza por este nuevo crimen de Estado.
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