Edición 1995, licencia No. 002357 del Ministerio de Gobierno. 

Quincena del 11 al 24 de Noviembre de 1998.

SUMARIO


Resumen VOZ 15 DÍAS


Economía:

Hechos y Cifras

Economía política y lucha de clases
(por Nelson Fajardo)


Páginas Editoriales:

Enfoque: Los cien días.
(por Alvaro Vásquez del Real)

Editorial: Las elecciones en Venezuela.

Mirador: Hablemos de Machuca
(por Carlos A. Lozano Guillén)


Cartas.

Nacionales:

Tipificación de la desaparición forzada, genocidio, desplazamiento, masacre y el incremento de pena para el delito de tortura. No retroactividad excluye genocidio contra la UP.

El asesinato de Gómez Hurtado. Los hilos de la red derchista.
(por Hernando López)

Cambios en la cúpula. Ascendidos los cuestionados.

El encuentro Pastrana-Clinton. Más dependencia.


Tema Central:

Panel VOZ.
El Paro Estatal en blanco y Negro. Sindicalismo, unidad y acción política.


Internacional:

Habla para VOZ el abogado que llevó  a la cárcel a Pinochet. Un desquite histórico.
(por Luis Alberto Matta) 

Exitoso encuentro del Foro de Sao Paulo.


Cultural:

La izquierda en el umbral del Siglo XXI. Haciendo posible lo imposible.
(por Carlos A. Lozano Guillén)

Máximo Jiménez: el cantor del pueblo.

Reinaldo Ardil, de la pluma al fusil.


Ulitma:

El diálogo entre el gobierno y las FARC. Incidnetes en la antesala.

REINALDO ARDIL, DE LA PLUMA AL FUSIL

Por Alvan.

Periodista. Ingenioso autodidacta de las letras. Portador de un profundo sentimiento humanitario y un entrañable amor por San Vicente de Chucurí, su pueblo; por la cultura y la ecología. Ese era Reinaldo Ardila, a quien su familia y sus amigos desde la infancia decidieron llamar “Hito”, por parecerles complicado decirle Reinaldito. Fundador y director del periódico “La Hojarasca” y del “Yariguíes Chucu-reño”, “Hito” Ardila hizo de la causa social su causa.

Se cansó de luchar contra molinos de viento. Lo invadió la amargura cuando elección tras elección la carretera que conducía a San Vicente servía de motivo de campaña, pero al final siempre quedaba sin pavimento, tal como había permanecido desde que el hacha y los buldózeres habían entrado a descuajar la montaña para crear una vía de unión entre Bucaramanga y esta tierra hecha con el sudor de recios colonizadores. Igual sentimiento lo embargaba al presenciar los antaño ríos cristalinos de la región de Chucurí convertidos en cloacas.

Luchaba para que la reserva biológica de los Yariguíes, el banco genético e hídrico más importante de Santander, fuera una realidad y las universidades santandereanas promovieran un centro de investigación piloto que asegurara una mejor calidad de vida a las futuras generaciones.Siempre quiso ser futbolista profesional.

Reinaldo Ardila fue un soñador con argumentos; un enamorado de la vida y un insobornable defensor del derecho a vivirla con dignidad. Lo conocí hace 20 años. Me impresionó su temperamento dinámico y su disposición a abrir caminos. 

La injusticia, el olvido a que era sometida la región chucureña y el deseo ardiente de construir una sociedad más justa lo llevaron a vincularse al Ejército de Liberación Nacional, donde en poco tiempo llegó a comandante y coordinador del Bloque Nororiental. En ese cargo fue siempre un defensor incansable de la búsqueda de una solución política negociada y como afirmara Rafael Serrano Prada en el diario El Frente, salvó la vida de varios parlamentarios sirviendo como mediador y abrió puentes entre la sociedad civil y la insurgencia para evitar el sacrificio de muchos compatriotas colocados en medio de la confrontación.Era un digno heredero de su tío abuelo, quien fuera comandante en las guerrillas del general Sandino en Nicaragua.
Lo mataron las tropas de la Quinta Brigada en el Páramo de Berlín junto con 15 guerrilleros más que lo acompañaban meses atrás. Mataron no sólo a un hombre, sino a una ilusión de cambio. Su cuerpo sin vida quedó tirado en la sabana fría de un entorno que testimoniaba el motivo de lo que fuera su principal lucha: salvar la riqueza ecológica.Quedan sus escritos. Sus editoriales sociales clamando un país distinto. Su cuerpo fue sepultado en uno de los cementarios de Bucaramanga. Las honras fúnebres se llevaron a efecto en la Iglesia del Divino Niño, que resultó insuficiente para albergar a quienes se solidarizaron con su familia.