Utopía // 8 de febrero de 2004

¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?

¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?

Esta etapa del proceso político, que deviene de una historia de lucha, de sangre y de conquistas del Pueblo venezolano, apenas comienza a dar sus primeros pasos en el desarrollo de la revolución, es decir, está en un estadio pre revolucionario. En la medida que se vaya profundizando el proceso se irán configurando nuevas conspiraciones de la derecha, mejores preparadas y de carácter internacional.

Es así como la misma reacción es quien ha estado empujando a los revolucionarios a la radicalización del proceso, como respuesta a las conspiraciones. Esto se puede evidenciar en situaciones como: ante la campaña terrorista de los medios de comunicación, los revolucionarios respondemos con la toma pacífica de los mismos; ante el paro insurreccional, la toma de fábricas por parte de los obreros; por mencionar dos ejemplos. Por otra parte, en las filas de la Revolución, en ese abanico político e ideológico, de manera general crece la tendencia antiimperialista y latinoamericanista, y de manera particular la tendencia revolucionaria que plantea el Socialismo como la única respuesta al Fascismo. Y esto es lógico, pues por idealistas que seamos jamás podrán conciliarse los intereses del dueño, del patrón, de los Yanquis, del explotador, con los intereses del pueblo pobre, de los descalzos, de los latinoamericanistas, de los justos, de los explotados. Los intereses de clase son irreconciliables y esto es el principio fundamental que ha movido e inspirando las revoluciones en todo el mundo. Lamentablemente aún mucha gente cree que el gran capital nacional e internacional permitirá, pacífica y constitucionalmente, que los explotados puedan convivir con los explotadores como iguales en derechos.

Por esto necesitamos dilucidar sobre nuestro estado actual y nuestro destino.

Existen cuatros bases fundamentales para la construcción de la Revolución:

Programa Revolucionario

Partido Revolucionario

Movimientos Sociales

Ejercito del Pueblo

Programa Revolucionario. Es imperante que los revolucionarios definamos cuales son las líneas programáticas que direccionarán nuestras luchas. Existe una tendencia en las filas de la Revolución en confundir el programa Revolucionario con la Constitución de la República. La Constitución es una gran conquista en lo que a derechos se refiere, permite la transferencia de poder al Pueblo, pone reglas que permiten, en cierto modo, controlar al poder económico, permite enfrentar a los sectores contrarrevolucionarios, en fin nos entrega muchas herramientas para nuestra lucha por la edificación de una sociedad justa. Sin embargo, el Programa Revolucionario contiene líneas estratégicas a seguir por todos los Revolucionarios, considera las diferentes etapas que debemos seguir y los pasos que debemos consolidar para la profundización y concreción de la Revolución. Este Programa puede incluso plantearse cambios a la Constitución de la República en algunas etapas del proceso. En este sentido, la unidad de todos los sectores, verdaderamente revolucionarios, del proceso se consolidará en torno a esas líneas estratégicas que definen un camino hacia una sociedad sin clases.

Es necesario trabajar en la creación de espacios de encuentro de todas las corrientes revolucionarias de la Revolución, que servirán para madurar en la construcción del Programa, así como en la creación y discusión pública de documentos que apunten hacia la construcción del mismo.

Partido Revolucionario. La inexistencia de una dirección política coherente y clara por parte de los partidos que apoyan al Presidente, con una militancia honesta con sus principios, que respete los liderazgos naturales y con preparación técnica y política, es una de las grandes debilidades del Proceso. Más bien estos militantes quedan protegidos por el verbo y accionar del compañero Presidente quedando éste prácticamente solo cuando se trata de profundizar el Proceso, haciéndolo más vulnerable. En otras palabras, no existe un partido que pase a la primera línea de fuego, el lugar más riesgoso en la contienda, absorbiendo buena parte del peso que lleva el Presidente. Por supuesto muchos de ellos tienen en su seno sectores revolucionarios que empujan el proceso hacia su profundización, mientras otros sectores lo empujan hacia las simples reformas y otros sólo se aprovechan de los recursos del Estado. Sin embargo, se debe señalar que progresivamente, los factores revolucionarios en las decenas de partidos que apoyan el proceso, han ido posicionándose dentro de los mismos y creciendo cuantitativa y cualitativamente. Esto último es una señal muy positiva.

Precisamente por esta falta de dirección política es que perdimos dos momentos insurrecciónales como lo fueron el 13 y 14 de abril del 2002 y los días de diciembre y enero próximo pasado. Es una crítica (y autocrítica) que debemos asumir todos los revolucionarios.

En los días 13 y 14 de abril, después de la caída del dictador, el Pueblo permaneció en la calle, tenía tomado los medios de comunicación de los golpistas, internacionalmente estaba justificada la represión a los mismos, era momento de apoyar la insurrección popular que se estaba gestando; a pesar de esto, el llamamiento de la mayoría de los dirigentes del proceso, incluyendo al Presidente Chávez, fue perdonar la conspiración y llamarlos nuevamente a trabajar juntos. Esta ingenuidad política nos costó posteriormente otra conspiración en la industria petrolera, cosa que más adelante reconoció el Presidente como un error.

Los días de diciembre de 2001 y enero de este año sucedió algo similar, sólo que esta vez la oportunidad desperdiciada fue más grande. Como resultado del paro golpista y del saboteo petrolero, se produjeron tomas de las fábricas y refinerías participantes en el paro, practicando, en el hecho, el control obrero del Pueblo sobre esos medios de producción; en otras palabras, hubo una ruptura del modelo de producción Capitalista, pudiendo ésta haber sido el inicio de un proceso de expropiación de fábricas para colectivizarlas. Esta insurrección popular nuevamente se frenó por la falta de claridad político ideológica de nuestros dirigentes, a pesar de que tomaron la consigna popular de “fábrica cerrada, fábrica tomada” y de que el Presidente amenazó a los golpistas con un decreto de expropiación.

La masificación de la direccionalidad táctica, coherente y unificada debe provenir del acuerdo de los partidos revolucionarios, y no de la apreciación individual de cada uno de sus dirigentes. Sólo actuando como un solo hombre, el Pueblo logrará consolidar la revolución.

Es de resaltar, esta unidad no puede basarse en la impunidad que gozan miles de “políticos de boinas rojas” que ocupan cargos públicos y que se han dedicado a robar los fondos del Estado y entrabar la profundización de la revolución. Esta “burocracia revolucionaria” hay que extirparla rápidamente antes de que empañe de desesperanza y de fracaso los logros de la revolución. En consecuencia, la unidad de los revolucionarios debe basarse en la honestidad, jamás puede significar tolerancia con los contrarrevolucionarios que tenemos anidados en el Gobierno, con esas prácticas “Miquelenistas” que penetraron todo el Estado y que no son más que el rescate del Stalinismo; aunque se nos acuse a nosotros, los que levantemos la voz, de “infiltrados”. Y la unidad tampoco puede ser en torno a la claudicación de cientos de organizaciones para favorecer a una o dos de ellas. Debemos practicar el principio de la unidad en la diversidad.

Movimiento Social. Debemos recordar que, además de la represión brutal, a finales de los 80 comenzó una ofensiva ideológica contra toda forma de organización política, imponiendo el postmodernismo un techo a las aspiraciones históricas de los Pueblos. Esta ofensiva tuvo sus efectos en la década de los 90, trayendo como consecuencia una gran desarticulación y despolitización del movimiento popular. Además, la sociedad venezolana, mas allá de arrastrar desde hace años una crisis económica, política y social, arrastra una crisis moral, crisis de la que no se escapan los movimientos sociales, manifestándose en prácticas clientelares y oportunistas por parte de algunos miembros en su seno

Sin embargo, en los últimos cinco años y muy especialmente en los últimos dos, la organización social en torno a reivindicaciones sectoriales o regionales ha tenido un crecimiento vertiginoso, pero, producto de su corta maduración, aún es precaria, reactiva y desarticulada. En ella se crea una diversidad de matices ideológicos y políticos, con sus aciertos y desviaciones, esto evidencia la falta de maduración de objetivos generales de conquista social. Esta maduración será producto exclusivo de la participación y protagonismo del Pueblo en todos los espacios de poder y de debate.

Por ende, es tarea de los revolucionarios fortalecer y profundizar la participación y protagonismo del Pueblo, así como también generar el debate permanente, político e ideológico, sobre las tareas a corto, mediano y largo plazo de la Revolución y del Pueblo. Necesitamos un Movimiento Popular orgánico, fuerte y con conciencia revolucionaria (de clase).

Lo revolucionarios debemos enfrentar esos imposiciones de liderazgos en el seno del Pueblo que tanto daño nos han hecho, tales como Miquelena, decenas de asambleístas, Gobernadores y Alcaldes, Federaciones y Coordinadores, etc, que solo han entorpecido y minado el camino de la Revolución. Este error hay que alertarlo a todo el Pueblo y en especial al Presidente Chavez. La revolución, en esta etapa, no sorportaría a otros miquelenas en Gobernaciones, Alcaldías, Ministerios, etc.

Ejercito del Pueblo. En la medida que se incrementan las contradicciones, producto de la profundización de la Revolución, tanto así se incrementa la amenaza de una ofensiva armada nacional, pero muy especialmente, internacional; por lo cual necesitamos plantearnos respuestas a esta amenaza.

En este sentido, y ante un posible escenario de invasión directa o indirecta del Gobierno Yanqui en nuestro suelo patrio, la única resistencia y triunfo posible sobre el invasor se basaría en una concepción militar de Guerra de todo el Pueblo, para lo que, nuestra Fuerza Armada Nacional (FAN) tendría un papel fundamental en la dirección, preparación y aprovisionamiento del Pueblo para tal fin, esto sólo sería posible con una FAN Revolucionaria, que no dude en su papel y que no vacile ante el chantaje continuo de descalificaciones por parte de los medios de comunicación nacionales e internacionales. Necesitamos una FAN absolutamente en intereses, querencias y espacios con el Pueblo.

Lamentablemente no podemos hablar aún de una FAN Revolucionaria. Podemos decir que actualmente nuestra FAN es, en buena parte, “institucionalista” pues ésta es fiel a la superestructura que queremos transformar, y no a un proceso revolucionario que progresivamente profundiza la transformación de la democracia burguesa (o plutocrática) en una democracia participativa, protagónica y popular, un proceso que democratiza las relaciones de poder sociales, políticas y económicas; en otras palabras, una revolución Socialista. Es importante señalar que existen importantes corrientes revolucionarias dentro de la FAN pero no es la totalidad de la misma.

Por otra parte, se ha perdido el miedo de hablar dentro y fuera de los cuarteles de la unidad de la FAN y del Pueblo en la defensa militar de la Revolución. Esto es muy positivo, pues las armas también son un poder que hay que democratizar, “dándole poder a los pobres”, como última opción cuando se vea amenazada la república.

Para finalizar, prevemos días agitados en los próximos meses pues es la última carta de la derecha antes de las elecciones de mediados de este año, elecciones que concentrará fuertemente, desde los inicios del próximo año, a todos los partidos en la contienda electoral, dejando de lado el referéndum. En otras palabras, el referéndum revocatorio que presuntamente impulsa la Coordinadora Democrática, sólo persigue crear el hecho político, durante estos próximos tres meses, para legitimar internacionalmente una salida del Presidente Chávez, similar al reciente caso de Liberia. Ni a AD (que tiene dos votos de la directiva del CNE) ni al Gobierno (que tiene los otros 3 votos) le conviene el referéndum, por lo tanto podemos estar seguros de que no se realizará.

Es importante que los revolucionarios empecemos a alertar de los errores que se han venido cometiendo, sin dar crédito al chantaje de que nos acusen de contrarrevolucionarios. Lo seríamos si no la hacemos.

Estos momentos son vitales, para la consolidación de la revolución o para la consolidación de la reacción. De nosotros los revolucionarios depende, que corrijamos los errores que se vienen repitiendo o nos lo reprochemos en la clandestinidad.

Utopía

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